Estabas soñando.
Soñabas la chica pelirroja, huyendo por medio de un cementerio por la noche, cuando un hombre vestido como un noble de la aristocracia que llevaba a una mujer en brazos, desmayada, la detenía y la escondía.
En ese momento un ser envuelto en llamas y con una sombra pasa de largo... pero parece que te mira. Al mirarle esboza una ligera sonrisa y un escalofrío te recorre todo el cuerpo... solo oyes un nombre en tu cabeza.
Voliath.
De pronto tienes la sensación de que el cuerpo te arde, te quema cada célula de la piel y quieres gritar...
...
.....
...pero al hacerlo notas que se te escapa el aire en forma de burbujas. Tragas algo que parece agua pero no lo es, tiene un sabor como al agua que lleva mucho tiempo en la botella.
Abres los ojos asustada y ves que estás en un tubo, un tubo dentro de una habitación llena de tubos.
Estás en el mismo sitio donde comenzó todo, en el Laboratorio de Genética de Silena. Pero esta no está ahí. Lo que notas son como vibraciones, como si grandes explosiones y golpes hicieran reverberar todo el edificio, y eso hace que el tubo entero y el agua que hay dentro vibre.
Al abrir los ojos y empezar a ser consciente, en el cristal aparece una serie de símbolos luminosos, como si fueran letras de luz dentro del cristal, y una línea al lado que dibuja el contorno de una mano derecha.
El agua llena mis pulmones mientras otra burbuja se escapa de mi boca, y durante un segundo, aunque puedo reconocer el lugar, me invade el pánico. No recuerdo cómo llegué aquí, ni hace cuánto que lo hice, pero lo que está claro es que debo salir del tanque si quiero seguir respirando.
Con torpeza, y aunque mis movimientos sean más fluidos en el agua, golpeo el tanque al ver los símbolos luminosos, pero no sucede nada, hasta que, tomando más control de mis propias extremidades coloco la mano sobre el dibujo contrario que está iluminado sobre el cristal.
Al pulsar en la zona correcta, comienza a vaciarse el tanque de ese líquido parecido a agua, y tras unos minutos, se abre al vaciarse por completo.
Ves tu Jürgeneth (la armadura que os dio Gerth) en una mesa cerca de donde estás.
Las explosiones y ruido te da a entender que parecer que se está librando una batalla en el exterior.
Parecía que el tanque no iba a abrirse nunca. Los segundos pareciendo minutos, cuando al fin soy capaz de poner un pie fuera de él. Dando un par de pasos tambaleantes hacia mi Jürgenet, me sujeto en el borde de la mesa, para evitar darme de bruces contra el suelo, y durante un par de minutos, lo justo para recuperar la compostura y volver a tomar el mando de mis piernas, me quedo quieta, para finalmente salvar la distancia que queda entre él y yo.
Con manos temblorosas vuelvo a colocarla en su sitio y siento como vuelve a acoplarse a mí, y durante un segundo casi parece que me he reencontrado con un viejo amigo.
Finalmente, y una vez pertrechada adecuadamente, me dirijo hacia la puerta, mientras de fondo siguen sonando las explosiones y los ruidos. Con cautela, alargo la mano hacia la puerta para abrirla.
Al abrir la puerta te das cuenta de que era una puerta al infierno.
Algunos edificios están en llamas, muchas marionetas de combate se enfrentan a unos hombres vestidos con gabardinas con capucha de un color purpura, mientras pasan volando unos demonios por encima de sus cabezas. Estos demonios tienen alas en vez de brazos y las piernas son largas acabadas en unas gigantescas garras. La cola larga y puntiaguda es usada a veces por ellos como una lanza cuando hacen picados y ensartan a los muñecos. La cabeza estaba coronada por grandes cuernos, tienen tres ojos formando una línea y unas mandíbulas con unos dientes desmesurados que no sería posible de cerrar nunca.
Pero lo que más te atemoriza entre todo eso es una bestia. Un ser humanoide de unos 15 metros de altura que está envuelto en llamas y camina destrozando a los enemigos como si fueran muñequitos de arcilla mojada.
-Valeria -escuchas una voz en tu cabeza- soy Dama, me alegro de que estés despierta, pero debes de ponerte en marcha. Debes de recuperar tu arco e ir a algún punto en alto para intentar reducir a esos demonios antes de que sigan haciendo estragos entre los soldados.
La voz era tranquila pero sin posibilidad de objeción o negación. Era una de esas órdenes suaves de Dama. Así es como ella funcionaba.
Por un momento, el pandemónium que está desatado ante mis ojos me deja sin respiración, sin capacidad de reacción. Mi corazón parece haberse parado en mi pecho, de repente, como un reloj que se queda sin cuerda.
De repente, la voz de Dama me saca de la horrible ensoñación en que he estado sumida durante unos segundos, y no puedo hacer otra cosa más que asentir a un observador imaginario, determinada a seguir ésa orden. Recuperar mi arco. Acabar con todos y cada uno de ésos demonios. Sea como sea.
Sin dudarlo, me escabullo fuera de la enfermería, mi cuerpo tan pegado a la pared que podría fusionarme con ella, y así, con un paso tras otro, voy acercándome a la armería, donde debe estar mi arma guardada.
Durante una milésima de segundo, me parece notar sobre mí la mirada de uno de ésos demonios. O tal vez fuese la aberración gigantesca, pero sin quedarme a averiguarlo, cierro los ojos tomando aire y sigo adelante. No puedo fallar ahora.
Cuando comienzas a moverte hacia la Forja, ves que cada vez hay menos demonios y menos soldados "humanos" por llamarlos de alguna manera.
Te vas desplazando con cuidado de no llamar la atención de nadie mientras la batalla continua. Marionetas y enemigos cubren el suelo como si fueran briznas de hierba, como si surgieran de él. Charcos de lo que parecen una mezcla de sangre y fluídos salpican ese campo de muerte mientras llegas hacia la Forja, donde ni si quiera está Gert, pues parece haber salido a enfrentarse a algunos enemigos por los ruidos y gritos que surgen desde el otro lado de la Forja.
Con cautela, asomo la cabeza al interior de la Forja, asegurándome que está vacía, e ignorando completamente los cuerpos caídos, así como los grandes charcos de residuos y las salpicaduras que lo llenan todo.
Despacio, pero con paso seguro, me adentro en la Forja escaneando el área, buscando mi arma, mientras voy fijándome en las armas y accesorios que quedan en buen estado a mi alrededor... por si acaso.