Compro tres vestidos de buena calidad, negros con faja y rebordes rojo uno de ellos, mi favorito. Cojo otro marrón con tonos blanco pálidos y uno último color arena muy elegante. Me tomo las medidas para que no me queden mal y les pido que los envíen a la dirección de nuestra casa. Le doy una corona más por este servicio.
Me voy entonces en busca de un peluquero que me corte la melena para no parecer tan salvaje y que el casco no me haga sudar como una animal cada vez que me lo pongo. Pregunto a la misma costurera si sabe algún sitio ya que yo buscando soy realmente mala
¿¿Pobre Ambrosio?? para nada, es lo peor xDD
La mujer se sintió muy agradecida por la compra y la generosidad de aquella bondadosa dama (XD). El primer vestido lo tendría mañana por la mañana y los otros dos al día siguiente. La mujer le mostró encantada una mujer barbera que le haría el corte de pelo que quisiera a la señora.
La peluquera era una mujer fornida y bastante fea, pero con manos delicadas. Melissa no era la única que esperaba para el corte de pelo. Había gente delante, especialmente mujeres con aspecto acomodado: los pobres se cortan el pelo en casa. Aquello tardaría un tiempo...
Melissa: Eso son 10 coronas.
Melissa: Tirada de Cotilleo muy fácil (+30).
Intento concentrarme en no destripar o hacer nuevos enemigos en el tiempo que estoy esperando, eso significa estar en absoluto silencio y escuchando a las pequeñas cotorras a mi alrededor. Respiro hondo un par de veces que me miran con desagrado y se tapan la nariz con sus perfumados pañuelos.
Motivo: Cotilleo
Tirada: 1d100
Dificultad: 64-
Resultado: 40 (Exito)
EDITO: Lo bueno de estar de Vip de la otra partida tuya es que me mola, como siempre la calidad que tienes, lo malo, que veo que estas menos motivado con esta ^^ mi oferta de pasar a Melissa a la otra partida sigue en pie... xDDD
El ambiente en Puerta Muerta, y en Karak Azgal en general, era de preocupación. Habían asesinado a muchos enanos en la última semana. No eran muertes por robo, sino asesinatos premeditados. Los cadáveres aparecían acuchillados, degollados o ahorcados.
Los enanos, por supuesto, no se lo habían tomado bien y estaban reclutando nuevos soldados y legisladores. Algo oscuro se acercaba. De todo esto se fue enterando a medida que le cortaban el pelo, justo como ella quería.
Melissa: Sí, estoy teniendo mis dudas con esta partida. Pero me resisto a cerrarla.
Contenta con mi nuevo corte de pelo y mi tinte, me marcho a mi casa a descansar y esperar que me envíen los vestidos, así descanso y espero a la noche que es cuando ese tío saldrá de trabajar y espero que busque compañía.
Eso de los enanos es una molestia, ahora las calles estarán muy seguras y eso no me beneficia en nada. Mi mala suerte no termina nunca...
Cabezón... Ya hemos jugado un montón, han pasado cosas geniales, pero si no puede ser, no puede ser.
Melissa dejó atrás la humilde peluquería, fuente de rumores y emprendió el camino de vuelta a su casa, situada en la Fortaleza de Skalf. Una vez más tuvo que subir aquella interminable escalera. En ocasiones era agotador y con el viento de la montaña hacía mayor mal que bien a la salud.
La ciudadela enana estaba inquieta si bien las calles estaban llenas e percibía cierta premura en las actividades de la gente, cuando lo normal es que los enanos fueran más bien pausados y meticulosos. En varias ocasiones vio grupos de soldados avanzando a paso ligero por las calles.
Hogar. Dulce hogar. Ni rastro de Ambrosio, aún más dulce. El señor Limpiabotas, ayudante de Ambrosio, mantenía la casa limpia.
Melissa: Cambio de look.
Tras comprobar con felicidad que Ambrosio no se encuentra, me preparo algo de comer y le pido/ordeno a Limpiabotas que cambie los vendajes que los he ensuciado con tanta caminata y los tengo un poco sueltos.
Luego me hecho una cabezada esperando que llegue el vestido para probármelo. También me entretengo con la daga, buscando el mejor lugar para esconderla. No tiene que ser muy difícil atarla al muslo...
Un poco de vino tampoco me viene mal, tengo que coger fuerzas de donde sea para cumplir el objetivo que me he marcado. Y porque no decirlo, estoy un poco asustada...
El señor Ambrosio ha ido a la fortaleza Norgunson. Un cliente muy importante. No ha dejado recado y han venido tres pacientes a verle. He sentido mucho tener que despedirles sin atenderles. La carnicería funciona mucho mejor, el señor Vohwinkel está haciendo grandes ventas. Tiene las mejores carnes de Karak Azgal. Aunque entre usted y yo, señorita, yo no me fiaría de comprar la carne en un lugar que también es un consultorio de médico, no sé si me entiende...Pero el señor Vohwinkel e sun hombre honrado, muy amable y con el don de la palabra. Ha logrado alejar esos rumores y le va muy bien.
Eso le dijo mientras atendía a Melissa y le cambiaba el vendaje.
Creo que con esto bastará. Si me permite un consejo tal vez debería buscarse un trabajo lejos del peligro. El señor Ambrsio estaría encantado de contratarla como ayudante y enseñarle todo lo que sabe. No se gana mucho, pero con el tiempo podría tener su propio consultorio.
Estoy tentada de dejarle un mensaje a Ambrosio en forma de mayordomo demasiado hablador muerto. Pensamientos fúnebres acuden a mi mente cada vez más a menudo ¿En que me estoy convirtiendo? ¿Que está haciendo esta ciudad conmigo?
Despido a Alfredo con el dorso de la mano, sin agradecerle nada ya que me ha enojado con sus últimos comentarios. Y sigo esperando que llegue mi traje para probármelo. Paseo arriba y abajo por la habitación con pasos cortos y rápidos, hasta que por fin, hastiada, me dejo caer sobre la cama, colocandome las manos detrás de la cabeza y con la mirada en el techo.
Tengo que asesinar a un guardia de la ciudad, me gustaría pensar que la idea me horroriza, pero lo cierto que he tomado la decisión hace tiempo. Que deba dinero y que sea un mal ejemplo no debería castigarse con la muerte, pero, quien soy yo para decidir quien vive o quien muere. Yo sólo hago el trabajo.
Que no se note que está tirando para asesina.
Melissa se quedó tumbada en la cama, el tiempo suficiente para que las antorchas de las calles de la Fortaleza de Skalf se encendieran, daba comienzo la vida nocturna de la ciudadela enana. Mucho menos animada que la de Puerta Muerta, pero igual o más peligrosa, con todos aquellos clanes conspirando por ser dueño de mayores zonas de la ciudad.
Melissa: Creo que en ningún momento dije que fuera un guardia de la ciudad.
Melissa: ¿Vas a esperar a los trajes?
Cierto: Al decir "Imperial" me sonó a guardia ^^, pero sólo dijiste que era un buen guerrero.
Pues pretendía esperarlos, si veo que tarda demasiado pues iré tal cual a las bravas...
Melissa esperó pacientemente sus vestidos. Esa noche Ambrosio no durmió en la consulta y el único que entró tras la marcha de Alfredo Limpiabotas fue Alfredo Limpiabotas, al día siguiente con ropa limpio y unos cuantos libros en blanco y unos trapos blancos, junto a un bote de cera. Saludando con amabilidad a Melissa se puso un delantal y empezó a encerar el suelo, dejándolo brillante y pulcro.
Los vestidos llegaron poco después, junto a una flor azulada de agradable olor dulzón, como a miel, que Melissa no conocía y una breve nota de agradecimiento de la costurera.
Melissa: En realidad iban a tardar pero como esta partida dijimos que era atemporal pues jugamos un poco a la máquina del tiempo, pues he entendido que son parte de tu plan.
Melissa: No todos los imperiales son guardias, estáis muy lejos del Imperio (Alemania-Sudán) pero la llamada de l oro atrae a mucha gente.
Tiro la flor al suelo, y me pongo con los vestidos para ver como que quedan. Me arreglo el pelo todo lo que puedo y pruebo si puedo atarme una daga en el muslo. El vestido elegido lo bastante amplio parece que puede servir para tal propósito. Uso vendas y fuertes nudos, sin cortarme la circulación para tenerla bien sujeta.
-¡MIERDA los zapatos!- me lamento mientras le doy una patada a la cama- sólo tengo unos viejos de camino, tendré que irme a comprar unos, junto con complementos.
Así que de esa guisa y con un saquito de monedas, salgo para comprarme complementos, como un bolso, unos zapatos y un collar. Rebusco en el baul saco un par de anillos que tenía por ahí guardados.
Melissa salió disparada del consultorio con su nuevo y deslumbrante vestido, en busca de un calzado que favoreciera su imagen. No había muchas damas elegantes en la Fortaleza de Skalf, y el calzado femenino enano no era precisamente lo que necesitaba. Pero por suerte no tuvo que bajar y subir la Escalera el Dragón.
En el Barrio Foráneo dio con una tienda de calzado, no era exclusivamente femenino pero vendía a hombres y mujeres por igual. Una pequeña tienda sobre la que se situaba un taller artesanal con al menos una docena de trabajadores y trabajadoras que confeccionaban calzados sin cesar. No había un par igual y ello le daba cierto aire de exclusividad.
Melissa: Puedes llevar la daga aunque alguien muy observador podría darse cuenta.
Melissa: No estoy muy puesto en moda femenina del Viejo Mundo, pero en la Europa Moderna lo bolsos fueron muy tardíos. Sí era habitual el pequeño monedero y el cesto de mimbre, pero bolso, bolso...eso no me suena. Pero da igual, esta es nuestra partida y jugamos como queremos.
Zapatos (como zapatos elegantes): 7 chelines.
Melissa: tengo que improvisar mucho contigo, eres detallista.
Sin más, pongo rumbo a la zona donde me dijeron que se encontraba mi víctima, empezaré por dar con él, si gustaba de ir con mujeres, empezaría preguntando a ellas, no tengo una manera más discreta de buscarlo, así que intentaré ser sutil, casi me dan ganas de reir ante mi propia ocurrencia...
Entraré en tabernas donde me pediré una copa de vino y estaré con los ojos y los oídos abiertos. Prefiero tardar varios días en dar con él, que ser muy agresiva y que él de conmigo...
Su víctima, o futura víctima, estaba en el Barrio Foráneo, pero a parte de su nombre Dirck Bismarck, y su afición al juego Melissa no sabía nada de él. Una taberna era un lugar tan bueno como cualquier otro para empezar a buscar. Paseó por las calles de la fortaleza eludiendo humanos y enanos por igual en busca de una taberna, llegó a una pequeña y ancha calle, que más parecía una plaza donde había numerosos letreros de tabernas.
Cuando fue a entrar a una de ellas un ruido ensordecedor y un temblor sacudió el lugar, cerca de allí, a dos calles o poco más una densa columna de humo se alzó repentinamente entre llamas, tras los edificios del Barrio Foráneo. Algo acababa de explotar.