Para Freiya este era el momento de hacer o morir, sin embargo últimamente era claramente consciente de su gran debilidad aún con sus proficiencias y logros, con todo. Podía sentir el otro corte en su otra pierna y con dos hoyos en cada una no podía hacer mucho más que percibir como la sangre que salía, si bien poca, terminaba por ser como una lenta raíz que la pegaría al suelo y dejaría incapaz de seguir, de hacer.
Y sin embargo esa postura firme le sirvió en ese momento. Mantuvo su posición firme con su hacha, recordando lecciones y enseñanzas de unos días en que era una niña. Miró al trasgo con el que tenía su escaramuza, aún si los otros vinieran cobardemente, no importaba. Suspiró y tomó aire, la creatura era astuta y no caía ante sus provocaciones ni desperdiciaba movimientos en su mayoría.
Podía imaginar cientos de movimientos distintos, los trucos no funcionarían, atacarle de un punto u otro haría que respondiera, y así, aún si herido podía responderle, intentar algo solo le daría una chance de dañarla a ella, por lo que solo quedaba una costa, desgastarle al ser él un soldado legítimo y acabar con esto. Impactó con su hacha contra la espada del trasgo, y empujó todo lo que pudo y en contra. Luego otra vez, impactó con el metal de su hacha y le pulsó hasta chocar y rozar en contra.
Y después, empezó a chocarle en contra, hacia afuera, y a cada vez haciendo que el trasgo se tomara un poco más y más en volver a postura, no era suficiente para crear una apertura pero sí una chance, una sola, para lograr ese momento clave, ese instante en el que cortar entre la nada, muy como espectacularmente había hecho Valiant con su daga voladora y punzante que silbó entre la existencia.
¡Ahora! ¡Ahí! Pudo verlo, creyó verlo, cortar en un solo momento e instante.
Motivo: Ataque (Trasgo 3)
Tirada: 1d20
Resultado: 15 [15]
Seguir en B2. Atacar a Trasgo 3.
Asalto 4
A cada paso y viendo como caían los pieles verdes, la adrenalina hacia que me subiera la euforia, viendo a mi compañera avanzando sin temor, decidido a avanzar e intentar acabar con ellos.
¡¡¡Aaaaaaahhhh!!! gritando con animo de intimidarlo y a la vez de darme fuerza de animo, con el martillo en mano.
Motivo: ataque
Tirada: 1d20
Resultado: 18(+1)=19 [18]
Avanzo a B-1 y ataco al Trasgo 4
Asalto 4
Reducido paulatinamente el número de trasgos, el coraje parece inundar el corazón de los aldeanos. Quizás, después de todo y pese a las bajas, haya una posibilidad para ellos. Sergei avanza, la herramienta de su oficio en mano, el corazón henchido de emoción, y comienza a golpear como si su mano fuera guiada por el mismo Gronzh. Porque, a pesar de los patéticos esfuerzos del trasgo por detener los ataques y evitarlos, el armero logra golpearle en el antebrazo, unos centímetros por encima del codo de la criatura. El pequeño humanoide se resiente del impacto, pero no aparenta cejar en su empeño.
La intervención del armero libera a Freiya de algo de presión por parte de ambos trasgos. En esta ocasión, es sólo uno de ellos el que blande su espada contra la leñadora. Arremete pero sin mucha precisión ni convicción, por lo que Freiya no tiene problemas en esquivar cada tajo que vuela en su dirección. Idéntica habilidad muestra el otro humanoide cuando trata de herir a Sergei; sus estocadas y cortes son tan poco habilidosos que el armero apenas tiene que sudar para esquivarlos o pararlos con su martillo.
Freiya tampoco es mucho más diestra. Sus hachazos van y vienen, chocan contra la espada de su rival o muerden el aire. Es casi demérito de su oponente que consigue impactar casi en el último momento, y con un golpe muy flojo: el hacha choca contra la espada en una parada oblicua, detiene el golpe pero la leñadora se las apaña para deslizar su hoja por el filo, sortea la cruz y alcanza el hombro de la criatura. Agotado y debilitado como está por otros ataques sufridos, el trasgo cae de rodillas antes de desplomarse de bruces contra el suelo.
Tirada oculta
Motivo: Trasgo 3 ataca a Freiya
Tirada: 1d20
Dificultad: 11+
Resultado: 4 (Fracaso) [4]
Tirada oculta
Motivo: Trasgo 4 ataca a Sergei
Tirada: 1d20
Dificultad: 13+
Resultado: 5 (Fracaso) [5]
Resolución del asalto 4
Marcad vuestros siguientes mensajes como "Asalto 5".
Iniciativa
18 - Sergei
16 - Gilbrän
16 - Gunk (1)
14 - Valiant
14 - Dianne (-1)
14 - Estok
6 - trasgo 1, trasgo 2 (9), trasgo 3 (9), trasgo 4 (3)
5 - Freiya
A | B | C | D | E | F | |
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1 | trasgo 4 |
Sergei
|
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Valiant | ||
2 | Gunk | Estok | ||||
3 | Gilbrän | |||||
4 | ||||||
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6 | ||||||
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Asalto 5
Emocionado por la situación y viendo como tanto Freiyra , como yo íbamos abriendo camino, con el apoyo de los demás compañeros, observando que ha caído otro trasgo, sigo atosigando al trasgo que tengo delante, vociferando como un poseso y sigo martilleándolo.
"A por ellos que son pocos y cobardes." Mientras lo grito, me salen perdigones de saliva hacia el trasgo.
Motivo: ataque
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+1)=18 [17]
Sigo en B-1 y ataco al Trasgo 4
Freiya tenía claro que no se podía descansar todavía, toca actuar en conjunto con el muchacho herrero y su potente martillo que había hecho caer a otro de los malditos estos. Se posicionó un poco más a fondo y embatió su hacha desde el lado y por afuera hacia adentro lo más horizontalmente posible, cosa de que pudiese clavarla al monstruo este y no pudiese arrojarse al vacío o caer por coincidencia funesta mientras Sergei lo terminaba, e incluso si fallaba, retener su arma insistentemente contra el enemigo para molestarlo.
Sentía sus piernas como fideos y necesitaba al menos reposar, pero esta sería la última. Enfocó un bramido primal (no muy fuerte pero con la fuerza interior, ya saben) y procedió.
Motivo: Ataque (Trasgo 4)
Tirada: 1d20
Resultado: 8 [8]
Me muevo a A2 y ataco a Trasgo 4.
Gasto 1 Punto de Poderío para un Ataque Seguro.
GUNK ya se disponía a lanzar otro mandoble desesperado contra la pequeña criatura, que venía esquivando con gran destreza todos sus ataques, cuando una daga salida desde la nada le acertó de lleno en el pecho de su enemigo, derribándolo entre jadeos y estertores quejumbrosos. En un gesto reflejo, el gigantón se tomó un instante para darse vueltas a observar al autor de semejante proeza, dedicándole una sonrisa estúpida a modo de agradecimiento.
Tras ello, se dispuso a retomar sus ataques, cuando de repente notó que otra criatura pequeña se escabullía por su costado, adelantándose antes de que pudiera reaccionar. Era el muchacho de cabellos cenicientos, el armero del pueblo, de quien no podía recordar el nombre. Se había abalanzado contra los enemigos con una furia enceguecida, ansioso de entrar en batalla, ocupando el último lugar que quedaba en la primera línea.
Confundido, el cordelero intentó sobrepasar al muchacho por el costado, sólo para toparse con el borde del acantilado. Frustrado por la impotencia, bufó con furia, intentando en vano encontrar algún resquicio por donde colarse para atacar a los trasgos.
Sin embargo, el estrecho sendero no dejaba lugar para avanzar. De modo que no tuvo más opción que esperar atento al desenlace de los combates. Mientras lo hacía, pudo notar que uno de sus vendajes se había desajustado, y la sangre volvía a manar abundantemente por la herida. Sin soltar la espada, aferró ambos extremos del rudimentario trozo de tela y tiró con fuerza, haciendo que la herida empezara a cerrarse.
Gasto 1 Punto de Poder en recuperar Heridas.
—¡Sigamos! ¡Estos miserables están tambaleándose! -rugió, animando a sus compañeros mientras Freiya, jadeando, se apoyaba brevemente en su hacha tras acabar con su oponente.
El último trasgo aún en pie giró su mirada hacia ellos, sus ojos amarillos cargados de odio y miedo. Aunque el humanoide sostenía su arma, su postura vacilante y las heridas en su cuerpo lo delataban. Estaba acorralado, pero no parecía dispuesto a ceder.
Gilbrän no perdió el tiempo. Con un gruñido profundo, levantó su espada corta y cargó hacia la criatura.
Motivo: Ataque vs Trasgo 4
Tirada: 1d20
Resultado: 11(+2)=13 [11]
Avanzó. B2 y ataco al Trasgo 4
Gasto un punto de poderío para un ataque seguro en caso de ser necesario.
Asalto 5
Una vez más, los ecos de los gritos de los aldeanos resonaron por la gran caverna en contraste con el de decenas de conversaciones y el ruido de herramientas. Un recordatorio de que, allá abajo, había decenas, quizás cientos, de trasgos que se crecían con la ventaja del número. Un número muy superior al de los aldeanos.
Sergei sigue, martillo en mano, y emprende una nueva ofensiva contra el trasgo superviviente. El martillo ligero del armero y la espada corta del humanoide chocan varias veces y las chispas saltan y vuelan al encontrarse los metales. Consciente de su desventaja, el trasgo hace lo que puede por protegerse pero el miedo a más ataques de sus enemigos facilita por fin a Sergei una abertura en la guardia y la aprovecha. Un martillazo alcanza a la criatura en el pecho, con toda la fuerza de que Sergei es capaz.
Animado por los últimos lances, Gilbrän también se lanza a la batalla con ánimo de contribuir a lo que ya aparenta una victoria segura. Pero con tan mala suerte que impacta de lleno con la espalda de Freiya y tiene que recular; aunque la leñadora está realizando una labor encomiable, sus reflejos no están en su mejor momento y reacciona con lentitud a lo que sucede a su alrededor.
Entre tanto, Gunk, a la vista de que no tiene por dónde acometer al trasgo, aprovecha para tomarse un respiro y recuperar fuerzas.
Apenas se recupera del impacto por el arma de Sergei, el último trasgo se debate. Puede seguir atacando a Freiya, pero la leñadora encaja heridas, sangra por ellas pero se antoja invulnerable. Es casi como si desperdiciase tiempo cortando y apuñalando a la mujer. Quizás el armero sea más blando. Con esa esperanza, el trasgo lanza estocada tras estocad y dibuja arcos con la hoja de su espada; pero sin mucho éxito. Sergei esquiva o bloquea cada uno de esos lances sin mayor problema mientras la criatura ataca y se aparta del peligroso precipicio para acercarse a la relativa seguridad de la pared de roca.
Llega su momento. Freiya reacciona al golpe en su espalda como si apenas lo hubiera percibido en el momento de producirse. Va a dar un paso al frente cuando se encuentra con que el trasgo se encuentra ante ella. Aquel movimiento desconcierta a la leñadora fugazmente; su primer impulso es golpear pero la criatura es consciente de esa posibilidad. Se defiende con maestría, lo que es frustrante para Freiya, quien echa mano de toda la rabia de que es capaz para lanzar un golpe potente pero impreciso. El trasgo se aparta, por unos instantes parece que lo esquivará... para recibir el golpe sesgado que le hace girar sobre sí mismo hacia un lado. La inercia del giro lo proyecta contra la pared, impacta contra ella y cae inerte al suelo. Por unos segundos, a pesar de la cacofonía de conversaciones murmuradas en lengua trasga o el sonido del metal contra piedra, parece hacerse un silencio significativo. ¡Victoria, al fin!
Tirada oculta
Motivo: Trasgo 4 ataca a Sergei
Tirada: 1d20
Dificultad: 13+
Resultado: 9 (Fracaso) [9]
Tirada oculta
Motivo: Botín
Tirada: 1d20
Resultado: 19 [19]
Resolución del asalto 5
Final del combate. Tened en cuenta los turnos de iniciativa a la hora de declarar acciones si están pueden entrar en conflicto con otros personajes. En este caso, Gilbrän pretende ocupar una celda que ya está ocupada por Freiya y que no se "liberará" hasta el turno de iniciativa 5.
Ganáis 2 PX (ya los he sumado). Entre los trasgos encontráis 76 reales de plata, 4 espadas cortas (tamaño reducido), 4 tabardos de malla (tamaño reducido), 22 dardos (tamaño reducido), la daga de Valiant y las pertenencias de Dianne (66 coronas de plata, 1 bastón, yesca y pedernal y bocado y brida).
Os dejo una tanda de mensajes a modo de turno de respiro antes de pasar a la siguiente y última escena de la Prueba.
Iniciativa
18 - Sergei
16 - Gilbrän
16 - Gunk
14 - Valiant
14 - Dianne (-1)
14 - Estok
6 - trasgo 1, trasgo 2 (9), trasgo 3 (9), trasgo 4 (9)
5 - Freiya
A | B | C | D | E | F | |
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1 |
Sergei
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Valiant | |||
2 |
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Gunk | Estok | |||
3 | Gilbrän | |||||
4 | ||||||
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Silencio.
El silencio tras la batalla molestaba más incluso que el sonido de los metales entrechocándose en el fragor del combate.
No era un silencio total porque se escuchaba el rumor sordo de las hordas de trasgos haciendo sus cosas de trasgos allí abajo, pero bueno. Allí arriba podían hablar sin temor de ser escuchados.
El botín que habían encontrado en esos 4 infelices no estaba mal. Sobre todo por los dardos.
- Valliant, tú y yo que nos solemos quedar en la retaguardia nos podíamos quedar con los dardos para atacar en la distancia.
No sé si los demás les parecía bien o mal aquella propuesta,pero no le importó. Estok recogió los 22 dardos y le dio 11 junto con su espada al barbero.
- Freya, ¿como estás?. ¿Puedes caminar?...Déjame ver esas heridas....
Dire, ¿puedo hacer alguna tirada con el fin de mejorar la salud de Freya?
Editado por el DJ: Me temo que no. Por otra parte, ni Estok ni Valiant saben utilizar los dardos.
"Y bien, ¿ahora que?, son demasiados, y nosotros estamos maltrechos", voy hablando, mientras voy amontonando los objetos y monedas, haciendo un paquete. "Cuando salgamos, ya repartiremos, si os parece bien."
"Deberíamos descansar y curarnos, lo más posible." Con una voz jadeante.
Tras una pausa, mirando a todos, mis compañeros, sentado recobrando el aliento, "No os dado las gracias, por haberme sanado, arriba." Mirando alrededor como queriendo recordar quien lo había hecho. La cara, parte llena de sangre y ahora parte sonrojada.
Miró a Estok. Sus propios ojos eran dos motas apagadas rodeadas de oscuridad. Cogió los dardos, los guardó. No sabía como utilizarlos, pero no iba a decir que no a algo gratis. Esa parte de su naturaleza aún seguía intocable pese a la adversidad. Recuperó su daga, sacándola del cuerpo del goblin. Nunca había matado nada más grande que un pollo. La sensación era de terror y satisfacción, todo mezclado con una pátina de tristeza.
Le cerró los ojos a Dianne para que dejase de mirarle.
—No podemos descansar aquí —dijo Valiant, la voz ronca, la lengua seca.
Aún tenía algo de determinación, pero desconocía si eso sería precisamente lo que le llevaría a la tumba.
Respondo aquí, pero continuo más tarde en la siguiente escena.
Apenas terminó de clavar al trasgo pudiendo así hacer una victoria conjunta en un épico ataque a flancos, terminó por inmediatamente desplomarse de rodillas en el piso, no pudiendo consigo misma por el cansancio y las heridas en sus piernas, roces, puñaladas de profundidad leve pero aún así presente. Jadeaba entonces y declaraba.
- Estoy bien, solo... necesito... ahh...
Sollozó brevemente y se cubrió los ojos con el brazo que no sujetaba su hacha lánguidamente a un lado sobre el piso que había cortado a tantos pieles amarillas como madera, no pretendía hacerse la tipa ruda ni la sentimental, es solo que todo esto era demasiado. Frotó sus ojos y los cerró fuertemente para luego suspirar.
- Val, ese tiro estuvo de putísima madre, ha sido asombroso, sopló y todo, lo escuché, lo prometo.
Ah, sí, la esquizofrenia producto del albor de la batalla y el recular posterior a la misma, el trauma.
Pero tocaba seguir.
Igual que Valiant.
Luego de ajustar su vendaje, el gigantón se dispuso a retomar el combate. Pero el armero y la leñadora seguían repartiendo tajos a diestra y siniestra, haciendo imposible acercarse a ellos. GUNK los observaba maravillado. Pues parecían poseídos por los espíritus de legendarios guerreros, incansables en sus ataques contra aquellas inmundas criaturas, cuando tan solo unas horas antes, habían huido y llorado como todos los demás, con el terror dibujado en sus desesperados rostros.
Finalmente, el último de los trasgos se estrelló con un ruido sordo contra la pared de la caverna, y el silencio cayó sobre el grupo. Solo los irregulares jadeos de sus compañeros interrumpían el quedo murmullo que venía desde la cornisa.
GUNK permaneció un buen rato inmóvil, contemplando la macabra escena. Incapaz de hacer nada, simplemente observaba como SERGEI rebuscaba entre los cuerpos de los trasgos, y el llamado VALIANT parecía dedicar un último adiós a la joven de cabellos de fuego.
Con aire ausente, el grotesco personaje se acercó al borde de la cornisa, y permaneció un buen rato mirando hacia abajo, donde familias enteras de trasgos continuaban con sus quehaceres diarios.
Imperceptible para todos los demás, sus mandíbulas se tensaron. A la vez que su puño derecho aferraba con fuerza el tremendo espadón...