Partida Rol por web

Colton fue uno de los primeros que abandonó el gran comedor. Había una travesura que planificar, una grande, aunque él no tenía mucha idea de los grandes bromistas que habían morado en la escuela. Estudiaría, aunque aquello le diera urticaria, estudiaría para intentar encontrar algo que nadie hubiera hecho. No sabía mucho de magia, porque hasta hace nada para él la magia eran juegos de cartas, conejos en chisteras y pañuelos. Su especialidad eran las bromas muggles, y el tirachinas, donde ni el mismísimo Ojo de Halcón, uno e sus tan idolatrados superhéroes, podría igualarle.

En su haber de fechorías había estado el invitar a bombones de cagamucho a toda la clase, tirar las bombas fétidas más asquerosas del mercado y bueno, muchas más, pero un verdadero bromista nunca admitía sus delitos. La más gorda, la que más satisfacción le había dado, fue cuando hizo que Laura Ingles, la rubia más rubia de su clase de la que llevara enamorado, se tuviera que rapar su preciosa y ondulada melena al cero. La culpa la había tenido cierta modificación del champú, en la que ciertos componentes se habían visto alterados, supuestamente, con silicona, purpurina y mashmallows....Supuestamente.

Aquello le dio una idea. ¿Cómo podía hacer eso masivo, para que afectara a todo el mundo por igual? No tenía silicona, ni mashmallows, pero algo debía haber en el mundo mágico que fuera equivalente.

- Estudiaré. A partir de mañana se acabaron los juegos, el quidditch y las chicas. - No es que Colton tuviera chica, más que Úrsula, su inseparable amiga que le miraba divertida, alzando una ceja, como si estudio y Colton fueran palabras incompatibles.

Aquello podía ser el espaldarazo definitivo para la apertura de Sortilegios Weasley, la tienda de bromas con la que soñaban desde hacía tiempo. Los gemelos entraron en la sala común acompañados de varios estudiantes que les preguntaban por que broma iban a hacer, y como iban a sortear las protecciones del cáliz de fuego. Los gemelos estaban felices con la atención y a todos les despachaban de igual manera

- Algo muy grande se avecina, tenéis que tener paciencia. La mayor broma de la historia de Hogwarts no es algo que se cree en un segundo, aunque ya tenemos ciertas ideas...... en cuanto al cáliz, es mejor que no sepáis nada. 

Se fueron pronto a su habitación, aunque aquella noche el sueño tardaría en llegar.

- ¿Y si no hacemos nada? ¡Esa sería una gran broma! ¡Hacer que todos esperen por nuestra broma y hacerles esperar! - Preguntó Fred riéndose al imaginar la escena

- Es buena idea, pero creo que solo los mejores bromistas la sabrían apreciar. Debe ser algo más obvio, más grande, imparable... - Sonrió - ¿Qué te parece encantar la comida? Hacer algo parecido a los discos voladores con colmillos, pero con los platos, y que el finite incantatem no funcione. Es buena idea, hacer del gran comedor una casa encantada, un poltergeist, sin que nuestro poltergeist intervenga....

Ambos sonrieron. La idea prometía, pero ya le darían otra vuelta al día siguiente.

Se despidieron de sus amigos y se dirigieron a su sala común, que estaba en el mismo piso, pero en otra torre. No tardarían mucho, los pasillos estaban vacíos, y si lo miraban bien tampoco habían tardado tanto, había sido un pequeño desvío, nada más,  nada por lo que preocuparse.

Ya estaban llegando al retrato de la señora gorda cuando ocurrió el desastre. Bubbles, que estaba aprendiendo a montar en patín, maniobró en exceso, pretendiendo apurar la curva como una profesional y cayó al suelo, deslizándose por la parte de arriba de su caparazón varios metros. Mientras delante de Millie, Lucas había llegado al cuadro de la señora gorda y le decía la contraseña, mientras la rotunda cantante de ópera bostezaba y le dejaba pasar.

Millie corrió tras Bubbles, que afortunadamente no se había hecho daño, aunque sí que se había mareado un poco. Entonces levantó la vista y vio a la profesora Sprout que la miraba con curiosidad.

- ¿Qué ha pasado niña? ¿Estás bien? - Miró a su alrededor - ¿No deberías estar ya en tu cuarto? - La empezó a mirar con recelo - ¿No estarías detrás de algún tipo de travesura? ¿Verdad? La profesora McGonagall creo que ha sido clara en ello. No me gustaría tener que quitarte puntos, así que explícate. 

— ¡¡Bubbi!! —

Millie se tapó los ojos al ver como Bubble empezaba a derrapar, queriendo apurar la curva y salía despedida del patín. Separó un poco los dedos y espió a través de ellos, contemplando como la tortuga se deslizaba boca arriba por el suelo, hasta detenerse unos cuantos metros más allá. 

— Lucas... nos vemos... dentro... — Dijo, sin apartar la mirada de la tortuga e intentando aguantar la risa que amenazaba con salir desbordada. Corrió, apretando con fuerza los labios, hasta donde se encontraba Bubble. Al llegar a ella se arrodilló a su lado y finalmente acabó explotando en una breve carcajada que resonó por el pasillo. Levantó la mirada, descubriendo la figura de la profesora Sprout y la risa murió tan veloz como se había originado.

— Ho-hola, profe... — Titubeó un poco y cogió a Bubble en brazos. — ¿Yo...? Es que... — Se incorporó, lanzándole una fugaz mirada a la tortuga para volver a mirar a la profe, poniendo su carita más inocente, la que conseguía que su madre se arrepintiera cada vez que la reñía y dudara de las travesuras de la niña. — Bubble está aprendiendo a ir en monopatín y como los pasillos siempre están llenos de gente, no puede practicar mucho... pero ya me iba a la sala... — Alargó las manos, colocando a Bubble, derecha, delante de la profe, para que pudiera verla bien y se compareciera de la pobre tortuga. — Cada vez lo hace mejor, dentro de poco será la mejor patinadora del colegio, pero la pobre se acaba de caer. Por suerte no se ha hecho daño... — Acercó nuevamente la tortuga a su pecho y su mirada se perdió en los ojos de Sprout. — Sé que no debería estar fuera, pero porfi, no me descuente puntos o no me dejarán sacar más a Bubble. Le prometo que no volverá a pasar... — Rogó, poniendo vocecita de súplica y sus labios formaron un leve mohín.

La risa de Millie se tornó en susto al verse sorprendida por la profesora de herbología. No era su único motivo de preocupación al sufrir su mascota un accidente de patín. En su infantil cabeza la culpa había sido de Bubbles, que había intentado apurar demasiado la curva, tocando rodilla con el asfalto, aunque tal ves el problema había sido que con las prisas tal vez había estirado demasiado. La tortuga salió del caparazón y comenzó a mover las patitas, una buena señal, pues de todos los trastazos que se había dado, algunos de ellos bastante duros, siempre había movido las patitas, tal vez en agradecimiento al Dios de las tortugas por salir viva ante la feliz idea de su dueña.

Millie adoptó la técnica de poner cara de inocente, la que usaba con su madre, y echar la culpa a la mascota. La profesora Sprout  frunció el ceño, con curiosidad, y examinó la tortuga en las manos de la niña. Finalmente la profesora sonrió y le dijo a la niña.

- Eso es muy considerado por tu parte. Si le dieras con el patín a algún compañero le podrías hacer daño en las prácticas de tu mascota. - Trató de componer un gesto mucho más serio, como trataba de hacer su madre cuando la regañaba, aunque se le veía que no era su fuerte. - Aunque no deberías estar fuera de la sala común, porque un profesor puede pensar que estás haciendo una travesura. - Suspiró - Creo que es mejor que las prácticas con tu tortuga las hagas por la mañana, cuando tus compañeros duermen y ya se puede estar fuera de la casa común, y, bueno - Una sonrisa bondadosa le iluminó las facciones - Si notas que tu tortuga no se encuentra bien deberías hablar con la señora Pomfrey o con Hagrid. No sé si será la mejor patinadora, pero si se ve que la quieres mucho, y que está muy contenta de estar contigo. - Le puso la mano detrás de la espalda y la empujó ligeramente hacia el retrato de la señora gorda - Será mejor que te acompañe, no te vaya a encontrar un profesor menos comprensivo que yo, y recuerda, los entrenamientos mejor por la mañana. Las normas hay que cumplirlas, aunque se tenga buena intención. 

La acompañó ante el retrato y dijo la contraseña. El cuadro se abrió y Millie se arrodilló para cruzar el túnel hasta la sala común donde Lucas la esperaba. Se alegró mucho de verla y le preguntó que le había pasado. La sala común parecía arder en actividad. Muchos preguntaban por los gemelos Weasley, que no estaban en la sala, y especulaban sobre su posible broma para el concurso. Alguien dijo que iba a entrar en los anales de la historia y otros que se ganarían la expulsión. Todos parecían excitados, aunque si algo había en aquella sala era unanimidad. El objetivo de la broma estaría bien que fueran los Slytherins, en especial el grupo de Malfoy, aunque había que tener valor para ello. Alguien le animó al mismísimo Harry Potter que hiciera alguna broma a su archienemigo pero el chico de las gafas dijo que no le interesaba

- Harry está muy ocupado con el partido de quidditch, no tiene tiempo para esas tonterías de copa de las travesuras. - Dijo Hermione Granger, la que todos decían que parecía la novia de Harry, amante de las reglas y los libros - Perderemos puntos estúpidamente, así que más vale no meterse en algo así. Nunca nadie ha salido bien parado de un trato con Peeves. Nunca. Así que no creo que esta sea la primera vez.

Detrás de ella Ron la imitaba, despertando las risas de sus compañeros. En cuanto Hermione se giró su expresión se volvió volcánica. Por sorpresa, más para los que la conocieran, cogió un libro y se lo tiró a su compañero a la cabeza y salió corriendo escaleras arriba hacia el cuarto de las chicas.

Harry Potter puso una mano en el hombro de su amigo y negó. La había liado, pero esos dos siempre estaban peleando y luego se arreglaban. Ron se giró a la audiencia y dijo

- Como hermano de los gemelos Weasley solo puedo deciros una cosa, que no os pillen. - Guiñó un ojo y subió hacia su dormitorio con la intención de escribir una lechuza para disculparse con su amiga. Era uno de los problemas de los dormitorios de las chicas. Si una chico trataba de subir las escaleras lo detectaban y se convertían en una rampa resbaladiza. Muchos habían intentado entrar, levitando, atándose una cuerda, incluso una vez alguien usó un encantamiento depulso para ser impulsado como un jet, pero los resultados siempre habían sido desastrosos.

Se estaba haciendo tarde, y al día siguiente tenían la visita a Hogsmeade todos los estudiantes de tercer curso o superior. Ginny Weasley se acercó a Millie y le dijo

- Menuda lata con lo de mañana. Le he pedido a mi hermano Ron que me traiga caramelos de HoneyDukes, pero no sé si lo hará. No es muy de fiar. Si quieres se lo podemos pedir a Hermione, ella sí que lo es.... - miró hacia arriba - Pobre Hermione. A veces los chicos son muy tontos.

De buena se había librado, menos mal que la que le había pillado había sido la profesora Sprout, porque si llega a haber sido Filch, seguro que hubiera acabado en las mazmorras. 

Millie se despidió de la profesora, asegurándole que no volvería a entrenar con Bubble tras el toque de queda y regresó a la sala común, donde se reencontró con Lucas. Habló con su amigo en voz baja, contándole lo que había ocurrido en el pasillo, aunque seguía medio atenta a lo que hablaban los otros chicos. Se notaba que el ambiente estaba algo revuelto y la expectación podía sentirse en el aire. 

Hermione Granger era muy sosa e intentó hacerles entrar en razón, mientras Ron la imitaba a sus espaldas, provocando las risas de sus compañeros. Millie había terminado de explicarle a Lucas su encuentro con la profesora Sprout y siguió con la mirada a los dos amigos, preguntándose cómo podían estar siempre juntos cuando andaban peleando la mayor parte del tiempo. De repente se dio cuenta de la presencia de Ginny Weasley, que se había acercado para hablar con ella. La chiquilla estaba sentada en uno de los mullidos sillones, con las piernas cruzadas a lo indio y Bubble se encontraba descansando en el hueco que quedaba entre sus pantorrillas. 

Miró a su compañera y asintió con la cabeza, dándole la razón. Era una lata que a ellos no les dejaran ir a Hogsmeade. Ya eran mayores y tenían que quedarse allí mientras sus compañeros podían disfrutar de la excursión. Era injusto... 

Pero ella iba a ir, no se lo había dicho a nadie, era un secreto que compartía sólo con Bubble... Miró a Lucas, con un brillo travieso en sus ojos. 

— Pásatelo muy bien mañana... Subo ya al dormitorio... — Se despidió y, cogiendo a Bubble en brazos, se dirigió junto a Ginny hacia la escalera que conducía a los dormitorios de las chicas. Acompañó a su compañera a hablar con Hermione, aunque ella no le pidió que le trajera nada, excusándose en que ya se lo había pedido a sus amigos. 

Finalmente se acostó, acurrucada junto a Bubble y se quedó completamente dormida. 

En sus sueños, Peeves la perseguía por todo el colegio, mientras le tiraba tartas y hacía que le brotaran orejas de asno. Se encontraba en el patio, subida a una escalera muy larga e intentando llegar a uno de los balcones de Hogwarts, cuando el poltergeist apareció atravesando la pared y aplastó una de las tartas con su cara. Millie movió los brazos frenéticamente, intentando mantener el equilibrio, pero acabó cayendo hacia atrás. Caía y caía y de repente abrió los ojos, se encontraba en su cama, con las mantas completamente liadas alrededor de su cuerpo. 

Ya había amanecido y era el gran día. Millie era consciente de que podía meterse en un buen lío si la descubrían, pero tan injusto... Ella quería ir con sus amigos, quería poder descubrir toda la magia que envolvía Hogsmeade y compartirlo con ellos... 

Se levantó, con una mezcla de emoción y pánico y se vistió rápidamente. Cogió la peluca rubia que había guardado para ese día y la metió en su mochila, cuidando de dejar espacio para Bubble. No quería dejarla en el colegio, ella también disfrutaría de la excursión, iba a ser gloriosa...

Dejó las cosas preparadas, para que llegado el momento sólo tuviera que coger la mochila, meter a Bubble y dirigirse hacia el pasadizo que había descubierto y bajó a desayunar, poniendo su cara más inocente y de niña buena.

Lucas se llevó una buena sorpresa cuando tras entrar en la sala y mirar atrás, no pudo ver a Millie por ningún sitio. Esta no había entrado. No podía regresar, o le pillarían y sería castigado. Pero por suerte no tuvo que esperar mucho tiempo, pronto llegó su amiga con su tortuga. Cuando le explico lo que había ocurrido, pensó en la suerte que había tenido.

-De buena te has librado, tal vez tengamos que pensar bien en cualquier cosa que hagamos. Ya que con las actuales normas es muy fácil que nos metamos en problemas, y no todos los profesores son tan majos.- Solo por quedarse un ratito para hablar de posibles planes, y ya habían pillado a un miembro del grupo, aquello iba a resultar mucho más complicado de lo que habían pensado. Con aquellas normas tan estrictas cualquier desliz podría costarles muy caro.

Luego toco ver lo que hacían los mayores, y pensar en el día siguiente.

-¡Muchas gracias Millie! Una pena que no vengas, ¿quieres que te traiga alguna cosa?- Aunque mucho no iba a poder gastar en el pueblo, ya que estaba más que justo de dinero, tal vez algo para gastar alguna broma, pero poca cosa más podría comprar. Era un coñazo no tener más dinero, y todo por la mala fama que su hermana le estaba poniendo ante sus padres. 

El campo de quidditch poco a poco se fue vaciando mientras que los habitantes del castillo volvían a sus quehaceres. Algunos se fueron a la biblioteca, otros muchos al patio a practicar su técnica con los gobstones o los naipes explosivos, pero muchos de ellos, la mayoría vestidos del rojo y oro de Gryffindor se apiñaban delante del retrato de la señora gorda, la guardiana de la puerta de la casa del león. Parecía encantada con la presencia de tantos alumnos, y, como normalmente su público no era tan variado dio un pequeño concierto de ópera, por mucho que el prefecto de Gryffindor gritaba la contraseña

- ¡Serpiente el que no bote!¡SERPIENTE EL QUE NO BOTE! - Se desesperaba el muchacho con el escudo de la P en el pecho, pero la señora gorda cantaba por encima de los gritos del muchacho y hacía gestos de que no le estaba oyendo. A decir verdad la paciencia del prefecto dio para 10 minutos, momento en que sacó la varita y le dijo al retrato.

- O te abres ya o te lanzo un alohomora. Ya está bien, tenemos invitados y no los estás dejando pasar.

La señora gordo suspiró, con una tristeza infinita más bien impostada, y se abrió, mientras algunos alumnos aplaudían tímidamente, si era por la actuación o por la final apertura de la puerta era harina de otro costal. La puerta recién abierta conducía a un pasadizo estrecho, de menos de un metro veinte de alto que obligaba a caminar encorvado, o a cuatro patas, durante unos metros hasta que, por fin, se abría la sala común de Gryffindor.

El lugar era acogedor, con sus tapices pesados del típico color rojo, sus cálidas chimeneas y sus muebles en colores oscuros cubiertos de cojines con borlas doradas. Normalmente era un sitio tranquilo, donde los estudiantes se reunían para hablar de sus cosas o para estudiar en grupo, pero en aquel momento bullía en actividad. El equipo de quidditch de Gryffindor estaba manteando a Harry Potter, que agarraba victorioso la snitch dorada mientras la gente aplaudía. La gente pedía que Harry hiciera un discurso, pero el chico no parecía muy por la labor, y cuanto más se resistía más parecía que la gente lo empujara a ello. Harry era un chico popular, lo conocía toda la escuela por haber vencido a quien-todos-sabían, pero a pesar de ello, solía pasar su tiempo con sus amigos en un grupo bastante cerrado. Finalmente, rojo de la vergüenza, se adelantó y dijo

- Gracias a todos por venir, la verdad, es que hemos tenido un poco de suerte y...

Ron Weasley, el hermano de Ginny, se adelantó y gritó

- LES HEMOS PATEADO EL CULO A SLYTHERIN, RANAS DE CHOCOLATE Y CERVEZA DE MANTEQUILLA PARA TODOS

La sala rugió y Ron le guiñó el ojo a un agradecido Harry, que se fundió con el equipo para felicitarse entre ellos. Comenzó a sonar una música bastante animada y la fiesta comenzó mientras que los gemelos Weasley escenificaban la cara que había puesto Draco MAlfoy al ver la maniobra de Potter. Todos rieron. Iba a ser una buena fiesta, y tal vez tendrían tiempo de planificar, o al menos saber si los Weasley estaban detrás de la broma de las lechuzas.

Millie estaba super emocionada, tenía tantas cosas que enseñarles a sus amigos... Era la primera vez que venían a la sala común de Gryffindor y la niña se sentía eufórica. 

Cuando finalmente consiguieron entrar, les hizo un gesto para que la siguieran a su rincón favorito. Allí podían sentarse, un poquito apretados, en un par de butacas y podrían ponerse al día y planear y reír y bailar... ¡Era increíble! 

Sacó a Bubble de la mochila y la dejó en el suelo, cerca de la chimenea para que estuviera calentita. Se sentó y durante un rato estuvo atenta a lo que ocurría en la sala. Vitoreó junto a los demás Gryffindor a Harry Potter y celebró la noticia que acababa de revelar Ron Wesleay.

¡Cerveza de mantequilla y ranas de chocolate! ¡Aquello sí que era una gran fiesta! Vio a algunos de sus compañeros de clase y les saludó, pero se quedó junto a sus amigos.

Finalmente, tras un rato, sacó el tema que seguramente todos habían estado planteándose en algún momento.

— He estado... — Carraspeó. — He estado pensando en el torneo de Peeves. — Al hablar se dio cuenta de que estaba afónica. No había parado de gritar durante todo el partido y finalmente su garganta había dicho, hasta aquí, niña. Volvió a carraspear, pero era inútil, su voz seguía sonando como si a una cafetera la hubiera atropellado un tractor y el agua se desparramara por todas partes.

— Hasta ahora todas las bromas están siendo dirigidas hacia los alumnos... Tenemos que... Idear algo más ingenioso... ¿Sería posible llevar a cabo lo que estuvimos hablando ayer...? — Preguntó y se mordió el labio, lanzándoles una mirada cómplice. No quería hablar mucho por si algún oído indiscreto llegaba a escucharles, pero todos parecían distraídos con la fiesta y debían aprovechar cualquier momento que pudieran.

Estaba perdiendo la paciencia con la señora gorda y la serenata que les estaba cantando, o gritando. No todos los días podías traer a tus amigos a la sala de los leones, y aquella tipa les estaba chafando la fiesta. Al final se abrió y lograron entrar en la sala, que quedo atiborrada. 

Lucas era un chico impulsivo y participo con gritos y vítores de las celebraciones. Y Harry Potter era un tipo genial, como muchos otros de los que estaban allí. 

Cuando Milli comenzó, tuvo miedo de lo que podría decir, ya que allí no estaban nada solos, había muchos oídos, así que mejor tener cuidado, y hasta no estar seguros de que nadie les escuchaba, algo que por el momento no sería sencillo, mejor no hablar. Y además con la cerveza de mantequilla y las ranas de chocolate, tampoco iba a poder hacerlo.

-Si, eso es algo que puede marcar la diferencia....- Pero por el momento, mejor no añadir mucho más, ya se iría aquello quedando más tranquilo con el paso del tiempo. También miro hacia Bubble, temeroso de que alguien la pudiese pisar, pero por el momento eso era algo que no tenía pinta de ir a ocurrir. Estaba realmente contento de poder estar allí celebrando la victoria con sus mejores amigos. 

El abrazo de Millie le había descuadrado un poco, porque en realidad, no estaba acostumbrade a recibir tal tipo de apoyo, por lo que su cuerpo se mantuvo tieso y expectante, pero agradecide al gesto de la joven Gryffindor. Hasta que por supuesto Harwich tuvo que abrir su bocota de asqueroso empollón y hacer que la sangre le hirviera todo lo que no lo había hecho durante el partido. 

Estuvo conteniéndose para usar la magia de los puños y hacer de su mano una Bludger que impactarse en su impertinente cara de botarate, pero el agarre de Millie le detuvo de ganarse una detención extra. Ya sabía, a quien iba a encantar el palo de bateo, pero para que le diera a la bola vacía que el pedante de Ravenclaw tenía por cabeza. 

Desinflarde y algo más taciturne se unió a su cuadrilla en dirección a la sala común de los leones, dónde la algarabía conseguía encubrir cualquier pensamiento de ira hubiera comenzado a gestarse en su interior, solazándose en una buena cerveza de mantequilla y una rana de chocolate que para su desdicha se le escapó rauda de entre las manos, terminando en un leño sobre la chimenea de la sala, para encontrar su final, derretida bajo las llamas del fuego. "Que desperdicio" acertó a pensar, sin tener muy claro si se estaba refiriendo a la golosina o a la oportunidad que se le habia resbalado futilmente de las manos. 

- Deberíamos ponernos a ello - azuzó. Total, peor no podía ser ¿No? Ningún castigo era comparable a tener que verle la cara al engolado de Harwich - Y espero que los cuatro...- bajó el tono - ...tengamos más éxitos unidos, del que he tenido en solitario - señalándose la patente inflamación facial, como un amago de trofeo frustrado. 

Otro a su alrededor, descartando la intromisión de oídos chismosos, pero la gran mayoría, estaban aún bajo el embrujo que Potter ejercía sobre las masas, por tanto se vio con la seguridad de agregar: 

- He tratado de encantar una Bludger del despacho de Madame Hooch con ...em....nefastas consecuencias - y para muestra un botón  o un señor cardenal palpitante - Menudo caos se ha montado. Aquello parecía algo a  hipogrifo entre las guerras mágicas y un naufragio de escobas flotadoras. Como podéis imaginar, no se lo tomó nada bien, así que me han expulsado del equipo con la tortura de enseñar al redicho de Harwich - pronunciando ese nombre a regañadientes y entre dientes - Así que más nos vale que la siguiente de un campanazo más grande que la torre de Astronomía o no lo contaré 

Los ojos de Millie se abrieron como platos al escuchar las peripecias de Selen. 

— Tenías que haber confiado con nosotros y te hubiéramos ayudado. Al menos podíamos haber estado haciendo guardia para que no te pillaran. — Le recriminó, un poquito molesta porque no hubiera confiado en ella. Aunque no sería la primera vez que Selen hacía alguna trastada sola y seguro que no sería la última, pero habían dicho de hacer algo juntos y... En el fondo lo que le sabía super mal es que hubieran pillado a su amigue y le hubiesen castigado de aquella manera. 

En ese momento hubo algo que llamó su atención. 

— Esperad un momento... — Les dijo y se levantó de un salto, para dirigirse al otro lado de la Sala y regresar, tras unos minutos, con cuatro cervezas de mantequilla. Les ofreció una a cada uno y se sentó nuevamente en el sillón. 

Bebió un trago del rico mejunje y se quedó unos minutos en silencio, pensativa. Se había sentado bastante atrás, con el culo pegado al respaldo y los pies le quedaban colgando. No paraba de balancearlos, mientras su mente intentaba idear algún plan para hacer reír a todo el mundo.

— Reír... — Murmuró de repente y sus pestañas aletearon al regresar de sus ensoñaciones. Miró a sus amigos, con los ojos brillantes y una sonrisa traviesa en los labios. Antes de empezar a hablar, comprobó que no hubiera nadie escuchando y les hizo un gesto para que se acercaran más a ella. 

— Se me acaba de ocurrir una idea para hacer más grande lo del pelo. Podríamos crear una poción para hacer reír a todos los profes. Tendríamos que colarnos en las cocinas y meterla en sus comidas y otra para el pelo de Snape y podríamos también para el de McGonagall. Si vamos sólo a por Snape, sospecharán directamente de Gryffindor... El que ponga las pociones en la comida de ellos dos, se tendría que tomar la de invisibilidad... — Sonrió y volvió a carraspear. Seguía muy afónica y estaba hablando demasiado. — Que sus pelos se pongan de punta y de colorines y a todos los profes les de un ataque de risa incontrolable... Puede ser genial... Pero si queremos hacerlo a lo grande, deberíamos esperar a que estén los alumnos de las otras escuelas y en algún momento especial... Cuando quede poco para que termine la copa.  

Las ideas de Millie eran muy buenas y eran en lo que habían estado pensando en la tienda de pociones, pero hablar allí de aquellas cosas podría ser muy peligroso.

-Son muy buenas ideas Millie, tal vez podamos echar a la vez las dos pociones en la comida de los profes, y así a todos les cambia el pelo mientras no pueden parar de reír, esa sería una broma épica, aunque desconozco como hacer la poción para no parar de reír.- Habló en voz muy bajita, volvió a mirar que nadie se fijase en lo que hablaban y concluyó.- Pero mejor que hablemos de estas cosas cuando estemos solos, aquí es peligroso.- Y si lo pensaba un poco, seguro que muchos de los estudiantes que llenaban la sala común, probablemente la mayoría, estarían pensando en bromas que destacasen sobre el resto, por lo que hablar allí era muy peligroso ya que les podían robar su idea de broma.

Los leones estaban doblemente felices. Por un lado, habían ganado la copa de quidditch, y por el otro podían llevar a sus amigos a su sala común, algo bastante fuera de lo común. Los guio a su rincón favorito, donde había un par de butacas y una chimenea donde Bubble solía tumbarse para calentar su caparazón.  Mientras todos vitoreaban a Harry Potter y celebraban que hubiera cerveza de mantequilla para todos Millie entró en harina, con un hilo de voz derivado de gritar en el partido. Tenían que hacer una broma, una ingeniosa, y lo mejor que podían hacer era marcar la diferencia. Todos habían afectado a los alumnos, meterse con un profesor debía dar ese plus que les permitiera ganar,  ahora solo les quedaba ponerse de acuerdo y ver como lo hacían.

Todos estuvieron de acuerdo, incluso Selen, de que convenía ponerse en marcha. Fue el momento que eligió la chique para contarles sus problemas tratando de encantar una bludger para gastar una broma. La había liado mucho, y ahora la habían expulsado del equipo y tenía que entrenar a Harwich para que ocupara su posición, lo que le dolía doblemente. Si no conseguía sacar la copa de la travesura adelante iba a tener que tirarse de la torre de Astronomía para conseguir sobrellevarlo.

A Millie no le gustó que Selen hubiera hecho una travesura sin contar con ellos. Afortunadamente pronto se dispersó como era habitual y corrió a buscar cervezas de mantequilla. Cuando volvió y ofreció a toos una, comenzó a maquinar una posible broma que consistía en colar pociones en la comida. A Lucas le pareció bien, pero estimaba que no era el mejor momento para hablar de ello y así quedaron, disfrutando de sus cervezas de mantequilla hasta que vieron a un chico deambular por la sala, ajeno a la fiesta, como si el haber ganado la copa no fuera importante.

- Ya lo tengo todo, solo necesito acceder a la sección prohibida, pero no puedo, es una porquería ser de primero, y encima la cacatúa de la bibliotecaria no me ha dejado entrar, ni dándole mis mejores bombones de chocolate. Si lo sé se los unto de cagamucho…. No es justo, ¿Cómo voy a ganar la copa si no me dejan estudiar cosas para ganarla?

El chico que hablaba era un alumno de primero. Colton Derrick, rubio, de cabello siempre despeinado y mirada vivaz. Cualquier alumno de Gryffindor sabría de él que era bastante intenso, y sobre todo que era un genio con el chocolate. Sus padres tenían una pastelería en Londres y él les ayudaba, por lo que sabía como preparar bombones, aunque nunca parecía estar feliz al respecto, porque, según él, todavía no había alcanzado el chocogrial, el bombón perfecto. Colton parecía estarle dando vueltas a un plan, hablando para él en voz alta, sin importar quien lo oyera, aunque en ese momento nadie le hacía mucho caso. De pronto su sonrisa se iluminó, una sonrisa que era sinónimo de travesura, y se dirigió directamente hacia Lucas.

- Oye Lucas, ¿Tu estás en tercero, no?. Había pensado que si me sacabas un libro de la biblioteca para consultarlo te podía dar 1 sickle de plata. ¿Qué me dices? No es mucha cosa, es solo un libro de nada de la sección prohibida, pero vosotros tenéis permiso. Es…..para un proyecto de clase, sí, un proyecto que necesita magia avanzada. ¿Qué me dices? – Miró buscando a alguien, se acercó a él y le dijo – Le he preguntado a tu hermana si creía que te podía interesar, pero me ha dicho que no, que seguro que no tenías huevos, pero por si acaso he creído que era mejor preguntártelo.

Lo miró expectante mientras los mecanismos de su cabeza giraban diseñando la broma perfecta.

Allí estaban felices, celebrando una gran victoria y planeando un broma ganadora, con precaución ya que había mucha gente. Lucas disfruto mucho de su cerveza de mantequilla, y estaba saboreando la última anca de su rana de chocolate, cuando se fijo en Colton Derrick, y el también se fijo en ellos.

El chico era un tanto extraño, hablaba en voz alta y parecía estar pensado en una broma ganadora, para lo que necesitaba un libro de la sección prohibida. Cuando le hablo, no se dejo engañar por lo de su hermana, con ella seguro que Colton no había hablado. Tras pensar unos instantes en como poder sacar algún beneficio de aquello, le dijo.

-Lo que diga mi hermana, como que no me importa demasiado. Pero no habla como acabas de indicar, de todas formas no es necesario que mientas. Tu que eres un chico pudiente, algo más que un sickle de plata ya podrías pagar por un servicio tan arriesgado como el que pides. Tal vez un par o incluso tres, pero dime, ¿Qué libro es el que quieres?- Le había intrigado el interés del niño, y también la oportunidad de ganar algo de dinero, ya que como siempre, estaba de nuevo en la ruina. 

Lucas tenia razón, Millie no tenía ni idea de cómo se podía hacer una poción para que la gente se riera. Se mordió el labio, indecisa y levantó la mirada al escuchar la voz de Colton Derrick. Por lo que estaba diciendo estaba claro que también quería participar en la Copa de la Travesura. Cuando se acercó para pedirle a Lucas que le sacara un libro de la sección prohibida una idea cruzó por la cabeza de la niña. Tenían que ir a la biblioteca y buscar entre sus libros la fórmula para la poción, seguro que allí encontrarían algo, pero... Que aburrimiento. 

— ¿Los de tercero tenéis acceso a la sección prohibida? —

Preguntó, abriendo mucho los ojos e interrumpiendo la negociación de su amigo. Si no encontraban nada en la biblioteca, seguro que en esa sección habría algo. Miró a Selen y a Oliver y volvió de nuevo su atención sobre Lucas. 

Lucas miro con cara sonriente a Millie, pero no contesto, ya que si la sección era prohibida, mucho se temía que los de tercero tampoco tendrían acceso. O si, la verdad es que no lo sabía, pero todo apuntaba a que no. Y hasta en el caso de tener acceso, sería para la consulta de libros concretos, y no para dejarle un libro a un alumno de un curso inferior. Vamos que si le pillaban, lo tenía muy complicado para no salir muy mal parado. Pero en esos libros, seguro que había algo para mejorar sus opciones de hacer una broma que nadie olvidase durante mucho tiempo. 

Colton parpadeó, visiblemente confundido, por lo que decía Lucas. Se rascó la cabeza y le dijo

- Entiendo que no te importe mucho lo que diga tu hermana, porque las hermanas son un rollo, pero me lo ha dicho así. Bueno, igual con otras palabras un poco más difíciles y repipi, tipo, no tiene agallas, solo se dedica a las fruslerías y a perder el tiempo como un gandul, yo solo lo he resumido para que nos entendiéramos - Se encogió de hombros - Parecía bastante enfadada, y la verdad, cuando me decía que fuera a hablar contigo tenía una sonrisa que daba miedo. Como si fuera a llamar a los aurores o algo a la que entraras en la biblioteca. Yo ya te digo que no dormiría sin tener la puerta atrancada cuando volváis a casa por vacaciones.

Se metió la mano en el bolsillo de su túnica y sacó su dinero, 2 sickles, 3 knutts y un par de bolitas de papel de plata de bombones. Los miró como quien mira una fortuna y le dijo

- Esto es todo lo pudiente que soy - dijo mirando hacia el suelo, tragándose el orgullo - mis padres trabajan en una pastelería de barrio y no nadan en la abundancia, así que no es que me sobra, pero si me consigues el libro son tuyos. - Carraspeó - No sé que libro es, pero sí sé el conjuro que estoy buscando. Se llama Colovaria y es para, esto, cambiarle el color al pelo de mi gato. El pobre es negro, y siempre lo piso por la noche, así que he pensado que si tuviera un color más anaranjado no le pisaría.

Entonces Millie preguntó por si los de tercero tenían acceso a la sección prohibida y Colton dijo

- Eso me han dicho. Le pregunté a uno de Ravenclaw que tiene pinta de ser mega empollón y me dijo que sí, que a partir de tercero os dejan entrar, pero que tenéis que hacerle mucho la pelota a los profesores. Él me dijo que ha entrado ya por lo menos 20 veces.... - bufó y puso cara de haberse bebido un sorbo de aceite de ricino - Si no hubiera sido tan repelente le habría pagado a él, pero se daba muchos humos. Harwich creo que se llama, Hardwich, Sandwich, algo así. - Sonrió - Así que he buscado a alguien de confianza, y según dicen las malas lenguas, si hay travesuras de por medio eres de fiar. Si tuviera un galeón se lo pediría a los Weasley, pero no tengo el dinero. - Dijo Colton con una honestidad a prueba de bombas.

¡Peligro, Peligro! Joder, aquel niño ha hablado con mi hermana. La hostia, como no tenga cuidado ella misma me empapela. ¡Peligro, Peligro! Estos pensamiento atravesaban por su mente, como un enorme rótulo de brillantes y coloreadas letras. Tenía que actuar con suma cautela. Miro donde estaba su hermana, y trato de poner a alguno de sus amigos de por medio, o bien apartarse a un lugar en el que no pudiese verlos.

Luego en voz baja le dijo Derrick. -Ya veo que si hablaste con mi hermana, pues lo mejor será que piense que no lo haré, ya que de lo contrario me la lía.- Volvió a mirar, no quería que su hermana o alguna de sus amigas le viese y aun mucho menos que le escuchase.- Ya veo que no eres rico, aun así te aseguro que tus padres tienen más dinero que los míos, o si lo tienen, yo no lo veo. Siempre estoy en la indigencia. Vale por 1 sickle de plata, que no es cuestión de que te quedes sin nada. No saber en que libro se encuentra será un problema, y luego tendrás que anotar rápido el hechizo ya que el libro habrá que devolverlo cuanto antes.- Y mientras así hablaba, hacia gestos de rechazo y negación con cabeza y todo el cuerpo. Como si quisiera confundir a quien le estuviese vigilando, y hacerle pensar que había rechazado el encargo. 

Aquello podía ser un grave problema, pero también una oportunidad, ya que ese hechizo de cambio de color podrían emplearlo en su broma con el pelo de los profesores, y sería una broma épica. 

Boris había seguido la conversación de una esquina. Así desde se le veía no destacaba del resto, excepto que llevaba la camisa abierta, sin corbata ya que la llevaba amarrada en la muñeca en ese momento oculta bajo las anchas mangas de la tunica, y era un poco más alto y fornido para su edad. Había llegado a mitad del año anterior y, por ende, aún no era muy conocido entre los alumnos. Cogió un par de bocadillos y se los metió en el bolsillo de la tunica junto con un grupo de sándwiches, se preveía que iba a tener que pasar mucho tiempo fuera de su sala común y más le valía estar preparado.

El partido y la broma había sido un balde de agua fría para la casa de las serpientes, a la cual Boris pertenecía, pero él no compartía el sentimiento. No había día que pasase sin que pensara que el sombrero se había equivocado en ponerlo ahí. Él: pobre, poco apto para la magia, gordito y con un apellido gracioso era blanco constante de sus compañeros que tampoco pensaban que él mereciera vestir el plateado y el verde.

Por esa misma razón estaba ahora en la sala común de los enemigos naturales de su casa, a sabiendas que en cualquier momento lo iban a correr de ahí en cualquier momento, pero aprovechando el momento. Pero mejor estar ahí hasta que los ánimos de su casa se calmasen.

Había estado divertido mirando a aquel grupo de niñatos de Gryffindor y Ravenclaw ir y venir. Ya se había fijado antes en la más pequeña, o más bien en su tortuga con patineta y casualmente había oído lo que aquel niño ¹ le había ofrecido al grupo. Ir a la sección prohibida de la biblioteca, interesante. Habría creído que irán a aceptar, sobretodo si habían monedas de por medio, pero uno de los chicos hacia grandes gestos de que no quería hacerlo. Quizás podría hacerlo él, Merlin sabía que le vendrían bien aumentar sus arcas. La última vez que se había cruzado con Crabbe y Goyle habían encontrado los dos galones que llevaba para emergencias.

Cogió algo de fruta de un frutero cerca y, con una manzana en la mano izquierda y la derecha adentro del bolsillo se acercó al pequeña grupo.

—Oye —dijo sin reparos—Si ellos no quieren hacerlo, yo podría.