Partida Rol por web

Javier por fin ha vuelto a casa. El calorcete de la campiña castellana y española en esta época del año ha sido marcado sobre sus hombros a jierro. Mayo ya está cerca de Junio, y como te acerques a Sevilla o similares viniendo desde Londres quizás te puede dar una embolia calorífica. Ha llegado justo para la hora del almuerzo, mientras que su casa desde fuera está como siempre. Dentro se escucha música como suele ser normal en esa vivienda.

Y es que su madre está cantando y "bailando" mientras hace la comida, como suele ser ella, muy vivaracha y feliz por todo lo que les ofrece el señor. Cuando Javier entra en su casa el sonido se hace más audible, llegando hasta verla bailar al fondo de la cocina. La casa por lo demás suele estar bastante vacía hasta dentro de un ratito que es cuando suele llegar su padre. Su perro Jesucristo también se ha acercado a darle la bienvenida intentando hacer cosas obscenas con su pierna.

Su madre, María Alatriste Pérez, se gira hacia él nada más escucha a alguien entrar por la puerta. Se le ilumina la cara y le sonríe cálidamente. Tras tanta lucha por fin está de vuelta en casa.- Javieeer, hola cielo, llegas justo para comerte tu potaje de garbanzos. Ven, ven cariño, cuéntale a tu madre cómo estás.

El solesito bueno, la brisita refrescante y el olor de los olivos en el cortijo. Como en casa en ningun lao. Javier suda ligeramente con una amplia sonrisa en el rostro mientras llega a casa.

Por supuesto, el primero en acercarse a recibirle es su perro, tan vivaz y lleno de energía como siempre. Jesucristo (ide de olla de su madre a la hora de ponerle el nombre, pero a ver quien es el valiente que le dice que no cuando se le mete algo entre ceja y ceja) es un pastor alemán de cuatro años de edad, grandote, peludo y con más nervio que una mujer con parkinsón tratando de usar un vibrador. Javier se ríe y le da unas palmadas en la cabeza, algo más fuertes de lo normales, para quitarselo de encima antes de que se restriegue de más.

- Ay Jesusito miarma de verdad que no hay quien pueda contigo ¿eh? Ea ea, sí, yo también te quiero locuelo, ya, ya, ahí, bueno, bueno...

La sonrisa, que se había agrandado al ver a su mascota, se ensancha incluso más al ver a su madre, que parece en óptimo humor. El corazón del chico siempre se ensancha al ver a su progenitora tan feliz, y se acerca rápidamente para darle un fuerte abrazo y dos besazos en las mejillas.

- Ay mama, que alegría verte tan contenta hija. Venga esos garbanzitos madre, que en Inglaterra no saben de comida ni saben de ná, bien lo sabe Dios - a sus palabras le acompaña una breve santiguación mientras se sienta a la mesa, tras los que sigue una igualmente breve plegaria - Gracias Señor por estos alimentos que con tu buen amor has ido a poner en manos de mi santa madre para que ella los cocine tan bien con su grasia y su arte. Amén.

Mientras empieza a comer Javier le cuenta un poco por encima a su madre sus vivencias en la escuela hasta el momento. Omite las misiones más peligrosas (especialmente la última) y de momento no hace mención a la Guerra del Grial que parece a punto de comenzar. En lugar de ello le habla de sus amigos, de sus estudios, de Athelstan con el que comparte misa y de B-X con la que ha ido a ver pájaros, y de Rodrigo con el que comparte el arte flamenco... Le habla también de Ruler. De su fuerza y su pura y justa alma, y de como se alegra de que el sistema NOVA le haya asignado a una ferviente creyente como él.

Finalmente, cuando ha hablado de todo un poco, decide preguntar:

- Y por cierto, ¿no llega aún papá? Siempre trabajando duro, ¿no?

Su madre observa cómo come con ganas y le cuenta sus experiencias por ahí fuera. Ella le escucha pacientemente y con gesto sorprendido cada vez que comenta algo raro o mágico o sorprendente. Nunca ha tenido nada en contra de la magia, es más cosa del padre sobretodo. Que de hecho, nada más lo comenta, llega por la puerta de la entrada.- Estoy en casa cariño. Vengo con compañía.- Y el hombre entra en la cocina, con su acompañante a la espalda. Este último sonríe y se quita el sombrero que lleva, saludando a la familia.

El padre de Javier abre los ojos y le da un beso en la mejilla nada más acercarse.- Oye niño, por fin estás aquí de vuelta. Esperaba que vinieras ayer. ¿Qué tal todo? ¿Cómo te ha ido? Por cierto, este hombre es el Cardenal Siegmund. Viene del Vaticano a hablar de tí, parece que te has vuelto tela de famoso en un momento. ¡Jajaja! A saber qué cosas has hecho. Por favor, Cardenal, siéntese.- El toma asiento y el mencionado cardenal hace lo mismo. Tu madre sonríe mucho al ver invitados-Lo que más le gusta- y les pone un plato de potaje a cada uno.

El tal Siegmund observa a Javier de arriba a abajo y sonríe, colocándose las gafas con un dedo.- Tu padre es un gran creyente, chico. Dime, ¿Tu también lo eres? Me gustaría saber sobre tí y comentarte alguna cosa sobre nuestra sagrada Institución. ¿Te gustaría hablarlo a solas tras la comida, chico?

- ¡Papá!, hola, le estaba contando todo a mamá - saluda Javier mientras se acerca a darle un abrazo a su padre. Lo cierto es que se lleva bastante bien con su familia, todos tienen buen carácter y corazón. El chico se siente bastante contento de estar de vuelta en casa, aunque sea temporalmente y previo a circunstancias tan adversas como las que parecen venírsele encima. Pero eso no es tema para pensar ahora.

El cardenal le sorprende bastante. ¿Famoso? ¿Él? Pero si solo es un chaval normal que ha tenido la suerte de poder ir a estudiar a Londres... Bueno, magia aparte, claro. Con una sonrisa estrecha la mano del regio invitado, y asiente con humildad:

- Claro padre: - dice usando el apelativo formal para los miembros del clero - mi fé en el Señor es sólida como una montaña y tranquila como el Guadalquivir en Agosto. - Responde con seguridad y sinceridad. Sin embargo lo de hablar a solas le deja algo más mosca. Serán costumbres de la Iglesia, piensa para sí, formalismos, secretismos, ritual... Aceptando esto asiente al cardenal y contesta: -Claro padre. Encantado de hablar con usted de lo que se le preste.

Tras la charla inicial la familia de Javier y el cardenal empiezan a comer. En general no hablan de nada especialmente relevante, sino más bien de temas mundanos y comunes sobre su padre o sobre su madre. O del clima de Inglaterra. El cardenal por su acento no es un hombre español. Aunque habla español bastante bien tiene un buen acento de fuera, y no es un hombre que hable demasiado. Cuando terminan de comer él se levanta, haciendo un gesto y excusándose para llevarse a Javier un momento aparte para hablar. Le mira con una leve sonrisa. Es algo rara. No es amable, no busca ser agradable. Es simplemente "educada".

Cuando finalmente están solos el empieza a hablar. Sus gafas brillan levemente desde su posición algo más alta.- Bien Javier. Como sabrás tu padre apoya a la Institución de Dios en todo lo que puede. Es un hombre muy devoto y servicial. Es bastante probable que en un futuro se le ofrezca una posición relevante dentro de la institución del Señor si él quiere. Ahora bien, tú eres su hijo. Y has preferido seguir la senda de la magia de tu madre. Una muy buena mujer que no tiene culpa ninguna de pertenecer a una familia de magos como a la que pertenece. Nos ha llegado la información de que varios magos de tu academia van a luchar en lo que se conocerá como una "Guerra del Grial". Algo muy importante y que antaño estaba regulado por la Iglesia.

-No es el caso en estas Guerras, que no cuentan con la aprobación del Vaticano y se están llevando a cabo de forma ilegal por el mundo de los magos. Te invito Javier a apoyarnos a nosotros y dejar de lado tales inventos del Diablo. Sabemos que eres un candidato a participar en una de ellas, por lo que nos gustaría saber qué opinas al respecto.- Y le dedica una mirada superior, casi inquisitiva.

Las palabras del moratón cardenal no pillan demasiado de sorpresa al joven Javier, que lleva pensando en la Guerra del Grial que se avecina cada día que pasa desde que fue anunciada. Lo cierto es que la actitud del ministro de la Iglesia es mucho menos agresiva y extremista de lo que se esperaba, lo cual reconforta al chico.

Sin embargo le parece discernir alguna velada amenaza hacia el futuro "profesional" de su padre debido a la inclinación que ha elegido Javier para su educación. Esto le preocupa algo más.

- Verá padre - comienza a explicarse - mi visión personal es que la magia es otro idioma mediante el que Dios nos puede hablar de su amor y bondad por nosotros. Sin embargo, como con tantas otras cosas hermosas en este mundo, algunas personas deciden usarla para su beneficio personal y comenten crueldades al respecto. Esto es lo que yo pienso. Respecto a la Guerra del Grial... - Javier se aclara la garganta y apoya los codos en la mesa, pensativo.

- Lo cierto es que estoy muy de acuerdo con usted padre. Esto no parece nada que tenga que ver con el Santo Grial del que yo he leído, el Caliz de Cristo, que se supone solo debe trae curación, milagros y bendiciones. Nada me gustaría más que dejar de lado tan cruel y diabólica contienda, creame. - Habla mirando al escolástico a los ojos sin vacilación. - Sin embargo, los causantes de esta Guerra han amenazado con acabar con la vidas de incontables inocentes si mis compañeros y yo no participamos en este macabro juego que han organizado. Del mismo modo, las mismas vidas de mis compañeros de clase se encontrarán en peligro al verse envueltas en esta locura. Me temo que no puedo quedarme al margen, mi conciencia no me lo permitiría. Pero quiero que sepa que la Santa Iglesia cuenta y siempre va a contar con mi favor y mi servidumbre. Mi deseo no es otro que reconciliar la magia y la Casa del Señor.

Javier hace una pausa, y finalmente añade:

- Me gustaría presentarle a alguien. Ella es un espíritu heróico traído de tiempos pasados gracias a las artes mágicas establecidas en la escuela en la que estudio. Y es, al igual que nosotros, una ferviente creyente en la palabra del Señor, hasta el punto que en su tiempo murió por ella. Ella es un gran argumento a favor de reunir magia y fe. ¿Le gustaría conocerla?

El cardenal hace un gesto con la mano cuando ofrece sacar a su espíritu heroico delante de él. Niega con la cabeza varias veces con el ceño serio y algo fruncido.- No. Detente joven Javier. Si bien tu fe en Dios ha permitido que invoques un Sirviente de nuestra sagrada Iglesia, no debes olvidar que el poder hacerlo es obra del mismo Diablo. El Caído nos tienta con la magia e impide que podamos llegar a Dios directamente al manchar nuestras manos y alma. Eso que has traído no es el verdadero o verdadera mártir que dio su vida por el señor, sino una aberración que debes usar en tu beneficio para acabar con el resto.

El hombre se aclara un poco la garganta mientras se recoloca la corbata.- Entiendo tus motivaciones, y es preocupante que tantos mueran por algo así. Está bien, la Iglesia apoyará que vayas a la Guerra, Javier, pero queremos que vayas como nuestro agente. Te daré un número, deberás informarme de todo lo que ocurra y lo que hagan tus compañeros. Y puede que en algún caso se te envíe alguna orden. ¿Cómo lo ves? ¿Sigues de parte del señor?

Las palabras de Siegmund sobre Ruler entristecen bastante a Javier, que no comparte en absoluto su opinión. El sabe que Ruler es un alma noble del Señor, quiere decirle al cadenal cuan valiente, honrada, justa y pura es Juana, y cuan grande es su fe y su amor por el Señor. Pero no lo hace. Sabe lo tercos que pueden ser los eclesiásticos y que hablar ahora solo conseguiría crear más animadversión hacia su Servant y hacia sí mismo.

La segunda parte de su discursito sí mosquea algo más al español, que se empieza a oler movidas chungas. Suena sospechoso... como poco. Lo del agente de la Iglesia y es extraño, pero la pantomima de espionaje encubierto... Nuevamente Javier se contiene y aunque parece que va a saltar en una negativa, finalmente se tranquiliza y suspira.

- Bueno padre, creo que la Santa Casa del Señor tiene mejor criterio en discernir su voluntad que un alevín como yo. Así que claro, aceptaré sus instrucciones. Yo siempre estaré del lado de Dios. - Afirma con una sonrisa tranquila y sincera.

El cardenal asiente con una leve sonrisa ante las palabras de Javier. En general todo lo siguiente es bastante sencillo. Él le da un número de contacto y le pide el suyo, para preguntarle y hacerle peticiones cuando necesite. Lo que sí que es sorprendente es cómo el cardenal intercede a favor de Javier delante de su madre. Le pide que por favor le de el Magic Crest familiar para aumentar las probabilidades de que el chico sobreviva a la guerra.

Al fin y al cabo, esa descendencia familiar de magos que tiene su madre no está muy desarrollada y tampoco sería una gran lástima si se perdiera toda la conexión mágica que tiene la familia eclesiástica de Javier. Con la insistencia por parte de su padre al final María accede a darselos a Javier si él quiere. En los siguientes días llevarían a cabo el ritual para ello, a la vez que pasa unos cuantos días en su casita lejos de cualquier posible problema que pudiera ocurrir.