Dejadme, hijos míos, que os cuente una bonita historia. Una historia de héroes de leyenda, de grandes gestas, de monstruos increíbles… pero también una historia sobre la amistad, el honor y ¿Por qué no decirlo? Una historia de amor. Amor por los hombres y mujeres que habitan en este mundo podrido abocado a la destrucción. Fue su amor lo que les llevó a embarcarse en una aventura que cambiaría sus vidas y el destino del mundo. Salvaron el mundo de su destrucción, pero esa es una historia que os contaré más adelante, empecemos como suelen empezar todas las historias: por el comienzo.
Todo comenzó en las Tierras Carroñeras, un lugar dónde cualquier hombre o mujer, por humilde que fuera su origen, podía hacerse un hueco en el mundo y llegar a triunfar. Había muchas oportunidades al alcance de la mano, sólo había que saber aprovecharlas. Por supuesto, no todas estas ofertas podían considerarse moralmente adecuadas, muchas de ellas implicaban actos delictivos. Ese fue el caso del bandido conocido como El Carretero Negro, que se hizo con el control de la mayor banda de criminales jamás vista en las Tierras Carroñeras. Poco se conoce de sus inicios y, menos aún, de los métodos empleados para conseguir todo aquel poder, pero el hecho es que sus acciones llegaron a preocupar seriamente al Consejo de las Entidades de Nexus. Lo que había comenzado con asaltos a mercaderes y caravanas del Gremio había evolucionado a grandes saqueos de aldeas y poblaciones e incluso algún que otro incidente dentro de las murallas de la ciudad, y eso era algo que no se podía tolerar.
El Consejo convocó a todos los mercenarios de la zona ofreciéndoles grandes sumas de dinero si se ponían a su servicio para luchar contra Los Ojos de las Colinas, como se conocía a los bandidos del Carretero Negro. En el caso de Dace y sus hombres había algo más que dinero detrás de aquella oferta, el líder mercenario sabía muy bien que en su caso no había elección posible. Unos meses antes, cuando había llegado a Nexus buscando un refugio para él y sus hombres, el Consejo le había recibido con los brazos abiertos. Le ofrecieron protección y refugio, le aseguraron que la Partida Salvaje nunca daría con él en aquella ciudad, pero Dace sabía que tarde o temprano se cobrarían el favor.
Habló con sus hombres, que estuvieron de acuerdo en aceptar el encargo, y después de los preparativos pertinentes se unieron a la legión de mercenarios que el Consejo había conseguido reunir. En la primera noche que pasaron fuera de las murallas de Nexus, Dace tuvo un sueño, uno tan vívido que al despertar no estuvo seguro de si había sido real. Un torbellino de esencia dorada le transportaba a toda velocidad por el mundo, recorriendo grandes distancias en segundos, contemplando las maravillas de la creación. El torbellino le mostraba también otras cosas, escenas inconexas dónde aparecían personas que no conocía: una mujer que corría entre las sombras, un hombre luchando en la arena de gladiadores y una figura encapuchada que atravesaba la nieve. Todo ocurrió muy rápido y sólo retazos de aquellas visiones quedaron en la mente de Dace, pero algo estaba claro para él, pronto ocurriría algo importante y a medida que se acercase a su objetivo eso que estaba por venir estaría cada vez más cerca.
Mientras tanto, en algún lugar del Umbral Sur, Jade continuaba su huída. Llevaba varios días corriendo sin parar, atravesando bosques y montañas sin una dirección definida, sólo buscaba despistar a sus perseguidores para conseguir un momento de descanso. Los cultistas adoradores de sus antiguos amos habían demostrado ser buenos rastreadores, pero la habilidad de Jade no podía ser superada por unos simples mortales. En cuanto estuvo segura de que había conseguido zafarse de los cultistas, buscó un refugio para poder recuperar fuerzas. Enseguida encontró una pequeña, aunque confortable, cueva y en cuanto entró se derrumbó sobre el suelo. Durmió y descansó, pero también soñó. En sus sueños vio a un hombre montado a caballo que cargaba contra un numeroso grupo de enemigos armados. Parecía un acto suicida, pero en cuanto tomó contacto con los enemigos, su sola presencia les hizo huir despavoridos, haciendo que fueran presa fácil de las flechas. Vio también a un hombre bebiendo en una taberna, solo, sin decir una palabra, mientras contemplaba una columna de soldados que pasaban por la calle levantando polvo. Y, finalmente, vio un pequeño bulto casi indistinguible, que arrastraba algo a través de la nieve. Despertó entre gritos, pero en cuanto se consiguió calmarse sintió que una nueva esperanza embargaba su corazón. Un leve destello de esperanza le indicaba que esas personas no eran desconocidos, y un fuerte impulso la empujaba a encontrarse con ellos. Nunca había sentido algo así, algo que le hiciera olvidarse por completo de sus problemas, los Yozi ya no importaban, tenía que encontrar a esas personas a toda costa.
En algún lugar del Umbral Norte, una diminuta figura avanzaba lentamente a través de la nieve. Había que esforzarse para distinguirla, pues su blanco pelaje se confundía con el entorno. Se trataba de un leopardo de las nieves, pero no estaba solo, entre sus fauces agarraba las ropas de una mujer mientras centraba sus esfuerzos en arrastrarla por la nieve. La mujer estaba herida, un feo tajo en la cara que con toda seguridad dejaría una marca de por vida, pero la sangre había dejado de brotar. Era una suerte que la herida se hubiera cerrado, o de lo contrario sus perseguidores les habrían encontrado con facilidad siguiendo el rastro de sangre en la nieve. Había sido una batalla difícil, la Partida Salvaje había enviado a dos de sus campeones más competentes, querían asegurarse de que el trabajo finalizaba con éxito, pero Arianna había desplegado todo su poder y había conseguido escapar con vida.
Arianna abrió los ojos despacio y su compañero se paró al instante. Aflojó la presa que ejercía sobre las ropas de la mujer y sentó en el suelo, mirando con ojos inocentes el rostro de su amiga, pues su relación iba más allá de la relación afectuosa que los humanos suelen tener con sus mascotas. Finalmente, mientras Arianna aún trataba de ser consciente de dónde se encontraba, su amigo le lamió el rostro arrancándole una sonrisa sincera. Ella, por su parte, le correspondió acariciándole detrás de las orejas, lo que hizo que el animal ronronease demostrando que le gustaba.
Arianna se puso en pie y reanudó la marcha. Se tocó la herida con cuidado comprobando que aún estaba fresca pero que ya no sangraba. Ahora sabía a dónde dirigirse, ya no se limitaría a huir como había hecho hasta el momento, pues en esas agonizantes horas en las que se había debatido entre la vida y la muerte, el Sol Invicto le había enviado visiones del pasado, el presente y el futuro. Había visto personas en distintos lugares que buscaban, al igual que hacía ella, un hueco en el mundo, y aunque aquellas personas no habían sido capaces de interpretar las visiones a la perfección, Arianna si que lo había hecho. Los había reconocido, a todos ellos, como sus antiguos compañeros de una edad dorada que murió hace mucho tiempo, y había sentido sus corazones latir al unísono con la esperanza de reencontrarse. Esa motivación les había hecho moverse en la misma dirección y le había dado a ella la pista que necesitaba para saber hacia dónde dirigirse. Irían hacia el Sur.
Juggernaut había tomado un camino alternativo hacia Thorns, seguramente más peligroso que el que tomarían los mercenarios, pero aquello no era algo que le importase demasiado, es más, si todo salía según lo había planeado encontraría lo buscaba precisamente en aquel camino. Tras las visiones de guerra y batallas que había tenido, el gladiador había decidido seguir a las compañías de mercenarios que abandonaban en masa la ciudad, tenía bastante claro que se dirigían al mismo lugar al que él debía ir. No fue difícil descubrir a dónde se dirigían y lo que iban a hacer, de todos modos el Consejo de las Entidades no había hecho esfuerzos por ocultar la campaña militar. Sin embargo, en lugar de unirse a los mercenarios, aunque sólo fuese por compartir el camino, Juggernaut había decidido ir por su cuenta, encontraría a aquel Carretero Negro y sus hombres y con ello cumpliría el destino que le había sido revelado.
El gladiador divisó un puente a lo lejos y supo que allí mismo empezaba todo. Continuó andando con calma y al cruzar el puente fue emboscado por los hombres del Carretero Negro, que seguramente habían visto una presa fácil en un hombre solo y aparentemente desarmado. Evidentemente cometieron el peor error de sus vidas y la mitad de los bandidos dieron con sus huesos en el suelo antes de poder apenas pestañear. El resto huyó hacia el bosque y Juggernaut les dejó escapar. No tenía más que seguirles para encontrar su campamento y quizás allí encontrase alguna pista más.
El reencuentro fue maravilloso, la culminación de los más ansiados anhelos, como hacer realidad un sueño que uno siempre ha creído imposible. Todos siguieron las cada vez más frecuentes visiones que mezclaban el pasado, el presente y el futuro acercándose cada vez más a su destino. Juggernaut fue el primero en hallar a Dace, pues efectivamente había encontrado respuestas siguiendo a los bandidos. Todo ocurrió en mitad de una escaramuza, el gladiador entró en combate como uno más de los soldados de Dace, como si aquella lucha ya hubiera ocurrido antes. Sin haberse mirado aún, los dos pelearon espalda contra espalda realizando una serie de movimientos que parecían ensayados, venciendo al enemigo con gran facilidad. Al terminar, se giraron a la vez para ver en sus rostros a aquel amado compañero del pasado y culminaron el encuentro con un abrazo fraternal.
La siguiente fue Jade, a quién encontraron después de haber masacrado a un grupo de bandidos al completo. Estaba rodeada de cuerpos ensartados por sus flechas, su rostro mostraba la frialdad de un asesino experto y, sin embargo, cuando su mirada se cruzó con las de sus compañeros no puedo evitar llorar de felicidad. Era quizás la primera vez que lloraba, al menos la primera que era capaz de recordar, pero jamás había sentido aquella sensación tan agradable, nunca antes había sido feliz. Arianna fue la última en llegar, puesto que venía del lugar más lejano. Sin embargo, fue capaz de encontrarles con suma precisión, ya que de todos ellos era la más dotada para la interpretación de las visiones que el Sol Invicto les había enviado. Los hombres de Dace habían montado un pequeño campamento a las afueras de una aldea, solían ser cuidadosos en ese aspecto porque no en todos los lugares eran tan tolerantes con los mercenarios como en Nexus. Estaban limpiando las tierras de escoria, es cierto, pero los aldeanos no abandonaban sus férreas costumbres y continuaban desconfiando de los forasteros. Para Dace estaba claro que aún tardarían un tiempo en darse cuenta de lo que habían hecho por ellos eliminando a los bandidos. Mientras tanto, Dace, Juggernaut y Jade celebran sus más recientes triunfos en la taberna bajo la atenta mirada de los lugareños. La puerta se abrió de repente y una sombra entró en la estancia moviéndose como un rayo. En apenas un segundo había recorrido el camino y se abalanzaba sobre Jade. Sin embargo, ninguno de ellos se alarmó lo más mínimo, pues conocían también a la sombra que jugueteaba con Jade mientras le lamía el rostro. Miraron a la puerta y descubrieron el rostro sonriente de Arianna, que traspasó el umbral para reencontrarse al fin con todos ellos.
Decidieron en ese momento que no se separarían de nuevo, si el Sol Invicto había querido reunirles entonces es que había una razón para ello, además juntos eran mucho más fuertes y serían capaces de afrontar cualquier peligro que se les presentase. Sin embargo, aún quedaba un cabo suelto, seguía faltando el quinto miembro del Círculo, con quién esperaban reencontrarse muy pronto. Las visiones les habían llevado a aquella guerra y parecía algo que debían terminar, de modo que, de nuevo juntos como los hermanos que eran, marcharon a la batalla para acabar con aquella amenaza que se cernía sobre aquellas tierras.
Y es en este punto donde comienza la verdadera historia de nuestros héroes…