Partida Rol por web

Habían pasado tres días desde que Brent, Erin, Fuasto y Kilian abandonasen la Posta de Guntar dejando allí a Ambroos. Los dos primeros días habían transcurrido tranquilos y sin sobresaltos. Tantos que ni siquiera parecía que estuviesen en una tierra de bandidos. Pero también era cierto que había dos grupos por delante de ellos que les sacaban un día de ventaja. Bien era posible que esos aventureros hubieran dado cuenta de posibles amenazas.

Finalmente el grupo llegó hasta el Río Espino y entonces, decidieron subir por su cauce en dirección al bosque de Kaltz. El bosque de los erizos como también lo llamaban. Entonces, a mitad del día se encontraron un hombre tumbado en el suelo. Erin fue a hacer ademán de acercarse hacia él pero Brent la detuvo agarrándola por el brazo. ¿Y si se trataba de una trampa?

- Voy yo –dijo con determinación Kilian mirando a sus compañeros. - No os alejéis demasiado.

El guerrero sabía que aquello podría tratarse de una trampa, pero también podía ser posible que obtuviesen información, si es que aquel aún estaba vivo. Además, si alguien era prescindible en ese momento en el grupo era él, alguien que conocía los secretos de la Hermandad de la Hidra y que no pertenecía a ella. Con lo que tenía totalmente asumido que, si algo le ocurría, para Brent, Fausto y Ambroos podría ser un alivio.

Se pasó la mano por la nuca mientras comenzaba a caminar. Acto seguido, desenvainó el espadón con un ágil movimiento a modo de prevención. – Ey ¿Te encuentras bien? –preguntó el guerrero alzando la voz sin llegar a gritar mientras se iba aproximando a la persona allí tumbada.

El hombre tumbado o era un gran actor o estaba realmente inerte porque en ningún momento dio respuesta alguna a las palabras de Kilian ni hizo movimiento alguno. Vestía una armadura de cuero tachonado y llevaba un arco y un carcaj de flechas. Lo mínimo esperable de alguien que se aventurase en ese territorio. A ojo del guerrero, ese hombre sólo tenía tres opciones: estar dormido cosa harto improbable, o lo más plausible: que estuviera inconsciente o muerto.

- Permaneced en alerta –dijo Kilian a sus compañeros mientras se acercaba a aquella persona.

Recordó a Arael, su estilo de lucha era muy peculiar, nunca antes había visto a alguien luchar como ella. Pero aquella persona no parecía que llevase flechas en la mano ni su arco estaba en un lugar para que aquel sujeto lo empuñase con facilidad en su posición. Por lo que Kilian, asumiendo que verdaderamente ese hombre estaba desfallecido o peor aún muerto, se acercó hasta donde este se hallaba tendido.

Una vez allí, se inclinó y llevo dos dedos de la mano que tenía libre, al cuello del hombre mientras le preguntaba. - ¿Eh, se encuentra bien?

El hombre siguió sin responder a la llamada de Kilian, aunque cuando puso sus dedos en el cuello notó un débil flujo sanguíneo. Seguía vivo. Cuando le dio la vuelta, el guerrero vio que tenía varias heridas de gravedad. Sólo dos posibilidades de lo ocurrido se dibujaron en la mente del joven: o bien sus agresores lo habían dado por muerto o bien el hombre había sido capaz de huir hasta que llegó a su límite y se desplomó.

Kilian se giró hacia sus compañeros diciéndoles: - Acercaos, rápido. Está vivo, pero necesita que lo ayudemos lo antes posible.

Volvió la mirada hacia aquel hombre, Quizá se salvase si lograban estabilizarlo, pensaba mientras inspeccionaba las heridas. Por lo que podía deducir a primera vista, no se trató de ningún tipo de ataque a traición, este hombre se había podido intentar defender de sus agresores.

Erin fue la primera que se acercó hasta dónde estaba el hombre malherido. Al ver el estado de sus heridas, la joven no tardó en llamar a su hermano que, al igual que Fausto, no se había dado tanta prisa como en avanzar.

—¡Brent!—llamó a su hermano—¡Coge la varita! ¡Este hombre necesita nuestra ayuda!

—Erin, ¿eres consciente de dónde estamos? Lo más probable es que ese hombre sea un bandido. ¿De verdad quieres que malgastemos la magia de la varita en esto?

—¿Pero qué estás diciendo Brent? ¿De verdad estás dispuesto a dejar morir a este hombre?

Sabía que Erin tenía razón, pero también que Brent no iba a dar su brazo a torcer por los motivos que estaba dando ella. Tenía que hacer algo, el tiempo corría en contra de aquel hombre.

- Ey, piensa en que hubiese pasado si Aoife hubiese actuado como ahora quieres hacer tú –dijo mirando a Brent. - Posiblemente hoy no estarías ni aquí. Además, no sabemos si es un bandido, quizás es un aventurero abatido por los mismos.

Kilian dirigió entonces la mirada también a sus otros compañeros.

- Y en caso de que fuera un bandido, somos cuatro contra una persona malherida, estaría loco si quisiera atacarnos. Lo único que podría pasar en tal caso es que quizás obtuviéramos información del paradero de ese barón proscrito… así que no te lo pienses más y trae esa varita –dijo mientras miraba a Erin con su media sonrisa y extendía el brazo que tenía libre hacia Brent.

—Vamos Kilian, como si supieras usar la varita—dijo avanzando finalmente hacia el hombre herido.

—La magia es un bien preciado—intervino Fausto—. Uno al que no deberíamos de recurrir en cualquier situación si no queremos quedarnos sin él a la hora de la verdad. ¿No deberíamos acaso usar métodos más mundanos para sanar a ese hombre?

Brent se agachó frente al hombre y sacó finalmente la varita que habían comprado en Bortund. 

—Deberíamos Fausto—le concedió el primogénito de los Lutt—. ¿Pero cuánto tardará en despertarse? No tenemos tiempo que perder. Sólo espero que esto merezca la pena.

Brent recitó unas palabras en silencio y la varita comenzó a brillar, después tocó con ella al hombre malherido y sus lesiones comenzaron a cerrarse.

El hombre pareció recobrar el sentido al tiempo que sus heridas se cerraban. Tendría unos cuarenta años y estaba calvo. Con esfuerzo abrió los ojos e intentó incorporarse. Tenía pinta de que todo su cuerpo le dolía.

—¿Dónde... dónde estoy?—preguntó desorientado.

- Tranquilo, trate de descansar y tómelo con calma, está en las cercanías del bosque de Kaltz – comenzó diciéndole Kilian, que se encontraba en cuclillas al lado del malherido. – Le hemos encontrado aquí malherido  e inconsciente y le hemos reanimado.

Le dejo un momento para que asimilase la información y continuó diciéndole:

- ¿Y usted quién es? ¿Por qué ha acabado aquí y de esta manera? –preguntó Kilian tratando de obtener información de aquel hombre de una manera amistosa y sosegada.

El hombre se sentó y se quedó un rato en silencio, con el rostro enterrado en el rostro. Finalmente pareció recomponerse lo justo como para empezar a responder a las preguntas de Kilian.

—Yo soy.. bueno, me llamo Jonas Kaüwen y soy sacerdote de Elgafar. Lo último que recuerdo fue el ataque de unos kobolds... Intenté luchar defenderme pero... fue inútil.

—Kobolds, ¿eh?—dijo Brent con algo de escepticismo—. Bueno, tuvo suerte si lo dieron por muerto. Aunque es raro que no se lo llevasen para comérselo después de cazado.

El hombre abrió los ojos horrorizado.

—¡Gracias a Elgafar!—dijo con un hilo de voz—. Antes de pelear... los kobolds me interrogaron. Querían saber si era uno de los aventureros de la duquesa o un bandido. Después me atacaron.

Elgafar, para Kilian aquel nombre era tan novedoso como todo lo que iba descubriendo de aquel territorio. Supuso que era algún tipo de deidad, aunque no dejo de resultarle curioso que deidades menores siguieran teniendo cultos. Pero aquello no era lo que le había llamado la atención. - ¿Kobolds que interrogan para atacar? ¿Acaso están al servicio del barón, o es que están deseando que abandone el bosque y solo atacan a los bandidos? -se preguntaba, pues aquello le resultaba tremendamente extraño.

- Eso eso, gracias a Elgafar… y a estos muchachos que no han dudado en ningún momento en prestarle su ayuda –intervino sonriente nuevamente el guerrero, dejando caer la puya sobre Brent y Fausto, mientras apoyaba la mano sobre el sacerdote a modo de consuelo. - Pero cuéntenos Jonas, ¿Qué hacía usted por este lugar? Desde luego no parece el mejor lugar para ir solo. Y sobre todo lo más raro es ¿Por qué los kobolds le preguntaron algo así antes de atacarle? –preguntó Kilian al sacerdote, pero mirando a sus compañeros para comprobar si ellos también veían lo que aquello podía suponer.

—No... no sé qué pueden querer esos kobolds. Yo vine aquí por Elgafar—Jonas se pasó la mano por la calva nervioso—. En lo profundo del bosque de Kaltz hay un templo en ruinas... En él vive un guardián maldito por el mismísimo Elgafar hace muchos años. Ha llegado la hora de liberarlo de su castigo. Ese es el encargo que he recibido.