Partida Rol por web

El General Demetheus de la Legión Dorada estudiaba minuciosamente el mapa que reposaba sobre la mesa de madera. Sobre el mapa había figuras de dos colores: las blancas representaban a la Legión Dorada y sus aliados mietras que las negras simbolizaban a sus enemigos, los traidores Vástagos del Dragón. Contemplaba el plano con la mirada fija, sin pestañear, apoyado sobre la superficie de la mesa, pensando en el próximo movimiento... Cuando parecía que iba a hacer algo, apartó de repente la mirada del mapa y negó con la cabeza. Después metió la mano en una caja y, sin mirar siquiera el contenido, sustrajo tres figuras negras. Miró con amargura las tres figuras en la palma de su mano y, finalmente, las colocó sobre el mapa. Había repetido ese inocuo gesto durante los últimos cinco días, cada día colocando una, dos o tres figuras más en el tablero, gesto que se traducía en la muerte de sus valerosos soldados en el campo de batalla.

Se alejó un paso de su posición para tener una vista más global del campo de batalla, no cabía duda de que las fuerzas del enemigo les superaban con creces, creciendo cada día mientras las suyas desaparecían. El panorama era francamente desalentador, y lo seguiría siendo mientras la Legión permaneciera dónde estaba actualmente, pero moverse no era una opción, no mientras Sigfried no hubiera regresado de su misión.

Demetheus cerró el puño con fuerza, y a punto estuvo de derribar la mesa, aunque finalmente contuvo su rabia. Maldijo en silencio la traición que habían sufrido por parte de sus hermanos pero se juró a su mismo que lucharía hasta el final, con todas las consecuencias.

La cortina de la entrada a la tienda ondeó un instante cuando el Toro del Norte la atravesó. Entró con paso firme, decidido, pues Orochi nunca tenía dudas. Su determinación le había valido muchas victorias, y por eso era para Demetheus el consejero más valioso en materia de guerra. Sin embargo, al ver a Demetheus frente al tablero, detuvo su avance y se quedó a unos pasos de la entrada.

- Demetheus, los soldados están muy nerviosos - dijo con su voz grave y autoritaria.- tienen miedo de lo que pueda pasar, y no les culpo, hemos perdido muchos hombres.

En circunstancias normales, Orochi habría continuado con un detallado informe de las bajas, pero Demetheus ya contaba con esa información. Aquello era una llamada de atención desesperada, sus leales soldados comenzaban a caminar cercanos a la frontera de la deserción.

- Lo sé, Orochi - dijo Demetheus con un terrible pesar en su voz.- Lo sé muy bien...

Se dio la vuelta para mirar a su amigo a los ojos. Sus miradas se cruzaron y sin palabras se entedieron a la perfección, la guerra se les escapaba de las manos y no podían hacer otra cosa que seguir luchando hasta el final.

- ¿Qué puedo hacer, hermano? - preguntó, desesperado.

Demetheus era una gran guerrero, fuerte y valeroso, y sus hombres le seguían hasta el fin del mundo. Su voz había cautivado ejércitos, habían conseguido rendiciones imposibles, su espada había cortado sombras y demonios, había empalado a los enemigos del Sol Invicto, lo había hecho todo por él... Pero era joven, Orochi lo sabía, y desgraciadamente nunca se había enfrentado antes a una derrota como aquella.

Orochi asintió y cruzó los brazos detrás de la espalda. Después paseó despacio alrededor de la tienda, alrededor de Demetheus, como si estuviera meditando minuciosamente acerca de lo que pensaba decir después. Tras unos instantes en los que Demetheus no dejó de mirarle, Orichi se detuvo y habló.

- Te he visto crecer, hermano - dijo en un tono de voz que destilaba admiración.- Te he visto luchar, te he visto vencer, pero nunca... nunca te he visto perder - Demetheus apartó la mirada, como si aquellas palabras le hirieran profundamente.- La derrota es parte de la vida, hermano, y se debe aceptar como se acepta la victoria.

Orochi iba a continuar, pero Demetheus le interrumpió.

- ¿Cómo puedes decir eso, hermano? - preguntó sorprendido.- Ahí fuera hay cientos de hombres que esperan que les conduzca a la victoria ¿Qué pretendes que haga? ¿Qué salga y les diga que están luchando por nada? ¿Qué la traición que hemos sufrido nunca será vengada?

Orochi se cruzó de brazos y negó con la cabeza ante las palabras de Demetheus. Era un hombre sabio, la experiencia le había enseñado muchas cosas, y una de ellas, una de la que se sentía especialmente orgulloso, era la paciencia. Había aprendido que con paciencia se ganaban muchas batallas, de modo que puso en práctica sus conocimientos y esperó hasta que Demetheus se hubo calmado para contestar.

- Perdimos la guerra antes de empezar, pero aún así debemos luchar - respondió en tono solemne.- Sabes que no tomarán prisioneros.

Se hizo un silencio sepulcral en la estancia. Demetheus miraba al suelo mientras apretaba los puños con rabia, tratando de interiorizar lo que Orochi acababa de decirle. Sabía que su amigo tenía razón, siempre tenía razón en sus reflexiones, pero aún así dudaba ¿Cómo debía proceder? ¿Debía abandonar a sus hombres a una muerte segura?...

En mitad de aquella vorágine de reflexiones y sentimientos enfrentados, una delicada sombra atravesó el umbral haciendo que el tiempo se detuviera por un breve instante. Demetheus y Orochi se giraron para mirar a la recién llegada, aunque antes de que sus miradas se cruzasen ya tenían plena consciencia de a quién se iban a encontrar

Midori era una de las más poderosas hechiceras Solares. Su conocimiento de la magia y la manipulación de la Esencia no conocía límites, hasta el punto de que el espacio parecía curvarse a su paso, como si el mundo se doblegara a su voluntad. El Sol Invicto le había otorgado el don del Oráculo, y sus visiones e interpretaciones de las mismas estaban siendo cruciales en la guerra contra los Vástagos del Dragón. Sin embargo, en aquella ocasión no tenía buenas noticias que compartir con sus compañeros.

- Las brumas del tiempo han hablado, hermanos- dijo casi en un susurro, aunque el viento transportó sus palabras para llegar a todos los interlocutores.- El futuro es una mancha oscura en un lienzo en blanco... - sus palabras parecieron quebrar el corazón de Demetheus mientras que Orochi permaneció impasible.- Pero no debes desesperar, Demetheus, la mancha del lienzo se extiende con el tiempo hasta cubrirlo por completo... tendrás tu victoria - dijo en tono solemne, como si hubiera estado participando en la conversación desde el principio, captando por completo la atención del general.- Pero no es posible saber en qué momento ocurrirá...

Demetheus trató de descifrar aquella profecía por si mismo, pero a menudo las palabras de Midori no tenían sentido para él. La mayoría de las veces no prestaba mucha atención a sus visiones, había otros como Orochi mucho más hábiles en esos aspectos, pero presentía que la información que le estaba brindando era de vital importancia en aquellos momentos.

- Que... ¿Qué quieres decir, Midori? - preguntó titubeante.

Acertaba a intuir el sentido del mensaje, pero algo le impedía terminar de aceptarlo, necesitaba escucharlo claramante de los labios de la bruja...

Midori no trató de contestar, quizás porque ya sabía que alguien lo haría por ella. Y así fue como ocurrió, pues Orochi no tardó en contestar para aclarar lo que las brumas del destino habían mostrado.

- Vamos a morir, Demetheus - dijo en tono solemne.- Todos.

- No temas, Demetheus, es parte del plan del Sol Invicto - Midori avanzó casi flotando hacia Demetheus y le cogió la mano con suavidad.- Viviremos por siempre, hermano, eso es algo que ni siquiera los Vástagos del Dragón podrán arrebatarnos - Demetheus la miraba fijamente a los ojos.- La Creación nos pertenece como hijos del Sol, puede que tengan que pasar miles de años, puede que tengamos que sufrir terribles horrores... pero al final obtendremos lo que nos pertence.

La Bruja Dorada sonrió y acarició la mejilla de Demetheus con una dulzura sobrenatural. Aquel sencillo gesto pareció calmar las emociones del general, que una vez más mostraba el porte regio que le caracterizaba, había aceptado su destino...

- No obstante, aún debemos hacer algo más - esta vez se dirigió también a Orochi, que continuaba de pie como una estatua de piedra.- Aunque será mejor esperar al informe de Isabella.