Partida Rol por web

- Ven muchacho, quiero hablar a solas contigo -le había dicho Dragomir, unos días antes.

- Hay un hombre en Piedrafuerte, un anciano. Se llama Bolgor. Era amigo de tu padre, o todo lo amigo de tu padre que se podía ser. Ese hombre tiene dos cosas que necesitamos. Una de ellas es un martillo. Un martillo de factura enana, recio, sobrio y de una manofactura única. Ese martillo era de tu padre, y lo perdió a manos de ese gord..   de ese buen señor. Lo necesitamos. Y lo otro es un mapa. Es un tosco mapa hecho por un explorador de frontera. No sé si Bolgor sabe el valor que tiene, pero para nosotros es vital. Tiene escrito "Senderos de montaña" con letra apresurada, así lo reconocerás.

Luego de agotar al caballo de Dragomir, allí estaba, frente a la casa de aquel hombre.

Sonreí de manera lobuna. Así que aquí es donde empieza mi primer trabajo importante. Inspeccioné el lugar detenidamente, buscando posibles agarraderos para trepar en la oscuridad o cualquier posible "entrada" de dudosa legalidad para entrar en el interior del edificio. Un martillo y un mapa. Espero que el susodicho martillo no pese tanto como espero sino mis habilidades se van a ver muy mermadas.

Me quedé unos días en el pueblo, aprendiendo la rutina de aquel sujeto y trazando mis planes. Cuando sería el mejor momento de entrar. Cómo era la disposición de la casa. Dónde tenía los objetos que debía recuperar y la vía mas rápida de salir... Todo eso lo fui descubriendo preguntando a los lugareños, escuchando atentamente de escondidas... Y cuando me vi preparado, sería el momento oportuno de actuar.

Zax había llegado rápidamente a Piedrafuerte, un pueblo cuyo núcleo estaba formado por antiguas y extrañas formaciones rocosas. El muchacho no tenía idea de la historia de aquel pueblo y en definitiva, no importaba, él tenía una misión allí y poco podían hacer los datos históricos que pudieran ayudarlo.

Tras algunas averiguaciones discretas había encontrado la casa del tal Bolgor, quien pudo comprobar que era un obeso hombre de negocios, aunque lamentablemente todos los negocios tenían lugar en su casa. Zax pudo ver como entraban y salían mercaderes de telas, comerciantes de especias y algunos otros, a quien no pudo identificar. Algunos hablaban de que el hombre contaba con guardaespaldas, y otros lo descartaban.

Siguiendo a algunos de aquellos hombres y abordándolos en las tabernas, el mejor lugar para aflojar la lengua, Zax averiguó que Bolgor tenía un extraño martillo colgado en su despacho, a espaldas del sillón donde recibía a todas sus visitas. El martillo parecía ser pesado, pero podía empuñarse en una mano, si se podía creer en la palabra de un alegre y alcoholizado mercader pelirrojo de la ciudad real llamado Derry.

Sobre la distribución de la casa, pudo averiguar que tras la puerta había un pequeño recibidor, que conectaba con una sala mas grande, llena de tapices, cuadros y ornamentos de tierras lejanas, al parecer el hombre era un coleccionista de arte. Desde aquel salón se accedía a una cocina y a unas escaleras, que eran las que llevaban al despacho de Bolgor, que estaba en la planta alta, junto con su dormitorio y una sala de aseo.

Zax intentó averiguar algo más, tratando de escuchar las conversaciones de las personas que dejaban el lugar, o situándose distraidamente junto a la ventana, pero no tuvo suerte en ese aspecto.

Una inspección visual al frente de la casa no decía mucho. La estructura era de piedra. Había una fuerte puerta de madera, cuyas llaves eran poseídas por el dueño de casa y un ama de llaves, que llegaba al amanecer y se iba cuando estaba anocheciendo, aunque una vez se quedó a pasar la noche. Junto a la puerta había una gran ventana, algo elevada, que durante el día permanecía entreabierta, y por las noches era cerrada con póstigos. De cualquier forma, gruesas verjas impedían cualquier ingreso no deseado por allí. Mas arriba estaba la ventana de la planta alta, también con rejas de hierro.

Ese era el panorama al final del cuarto día de observaciones.

La única manera posible con la información que tenía era esperar a que el ama de llaves se fuera al anochecer, robarle las llaves en su camino a su hogar, hacer tiempo hasta que Bolgor se fuera a dormir y entrar de hurtadillas a la casa. Una vez ahí dentro, tomaría "prestado" el martillo y aún le quedaría buscar el mapa. Cuando estuviera allí ya indagaría sobre eso, deseando que estuviera también en el despacho, posiblemente en algún cajón.

El mapa era quizá, aún mas importante que el martillo, así que lo primero que buscaría con ahincó sería el susodicho mapa. Con una noche tenía mas que suficiente para birlar las dos cosas.

Una noche sin luna o con nubes en el cielo sería la idónea para hacer mas difícil su detección una vez dentro de la casa. También tener un plan B sería buena idea por si la cosa se torcía demasiado, pero el tiempo apremiaba y no podía esperar tanto. Solo esperó que la próxima noche fuera ideal y, en caso de ser descubierto, se lo ocurriera alguna manera ingeniosa para salir airoso.

Me agazapé en un callejón oscuro, cercano a la casa de Bolgor, hasta que vi salir el ama de llaves. En cuanto salió por la puerta y la cerró, la seguí con la mirada hasta que se fue acercando. Justo cuando iba a doblar la esquina, me topé accidentalmente con ella. Mientras me disculpaba le robé las llaves y me las guardé disimuladamente en un bolsillo. Una pequeña reverencia con la cabeza y me fui, como si no hubiera pasado nada.

En cuanto estuvo lo suficientemente lejos como para no sospechar me acerqué al edificio. Abrí y, muy lentamente para no hacer ruido en la enorme puerta de madera, me infiltré en el interior aprovechando las sombras de la noche. Con un vistazo pude deducir donde estaría el mapa pero en la casa me topé con algo que no esperaba.

Cuando Zax entró, afortunadamente sin hacer ruido alguno, comenzó a inspeccionar la casa. Cuando se acercaba al despacho, escuchó como una gruesa voz canturreaba una canción de marineros:

Una en cada puerto tengo

Una en cada puerto

El mar es mi amigo, la botella mi compañera

Una en cada puerto encuentro...

Zax sabía reconocer el alcohol en la voz, y no hacía falta ser un genio para inferir que el tal Bolgor se había tomado mas de una copa.

Lo malo es que estaba en el despacho, con el martillo allí, y, según pudo vislumbrar en las penumbras y la puerta entreabierta, un recipiente lleno de mapas.

Maldita mi suerte. Pensó para si mismo, mientras miraba el despacho con ansia. Si estaba lo suficientemente borracho, podía intentar una locura. Busco por la habitación algún tipo de sayo o capa larga para poder disfrazarse. Si encontrara una, intentaría hacerse pasar por alguien o algo (quizá la muerte, la conciencia... algo se le ocurriría) e intentar engatusarlo para que le diera el martillo y los mapas o, aunque fuera, no dijera nada cuando se lo llevara.
El último recurso era la violencia. Esta siempre traía problemas si no eras muy legal.

Encontré una capa algo larga con la que poder ocultar mi rostro y entré en el despacho, lo más solemne que pude. Agravé mi voz para dar énfasis a mi disfraz y empecé a decir:
- ¡Bolgor! ¡He venido para llevarte! ¡Tu vida terrenal a finalizado y debes venir conmigo para que te lleve ante la justicia de los muertes!

Vi su rostro, que aún borracho me miraba con suspicacia. Parece ser que no se lo tragaba ni por asomo. Debería haberlo dejado beber más. Intenté improvisar un truco simple de manos para despistarle y acercarme, poco a poco hacia estaba situado él, bebiendo.