Partida Rol por web

Recogieron el campamento tan rápido como pudieron para ponerse en camino a la mayor celeridad posible. Frente a ellos aguardaba un camino pedregoso de sendas irregulares y retorcidas con pendientes cada vez más inclinadas, y atrás les iba a la zaga un grueso número de orcos con gastadas espadas oxidadas y no mejores intenciones. 

Se sugirió dividir al grupo, mandando a los dos noldor por delante hacia el Paso Alto mientras el resto atraía a los orcos hacia el saliente rocoso del que hablaba Miriel y en el que podrían practicar una mejor defensa y quizá dejar unas cuantas trampas para los orcos. A Qildor, cuya espada estaba siempre presta a eliminar a los aliados de la Sombra, la idea de separarse y huir montañas arriba no le hacia demasiada gracia. 

Entonces, justo cuando Ainar mencionó el problema que le veía a aquel plan que estaban empezando a dar forma mientras terminaban de recoger el campamento, unos graznidos en el cielo les hicieron levantar la cabeza y reconocieron a Munir volando en círculos sobre sus cabezas. El cuervo graznó un par de veces más y descendió para posarse en el hombro del enano, alzando el pico y las alas para señalar en una dirección. Un nutrido número de trasgos descendía por las montañas dirigiéndose hacia ellos para atraparles entre el martillo y el yunque. 

Sus peores temores se cumplían con el anuncio de Munin. ¿Habrían estado esperando a la Dama? ¿Sería todo coincidencia? Difícil de creer, pero con el aumento del número de orcos en las montañas era difícil de asegurar en un sentido u otro, pero estaba claro que el Paso Alto se volvía cada vez más peligroso de atravesar. ¿Hasta cuándo podría ser atravesado por las caravanas y los viajeros?

De nada servía pensar en esas cosas ahora. Tenían que encontrar una ruta alternativa. Se giró mirando a Welf con la esperanza y la confianza en sus ojos. Estaba segura de que el joven los sacaría de aquel atolladero.

Las noticias que trajo Munin no podían ser peores. Parecía que la presencia de la Dama atraía a aquellos seres como la luz a las polillas. Debía ser una gran victoria para ellos acabar con la vida de algo tan viejo y puro. ¿Qué paz les podía traer ese acto? ¿Podía ser que el odio pudiera dar paso a la melancolía y, en consecuencia, la redención de aquella raza maldita? 

Resopló Vanwa, ya convencido que no iba a poder evitar usar la violencia en breve, así que antes de partir se puso la vieja armadura de cuero de su padre. Solo para aquella jornada, se decía para si mismo. Una vez más se veía obligado a recurrir a lo que más odiaba.

- Busquemos un buen camino hasta allí, donde decís, Miriel. Ese saliente, o lo que sea. Parece que están saliendo de todos sus agujeros. De arriba y de abajo. Muchos me parecen si nos dan alcance. No dudo que podríamos hacer que recuerden el día en que se crucen con nosotros, pero una ruta secreta, o una senda estrecha para evitar encuentros sería más seguro.

-Ojalá...- estaba diciendo el enano, cuando Munin bajó con sus graznidos.

Bicho inteligente si los había, cuando les dijo de los trasgos, Ainar sacó el hacha y se colgó el escudo, no sólo como una muestra de que estaba listo. Munin recibió una ración extra de semillas, y un agradecimiento por parte de su amigo enano.

-Entonces apretemos el paso, ¿Welf? ¿Algún lugar que podamos utilizar?- le preguntó al hombre del bosque, a quien recurrían para la creatividad de nuevos caminos: Ainar avanzaría como la roca en descenso, atropellando los obstáculos en su camino.

Asintió en silencio al ver a Vanwa preparándose para el combate...

Las malas noticias que trajo el cuervo de Ainar ensombrecieron aún más el rostro de Baldbrand.

Trasgos de las montañas. Si había una clase de orco que odiaba eran aquellas viles criaturas que realizaban aquellos ataques relámpago sobre el valle con pura crueldad.

Agarró el mango de su hacha, casi como si buscara un apoyo. La Dama había resultado ser como un trofeo que aquellos sangre-negra querían cobrarse. Podía tener sus sentimientos enfrentados hacia la bella elfa, pero tendrían que pasar por encima de él para conseguirlo.

-Debemos encontrar una ruta que merme su ventaja numérica. Si ya no nos sirve el paso que mencionastéis antes... quizá haya un camino más angosto. -comentó, por si aquello servía de algo.

El anuncio de Munin zanjó la disputa por dividir el grupo. Una horda de trasgos se precipitaba contra ellos desde las montañas, provocando una sensación de urgencia en el noldo. Tanto por proteger a la dama como por dar muerte a los aliados de la Sombra.

—Salen de las sombras, como gusanos y alimañas.

Ayudó a recoger el campamento y preparó su arco largo. Aquellas criaturas lamentarían el día en que decidieron escogerles como presa.

     Cuando Qildor giró hacia una zona pantanosa, que vale de inicio no se veía pero llevaba una década ahí, sabía que le iba a tocar trabajar un poco más. Es cierto que los elfos eran especiales en sus versos y canciones, incluso en su forma de moverse... pero el conocimiento del terreno era un extra que ahora mismo Welf tenía de ventaja.

     El hombre del bosque conocía perfectamente la zona en la que estaban y a dónde se dirigían y además sabía de un par de pasos ocultos que les harían ganar algo de distancia y seguridad.

     Avanzó con paso firme y marcó el camino a seguir llamando la atención a Qildor cada vez que se despistaba... y no fueron pocas veces precisamente.

Con los orcos pisándoles los talones colina abajo, y los trasgos descendiendo de las montañas por arriba, el grupo no tenía muchas opciones para librarse de aquella pinza que les estaban intentando hacer los orcos. Desconocían si lo que motivaba a aquellas criaturas era la oportunidad de capturar o dañar a la dama elfa de algún modo, o si simplemente se encontraban en medio de una desdichada casualidad. Pero lo cierto era que no tenían muchas más opciones que tratar de llegar a aquel saliente que había mencionado Miriel antes de que los enemigos les cortaran el paso o terminaran dándoles alcance. 

Por fortuna, Welf conocía bien las sendas más recónditas y consiguió guiarles por lugares ocultos a ojos de los orcos y los trasgos. Fue una dura travesía que les llevó todo el día. Qildor no conocía bien el lugar, pero Welf se movía con seguridad entre las rocas y las pendientes cada vez más inclinadas que ascendían a lo largo de la montaña. Allí donde no parecía haber senda, y donde el camino parecía querer dirigirles irremediablemente hacia los trasgos, Welf encontraba un sendero oculto entre unos matorrales silvestres o un resguardo a través de las rocas. Fue un camino peligros, pero seguro, que les llevó hasta dar finalmente, al caer la noche, con el saliente que Miriel decía que podría proporcionarles una mejor defensa.