Partida Rol por web

La escena se presentó sumamente espeluznante para el médico. No porque no estuviera acostumbrado a comtemplar tales lesiones craneales, sino más por la posibilidad de ser atrapado por el crimen que acababa de cometer. No tenía tiempo de pensar en los posibles castigos vigentes en esa ciudad de bárbaros de cortas extremidades y horrendos rostros de toscas facciones.

Los enseres de boticario fueron su único objetivo, ya que temió con sapiencia que su suerte le llevara a la muerte en el caso de cargarse con alguno de esos viales de dudosa estabilidad y efectos. El cirujano había conseguido lo que deseaba, y no había nada que lo atara ahora a aquél antro del alquimista.

Fue así que con presteza subió las escaleras y salió de aquel lugar de mala muerte para perderse entre la muchedumbre de regreso a su nueva tienda. En su mente iba planeando excusas y algún que otro truco para librarse de miradas y preguntas suspicaces.

- Qué manera de complicarme las cosas, pequeño hijo de un burdel de... - Maldijo entre dientes mientras avanzaba con premura por las calles de la mal agradecida ciudad enana.

El dinero nunca ha sido un problema en esta ciudad -sonrió el hombre, le faltaba un trozo de diente- cuatro coronas de oro a la semana. Libras un día a la semana. Acompañarás como guardaespaldas a uno de mis socios. Cada día le escoltarás, le protegerás y cada semana me informarás de con quién ha estado y qué ha hecho. No a mí directamente, enviaré alguien a hablar contigo. Si tuvieras algún obligación adicional habría un pago adicional. También podrás descender a las ruinas cada vez que organicemos una exploración. ¿Cómo lo ve, amiga mía?

Bastante gente miró a Ambrosio por la calle, más de la que le hubiera gustado. Pero su rápido movimiento y sus largas piernas le hacían un bólido frente a la mayoría enana de la ciudad. Muchos le miraban pero nadie le dijo nada, y más importante aún. Nadie le retuvo.

No tardo mucho en llegar a su consulta pero antes tuvo que pasar por la carnicería del piso de abajo donde su propietario atendía a varios clientes.

Los pollos han bajado de precio esta semana pero siento no poder ofrecerle cerdo curado. Los enanos han adquirido todo el cerdo que ha llegado a la ciudad para un banquete de uno de los nobles.

Ya veo, ¿y algo de jabalí? Su carne es muy buena para los guisos.

En el piso superior se oía el ruido del martilleo contra la pared, Alfredo Limpiabotas hacía mucho ruido mientras trabajaba.

Aquella congregación de gente en la planta baja de la carnicería fue como una bendición para el cirujano fugitivo, quién con sumo disimulo subió al piso de arriba hacia su refugio clínico. El charlatán mediano también parecía bastante atareado, por lo que Ambrosio aprovechó ese momento de distracción para encerrarse en su precario quirófano, trabando la puerta y descargando luego los útiles conseguidos en su última salida. Su arsenal contaba ahora con el indispensable poder de elaborar drogas y esencias benignas y otras no tanto.

El cirujano estaba más que complacido con aquellos enseres, pero sabía que pronto el accidente del pobre e infeliz sobrino del alquimista saldría a la luz para su desgracia. Y aquello seguramente le traería problemas en caso de ser reconocido por alguno de los transeúntes que se encontraban caminando por la calle en el momento de su escape triunfal.

Ambrosio decidió entonces repetir una vieja estratagema que le había resultado sumamente efectiva cuando huyó de Nuln tiempo atrás para salvar su pellejo. Intentaría cambiar de apariencia para que nadie pudiera incumparlo con seguridad de haber estado cerca del lugar del crimen.

Comenzó entonces a desvestirse hasta quedar semidesnudo. Su cuerpo era absolutamente magro producto de su estricta y desabrida dieta, pero lucía saludable en líneas generales. Continuó su plan valiéndose de sus tijeras y navaja de barbero, despoblando su cabeza de cuanto pelo le pareciera necesario para concretar su mudanza de semblante.

Al cabo de media hora estaba más calvo que un sacerdote sigmarita, y totalmente intacto gracias a su pericia con aquellas herramientas filosas. Para finalizar con su cambio de imagen, volvió a vestirse pero únicamente con su túnica negra de cirujano. Desechó con cierto pesar cualquier adorno que pudiera haber llamado la atención en el pasado, y una vez satisfecho con la alteración final se dispuso a salir de la habitación confiado en que su ingenio le salvaría otra vez de todos los males.

Era un hombre nuevo y confiado el que emergía de aquél quirófano improvisado, aunque la brisa le helara un poco la calavera y extrañara su fino sombrero aterciopelado. Aquellos eran solo pequeños detalles.

- Sacrificios... - Suspiró resignado mientras acariciaba su refulgente calva. Todavía tenía un asunto que resolver ese día: Reclutar al enano gladiador y no morir durante una nueva excursión a los barrios bajos donde el infeliz guerrero ebrio moraba entre la miseria, las ratas y su propia inmundicia.

Esto no es lo que tenía en mente, un trabajo diario, aunque estuviera bien pagado en un día conseguí lo que trabajaría en 1 año de escolta. Tengo que rechazar la oferta sin insultar a este tipo calvo tan poderoso o no saldré ni siquiera de esta sala.

- Señor Markov, creo que tenerme para este trabajo sería una perdida de tiempo para usted y para mí. Le puedo conseguir mucho más dinero en las ruinas- abro una mano enseñandole la palma- deme 5 hombres y le conseguiré algo mucho mejor.

Me levanto y señalo hacia la ciudad que se eleva por encima de la puerta muerte.

-Allí hay más dinero que en la puerta muerta, mi intención es recuperar un objeto tan valioso para los enanos que me permitan vivir en la zona alta, una vez allí, tiene que reconocer que una aliada bien posicionada podría ser la puerta de entrada de unos negocios nuevos y lucrativos.

El hombre frunció el ceño y esbozó una sonrisa cruel.

Se nota que no ha vivido aquí lo suficiente. Los objetos valiosos son confiscados por los enanos, a los aventureros sólo les dejan las baratijas. Les hacemos el trabajo sucio y reclaman cuanto quieren. ¿Es hermosa la fortaleza? Es una manzana podrida, bajo esa fachada de piedra y arquitectura perfecta se esconde una ciudad  engullida por la codicia. Puerta Muerta es la auténtica Karak Azgal, aquí está el oro y el futuro.

Bajarás a las ruinas, no te preocupes pero cuando yo lo diga. tengo ojos abajo, y puedo saber cuándo se debe bajar y cuando bajar es una muerte segura. Quiero que reconsideres mi oferta o que salgas de aquí.

- Número siete de la Calle de los Herreros. Creo que se hallaba no muy lejos de aquí... - Deliberaba interiormente el nativo de Nuln mientras recorría con recelo las calles de los barrios menos favorecidos de la ciudad enana.

Había dejado su local en orden luego de cambiar su apariencia de manera forzada, encargando a su criado algunos enseres necesarios para comenzar a explotar el negocio y sus habilidades. Pero lo preocupante para el médico era que Snorri se encontrara un tanto borracho cuando lograra dar con su choza nuevamente y no le reconociera luego de afeitarse la cabeza.

Aquella idea lo hizo vacilar un poco cuando finalmente estuvo frente a la puerta indicada. Pero determinado como estaba en reclutar al gladiador, Ambrosio se armó de paciencia y golpeó otra vez aquella burda puerta a la espera de una respuesta alentadora.

Se oyó un ruido en el interior de la casa. El de una cerámica al romperse y un grito en la lengua de los enanos. Después unos pasos hasta la entrada. Cuando la puerta se abrió el Muerdeorejas apareció tras ella, con el pecho desnudo y un pequeño cuchillo en su mano.

¿Quién eres?-inquirió.

Ambrosio no se sorprendió demasiado por las poco sutiles maneras del gladiador. Ya se estaba acostumbrando lentantamente a los modales enanos, así que tampoco le alertó el hecho de que estuviera armado al abrir la puerta.

- ¡Ah! Saludos, mi queridisimo socio. Quizás mi apariencia te sea extraña ahora, pero soy Ambrosio de Nuln. Contraje piojos en un burdel de la zona y no tuve más remedio que afeitar mi cabeza o volverme loco por la picazón. - Se introdujo haciendo un amague de quitarse un sombrero ausente, devolviéndo la mano a su lugar  a mitad de camino para corregir tal reflejo.

- He venido para hablar sobre mi propuesta de trabajo, como habiamos pactado ayer en las gradas de la arena. He organizado a una partida de aventureros para descender a las ruinas en busca de tesoros. Mi compañera Melissa ha conseguido carne de cañón kislevita, pero personalmente preferiría estar en companía de un guerrero de calidad y lealtad probada. - Explicó con soltura el matasanos, tratando de endulzar los oídos del enano.

- Así que mi oferta es que te unas al grupo, juntos vigilaremos a esos perros de Kislev. Hay grandes cantidades de oro allí abajo, podría ser una oportunidad única de dar un gran golpe...

No me gusta. Todo esto no me gusta, no creo que sea lo que mi padre esperaba de mí. Tengo mejores maneras de ganarme la vida que ser la perra de este estúpido calvo de los cojones.

- Señor Dimitri, voy a declinar su oferta, y me siento muy halagada que haya pensado en mí para ese trabajo- sonrio cordialmente- Me gustaría ver un poco más de la ciudad, como usted dice soy nueva aquí y todavía me queda dinero que gastar antes de ponerme a trabajar a jornada completa.

Pues no va el tio y dice que la ciudad está engullida por la codicia.. lo dice él...

No me gusta. Todo esto no me gusta, no creo que sea lo que mi padre esperaba de mí. Tengo mejores maneras de ganarme la vida que ser la perra de este estúpido calvo de los cojones.

- Señor Dimitri, voy a declinar su oferta, y me siento muy halagada que haya pensado en mí para ese trabajo- sonrio cordialmente- Me gustaría ver un poco más de la ciudad, como usted dice soy nueva aquí y todavía me queda dinero que gastar antes de ponerme a trabajar a jornada completa.

Pues no va el tio y dice que la ciudad está engullida por la codicia.. lo dice él...

¡Oh, sí! Aquí en Puerta Muerta hay muchos piojos, pero te está bien empleado, por irte con esas rameras humanas que usan la fornicación como un negocio. Los enanos sólo buscamos descendencia, y a veces ni eso. Entra, humano, estoy comiendo.

El enano se dio la vuelta y entró en su sucio y descuidada casa, había estos de armaduras por el suelo y muchas cerámicas rotas.

Ayer compré un buen yelmo, deberías conseguir uno. Te aviso de que los kislevitas traen  problemas, a menudo hablan en voz muy alta y atraen a los enemigos. No pienso arriesgar mi vida por ellos.

El hombre se recostó en la silla y juntó las yemas de los dedo

Je-fue una mezcla de afirmación y gruñido, difícil de concretar- Puedes irte -terminó diciendo, lo acompañó de un gesto como quien espanta a una mosca que vuela muy cerca de su cara.

Casi inmediatamente la puerta del despacho se abrió, y el encargado que había acompañado a Melissa le esperaba fuera para salir.

¿Desea seguir en el casino o irá a la calle?

Saludo con la cabeza a modo de despedida y salgo de la habiatación con el paso rápido que espera que tenga una persona un poco asustada.

-Me voy- le respondo al encargado- no quiero tentar más la suerte. En varios aspectos.

Me dirigo a la puerta de salida y salgo, no tengo ni idea que hora es, miro para arriba.

- Tampoco pienso arriegar en lo más mínimo mi salud por esos perros de las tierras heladas. Sin embargo los necesito para llegar hasta los tesoros. Ellos serán simplemente carne de cañón. Pero requiero también de gente de confianza. Ya sabes, por si acaso las cosas llegaran a complicarse con esa chusma del norte. - Explicó pacientemente el ilustrado ciudadano de Nuln a aquél necio gladiador aficionado. La pocilga donde vivía el enano estaba dentro de lo que Ambrosio hubiera esperado de un sujeto tan zaparrastroso como Snorri. Era obvio que sus constantes borracheras atentaban contra la integridad de aquella abandonada vivienda.

- ¿Y bien? ¿Me acompañas entonces? También podrías guiarme hacia alguna tienda donde comprar un casco, alguno preferiblemente no muy aparatoso ...