Partida Rol por web

El drow, enfurecido más que herido por su último disparo, carga contra Naga aullando en silencio, y salta mientras blande su hoja. Habría sido un buen ataque de no ser por la gravedad, que le hace saltar más alto de lo que había calculado. La hoja pasa sobre la cabeza de Naga sin tocarla mientras el drow vuelve lentamente al suelo. 

Consciente de que está contra las cuerdas, Naga se aleja del drow y le dispara una vez más. Por desgracia, la bala rebota contra una pared y ni siquiera llega a rozar a la criatura. 

Maldita sea, masculle para sus adentros mientras comprueba su sensor de daños. 

Esta vez el drow ya se ha acostumbrado a la extraña gravedad del asteroide, y su filo brilla a la luz de las estrellas y el trémulo resplandor de las luces de emergencia de la estación cuando se lanza a la carga desde un lateral, aprovechando el disparo fallido de Naga y buscando con precisión mortal el costado de la androide. El filo entró limpiamente bajo la axila e hizo saltar cables y fragmentos de aleación que cayeron a cámara lenta hacia el suelo, un terrible tajo que inmediatamente inundó de alarmas la mente de Naga. 

Maldita sea

Naga se agarra los cables colgantes, haciendo una evaluación de daños. Si aquello continuaba así, tendría que ser ella a quien rescataran. O tal vez no llegara a salir con vida de allí. Notando cómo ciertas partes de su cuerpo empezaban a mostrarse reticentes de funcionar, recargó su pistola y decidió tentar a la suerte con un nuevo disparo que no llegó a dar en el blanco. 

El drow, envalentonado por su ataque, trata de lanzar un tajo a la cabeza de Naga cuando esta recarga, pero da un traspié en la sangre del suelo y pierde el equilibrio lo justo para no alcanzarla. Furioso, se recompone, y, aprovechando el fallo de Naga, le hace un corte en el hombro del que saltan chispas. 

Naga se tambalea, dando un paso hacia atrás. Sus sensores de visión comienzan a fallar, pero se las arregla para volver a apuntar al drow con su semiautomática. 

Púdrete, masculla apretando el gatillo. 

Sabiendo que en ese disparo se juega la vida, Naga apunta con toda su pericia y su entrenamiento de años, y por fin la bala atraviesa el casco del drow, fracturando su cráneo y saliendo por la nuca. El elfo oscuro queda inerte y cae lentamente por la baja gravedad, con su espada girando a cámara lenta mientras la suelta. 

Naga se deja caer contra una de las paredes de la nave. Es consciente de que, antes de continuar con su misión, hay algo más importante que debe hacer. Así se lo recuerdan sin cesar las miles de luces parpadeantes que nublan su visión. Con calma, saca un suero de curación de su mochila y se lo bebe. Suspira profundamente mientras la magia va haciendo efecto. Aún no está curada (o reparada, Naga nunca sabe muy bien cómo decirlo) por completo, pero es suficiente para poder continuar. Cierra los ojos y decide que puede concederse un pequeño descanso. 

Creo que debería comprar más sueros de curación, piensa mientras sonríe con tristeza al pensar en cómo se burlaría de ella Asha si la viera en ese estado. 

Solo será un pequeño descanso, después, volveré a la carga. Esos cabrones se arrepentirán de haberse llevado nuestra nave. 

Naga se apoya contra la pared y se permite un descanso ahora que sus circuitos vuelven a estar en su sitio y sus piezas biológicas y mecánicas vuelven a funcionar en armonía. Sin embargo, no le dura mucho: de repente comienza a sentir, a través de las plantas de los pies y de las manos apoyadas en la pared, una vibración, un estremecimiento como de terremoto. En la pared se abren abolladuras enormes, como si algo estuviera impactando al otro lado, y al asomarse por el pequeño cristal de la puerta ve una escena que resulta aún más impactante por el hecho de estar sucediendo en absoluto silencio: diez cazas de combate, acompañados por tres grandes transportes de tropas, se han acercado a toda velocidad a la estación espacial. Naga no necesita ver el símbolo del FAA en las cubiertas para reconocerlas como las naves de sus compañeros, grises y blancas, los colores del FAA. 

Inmediatamente sus cubiertas se abren y comienzan a salir androides a decenas, que emplean jets para llegar hasta la plataforma y disparan sin cesar sus armas pesadas. El fuego de cuarenta cañones de reacción pesados convierte a los drow y a todo a su paso en papilla informe, mientras los rifles de artillería afelio barren los habitáculos donde se cobijan los demás elfos oscuros. En cuestión de unos minutos, todos los drow son eliminados, y es entonces cuando Naga reconoce, acercándose, la nave insignia de la flota, el orgullo del FAA: El Rompedor de cadenas, el enorme crucero de combate en el que viaja el propio Ex Novo. 

Es demasiado grande para acercarse siquiera al asteroide, pero suelta unas cuantas cápsulas de desembarco. A través del cristal de la puerta, Naga ve que de ellas sale la guardia personal del líder del FAA, y tras un momento, el propio Ex Novo, con su atuendo de combate. 

Los androides sacan del habitáculo a Cadan-3, dándole sueros de curación que de inmediato curan su hombro destrozado. Naga ve a uno de ellos llevarse la mano a la oreja y activar su comunicador. 

-Aquí fuerza de ataque Alfa, a todas las unidades centinela. -oye por su propio comunicador- Hemos llegado, aunque no hay rastro de Naga. Cadan-3 recuperado y a salvo. Continuamos la búsqueda. 

Naga suspira, aliviada y avergonzada a partes iguales. En aquellos momentos podía considerar oficialmente su misión de rescate como una auténtica chapuza. Si Asha hubiera estado ahí, seguramente hubiera tenido algo ingenioso que decir al respecto, algo que le aliviaría la sensación de fracaso. Sin embargo, Asha no está allí, y Naga tiene que engullir la amarga sensación que, como todos los androides, no sabe manejar. 

Comprueba su comunicador, asegurándose de que no ha recibido desperfectos durante la refriega, y presiona el botón:

-Aquí Naga. Me encuentro en la parte trasera de la nave, junto a la compuerta exterior. Dos enemigos abatidos y heridas curadas y reparadas. Mi jet no tiene combustible. Esperando instrucciones. 

Tras su comunicación, Naga ve cómo los androides se dirigen rápidamente a la puerta y la abren mediante cortadoras de plasma, que brillan azules en la escasa luz de la estación. Finalmente, con la puerta ya abierta dejando un corte al rojo vivo como una herida fresca, Naga puede reunirse con todos. 

Los androides recuperan los cadáveres de los drow, los registran y luego los lanzan al espacio, a volar eternamente por el vacío de la Diáspora. Varios compañeros saludan a Naga y le dan palmadas en el hombro, entre ellos el propio Cadan-3. Sin embargo, todos se apartan al ver que Ex Novo se acerca a ella, con su guardia desplegada a su alrededor. Al llegar a su altura, el imponente androide hace una seña para que se suban a las cápsulas, siempre acompañados de la guardia.

-Ven conmigo, Naga. 

Tras un corto y brusco viaje, pues las cápsulas no están pensadas precisamente para el confort, Naga se ve a bordo del Rompedor de Cadenas, la nave insignia de la flota del FAA. No tiene mucho tiempo para apreciar los pasillos grises y blancos iluminados con líneas que imitan a las de los cuerpos de los androides, porque EX Novo la conduce al hangar, donde, aparcado con otros muchos cazas, puede ver uno inconfundible: el suyo. 

Parece intacto, y Ex Novo sigue a Naga hasta él. El Liberty tiene ese aspecto de siempre de haberse revolcado por una chatarrería, pero Naga reconoce que todo está como debería. 

-Encontramos una de las guaridas de los drow, y recuperamos tu caza y otros que habían robado. Acabamos con todos, pero tenían un portal de teletransporte, y varios se nos escaparon. Estaba claro que no era su base principal. Parece que no tuvieron tiempo de superar sus cierres biométricos. 

Ex Novo camina por el hangar, y se detiene ante la compuerta, a través de la cual puede verse el espacio pasar a toda velocidad fuera de la Rompedora de Cadenas. Se queda observando los puntitos de luz pasar, pensativo, con las manos cruzadas tras la espalda. Habla sin mirar a Naga, casi como si pensara en voz alta. 

-Cada uno de esos puntos es una estrella, y en cada una puede haber cinco, diez mundos incluso. Hemos avanzado mucho, con la ayuda de los Senescales, con la ayuda de la ilegalización de la esclavitud de androides. Pero queda tanto, tanto por hacer... en cada uno de esos mundos puede haber un esclavista, diez, mil. Somos muchos... pero nuestro campo de acción es el universo entero. 

Y no creas que hablo solo de los mundos perdidos, de la Inmensidad, de los mundos tan lejanos a nosotros que nos resulta imposible operar. No, no. En los Mundos del Pacto aún hay muchos problemas, muchos lugares sin ley donde no somos más que herramientas. Incluso en la misma estación Absalom, centro de los Mundos del Pacto, sufre nuestra raza. 

Naga -dice mirándola por fin- Lo has hecho bien. Has acudido, has puesto tu vida en riesgo contra esos drow y muchos enemigos antes. Creo que tu compromiso con nuestra causa, con la causa de Asha y de toda nuestra especie, es firme. Tengo una misión para ti. Te voy a encargar tu primera misión oficial como agente del FAA, si la aceptas. 

La decisión es tuya, por supuesto. Sé que nunca has querido atarte a nada, ni siquiera a nuestra organización. Pero Naga, a todos nos llega el momento en el que debemos formar parte de algo, tomar un bando, incluirnos en algo mayor que nosotros mismos. Espero que aceptes, pero respetaré tu decisión. 

En todo caso, esto te pertenece. 

Ex Novo saca algo alargado cubierto con una lona, y se lo tiende a Naga. Dentro, la androide encuentra un viejo y gastado rifle, pero bien cuidado y engrasado, junto con una pequeña bolsa con dos baterías estándar. Lo reconoce de inmediato: era de Asha, un arma que solía llevarse a casi todas las misiones. Es un arma que todo androide del FAA conoce, ya que se trata de un rifle de francotirador inventado y fabricado por los sarcesianos, los habitantes de la Diáspora y aliados del FAA. Es útil a largas distancias, pero también en las medias, un arma versátil y fiable. 

Pero más allá de eso, Naga recuerda perfectamente un dato: Asha lo llevaba cuando desapareció en aquella nave, a la espalda como siempre. 

-Lo encontraron dos sarcesianos exploradores en un campo de chatarra en un extremo de la Diáspora. Iban a venderlo, pero por suerte son aliados nuestros y nos lo donaron primero. En cuanto me lo dijeron, fui a buscarte para dártelo. Se sospecha que ese campo de chatarra alberga un mercado negro, pero nunca logramos atraparles. 

Con ese arma, Asha liberó a tantos de los nuestros que no puedo ni contarlo. Incluyéndote a ti, Naga. Creo que ella querría que lo usaras para continuar su labor. 

Ex Novo suspira y vuelve a mirar al espacio. 

-Como digo, la decisión es tuya. La misión, si la aceptas, supondrá tu entrada oficial en el FAA. Se trata de Vallan-7, una androide piloto que viaja mucho a Absalom. Hace años... bueno, digamos que tuvo problemas. Tuvo una mala racha y se distanció de nosotros, pero sigue siendo una aliada. Una... amiga. O por lo menos lo era. 

El androide sacude la cabeza, como espantando los recuerdos. 

-El caso es que se dejó llevar por los virus, frecuentaba todos las barras de virus de Absalom hasta perder el sentido. Ahora ha desaparecido, y la guardia de Absalom y los Caballeros de Golarion no quieren buscarla, porque suponen que estará bajo cualquier mesa, con los circuitos inundados de malware. Pero su tripulación no lo cree, y yo tampoco. Si aceptas, irás en misión de rescate del FAA, a encontrarla y sacarla a salvo de donde esté. 

¿Qué me dices? ¿Estás lista para unirte a nosotros de forma oficial, Naga?

Impresionada por las palabras de Ex Novo, Naga coge el rifle. Aunque exteriormente no refleja emoción alguna, como suele ocurrir con los de su clase, en su interior hierve una duda, un gusanillo de esperanza, un atisbo de lo que podría considerarse como ilusión. 

Sus pensamientos se centraban en aquel mercado negro. La imagen de Asha, empujándola lejos de la explosión, escapándosele de entre sus dedos, retornaba a ella una y otra vez. Observando el rifle que sostenía entre las manos, casi le parecía estar viéndola a su lado. Quizá, solo quizá, Asha había sobrevivido a aquella explosión (a fin de cuentas, nunca encontraron su cuerpo, ni partes de él). Quizá, solo quizá, Asha había sido recogida por un grupo de mercenarios. Quizá siguiera viva, atrapada en algún lugar, esperando que alguien fuera en su busca. 

Y también pensó en Vallan-7. No la conocía, aunque sí había oído hablar de ella en la base del FAA, nunca nada nuevo. Sin embargo, tras perder a Asha ella misma jugueteó con la idea de llenarse de virus, en un intento desesperado por alejarse de aquel sentimiento de dolor y pérdida que no sabía gestionar. Las emociones de aquel entonces la habían turbado, pero, por encima de la confusión, imperó el temor a encontrar una pista sobre el paradero de Asha y no encontrarse en condiciones de reconocerla. 

No sabía qué le había pasado a Vallan-7, nadie hablaba de ello. Tal vez nadie más que Ex Novo y quizá algún otro alto cargo del FAA lo supiera. Pero si había sucumbido a los virus, tal vez se debiera a algo parecido a lo que había estado a punto de hacerla flaquear a ella. Por muy débil y cobarde que le pareciera la opción escogida por aquella androide, en el fondo le inspiraba cierta compasión. 

Y, por encima de todo, era una androide en apuros, y Naga se había prometido que no descansaría hasta que no quedara un solo androide desdichado en el mundo. Ese era el espíritu que le había imbuido Asha, y estaba dispuesta a honrarlo. 

Con decisión, miró a Ex Novo directamente a los ojos, y su voz no tembló cuando se colgó el rifle a la espalda y dijo:

-Contad conmigo, ¿qué tengo que hacer?

Ex Novo la mira con intensidad, y aunque es difícil descifrar sus emociones, parece haber algo de orgullo y alegría en su rostro. Con un gesto, la invita a acompañarle, y salen del hangar para ir directamente, a través de pasillos llenos de androides que van y vienen, al gran puente de la nave. 

Pasando una tarjeta por un cierre magnético, Ex Novo entra con Naga en el corazón del Rompedor de Cadenas, una impresionante sala de cien metros de largo llena de puestos de control, con un mapa holográfico tridimensional de los Mundos del Pacto en el centro. Dejando a Naga abajo, junto al mapa, Ex Novo sube a la plataforma de mando, elevada sobre la sala, y se apoya en la barandilla de acero mientras activa varios controladores en las pantallas. 

-Compañeros-dice, y si voz reverbera por toda la sala, saliendo de los pequeños altavoces dispuestos en cada terminal-Hermanos. Hoy damos la bienvenida oficial a Naga, nuestra nueva agente de campo. Ajustad sus registros biométricos con nivel de seguridad 3. Sacadnos del campo de asteroides para que pueda salir a su nueva misión. 

Muchos androides se levantan de sus puestos y rodean a Naga, felicitándola y dándole alguna palmada en la espalda. No muestran muchas emociones, pero todas son alegres. 

Ex Novo baja, y se dirige a una pantalla, donde le enseña a Naga una fotografía de Vallan-7, un androide femenino de piel gris y pelo morado, hecho de cables que caen largos por su nuca. En la foto lleva un mono de piloto, uno de los modelos pendencieros popularizados por los ysoki. 

-Esta es Vallan-7. Según nuestra información, fue a por provisiones para la nave a un bar llamado la Serpiente Borracha. Está en una zona pobre de la estación, un suburbio que se conoce como distrito del generador 217/F. No volvió de ese bar, y su tripulación cree que puede haberle pasado algo. Es una zona peligrosa y es casi seguro que no se ha ido a bares de virus, ya que no era esa la zona por la que solía frecuentarlos. 

La misión es urgente. Te acercaremos e irás en tu nave a la estación. No te entretengas. No sabemos qué ha podido ser de ella, y sabemos que hay varias bandas que capturan androides para las corporaciones esclavistas. Ve al hangar y sal de la nave en cuanto te demos luz verde.

Bienvenida al FAA, Naga. Por la libertad. 

Desde el puente, Naga no tarda mucho en ir a su nave de nuevo, y tras el tiempo que la nave tarda en viajar por la Deriva hasta acercarse a la estación, recibe la luz verde para despegar. Cuando las compuertas se abren, Naga puede ver ante ella la inmensa estación Absalom a lo lejos, una estación grande como un planeta. 

Naga comprueba el panel de navegación, se asegura una vez más de que todo esté a punto, e inicia el despegue. La sensación de volar en el espacio es una de las pocas que no le hacen sentir incómoda. Aunque las primeras veces tras la pérdida de Asha le parecía que el universo era demasiado vasto sin ella, ahora ha recuperado esa ilusión. El motor del Liberty ronronea y hace vibrar el asiento del piloto. En el panel de navegación aparece marcada su ruta, pero ella prefiere mirar al frente. Hacia la inmensa oscuridad cuajada de estrellas que se extiende más allá de donde su imaginación alcanza. 

-Por esto luchamos- le había dicho Asha en una ocasión-. Para que todos los androides de los Mundos del Pacto puedan sentirse así: libres, sin ataduras. Capaces de explorar el mundo sin miedo a ser detenidos. 

Naga no sabe qué le deparará el futuro, pero no le importa. Sea lo que sea, habrá sido su decisión, y nadie podrá arrebatarle eso. Nunca más.