1 La soledad
Levantó su azada una vez más y la hundió en la tierra. Alzó la vista y pudo ver que aún le quedaban horas de día por delante. Sonrió para sí misma, pues ya era una mujer fuerte, pero mientras le bañara la luz del sol, ni siquiera empezaría a usar sus fuerzas. Desnuda, su cuerpo blanco se recortaba contra el fondo verde de la vegetación espesa del trozo de selva que habían conseguido despejar para su huerta.
Las horas pasaban, con el movimiento rítmico y el sonido tan parecido al de una cuchilla hundiéndose en la carne. A medida que el sol se ocultaba en el ocaso, la Galiant notaba su fuerza y su calor desvanecerse. Por lo que se vistió y se preparó un baño. Dormir con la piel sudada era llamar a los mosquitos y los resfriados. Cocinó su cena y comió, se preparó una bebida y salió a la entrada a ver las estrellas. En el camino se llevó la mano a los labios para depositar un beso en cada una de las urnas que se encontraban en la entrada de la casa.
- Buenas noches, papa. Buenas noches, mamá.
Como cada noche, se colocó su chal sobre los hombros y esperó a que la gente de los pueblos de la redonda acudieran a ella. Encendió el farol que iluminaría su camino y les serviría de guía. Aunque tenía truco, Svelianna podía percibir todo aquello que esa luz tocase, incluso si estaba más lejos que su vista. Así que se sorprendió al notar un grupo de caballos acercándose y como sus jinetes les jaleaban en su dirección.
Lo normal era que quién necesitase su ayuda se acercase con sigilo y al amparo de las sombras de los árboles. ¿Quién se acercaría así por el camino principal?
Svelianna es CN. Vive sola y al margen de la civilización. Como bruja, su magia tiene formas de expresarse únicas y sigue su propio criterio. Como personaje rural puede tender hacia el bien y el orden, ya que las comunidades rurales tienden a ser muy consolidadas ("todo el mundo se conoce")
Aiacos había pasado mucho tiempo realizando intervenciones en las vidas de distintos aventureros. A pesar de eso, su búsqueda para encontrar a su campeón para establecer y vigilar que el orden natural de las cosas siga su curso aún se encontraba en proceso. Como un nuevo dios, su principal interés consistía en recorrer cada rincón del vasto mundo. Esto con el fin de poder conocer la amplia gama de seres que en el habitan. A su paso, iba interviniendo en la vida y acontecimientos de estos "prospectos". Vislumbraba dichas intervenciones como pequeñas semillas diseminadas por el viento, en espera de que el culto hacia el "jinete de las tormentas" creciera como una planta hermosa y saludable. No obstante, el pooka no tenía intención de esperar tanto tiempo, sabía que el orden no esperaba. La paciencia no era realmente una de sus virtudes, pero sabía que muchas veces la espera daba frutos jugosos.
En cierto momento, el nuevo dios se topó cerca de Flaror, cierta bruja Galiant había captado su atención. Sentía en ella una fuerte influencia del caos, pero al mismo tiempo en la esencia de la mujer se percibía un gran potencial para ser llevada por la senda del orden. Quizá no sería fácil y quizá no valdría la pena, pero muchas veces los mejores siervos son aquellos que se han convertido a la senda del orden en lugar de nacer en ella. A Aiacos le gusta observarla de vez en cuando sin que ella pudiera percibir su presencia (¿o si podía percibirlo?), la bruja tenía poder y parecía ser muy perceptiva. Dicha cualidad no hacía más que alentar al dios a entablar alguna conversación con ella, muchas veces usaba al viento para darle pequeñas muestras de su existencia, pero de momento no había intervenido en su vida. Pensaba que era mejor mantenerse al margen de momento, hasta conocerla un poco mejor, hasta cierta noche. Ese día había transcurrido de forma habitual, llevando ella a cabo sus actividades normales. Sin embargo, cuando empezaba a oscurecer, el retumbar de un grupo de jinetes dirigiéndose hacia su hogar había captado su atención al ser un evento fuera de lo común. Aiacos no sabía que significa eso ni si sería bueno o malo para la Galiant, pero decidió quedarse a observar que era lo que ocurriría a continuación, en espera de realizar su primera intervención o no. Quizá la bruja podría ser lo que llevaba buscando tanto tiempo y si no lo era, por lo menos podría tener una gran batería de maná a su disposición. Sea como fuere, era momento de esperar y en esta ocasión, la espera probablemente valdría la pena.
Motivo: Empatía (Especialidad)
Dificultad: 6
Tirada (1 dados): 5
Éxitos: 0 Fallo
Realizo intervención de empatia para intentar saber como se siente Sveliann respecto a la llegada de aquellos jinetes y darle algo de fortaleza en caso de ser necesario.
sin éxito, no hay modificadores
Los caballos y sus jinetes se acercaron a la cabaña de la bruja, que levantó la mirada con curiosidad. Cuatro monturas y tres hombres armados, el cuarto caballo estaba libre. Los caballos eran raros en esta zona del mundo, demasiadas raíces y árboles para mantener las carreteras limpias. Tener un caballo era un símbolo de riqueza, o poderío militar.
Reconoció el símbolo que estaba bordado en las telas que los hombres vestían, un gremio mercantil de nombre Velablanca que importaba materias y comida cara del otro lado de la bahía. Los consideraba clientes... habituales. Tenían suficiente dinero para ir a los prostíbulos y para que las señoritas amenazasen con tener sus hijos cuando las dejaban preñadas. La medicina estaba lejos de ser la especialidad de Svelianna, aunque por algún motivo todos consideraban que era su obligación saber de hierbas. Por suerte su madre le había dejado un recetario que resultaba muy útil. Casi podía oírla decir "Todos se piensan que por ser brujas somos ermitañas que hacemos pociones y venenos, cariño. ¡Déjales que se crean su engaño!". Pero la Galiant siempre había sido torpe y tirando a dura de mollera. La mayoría de las veces solucionaba los problemas que le traían escuchando y dando consejo.
Los hombres se pararon a escasos metros del porche de su casa.
- ¿Es usted la bruja del bosque?- preguntó uno.
Svelianna bajó su taza de té muy lentamente mientras le miraba con incredulidad.
- Puedo ser lo que quieras del bosque, no hay nadie más para elegir. A no ser que la naturaleza haya cambiado mucho, dado que no veo ninguna mujer entre vosotros, os puedo asegurar que no tendréis descendencia indeseada, podéis iros.
Uno de los soldado le dió un codazo a otro para preguntarle que significaba lo que había dicho, el tercero se ofendió.
- Venimos aquí en nombre de nuestro jefe, Argos, quiere contratarla pero necesita que venga a la ciudad de Puerto Azul con nosotros.
- Mis conocimientos de medicina se limitan a las plantas abortivas, no creo que os pueda ayudar.
- No se trata de una enfermedad... al uso. Siendo la Bruja de la Luz, esperábamos que pudiera sernos útil.
- Cualquier Galiant de alta alcurnia maneja más magia de luz que yo ¿Te crees que esos sobrenombres son literales? Nunca he estudiado la magia de la luz.
-En todo caso, señora, nos han mandado venir a buscarla. Le pagarán solo por ir aunque después no pueda hacer nada al respecto.
Svelianna no tenía mucho uso que hacer para el dinero, pero ahora que estaba sola, tal vez le ayudase a atraer un marido decente poderse pagar su propia dote.
- Muy bien, pasad aquí la noche. No quiero que esos pobres animales se maten porque no ven las raíces en el camino.
- No esperaba que se preocupase por los caballos, señora.
- ¿A no? Les hablaba a ellos.- Respondió antes de levantarse y entrar en la casa dejando la puerta abierta.
Motivo: mente
Dificultad: 6
Tirada (2 dados): 5, 8
Éxitos: 1
Nimrod aprovechó que Svelianna había estado despierta hasta tarde para meterse en sus sueños al alba.
Motivo: Oniromancia (Especialidad)
Dificultad: 6
Tirada (7 dados): 5, 9, 2, 10, 2, 4, 8
Dados repetidos: 5
Éxitos: 3
Svelianna parecía estar a punto de despertarse cuando Nimrod llegó a su mente. El jóven dios podía notar como la sustancia onírica comenzaba a deshacerse, así que optó por un mensaje rápido y dramático. Remplazó el sueño de la galiant con la imagen de un eclipse y empezó a hablarla con su voz mas profunda.
- Svelianna, estás a punto de embarcarte en un arduo viaje y en el, tu fortuna determinará tu futuro. Si recuerdas quien eres y lo que representas, no estarás sola en este viaje. Cuando llegues a la ciudad pregunta por el sol negro a aquellos a los que nadie mira y encontrarás ayuda y un camino. Y si sigues ese camino, una familia.
Motivo: Influir a Svelianna (Especialidad)
Dificultad: 6
Tirada (6 dados): 8, 8, 6, 1, 4, 4
Éxitos: 2
Intento convencer a Svelianna para que en la ciudad busque información sobre el sol negro. Gasto 2 de influencia + 4 = 6 dados.
¿Qué había sido eso? No tenía claro lo que había ocurrido, pero después de ver a la mujer como se esperaba de ella buscaría la información que el sueño le había inspirado. Era casi profético.
Con un objetivo en mente, ya tenía más motivos para viajar a la ciudad. Svelianna bajó al piso en el que estaban sus invitados y los despertó con fuertes golpes en la puerta.
- ¡Vamos, que no tengo todo el día!
Sobresaltados los tres hombres se vistieron apresuradamente y aún con una legaña en el ojo, hicieron lo posible por preparar los caballos para partir. La bruja los miraba mientras se cubrían y decidía sus nombres ya que no se habían presentado y si ella iba a ser la bruja, los otros se merecían nombres parecidos. Había bautizado al moreno y más mayor de ellos que había sido la voz cantante el día anterior como Borde, el que no se enteraba de nada era Corto, y el otro pasó a ser... el Guapo.
Sin la armadura y en paños menores no podía quitarle los ojos de encima al muchacho, probablemente el hijo de Borde. Debía trabajar en el puerto, su cuerpo denotaba esfuerzo físico a diario. Iba a llamarlo Mudo, pero la melena de rizos negros y los ojos verdes le convencieron que le sentaba mejor ser el Guapo. Tal vez debiera preguntarle el nombre.
Ensillaron los cuatro caballos.
- ¿Sabe montar?
- A ahorcajadas como a los hombres ¿No?- Guapo se atragantó con algo y tosió, Borde arrugó el gesto y Corto estaba mirando los pájaros que alzaban el vuelo.
- Si necesita que llevamos las riendas díganoslo.
Svelianna asintió y comenzó la marcha. No era un galope salvaje pero aún así, por las formas parecía que el único del grupo que sabía montar era Borde. La bruja no se iba a resentir por la marcha, el sol ya bañaba su cara y con ello se sentía prácticamente imbatible. Podía tomar el poder de cualquier fuente de luz y hacerse más rápida, más dura y más fuerte, siendo la más intensa la del sol. Pensar en ello le llevó al sueño que había tenido, ¿Era una buena idea buscar algo que parecía la antítesis a su poder?
Un par de horas más tarde estaban en la ciudad, el ruido del mercado portuario inundaba las calles y donde no estaba ese ruido lo hacía la música. Con climas tropicales ya abundancia de fruta y pescado, Puerto Azul era una de las ciudades más grandes en población y en tiempo libre. Quién trabajaba era tachado de ambicioso, así que los vagos abundaban. Trabajar era un mal del que quién podía se libraba. Pero también significaba que la mayoría de ellos vivían en una pobreza casi total, sin más posesiones que el presente y sus cuerpos, con suerte una choza familiar. Así que, Svelianna se sorprendió mucho de subir al alto desde el que se veía todo el puerto, y fue escoltada hasta una mansión amurallada. Incluso ella sabía quién vivía aquí, la familia Avinés, se dio cuenta de que su cliente sería Argos Avinés, el dueño y señor de Puerto Azul.
Una doncella, vestía unos ropajes bordados y finos, etéreos que invitaban más a la lujuria que a la servidumbre le abrió la puerta y la invitó a pasar después de que Borde le diera la información pertinente del motivo de su visita. Se quedó atrás con Guapo y Tonto.
Dentro las grandes salas de piedra mantenían el fresco por lo que la bruja se echó un chal sobre sus hombros. En las sombras no se podía aprovechar de la luz del Sol y su poder.
Llegaron al segundo piso, y la doncella llamó a una puerta de madera grabada y barnizada. Avinés no tenía intención alguna de esconder su poderío económico. Aunque estaba lejos de ser algo a lo que Svelianna pudiera dar ningún valor, era igualmente impresionante que un hombre pudiera tener tanto, a costa de sus empleados.
El hombre ante ella le daba la espalda, al lado de una cama que se encontraba junto a un gran ventanal. Las vistas eran impresionantes, pues toda la bahía de Puerto Azul estaba a sus pies y desplegaba su belleza como un zafiro líquido. La visión de la cama le partió el corazón a la galiant. Una niña de frágiles rasgos vestía un túnica ligera mientras el señor de la casa sostenía su mano. No le quedaría mucho si habían recurrido a una bruja para resolver sus problemas.
- Señor, me ha hecho llamar. ¿Cómo puedo ayudarle?
Argos Avinés se levantó y se giró. Había sido un hombre atractivo, alto, de piel morena y una perilla que había enmarcado una boca sonriente de blancos dientes. Sus ojos pardos, aún escondían la chispa de la curiosidad que sentía por la mujer, que siendo bruja y Galiant llamaba su atención por partida doble. Su pelo había encanecido en la zona de las sienes, revelando que ya no era tan joven como cuando conquistó la Gran Bahía. Tenía un aspecto cuidado, vestía una armadura de cuero ligera, como si estuviera dispuesto a salir de aventuras, y una gran capa granate que caía desde sus hombros al sueño. Estaba armado, dos cuchillos largos en cada cadera atrapaban la luz cuando se asomaban entre los pliegues de la capa.
- La bruja de la Luz. Bienvenida. En el pueblo se habla bien de sus artes curativas.
- Esa era mi madre. Nunca he tenido cabeza para memorizar esas cosas. Pero ella sabía leer y escribir, y me enseño a hacer lo mismo. Es su sabiduría la que ayuda al pueblo. Yo sólo soy un canal.- admitió Svalianna.- si lo que necesita es una sanadora, se ha equivocado conmigo. Si eso es todo, creo que me dijeron que cobraría por venir.
Avinés no perdió la sonrisa cansada que se esforzaba en dedicarle.
- No, no quiero que la sane, no creo que sea capaz. La petición que quiero hacerle es otra. Ha llegado a mis oídos que al sur, en el desierto, hay una esclava, una mujer, capaz de sanar cualquier enfermedad o herida. El desierto es muy peligroso, pero para usted, que se alimenta de la luz del sol... sería un paseo.
Svelianna levantó una ceja, intrigada.
- No estoy a favor de la esclavitud, señor avinés.
- Yo tampoco. Al menos tan estricta como es allí. Si un hombre se ve esclavo de sus promesas, o de haber creado una sociedad en la que vale más el dinero que lo que se compra con él... bueno, eso es culpa de la estupidez que se extiende por el mundo como una enfermedad. Lo que deseo es que me escolte para comprar su libertad.
- ¿Por que yo, tiene a Borde, Guapo y Tonto para que hagan ese trabajo?
El hombre la miró sin entender durante un instante.
- Quiero que usted me acompañe, por que su poder se alimenta del sol. Una sola mujer con el poder de un ejercito entero.
La bruja asintió
- ¿Qué saco yo de todo esto?
- ¿Que es lo que desea?