Partida Rol por web

Lunes, 22 de Enero de 1923. 0:20

Pasaban veinte minutos de la medianoche cuando el coche se detuvo frente a las escaleras de la imponente Westminster Abbey. Lord James Connely se apeó y le dio instrucciones precisas al cochero para que esperara su regreso.

Subió las escaleras lentamente, evitando resbalar en el traicionero hielo que a menudo se acumulaba en los peldaños, y al llegar entró en la catedral, que pese a la avanzada hora seguía abierta.

Era poco probable que el decano, Herber Edward Ryle, estuviera levantado todavía pero dadas las excepcional situación en la que se encontraba y teniendo en cuenta la excelente relación que tenían estaba convencido de que le recibiría.

Connely no había tenido mucho tiempo para pensar, pero instintivamente supo a dónde dirigirse para poder afrontar una situación tan grave como la que había ocurrido aquella noche.
Quizá en otro momento no se hubiese atrevido a molestar el descanso del padre Ryle, dirigiéndose sin tardanza a la iglesia que se encontraba cerca de su vivienda, pero necesitaba de toda la discrección posible, por lo que el decano era la mejor elección que existía.

Cuando pasó bajo el pórtico de la catedral, se la encontró vacía, lo cual no era extraño para la avanzada hora que era.
También se dió cuenta de que estaba menos iluminada de lo que recordaba, pero supuso que era normal que por las noches bajasen la iluminación, ya que no era necesaria en absoluto....al menos no lo era para él, que conocía el camino a la perfección.

No pocas tardes había compartido amenas charlas con Herber, cuando ya habían terminado los oficios y este tenía unas horas de descanso.
Sin duda, el decano era una de las personas más inteligentes con las que había tenido el placer de cruzarse en su vida, así como su caracter afable le hacía ganarse el cariño y respeto de todos aquellos que le conocían.

Sabía que el hombre sufriría un momento de confusión cuando le viera, puesto que una visita inesperada de este tipo no era la mejor forma de despertar de un reparador sueño, pero no cabía la menor duda que, cuando le explicase lo ocurrido, le acompañaría presto hasta donde se encontraba el profesor.

Diez minutos después, habiendo dado el aviso de que despertaran al decano, Herber Edward Ryle llegó vestido con sus ropas habituales y cara de haber sido despertado en mitad de un sueño agradable.

-¿Que ocurre, James? -preguntó con preocupación- ¿De qué se trata?

Le tendió la mano y despidió al guarda para darles algo de intimidad.

Padre - le dijo Connely mientras le estrechaba la mano de forma afectuosa - siento molestarle a estas horas de la noche, pero si no fuese por un motivo realmente urgente, no tenga duda de que no lo haría.

A James le hubiese gustado poder hablar de forma más relajada, pero la situación le impedía entregarse a ninguna disertación de ningún tipo, por lo que decidió ir directamente al grano.
Ryle le conocía, y posiblemente aquello le diera una idea más clara de la urgencia que las propias palabras que estaba a punto de pronunciar.

¿Conoce al profesor Arthur Smith? - preguntó rápidamente, aunque no dió tiempo a que el sacerdote le correspondiera con una respuesta, puesto que continuó al instante - Sí, seguro que le he hablado de él en alguna ocasión.
Pues bien, esta noche ha ocurrido algo terrible y se encuentra en los últimos momentos de vida.....quizá incluso ya sea tarde mientras hablamos, pero es necesario que le lleve a un religioso que pueda administrarle los últimos sacramentos.

Durante un instante pensó en proporcionarle más detalles, como por ejemplo el estado en que se encontraba, pero finalmente decidió callarse esas explicaciones....ya las vería Ryle cuando llegaran a su destino.

Así pues, se limitó a añadir - Fuera tengo un coche esperando.

-¡Virgen Santa! -exclamó el decano, un tanto afectado como siempre- No perdamos más tiempo entonces. Solo espero que lleguemos a tiempo. Espere un segundo.

Se dirigió a uno de los curas que había acudido y le dio un par de instrucciones rápidas y precisas. Después se volvió hacia Connely y le miró con apremio.

-¡Vamos, vamos!

Connely no se hizo esperar, y abrió camino hacia el exterior de la Abadía, donde había dejado el coche que debería llevarles de vuelta hasta aquel horrible lugar donde el profesor Smith se debatía entre la vida y la muerte......o al menos eso esperaba, que no fuera demasiado tarde ya y el raudo viaje fuese inútil por cuestión de poco tiempo.

Tanta prisa se daba en atravesar el pasillo, que el bastón no tocaba el suelo, sino que lo mantenía sujeto casi por la mitad de su envergadura,  y no por el pomo como tenía por costumbre.
Desde luego, nadie que le viera ahora mismo, podría imaginar que se trataba de un lord, o quizá sí, pero sólo por sus ropas, ya que las maneras las había perdido con las prisas, aunque las recuperaría en cuanto tuviera un momento para descansar.

Sin pronunciar una sola palabra, atravesó las puertas y salió al exterior, dirigiendo su mirada hacia el lugar donde debería encontrarse su vehículo.

El coche salió disparado cruzando la capital a gran velocidad. El decano, sorprendido, se agarraba a los laterales con los nudillos blancos y resoplaba por el esfuerzo. Las calles se sucedían y gradualmente la iluminación de las mismas se apagó hasta llegar nuevamente a Cheapside y sus oscuros callejones.

Durante el trayecto, tanto Connely como Ryle mantuvieron un tenso silencio, cruzando las miradas de tanto en tanto y poco más. Al llegar a su destino, las peores sospechas de Connely se convirtieron en realidad o peor aun. Desde la distancia se apreciaba un fulgor rojizo a través de la niebla que fue aumentando rápidamente. La calle, vacía cuando se separó de los demás, estaba ahora llena de ociosos que, incluso a esas horas, observaban el espectáculo.

El edificio en el que había dejado al profesor Smith y a las dos mujeres ardía en llamas.