-Disculpe mi señora. Sabes que no osaría interrumpiros de no ser porque no fuese algo extremadamente importante. -El hombre que hablaba lo hacía como si fuera un ser insignificante. Nada fuera de lo normal al haber interrumpido en la cámara de invitados. Su atuendo le delataba como alguien que no trabajaba en el servicio de las habitaciones. Al sentirse seguro volvió a hablar esta vez justificando su visita:
-Han encontrado a Dave, lo han "degollao" y han encontrado a los autores. Como no está el señor supuse que querríais saberlo.
-Deberíamos ir entonces. Por favor Nathan, podrías acompañarnos, tal vez necesitemos tu espada-Confirmó con gravedad al tiempo que iniciaba un paseo acelerado que le permitía aún y a pesar de sus tacones seguir el ritmo imparable que se marcaba quién les había interrumpido. La invitación no daba lugar a réplica y si el castellano de los Thalassos quería mantener las buenas relaciones no convenía que declinase aquella invitación. Así que siguió a aquella extraña pareja que avanzaba por los pasillos del castillo hasta que finalmente llegaron al exterior.
No tardó en adivinar a dónde se dirigían pues advirtió cómo en los bajos del pantalón de aquel lacayo prendía algunas briznas de paja seca.
Finalmente acabaron llegando los últimos actores a aquella tragedia que estaba siendo representada en las caballerizas de Pazo Pajar. Allí se encontraba ya ser Gregor Griffin quién ya fue el protagonista de una escandalera en el día anterior y parecía inevitablemente condenado a aparecer allá donde parecía que sucedía algo. Junto a éste se encontraban numerosos de los lacayos que trabajaban en el exterior del castillo quienes rodeaban acusadoramente a una pareja de jóvenes.
Éstos se apartaron al percibir cómo llegaba Lady Cathelyn Buckler y tras ésta Nathan Ostlich. Fue entonces cuando el recién llegado descubrió a la pareja de jóvenes: Samuel y Myria Thalassos
Con la mirada fija en Ser Greggor, intentado mostrarme amistosa y dulce, tenía que creerme, era la verdad, no habíamos hecho nada. Ladeé muy ligeramente mi rostro, esperando la respuesta del hombre.
En ese instante, veo venir a Nathan. ¡Al fin! Él nos ayudará, no puede dejarnos así. Sentí la necesidad de ir hacia él y alejarme de todas esas miradas acusadoras, era realmente desagradable cuando te acusaban sin ninguna prueba ni fundamento, solo por no tener a nadie más a quien culpar.
-¡Nathan! Ayúdanos, sabes que es imposible que hayamos hecho esto, como dicen todos…- Miro a los criados, no me gustaba nada lo que iba a decir, pero es que estaba enfada con ellos por haberme rodeado a mi hermano y a mí. -…ignorantes.-
Cojo a Samuel de la mano. -Vámonos.- Para dirigirnos junto al maestro de armas.
Tirada oculta
Motivo: Persuasión
Dificultad: 0
Tirada (4): 2, 5, 5, 1
Guardados (4): 5, 5, 2, 1
Total: 13, Éxito increible
Con la grata confirmación y una ligera curiosidad, no veía motivo para desobedecer el pedido de la señora de casa, siguiéndolos con curiosidad. El tono y las palabras del criado me sugerían de todas formas que sería interesante. Lo que no esperaba era encontrar a ese par en el centro de todo. Nathan alzo las cejas un tanto, asombrado, para rápidamente recomponerse. Esto requería tomarse con calma.
-A ver… un momento. Detente, Myria. +la intimo, acompañando la palabra con el gesto de la diestra, para que la niña no agravase las cosas causando una impresión equivocada. De seguro debía ser un malentendido, pero había que manejarlo adecuadamente.+ No apresures las cosas.
Paseo la mirada por el grupo, reconociendo al iracundo guerrero con un ligero cabeceo. Al parecer no había otros nobles; perfecto. Luego se volvió hacia lady Buckler
-Parece que más que mi espada, esto necesita diplomacia, mi señora. Estoy seguro de que estos jóvenes no tienen ninguna culpa, por lo que si pudiera pedir que se retiren los que no son necesarios, resolveremos este malentendido entre ser Gregor, usted y nosotros... discretamente.
-Por lo que a mí respecta no hay malentendido que resolver. -Anunció el caballero señalando el cuerpo yaciente. -Este pobre diablo ha sangrado como un gorrino y su arma no está por aquí. Este par... Están limpios y me aventuraría a afirmar que en las caballerizas no hay ningún arma.
-Entonces tenemos un problema, alguien se ha infiltrado y ha asesinado a alguien del servicio. Esto casi se podría considerar un atentado contra mi familia... -Susurró lacónicamente la señora del lugar. -Un forastero o alguien que se encuentra en estos momentos invitado por mi marido.
Entonces pareció sentir una corriente de un aire gélido que hizo que se abrazase los brazos buscando protegerse de un peligro invisible.
-Chico. Deberíais repetir lo que has dicho antes. -Dijo Griffin, sin dar opción a réplica
Nathan me había hecho un gesto para que me relajara, así que me había mantenido callada un momento, eso era todo lo que había podido hacer, pero Lady Catelyn necesitaba saber los detalles.
Miro a mi hermano, esperando a que dijera algo, pero quizás estaba nervioso. Lo repito yo. -Ha dicho que cree que fue un noble y que alguien ha organizado todo esto para encubrir otro ataque que quizás aun no ha sucedido. Por lo que quizás aun se le pueda salvar…- Tenían que saber lo que había pasado.
-Sí, eso dijo, nosotros estábamos preparando los caballos y escuchamos a dos hombres hablar y luego un grito. Entonces nos escondimos… la verdad es que me dio un poco de miedo un ataque aquí, en el castillo.- Bajo la mirada y reconozco que en ese momento me había sobresaltado, incluso había sentido cierto temor por nuestras vidas. Además no quería acabar en una situación como esta, lamentablemente no me había librado como esperaba.
Finalmente, me quedo callada, no tenía mucho más que decir, así que esperaba que ellos pudieran dar una solución a todo esto.
-Entiendo... -Dijo con un tono que sonaba extremadamente frío. Aquella era una papeleta complicada y no del gusto de nadie. -Lord Buckler será informado de todo esto. No tardará en volver.
Volvió a dedicar una mirada al cuerpo y a los dos jóvenes escrutándoles, tal vez corroborando aquella afirmación que había hecho Ser Gregor en un alarde de observación. Entonces dedicó una mirada breve a Nathan y volvió a encaminarse al interior del castillo.
El resto del servicio del castillo no tardó en abandonar el lugar de vuelta al interior como si temiesen compartir el destino de su compañero si seguían más tiempo al lado de un miembro de la Casa Thalassos.
Estaba un tanto sorprendido de que Gregor se hubiera puesto de parte de la razón, pero también agradecido por eso. Nathan se acarició la frente, limpiando una invisible macula de sudor... justo cuando todo iba tan bien.
-Ah, eso salió mejor de lo que parecía… +murmuro, dirigiendo una subrepticia mirada a los sirvientes testigos del hecho que se retiraban. Los rumores correrían rápido+ Sera mejor que ambos se alejen de esto cuanto antes. Vendrán conmigo a dar una vuelta...
De normal los mandaría a su cuarto o algún lugar bien cerrado hasta que lord Cleesten regresara, pero no quería perderlos de vista ni dejarlos expuestos. Era mejor sacarlos de allí y dar un poco de espacio al asunto, hasta que el dueño de casa fuera informado y se formase sus propios juicios.
Parecía que al final no había ido tan mal, habían confiado en nuestra palabra y nos dejarían tranquilos. Mis facciones se relajan ante la noticia, que auguraba un momento de descanso, al menos ahora, más adelante ya era algo mucho más incierto.
-Sí, nos alejaremos.- Teníamos pensado ir a pasear con los caballos, pero parece que Nathan tenía otro plan al que debíamos unirnos. Me lo pienso durante un instante y por poco que me guste tener un cuidador encima, he de decir que ahora mismo no me parece tan mala idea, él puede protegernos y visto que hay un asesino, creo que tenerlo cerca es una de las mejores opciones que tenemos.
-Vale ¿Dónde vamos? ¿A caballo?- Quizás mis planes no cambian tanto como esperaba, lo único es que tendríamos un acompañante más.
-Correcto. Quiero revisar algo en los alrededores…+replico, sin entrar en detalles. Seguidamente busco su imponente corcel, que no debía estar muy lejos. Mientras lo tomaba y acomodaba las riendas, miro a los niños de nuevo.
-Ya ven porque siempre deben ir acompañados… Cuando salgamos, pasaremos por el campamento de los soldados. Quiero a un par de ellos con ustedes en todo momento mientras estemos por aquí. Esta vez, sin hacerlos trabajar extra, especialmente por ti jovencita...
Contrariamente a lo que habituaban, ninguno de los dos hermanos protestó. No era el momento ni el lugar, así que optaron por seguir los pasos del castellano recuperando así parte de su plan original.
El campamento se encontraba a unos pocos pasos. Al llegar advirtieron como allí donde al ocaso del día anterior había una explanada yerma preparada para los soldados de la Casa, se habían extendido varias tiendas de campaña con pendones en su parte delantera con los colores de los Thalassos y la serpiente marina reptando por toda su superficie. El castellano pudo observar con satisfacción cómo el grupo de soldados había aumentado, señal de que el hijo ausente de Cleesten había terminado con su batida.
Los soldados estaban ociosos, al final cabo eran hombres acostumbrados a la rutina y allí poco tenían que hacer en aquellos momentos en aquel juego de nobles. Los más cercanos parecían estar apostándose la paga a los dados y no advirtieron como su superior acompañado por Myria y Samuel se aproximaban.
Ahora mismo no me apetecía replicar a Nathan, e incluso pensaba que era mejor estar acompañada después de lo que había visto, así que sin rechistar fui con él para coger a Almendra y montarme sobre ella. Su paso como siempre era tranquilo pero seguro, desde su lomo podía disfrutar de las vistas, al menos había conseguido salir a pasear, aunque el destino no fuera el que hubiera elegido yo.
A medida que nos acercábamos al campamento, podía intuir que no me iba a divertir mucho con este paseo, no parecía que el castellano tuviera pensado recorrer estas tierras con la única finalidad de ver cómo eran. Resoplo un poco, aunque la inocente queja quedaba oculta tras los bufidos de Almendra y el sonido de sus cascos contra la tierra de Pazo Pajar.
-Claro, pueden venir conmigo si quieren.- Contesto a Nathan, estaba de acuerdo con él a pasar que sabía que iba a ser realmente incómodo tener a dos soldados todo el día detrás, pero tenía que aceptar que en estos momentos parecía una decisión sensata, mientras pudiera seguir haciendo lo que quisiera.
Nuestros caballos no tardaron mucho en dejarnos frente a los blasones de nuestra casa, todo parecía bastante tranquilo, uno de los pocos sonidos que se podían oír era el de los dados seguidos del alboroto de vencedores y vencidos. Desvío la mirada para fijarme en los soldados, seguramente habían tenido mejor mañana que yo y al menos ahora estaban haciendo lo que ellos querían sin ningún tipo de preocupación.
-¿Y qué vamos a hacer aquí? ¿Vamos a estar mucho tiempo?- Pregunto mientras observo como los dados ruedan por la mesa.
La expresión de Nathan era imperturbable en el breve trayecto de salida hasta el campamento, pero su entrecejo se endureció; la moderada alegría por la llegada del primogénito que el aumento de tropas anunciaba, quedaba opacada por la indisciplina a que se entregaban aquellos hombres apenas tenían la oportunidad.
- Unos momentos tan solo... +murmuro, desmontando con firmeza, haciendo resonar las botas sobre la tierra para indicar a los hombres de su llegada.
Con pasos firmes y pesados se aproximó al grupo. Sin embargo no descontrolo su voz con gritos ni injurias; no hacían falta. En su lugar, tomo uno de los dados y lo dejo caer casi al descuido, para luego observar el resultado.
-Que afortunados… ¡Una vuelta corriendo al castillo, ahora! +ordeno a los jugadores alzando la voz lo justo, para luego volverse a los demás. A dedo, escogió a media docena, tres infantes y tres arqueros.+ ¡Ustedes, vendrán con nosotros, a armarse y prepararse, ya! El resto, 30 flexiones y a pulir su equipo. Hare revista en cuanto regrese. Entonces estaré molesto.
Relajarse era una cosa, caer en la desidia otra. Más si la situación se complicaba. Cierto que los soldados no tenían como saber lo ocurrido, pero tampoco se trataba siempre de justicia; a veces era solo cuestión de orden. Mientras sus demandas se obedecían y la escolta se preparaba, encaro a uno de los que habían ido a la batida.
-¿Dónde está Rickard? ¿Les fue bien?
Motivo: mmm
Dificultad: 0
Tirada (1): 1
Guardados (1): 1
Total: 1, Éxito insignificante
No fue necesario repetir las órdenes, al menos había que reconocerles eso: su indisciplina se producía únicamente ante la inactividad sin embargo ante una figura autoritaria todo cambiaba.
El resultado no se hizo de esperar: unos empezaron a recorrer los alrededores del castillo con sus jubones de cuero que portaban en tiempos de paz, mientras que otros se afanaron por sacar brillo a todas las armas que descansaban en los estantes. Un gesto más del castellano y uno de los que iba corriendo de un lado a otro con férrea disciplina se detuvo cuadrándose frente a su superior.
-¡Sí, señor! -Respondió con entusiasmo, dándose cuenta de que igual había pecado de un exceso de éste empezó a hablar en un tono más normal:
-Llegamos bien entrada la noche y el joven Thalassos se encaminó al interior del castillo. Dijo que necesitaría descansar si quería ser persona cuando llegar a la cacería. -Viendo la cara de extrañeza de su superior se dispuso a aclararse:
-Al llegar alguien de los Buckler le puso en antecedentes, el resto lo sabemos por nuestros compañeros. Salieron con las primeras luces del alba. Eran todos los señores que lucharon hace un mes. Desde entonces hemos estado custodiando a los prisioneros a la espera de que les concedan audiencia. Así fue demandado por el joven Thalassos.
Suspiro, con una mezcla de emociones mientras cruzaba los brazos. Que al fin llegara estaba bien, y que fuera a la caceria daba una buena chance de remediar el error de su ausencia ayer. Eso lo aprobaba. Pero arrastrar a la basura a esta fiesta y esperar audiencia, en vez de mandarlos con algunos guardias a los calabozos de los Thalassos… mierda, que niño. ¿Acaso quería hacer una demostración de la “justicia de la casa” frente a los demás señores? Eso, además de ser estúpido, podía acabar sumamente mal.
-Entiendo. Buen trabajo ¿Cuántos son los prisioneros y donde los tienen? +inquirió, algo más sereno ahora que la tropa estaba activa de nuevo. La tontería debía cortarse por lo sano.
Esto era aburridísimo, escuché un poco lo que había dicho aquel hombre, al parecer mi hermano había hecho prisioneros y él estaba bien, que era lo que más me importaba de todo, el resto, ya no me interesaba, es más no creía que me lo fuera a pasar nada bien.
Así que empiezo a mirar sin moverme todo el campamento. No creía que Nathan quisiera hacer algo con un mínimo de interés, por lo que veía seguía haciendo su trabajo y nosotros dos teníamos que quedarnos aquí, con él, para teóricamente tener seguridad.
Me giro hacia mi hermanito y le susurro. -¿Crees qué estaremos mucho por aquí? No me apetece estar sola, pero me apetece menos estar escuchando todo esto…-
Doy un par de pasos para ver si hay algo de interés a lo lejos, con la esperanza de distraerme un poco.
-Aquí dos… El resto fueron llevados a las mazmorras que tenemos tal y como dispuso Rickard Thalassos. Los que quedaron huyeron o fueron muertos así que no volveremos a saber de bandoleros en la zona. –Se dispuso a añadir como si en su fuero interno estimase que ese era el problema de la situación.
Los dos hermanos empezaron a distanciarse un poco mientras la conversación entre las dos figuras marciales tomaba lugar. No era demasiado como pudo comprobar rápidamente Nathan antes de devolver su atención a su interlocutor. Para cuando éste se despidió y volvió a ponerse manos a la obra con una tarea que le mantuviese ocupado bajo la inquisitiva mirada de su superior un fuerte coro de graznidos precedió al vuelo de multitud de pájaros que salieron del bosque delatando algún tipo de movimiento en su interior.
Pasaron unos minutos y largos ante la curiosidad de los tres para los que no pasó desapercibido aquel hecho. Entonces se empezaron a dibujar los contornos de unos jinetes que aparecieron como si fuesen tamizados por la densa maraña de troncos que suponía aquel bosque… Parecía que la cacería había terminado y viendo las figuras abatidas que suponían aquellos, algo no iba bien.
FIN ESCENA