Partida Rol por web

Se acerca a los demás e intenta tirar de la cuerda con toda la fuerza que puede.

Tiro y tiro con fuerza pero no logramos subirlos. La cadena se engancha con los eslabones en el borde y los que están en el agua no paran de moverse.

-Vamos compañeros, más brío- les animo.

Me remango la túnica y vuelvo a tirar de la cuerda, animado porque al primer intento al menos no me caí de narices. Me siento rejuvenecer, de cuando era un chaval y solo era un poco flojucho.

—Venggggaaa, pfffff...¡aúpa! 

Me dan pena esos pobres desgraciados que se ahogan. Noto como la cuerda sube, y sube...

—¡Uaaahhhhhh, soy un titán!

Vuelve a estirar con todas las fuerzas que puede.

-¡Vamos chicos! ¡Que podemos!

Al cabo de un laaaaaaaaaaaargo rato conseguís izar a los cuatro encadenados.

Se trata de un antiguo guardia de la ciudad, un fabricante de cera, y el erudito Yargos Gill, con quien os habían encargado reuniros. El cuarto es el camarero del bar, sí, aquel que fue a llamar a la guardia cuando los pandilleros se llevaron a Yargos.

Suelto la empapada cuerda sobre el suelo del muelle. Me dirijo al tal Yargos lo antes posible, en cuanto tiene un poco de aliento. Pero antes de que esté libre de los grilletes, no quiero que se va fuera de peligro.

-¿Sr Yargos verdad?- lo confirmo más que pregunto- necesitamos de usted, un manuscrito que está en su poder, se trata de un antiguo libro de claves. Estamos dispuestos a ser civilizados para su pronta recuperación- le sonrío y le ayudo a ponerse en pie una vez esté recuperado.

Des de detrás de Lonefelow, un rostro salvaje no coincidía para nada con las palabras del primer gnomo.

"Como no suelte el libro, vuelve al río de una patada"

Pensé para mis adentros amenazándole con la mirada, sin embargo no dije nada. Los parlanchines se encargarían de aquello, yo mientras tanto me entretendría con otra historia. 

Me dirigí de nuevo al bandido al que acababa de dar un puñetazo hacía unos segundos

- ¡Tu! ¡vacía los bolsillos!

Miro de reojo a Kune, que se ensaña con el matón superviviente. Me parece bien, se lo merece. 

Por otra parte, Lonfellow se hace cargo de poner en las cartas sobre la mesa. Miro atentamente al pobre Yargos, asustado y mojado como una rata del canal. El resto de la recua de presos de los bandoleros me interesa menos, pero tal vez alguno de ellos sepa algo sobre esos extraños matones.

—Eso, eso —le digo a Yargos—, haga caso de mi compañero, civilizados, eso somos. Ya hemos visto que éste es un barrio peligroso, nosotros le hemos ayudado y es justo que usted nos ayude ahora. Además, nada mejor que preservar el conocimiento en lugares más seguros, ¿no cree?

Miro hacia todos los rescatados.

—¿Pero quién porras eran estos tipos tatuados que les han atrapado? ¡Qué gentuza!

Tras conseguir salvar a los encadenados, se queda en silencio mientras Lonfelow y Korav intentan hablar con el erudito.

-Yo solo espero que no se haya mojado el libro... -se rasca la cabeza.

El libro, claro, el libro. ¡Estos hijos de puta me lo quitaron y uno de ellos se fue con él mientras el resto nos traian aquí. ¡Hay que recuperarlo!

¡Todo Absalom corre peligro si no lo recuperamos!

Las palabras de Yargos me sobresaltan. ¿Estará chalado o dirá la verdad y todos peligraremos?

—¡Qué! ¿Cómo? Pues pues...supongo que entonces habrá que preguntarle amablemente a nuestro prisionero —miro significativamente a Kune— para averiguar adónde podría haber ido su compinche con el libro. Nos han contratado para recuperarlo. 

Pienso por un momento las implicaciones.

—Además, o usted señor Yargos exagera, o nuestros contactos no nos han dicho todo lo que saben de este asunto. Un simple libro de claves para su colección, decía el tipo. Mal empezamos.

No menciono el nombre de Adril Hestram, supongo que de momento nadie más que nosotros tiene porqué saberlo. Me llevo una mano a la frente, pues ya estoy mayor para verme envuelto en intrigas o aventuras. 

—¿Por qué se tiene que complicar todo de semejante manera?

Arquea una ceja al escucha a Yargos y luego asiente ante Korav. Se gira hacia Kune, que está con el bandido.

-No lo mates, primero intenta averiguar si sabe donde se han llevado el libro.

Escuche las palabras de Korav y vi que me miraba con complicidad

- ¿¡preguntarle amablemente?!

escupí al suelo después de repetir sus palabras, era evidente que me había tomado su insinuación al pié de la letra. Los dobles sentidos no eran lo mío y aquel viejo chocho chupa-tintas se había bebido el entendimiento si creía que yo era el indicado para hacer preguntas corteses a esa escoria callejera.

En lugar de ello, intenté propinarle una patada en la entrepierna al prisionero que tampoco había parecido entender la orden de vaciar los bolsillos, puesto que no había reaccionado aún.

Y luego saqué de nuevo mi hacha dispuesto a empezar a cortar partes del bandido hasta que obedeciera; y por mi actitud, no parecía que hubiera prestado mucha atención a las palabras de Eisa.

Yo de tí contestaría rápido. Nuestro amigo no se caracteriza por su paciencia.- Dijo Vedran al pandillero que teníamos retenido, para luego centrar su atención en el señor Yargos.- Sé que está nervioso, esa gente casi acaba con su vida, pero ¿Por qué exactamente corre peligro todo Absalom? No acabo de ver que peligro puede tener a un simple libro de claves.

Es largo de explicar pero intentaré resumir.

Hace muchos años hubo un intento de invasión de Absalom, que contaba con la ayuda de quintacolumnistas que debían sabotear desde dentro algunos puntos vitales de la ciudad. Estos fueron descubiertos y neutralizados, y luego la Armada de Absalon atacó y hundió la flota invasora. Sin embargo, unos y otros habían hecho un juramento nigromántico que permitiría alzar sus cuerpos si se emitían las claves (contenidas en el librillo de claves que yo encontré).

Quien tenga ahora las claves puede, no sólo activar como muertos vivientes a los miembros de la quinta columna sino que, si estos consiguen su objetivo, la armada hundida se puede alzar de las aguas y atacar Absalom.

Miré indignado al camorrista quien no parecía tener intención alguna de colaborar

- ¿no quieres hablar, eh?

Rugí enseñando los dientes

- te voy a enseñar que pasa cuando robas... ¡EXTIENDE LOS BRAZOS!

Atiendo a las palabras del anciano con solemnidad, si lo que dice es cierto, ese libro acaba de subir en mi escala personal de problemas que resolver en mi vida. Sin embargo hay una pequeña parte de mí que quiera creer que es todo superchería, ya que han enviado a un grupo demasiado inexperto, para la importancia de la misión...

- Si me permitís- me alejo de la conversación y voy con mis acorazados pasos hasta Kune que está a punto de torturar al bandido- Kune, no voy a permitir que mutiles a este hombre- que fea es esa palabra- No trabajamos así. Estoy seguro que este hombre nos dirá lo que queremos saber, antes que le cortes las manos.

Me giro hacia el camorrista buscando complicidad en él, tendrá un vida que atender mañana, o una familia, no me gusta asesinar a sangre fría.

El pandillero se encoge ante Kune: Yo no sé nada de libros, a nosotros nos mandaron a darle pasaporte al viejales y a quienes encontraramos con él

Miré a Lonefelow sin dar crédito y luego oí que el bandido finalmente había decidido mover la lengua, así que con el hacha en mano me volví a escuchar su negativa despreocupada.

- Lo ves, te has vuelto a equivocar.

Le digo tranquilamente a mi compañero al ver que el pandillero no nos decía lo que queríamos saber tal y como él había pronosticado

Acto seguido y sin bacilar, lanzo un hachazo a la punta del pié del mismo