Dace no pudo evitar sonreír cuando vio la hilera de campesinos dirigirse a los sembrados como de costumbre.
-Un día más para ellos, ni siquiera saben que esta noche les hemos estado defendiendo o que su pueblo está en peligro. Supongo que por eso recibimos nuestros dones, para que otros puedan vivir tranquilos.
Él anhelaba una vida así, pero estaba convencido que no la tendría. Al menos desde que había descubierto su don y a sus compañeros tenía la satisfacción de vivir una vida encaminada a un propósito más elevado que la vida de un mercenario.
-¿Quieres preguntarle tu por lo de la hija del posadero? Quizás con una mujer se sienta más cómoda o dispuesta a hablar...
Tras hablar sobre eso entró en la tienda y saludó a la viejecita mientras miraba si había alguna cosa nueva respecto al día anterior.
-Buenos días señoras. Debo decirle que sus galletas estaban riquísimas y nos gustaron a todos. Espero que tenga hoy más o no se si me dejarán regresar con las manos vacías.
La anciana sonrie al veros entrar en la tienda, casi dirías que tiene una sonrisa perpetua.
- Claro, claro... Hago galletas todas las mañanas - contesta animadamente.- Te pondré una bolsa más grande que la de ayer, forastero.
Se pone manos a la obra, llenando una bolsa con las galletas que le has pedido. Os mira de reojo de vez en cuando, pero más por curiosidad que por otra cosa. Finalmente te da la bolsa sonriendo.
-Muchas veces vivir en la ignorancia es el mejor regalo... -contestó a Dace mientras observaba con atención como los lugareños partían al trabajo un día más. Era raro ver a todos aquellos hombres caminar tranquilamente después de ver el pueblo tan solitario la tarde-noche anterior- Ya estamos nosotros para preocuparnos por los demás si hace falta. Es curioso, ¿verdad? -dijo pensativa mientras caminaba hacia la entrada de la tiendecita que, por suerte, ya estaba abierta- vivir asi, sin más preocupaciones que pensar si lloverá lo suficiente como para que la cosecha sea buena, de recoger en temporada y venderla en el mercado... -había un cierto tono de envidia sana en su voz.
Entró tras Dace dentro de la tienda para descubrir que la mujer seguía tan sonriente como la tarde anterior. Si no hubiera visto con sus propios ojos que la tienda había cerrado, hubiera pensado que no lo habría hecho y la mujer seguía en el mismo sitio en la que la habían dejado en su primera visita.
Asintió levemente a la sugerencia de Dace- Sí, por favor. Aunque me temo que por muchas que nos den habrán desaparecido al medio dia como muy tarde -echó un rápido vistazo alrededor, pensando como empezar la conversación- Parece que en este pueblo todos cocinan estupendamente bien. Sus galletas han sido todo un éxito, y no nos podemos quejar de la comida que nos están ofreciendo en la posada. Todo un lujo para los viajeros. Y un buen hombre el posadero igualmente. Lástima que no haya tenido suerte en la vida... nos contó lo de su hija. ¿La conocía usted?
Creía que Arianna y él compartían la misma manera de pensar, quizás fuera por la vida que habían llevado, pero coincidían en más cosas que con Jade o Juggernaut. En cualquier caso ambos se resignaban a la vida que les había tocado y trataban de sacar algo positivo de ella.
En la tienda Arianna llevó el peso de la conversación como habían quedado y Dace se limitó a mirar una y otra vez los productos de los estantes intentando encontrar algo interesante, aunque a decir verdad lo único que le importaba en aquel momento era la conversación que se estaba produciendo. Estaba seguro que la Anciana debía saber muchas cosas de la gente del pueblo pues hablaba con unos y con otros, aunque quizás un amor juvenil le hubiera pasado desapercibido. Por intentarlo no perdía nada. De todas formas acabarían en el Valle del Silencio, aunque prefería dirigirse allí con una idea clar de lo que podía encontrarse.
Dace asitió sonrriente a las palabras de la anciana, una bolsa más grande era lo que necesitaban, pocas cosas hacían disfrutar a Jade, a parte de matar aparentemente, y no pensaba desaprobechar esta ocasión. Si por el fuera le daría tantas galletas hasta que su cuerpo se pusiera como el de Juggernaut. Eso era imposible, pero le hacía gracia pensarlo.
-Como ve sus galletas han tenido mucho éxito. Se limitó a decir para felicitar a la mujer pero sin intención de interrumpir la conversación que su compañera había iniciado.
La anciana vuelve a sonreir ante el comentario de Dace al entregarle las galletas, pero la intervención de Arianna hace que su semblanse se ensombrezca.
- La pobre Michiko... - dice en voz baja, negando con la cabeza.- Era tan hermosa esa muchacha... Que injusticia...
La mujer parece a la vez triste e indignada al recordar lo que le ocurrió a la hija del posadero.
-¿Injusticia? Preguntó Dace sorprendido. Lo de Michiko podía ser penoso, triste, misterioso... pero injusto..., a no ser que la anciana supiera algo que ellos no sabían. ¿Que quiere decir señora? Hemos visto que su padre está muy triste desde que desapareció. Quizás pudieran conseguir algo de información que arrojara luz al asunto.
Arianna levantó levemente una ceja cuando escuchó a la anciana, le había sorprendido la expresión que había usado. Y a Dace parecía que tambien, porque enseguida le preguntó a la mujer.
-Sí, es cierto. Su padre nos ha contado un poco de lo que ocurrió y parece terriblemente afectado, como cualquier padre lo estaría al desaparecer su hija.... -no quiso seguir, dejó la frase en el aire, esperando a que la propia mujer sintiera el impulso de contestarla y decirles así algo más de lo que sabía.
- Es injusto que nos quiten nuestro recurso más valioso: la juventud - dice la anciana.- Sin jóvenes para trabajar la tierra, nuestra aldea está destinada a desaparecer... es triste, muy triste - suspira.- Además era una chica encantadora, y el pobre Takeshi... demasiadas pérdidas para un sólo hombre - dice negando con la cabeza otra vez.
Dace intercambió una mirada con Arianna. En las palabras de la anciana parecía que pudiera haber información importante o cuando menos algo que analizar o tener en cuenta antes de ponerse en marcha hacia el Valle.
-Es muy injusto si... Takeshi lo está pasando muy mal, se le nota. Pero... buena mujer ¿Que quiere decir con que les quiten la juventud? ¿Acaso han desaparecido más jóvenes de la aldea?
Arianna se volvió para mirar a Dace cuando escuchó las palabras de la anciana que, cuanto menos, eran sorprendentes. Se encontró con los ojos de Dace, que parecían tan sorprendidos como tenían que estar los suyos propios en aquel momento.
Aquel pequeño comentario de la buena mujer, había abierto otras posibilidades que Arianna no había pensado hasta entonces. Y un oscuro pensamiento pasó fugaz por su mente, aunque lo desechó temporalmente en el mismo instante.
-Por el comentario de esta buena mujer, no me queda más remedio que pensarlo -contestó a Dace- Aunque con la tranquilidad que se respira en este aldea, no puedo imaginarme que algún grupo de desalmados, por llamarlos de alguna forma, se estén llevando a los jovenes... Aunque puede que esté siendo muy malpensada y el problema sea otro completamente diferente. ¿A que se refiere con que les están quitando a los jovenes, buena mujer?
Quizás hubiera sido demasiado directa al hacerle aquella pregunta, pero había algo siniestro en aquel comentario. Y no quería irse de allí sin saber sobre que estaba hablando la anciana.
- ¡Oh! No... no... no hace falta que nadie venga a raptar a nuestros jóvenes, desgraciadamente ellos ya se marchan por si solos - dice, con tono triste en su voz.- La aldea se muere... aunque les entiendo ¿Quién desearía desperdiciar su vida entre arrozales pudiendo encontrar oportunidades en otro lugar?
La mujer echa un vistazo por la ventana con aire melancólico.
- Michiko no se marchó, estoy segura, pero lo habría hecho en algún momento - vuelve la mirada hacia vosotros.- Si queréis mi opinión, creo que fueron esos bandidos... los hombres de ese Carretero Negro del que se habla tanto. Aunque no sé, poco iban a sacarle al pobre Takeshi por un rescate... ¡Bah! No me hagáis mucho caso.
Comprendió las palabras de la mujer, aunque se sintió un poco decepcionado al no descubrir nada que no supieran. Finalmente deberían encontrar las respuestas por si mismos.
-A los jóvenes les atraen las grandes ciudades, pero le aseguro que no se vive mejor allí. Dace había conocido unas cuantas y casi todas tenían su lado oscuro, claro que también había buenas zonas, pero eran exclusivas de las clases pudientes y nobles. La gente normal viviría más comodamente y mejor en los pueblos que allí. No se preocupe buena mujer, si fue el Carretero Negro le aseguro que ya no tendrán que preocuparse por él, nunca volverá a hacer daño a nadie.
Al menos su muerte, además de afianzar su trato con Nexus, había servido para dar tranquilidad a la buena gente de aquella zona. Se giró hacia Arianna para ver si ella tenía algo más que hacer allí o preguntarle a la mujer. Por su parte ya podían pagar las comprar y volver con los otros, les esperaba un largo día.
Arianna no pudo mas que suspirar al escuchar la respuesta de la anciana. Muchas veces, las respuestas más sencillas eran las correctas.
-Si, tienes razón Dace, pero no puedes negar que los jovenes se sienten atraidos por ellas. Más oportunidades, cambios, gente nueva... Todos alguna vez hemos sentido la llamada de una gran ciudad, aunque bien es cierto que en poco tiempo se descubren sus aspectos negativos. Y a partir de ahora, será solo la curiosidad la que haga que los jovenes se vayan de aqui, El Carretero Negro ya nada tendrá que ver con eso, se lo aseguramos -terminó diciendo mientras se volvía hace Dace y le devolvía la mirada asintiendo. Poco o nada más podrían obtener de aquella mujer, ahora solo tenían que seguir el rastro de las flores de cerezo y ver a donde conducian porque, Carretero Negro o no, aquel perfume la había llevado hasta el puente y se adentraba mucho más adelante, y la imagen de la muchacha y su visión estaban unidas a el.
-Tome buena mujer-le dijo a la anciana mientras le tendía unas monedas como pago por las galletas-que tenga un buen día. Vamos, Dace, Jade tiene que estar impaciente por comer de nuevo estas galletas.
La mujer os agradece la compra y se despide de vosotros con una amplia sonrisa, deseándoos la mejor de las suertes en vuestro viaje.
Al cabo de un rato Arianna y Dace regresan a la taberna con la prometida bolsa de galletas.
Dace se acercó a sus compañeros y negó con la cabeza conforme llegaba a ellos.
-Nada nuevo, me temo que tendremos que averiguar por nosotros mismos que pasa en ese Valle del Silencio.
La conversación con la anciana no había dado mucho de si pero al menos se habían asegurado de disipar cualquier duda al respecto. En el pueblo nadie parecía saber nada del asunto, solamente culpaban al Carretero Negro y sus hombres de lo que podía haberle pasado a la hija del posadero, pero nadie sabía nada con certeza.
Dace tomó asiento junto a ellos para acompañarlos en el desayuno. Una buena comida para empezar el día con energía pues nunca se sabía lo que podía pasar.
-Arianna tiene algo para ti Jade. Dijo sonriendo mientras pensaba en la bolsa de galletas que habían comprado. No había incluido a Juggernaut porque sabía que aquel muchacho cogería las galletas que quisiera sin pedir permiso, al contrario que Jade que no lo haría a no ser que se lo dijeran expresamente. En cuanto desayunemos nos pondremos de camino, quiero llegar al valle cuanto antes y averiguar que es lo que pasa allí.
Con todo lo que había pasado Dace sentía curiosidad por aquel asunto, relegando a un segundo plano lo de encontrar a la muchacha, pues todo indicaba que no la encontrarían viva. Pero Arianna había sentido algo que la inquietaba y eso le intrigaba.
Masticó a grandes bocados, ruidosamente, como si aquel fuera a ser su último desayuno. Se palmeaba la tripa con satisfacción cuando Dace regresó acompañado de Arianna.
-La ignorancia no es buena, pero qué le vamos a hacer. Y me extraña que en el pueblo nadie sepa decirnos nada sobre esa muchacha. Salvo que su amorcito fuera alguien de fuera, de otro pueblo, alguien con quien se reuniera a escondidas en ese valle de marras. De todos modos tampoco voy a quejarme demasiado. Si es lo que hay, es lo que hay. Y no podemos pedir peras al olmo -miró un momento a Jade que parecía absorta en la contemplación de lo traído por Dace, lo cual era bueno porque así no tendría que explicar el significado de aquel dicho. No estaba preparado para preguntas jadienses acerca de por qué los olmos debían dar peras o por qué no las daban-. Así que id acabando rapidito que tengo ganas de ir llenando de ruido ese agujero donde no cantan ni los pájaros.
Estáis de acuerdo en continuar el viaje hacia el Valle del Silencio, hacia dónde por el momento apuntan todas las pistas de las que disponéis. Es cierto que, tal y como apunta Juggernaut, es posible que alguien del pueblo pudiera daros alguna información adicional, sin embargo, habéis decidido dejar a los aldeanos ocuparse de sus asuntos, atender sus labores y, sencillamente, no molestarles más. Al fin y al cabo, si no encontráis nada allí siempre podréis volver y continuar con la búsqueda.
Los Halcones del Destino han desmontado el campamento y ya está todo listo para partir, de modo que tras llenaros la panza os despedís amablemente del posadero. Cuando lo conocistéis parecía un hombre duro pero vuestra presencia ha conseguido que le ilumine un rayo de esperanza. No sabéis si cree que su hija está viva (algo que no creéis muy probable) o, sencillamente piensa que le traeréis paz si conseguís averiguar lo que ocurrió. En cualquier caso, de lo que estáis seguros es de que ese hombre no os olvidará fácilmente.
Y así cómo cruzáis el puenta que defendistéis la noche anterior y dejáis que Jade os conduzca hasta dónde llegaron ella y Arianna la noche pasada...
- FIN DEL CAPÍTULO II -