Partida Rol por web

- No – Negó Rose sacudiendo además la cabeza – Ellos vendrán ya a la hora de comer…

Miró su pequeño reloj de pulsera – Pues ya, no es que haya una hora determinada, pero si no vamos ya se nos hará tarde ¿Te vienes? – Te preguntó, quizá por si estabas muy cansado y preferías quedarte aquí mientras ella iba al ayuntamiento y volvía. Tampoco estaba muy lejos, el pueblo no era grande.

Rose preparó sus cosas ya lista para salir de casa, de paso que bajaba ya colgaría la improvisada campana.

Dudé de si ir con ella o no, finalmente vacié el vaso y me incorporé desperezándome un poco. - Te acompaño entonces. - En un momento dejé el vaso utilizado en la cocina y me dispuse a imitarla para irnos de aquí. Tampoco es que haya mucho tiempo. - Espero que no lleguen antes que nosotros. - Añadí con cierta tranquilidad. No creo que pasase mucho si esperaban aunque fuese unos minutos, ¿cierto? Fue lo que creí.

De todos modos no tenía ni la más mínima intención de entretenerme por el camino, sería llegar, contar lo que sabíamos, que con Rose quizás me enterase algo más que por mi cuenta, y quizás con un poco de suerte averiguar lo que los demás habían descifrado de todo lo que estuviese pasando, sea lo que fuese. Suponiendo que hayan más grupos o gente investigando a parte de nosotros.

En escasos segundos ya estuve listo para marcharnos. A fin de cuentas tampoco es que necesitase mucha preparación para ello.

- Vale – comentó cuando le dijiste que irías. Te esperó y ya bajasteis las escaleras. Lo primero fue que con tu ayuda colocó la improvisada “campana” Con un alambre y un poco de maña, no sería lo más bonito del mundo, pero si que sería bastante práctico.

De allí fuisteis al ayuntamiento que no estaba muy lejos. A la oficina en la que os apuntasteis ayer, hoy en cambio el ayuntamiento parecía bastante vacía.

Tras dirigiros a la secretaría Rose se encargó de contarle lo que hizo ayer el grupo. Y luego preguntó la pelirroja por si había novedades de los demás. Os comentó que habíais sido los primeros en aparecer por allí. Pero que de todos modos os agradecería que mañana por la mañana pasara de nuevo alguien de vuestro grupo a informar y os contarían las novedades de los demás.

Rose te miró por si tenías algo que añadir a la secretaria, antes de emprender el camino de vuelta a su casa.

Después del apaño al improvisado timbre, en mi bicicleta seguí a la de Rose hasta llegar al Ayuntamiento a encargarnos rápidamente antes de que se nos hiciese tarde. Ya allí ella explicó lo poco que averiguamos y a la vez extraño de aquella barrera invisible. - ...y creo que eso es todo. - Terminé de añadir algunos detalles al resumen que en realidad poca cosa.

Fue una pena que fuésemos los primeros, tenía ganas de saber lo que el resto habrían averigüado. Supongo que al día siguiente tendríamos más suerte. Me quedé pensativo, había algo que me inquietaba, sin embargo no estaba del todo seguro de ello. La lluvia de estrellas, abundante como de color extraño. Llegué a pensar de que me lo había imaginado, dudé de si compartirlo o no, pero preferí dejarlo correr por el momento.

No sé, no se me ocurre nada más. - Encogí mis hombros ante la falta de datos para aportar. - De todos modos, si averiguamos más cosas, os pondremos al día. - Comenté a la secretaria. Era un poco extraño, en la reunión de ayer sugerí formar grupos de investigación, y sin embargo no tenía nada más que aportar. Esperaba que al ser un día diferente, las cosas cambiasen, aunque sea un poco.

Luego me giré a la excéntrica pelirroja, excéntrica en el buen sentido. - Será mejor regresar cuanto antes, que nos esperan. ¿Nos vamos? -  Sin contar el hecho de que tenía una comida que preparar. Quizás eso me ayudase en centrarme, falta me hacía.

La secretaria agradeció tus palabras y Rose asintió a lo de volver – Vamos

En el camino de vuelta Rose quiso pasar por delante del bar de Joe. Quizá por curiosidad, quizá porque lo extrañaba. El bar estaba cerrado a cal y canto.

Volvisteis al piso y tras comprobar que la “campana” seguía en su sitio subisteis para comenzar con los preparativos para la comida – Como en los viejos tiempos ¿Eh? Pero esta vez voy a ser yo la pinche de cocina – Se rió – Por cierto, me tienes que enseñar como se corta tan rápido con un cuchillo es algo que siempre he admirado de los cocineros.

Sin nada más que añadir o hacer, no tenía sentido quedarse allí, además, como comenté teníamos cierta prisa, el resto podían llegar en cualquier momento. Sin embargo, tampoco es que fuese algo realmente urgente, si tenían que esperar, lo harían, es que no había más que aportar por el momento. Quizás mañana tendríamos suerte. Eso quería creer.

¿Al bar de Joe? Bueno, vale.- Un poco sorprendido por aquello, eso sí, yo también tenía curiosidad para ver que tal le iba, así que no me resistí ni puse pegas para ir. Me dejé arrastrar. Una vez allí vi lo evidente, cerrado. - Era de esperar. - Comenté con voz baja, no me agradaba la idea pese a tener más tiempo libre, simplemente que no sabría a qué dedicar mi exceso de tiempo libre. Aunque bien pensado, entre unas cosas y otras, poco tiempo tenía a mi disposición para quejarme.

Y la última parada fue la casa de la pelirroja, de nuevo. - ¿Estás segura? Puedo envenenaros. Ya sabes, poner cebolla a quien lo guste y esas cosas. - Bromeé un poco mientras empezaba a preparar el terreno. Limpiar por encima la cocina de la anfitriona, sacar lo que traje. Principalmente carne y algunas cosas más frescas que necesitaban ser consumidas sí o sí.

Para eso necesitas maña, práctica y no tener aprecio por tus dedos. - No le vi mucha idea eso de tener envidia a un cocinero, por lo clásico, a la gente le mola comer sus platos pero no prepararlos. Pese a no demostrarlo, agradecí internamente su reconocimiento.

Me puse con unos tomates maduros que se convertirían con algunos añadidos más como especias en la salsa. - ¿Sabes? A estas horas tendría que haber freído ya 5 kilos de patatas fritas, alitas, aros de cebollas y demás alimentos dignos de estar en una pirámide....arriba del todo. - Obviamente, no tenía nada que ver con un chef de verdad salvo lo de ganarse honradamente el sustento. Continué con lo mío mientras seguía en parte con la conversación. Cortar por aquí, pelar por allá....

Después caí en la cuenta de que apenas conocía nadie del grupo, bueno, salvo a Rose, a su amiga Rachel que apenas tuve roce, y tanto como Joana como Brandon, los conocí ayer, en situaciones bastante....raras. No estaba muy seguro de que les iba a gustar lo que tenía pensado cocinar. En parte quería darle más importancia a ello....ya que no hacía que me centrase en otros asuntos más....turbios.

 Hiciste reír a la camarera en dos ocasiones, la primera con lo de envenenarlos – O ponerle mucho ajo a un vampiro ¿No? - La cosa era totalmente absurda, pero para ella no exenta de gracia.

- Pues ten cuidado con los deditos, si no les tienes aprecio tú ¿Quien los va a tener por ti? A parte de la futura señora Mitchell, claro – Bromeó dándote un leve codazo. Y prosiguió – Espero que esa pirámide de la que hablar no sea la de la nutrición ¿Te imaginas? - Se puso un dedo bajo la nariz a modo de bigote – Señores, hay que potenciar el consumo de alimentos fritos. Fuera las remolachas, arriba las patatas fritas – Se rió de nuevo.

En eso sonó un distante sonido metálico, tras un breve momento de confusión - ¡El timbre! Voy a abrir...

Escucharla reír me hizo olvidarme de los problemas a mi alrededor, que no eran pocos. Como si todo el asunto de la maldita barrera se quedase en un segundo plano, sin contar los evidentes roces con mi padre. Esbocé una media sonrisa. - Pues no había caído en eso. ¿Un vampirocidio? - Seguí un poco con la coña.

Paré un segundo de cortar y me quedé mirando a Rose fijamente. Sí, me pilló por sorpresa su comentario. - ¿Señora Mitchell? - No supe si ponerme rojo como un tomate, reirme por lo absurdo, o quedarme en blanco. Era la típica situación de no saber qué decir o como actuar. Por fortuna la alocada camarera continuó con las gracias mientras yo retomé el ritmo perdido en el arte de la prepararción de alimentos.

Pues...no sería muy diferente ahora, la verdad. - Cierto. El estaunidense promedio era más amante de las grasas saturadas que de una dieta sana. Tal vez yo fuese la excepción. Demasiado...aceite. Grasas. Mi ducha diaria así lo corroboraba.

Un ruido inesperado me sacó de situación. - ¿Eh? ¿Qué ha sido eso? - Luego caí en al cuenta de que fue el nuevo timbre. - ¿Ya han llegado? Vale. Abre tú, yo mientras sigo con esta delicada operación. - Me quedé solo en la cocina, aún tenía mucho que hacer, sofreír, cortar, pelar y cocinar la carne.

La pelirroja te sonríe cuando estáis a solas, te indica que si quieres puedes acudir antes de las diez, lo deja a tu criterio. Luego se despide de ti con un beso en la mejilla y un “puñetazo” de broma (apenas es una caricia) en el hombro, no se queda tranquila hasta que no te arranca una sonrisa.

Luego ya te marchas a casa, allí hay una nueva nota de tu padre. Te comenta que va hacer lo mismo que ayer y que mañana temprano pasará por casa por si le quieres comentar algo.

Ya a solas, no tenía mucho más que decir, aunque más debido a mi actitud cerrada que a las circunstancias pese a que fuesen un tanto extrañas, difíciles de entender. Preferí no darle más vueltas, total, por mucho que me preguntase las respuestas no se encontraban a mi alcance precisamente, así que mejor esperar al día siguiente.

A pesar de todo, la alocada camarera siempre mantenía ese optimismo, y esas tremendas ganas de sacar una sonrisa hasta el más huraño, yo no lo era, pero en ocasiones le andaba cerca. Ante aquel inocente beso no supe muy bien que hacer o qué decir, no era nada hábil a la hora de expresar mis emociones o lo que pasaba por mi mente, y en ese momento tampoco.

Sonreí levemente, si aquello era lo que Rose quería se lo daría sin titubear. Después de eso y de un "hasta mañana" a la pelirroja me marcharía de nuevo a mi solitaria casa pedaleando, y como no, echando de menos la comodidad de la moto. Por fortuna salía más barato, y no tenía que preocuparme de la dichosa gasolina.

Agotado, ya que había sido un día un poco difícil, fui directo a mi santuario para olvidarme del molesto mundo y de la barrera. Mañana ya pensaría que hacer. Sin entretenerme demasiado, dejé caer mi espalda sobre la cáma observando el techo y escuchando los grillos...o tal vez el silencio nocturno. Al poco rato, me levanté paranoico, necesitaba comprobar el estado del cielo antes de dejarme caer por el sueño.

Mientras, no dejaba de pensar en...Rose, en mi padre, su supuesta novia que además era la madre de Brandon, también en él, y en mí. No tenía muy claro qué tipo de vida nos esperaría. Por supuesto ni llegué a creer que seriamos una familia, me consideraba demasiado mayorcito para eso. Frecumentemente dudaba de que me fuese a quedar más tiempo en el pueblo.

Y pese a que fuera mi lugar natal, no me consideraba del todo de allí. También llegué a imaginar cómo hubiese sido mi vida si mi madre...bueno. Era algo que mejor no quería ni pensar, y mucho menos hablarlo. Tenía muchas cosas en qué pensar, ya que mi vida era complicada. Y la maldita barrera invisible de la cuál nadie saba nada, no es que ayudase demasiado.

Una vez que mi cabeza ya hubiese dado de si, que casi me dolía de tanto pensar, y ver que todo era normal, o mejor dicho, no había nada raro, regresé a mi cama, no tenía intención de resistirme demasiado al sueño. Mañana sería otro día, aunque no sabía muy bien si eso era del todo bueno.