Image original de ClipArtEtc
En un cuarto de hora salvas la distancia para llegar al parque King George V. Quince minutos mientras caminas intentando mirar si estás siendo perseguido, pero en donde doblando esquinas, callejones y atravesando con rapidez las calles no te dejan saber cuánta distancia has ganado. Lo único que parece estar a tu favor, es que no te cansas. No hay pulmones que se resientan, no hay cansancio en tus músculos, no hay ni siquiera el palpitar de un corazón acelerado a la par con las implicaciones de la fatiga acumulada. Sólo aquella punzada de paranoia, y la incesante sensación de que estás siendo observado.
Cuando llegas al parque, bajas la velocidad. No parece que nadie vaya tras de ti, pero aún no puedes estar seguro. El aire se siente frío y pastoso, con un tenue sabor a cenizas. Los edificios parecen encorvarse, como en el inicio de una reverencia, mientras sus paredes están agujereadas, desgastadas y rotas. Cristales empantanados, llenos de grietas ocultan los interiores mórbidos de las casas. Pero lo que más llama tu atención no son los edificios sino el lugar que debería ser el parque King George V. Allí, en lugar de los árboles verdes y los prados abiertos, hay una serie de extrañas edificaciones.
Hay varias torres de madera que se levantan silenciosa. En extrañas configuraciones y en el centro parece haber un extraño círculo negruzco y burbujeante, rodeado de un extraño mecanismo con cuerdas y plataformas al que no logras darle sentido desde la distancia en la que te encuentras. Una caseta vieja, raída y abandonada está sobre uno de los bordes de aquella configuración y una taquilla abandonada permanece junto a un letrero que reza
"Royal Patent Gymnasium. The Increasing Wonder of Edinburgh"
Sin embargo, un sobrecogedor silencio proviene de aquel lugar, que parece existir al mismo tiempo que la vegetación apenas perceptible que descansa del otro lado.
-Parece divertido- dice sarcásticamente la voz en tu cabeza, que ha guardado silencio desde que comenzases a correr en el Grassmarket. -¿Me recuerdas por qué no estamos haciendo algo mucho más productivo? No sé yo, velar por qué nuestro cuerpo no se quede indefinidamente en la morgue de la ciudad... ejem- comenta con desdén.
Alexander corrió y corrió, escabulléndose por los callejones, pendiente de sus espaldas y de seguir el camino hasta el parque, y se sorprendió con esa nueva resistencia que la muerte le había otorgado, enorgulleciéndose de ella. En vida nunca había sido un hombre atlético y recordaba con el ceño fruncido y un rictus de desagrado en los labios las burlas de otros niños en su infancia, cuando llegaba el momento de trepar por una cuerda, saltar un potro o, sencillamente, correr. Podía ser que él ahora estuviera muerto y esos niños tal vez no, pero obvió esa cara de la moneda y se satisfizo con el pensamiento de ese nuevo aguante. La muerte era fría y desoladora, sabía a polvo, a sangre y a cenizas. Pero al menos no necesitaba respirar en ella.
Su carrera apenas se detuvo un instante cuando llegó a la linde del parque. Contempló algo confuso las edificaciones que se extendían en aquel terreno que siguiendo sus recuerdos debería haber sido un amplio parque de verde césped plagado de árboles. Pero sólo las contempló durante algunos segundos, pues todavía podía sentir la premura urgiéndole en los pies y los pasos de los guardias resonando en su nuca. No estaba a salvo y, aún más importante, no quería que pareciese que estaba a salvo. Al contrario, la persecución era su carta de entrada, cuanto más ostentosa fuese más sencillo sería que esos Renegados fueran conscientes de su situación de prisionero fugado.
Así pues, echó la mirada por encima de su hombro y comenzó a correr de nuevo, hacia el interior del parque. Ni siquiera tenía claro qué buscaba o cómo lo encontraría. Con un poco de suerte serían ellos quienes lo encontrarían a él. Como fuese, estaba en el lugar correcto y buscaría algún lugar donde esconderse, tal vez en alguna de esas torres de madera. Si es que no estaban demasiado podridas, claro.
En eso estaba cuando la voz sibilina de su cabeza comenzó a hablar de nuevo, haciendo crecer la molestia en su pecho.
—Estamos haciendo algo productivo —respondió con desdén—. Estamos labrándonos un futuro brillante en esta nueva vi... muerte —se corrigió a sí mismo—. Si fuese por ti seguiríamos pudriéndonos en una maldita celda, así que ahora cállate y deja que me encargue yo de todo.
Aquel lugar tenía un aspecto extraño y retorcido. Cuando ingresas, puedes ver mejor las diferentes estructuras que se alzan, como si se tratasen de versiones de gran tamaño de un parque normal. Puedes ver incluso algunos Wraith a la distancia, caminando distraidamente mientras te internas en el complejo. Las torres de madera parecen deformarse en la altura, aunque su base es aparentemente sólida, las más cercanas están en fila, una detrás de otra, y en lo alto, están unidas por una plataforma sólida.
Más allá hay una segunda que está atravesada por un largo travesaño que descansa por uno de los extremos, y se levanta en el otro, como si fuera un exótico balancín sobredimensionado, donde en lugar de estar pensado para dos personas, varias pudiesen fácilmente descansar en sus extremos. Finalmente, en el centro está aquel lago circular de aguas negras y burbujeantes. Al acercarte un poco, puedes ver dos plataformas en forma de anillos concéntricos, unidas a través de postes y cuerdas, en una configuración que bien parecería un carrusel de parque del que usan los chiquillos para dar vueltas y divertirse... sólo que este estaba sobre el agua.
Pero antes de que puedas detallar más, observas como cerca de la caseta de entrada, la misma realidad parece rasgarse, dejando ver un agujero negro lleno de humo y viento helado. Dos figuras salen del agujero, dos figuras en armadura y con el aspecto inconfundible de legionarios de la ciudadela. Ambos parecen buscar a alguien. Sus cascos están menos cubiertos que los de los soldados que te recibiesen hace unas horas, así que puedes ver una siniestra sonrisa de satisfacción en sus rostros.
Haz una tirada de Destreza+Sigilo a dif 6 para esconderte cerca de las torres y que no te vean, obviamente.
-Y ahora que estamos afuera, estamos perdiendo el tiempo jugando a policías y ladrones.- responde la voz socarrona. -Tienes un punto a tu favor. ¿Podemos largarnos e ir a buscar algo que de verdad nos interese? ¿O tengo que hacerlo todo yo?- espeta desagradablemente.
Los ojos de Alexander se abrieron más cuando el mismo aire pareció rasgarse y por un instante sintió el deseo de quedarse inmóvil para contemplar esa maravilla que desafiaba todas las leyes de la física que conocía. Pero la urgencia por no volver a las celdas de la maldita necrópolis era más fuerte que la curiosidad que pudiera sentir y en cuanto vislumbró a lo lejos a los dos guardias se apresuró para esconderse rápidamente en las torres de madera.
Allí se quedó en una postura tensa y semiagazapada, con todos los músculos en tensión, preparado para echar a correr en el mismo instante en que un sonido o un movimiento le hicieran pensar que su escondite había sido descubierto o que alguno de esos guardias lo habían vislumbrado.
«Cuando estemos a salvo podremos ir a ocuparnos de nuestros asuntos», pensó entonces, temeroso de que la maldita voz fuese quien diese la señal de alarma como ya había hecho antes, «En cuanto nos libremos de esos guardias. Vamos a ser alguien importante en esta tierra, pero si terminamos en una celda otra vez no seremos una puta mierda. Así que ahora calla y espera».
Motivo: Destreza+Sigilo (Sin Sigilo)+FdV
Tirada: 3d10
Dificultad: 7+
Resultado: 8, 7, 5 (Suma: 20)
Exitos: 2
Los soldados se separan y toman direcciones diferentes rodeando el perfectamente circular lago que descansa en medio del complejo. Ambos caminan con pasos firmes, y puedes escuchar como sus armaduras responden y resuenan con cada movimiento. Tienen la mano en el cinto y tras intercambiar unas palabras antes de tomar diferentes rutas, empiezan a moverse buscando algo. Las aguas del estanque negro burbujean, pequeñas salpicaduras se escuchan, como si se tratase de alquitran caliente, y es éste fenómeno el que proporciona el ruido de fondo, aún por encima de los vientos borrascosos de la Tempestad soplando, gruñendo y rugiendo en el cielo.
Las sacudidas metálicas de la armadura te anuncian que el soldado se acerca. Ves como intercala algunas miradas con su compañero del otro lado, haciendo por momentos gestos rápidos y asintiendo sin decir nada al respecto. Con cada paso, el tintineo revela la cercanía, y sólo podías estar agradecido de no tener que respirar estando ya muerto.
Una burbuja explota, produciendo un desagradable y viscoso ruido, que hace que el soldado se voltee. Puedes ver sus botas muy cercas, y como se gira. -Este lugar me da escalofríos. Ojalá podamos irnos pronto...- susurra para sí mismo, ajeno a tu presencia mientras sigue caminando. Los pasos anuncian que se aleja de ti, mientras sigue la circunferencia de la negra piscina.
Tirada oculta
Motivo: Guardia 1 (descubrir, per+aler)
Tirada: 4d10
Dificultad: 6+
Resultado: 5, 7, 4, 8 (Suma: 24)
Exitos: 2
Tirada oculta
Motivo: Guardia 2 (descubrir, per+aler)
Tirada: 4d10
Dificultad: 6+
Resultado: 9, 8, 2, 4 (Suma: 23)
Exitos: 2
-No estoy seguro de apreciar tu tono. O tu sinceridad. No pareces tener más idea que yo de lo que estamos haciendo- responde la voz recriminante. -Pero a mí me gusta menos que a ti. Pero te daré mi voto de confianza y no te obligaré a llamar a los guardias...- dice misterioso.
-... Si aceptas seguir mi próxima sugerencia.- propone.
El heredero de los Huntington se mantuvo totalmente inmóvil en su escondite tras las torres de madera. Podía escuchar el tintineo de la armadura de uno de los guardias acercándose y todos sus músculos se tensaron, dispuestos a moverse como un resorte si tenía que salir corriendo otra vez. Era consciente de que antes de llegar a esa tierra, cuando aún estaba vivo, su respiración habría estado agitada tras la carrera y probablemente lo habría delatado. Pero ya no tendría ese problema, nunca más. No era que agradeciese estar muerto y mucho menos con todas las cosas que le quedaban por hacer, pero al menos encontraba pequeñas gratificaciones como esa en su nuevo estado.
Sin embargo, tenía otros problemas que quizá eran más acuciantes y retorcidos pues ahí estaba de nuevo la voz, exigente y amenazante hasta el punto de la crispación. Alexander apretó las mandíbulas, molesto por tener que ceder. Ya había visto en varias ocasiones de lo que era capaz esa maldita voz y en aquel momento lo último que quería era volver a presenciar uno de sus espectáculos. No le saldría barato y lo sabía.
«Está bien», masculló mentalmente, aceptando un acuerdo que no le daba buena espina, pero del que confiaba en librarse más adelante, «No entiendo por qué quieres desperdiciar nuestra existencia en una celda en lugar de ayudarme a ocupar el lugar que nos merecemos. Pero está bien. Aceptaré tu próxima sugerencia si ahora te callas y me ayudas».
Espero hasta que los sonidos de las armaduras estuvieran suficientemente lejos antes de asomar los ojos por el borde de la torre, valorando si se marcharían pronto. No iba a sentirse a salvo hasta que no se hubiera reunido con los Renegados esos.
Los soldados se alejan, continúan buscando y no parecen haber notado tu presencia. Cuando el más cercano está al menos a un cuarto de circunferencia, sales lentamente tratando de escabullirte. Entonces, lo sientes. La voz en tu cabeza se queda silenciosa, y la Tempestad baja su intensidad. Los guardias se han detenido en sus sitios, hay algo en el aire. Algo no está bien, algo no se siente bien. "La caballería está aquí". Escuchas en un tono rancio y molesto en tu interior, pero no tienes demasiado tiempo para procesar lo que eso significa. A lo lejos, un sonido se superpone al extraño y preternatural silencio que acaba de caer sobre la Tierra de las Sombras.
Las escuchas a lo lejos, tañendo con urgencia, con fuerza. Uno de los soldados comienza a hacer señas al otro y ambos empiezan a correr para salvar la distancia que los separa. Las aguas del lago circular comienzan a hervir con más fuerza y violencia. Explosiones de burbujas gigantes y pesadas, como hechas de alquitrán, se aceleran y emiten un calor propio. Las nubes se oscurecen y el viento trae claros y certeros gritos y aullidos. En lo alto una enorme y siniestra nube empieza a oscurecer el cielo, y las corrientes de aire toman proporciones tempestuosas, silbando con tal fuerza, que te impide caminar.
Los soldados saltan rápido a otra de las grietas en la realidad, desapareciendo. Otros Wraiths en la distancia comienzan a correr hacia los edificios, y de fondo, las campanas suenan y suenan, como un mal presagio, como si el mundo estuviese a punto de acabar y éste fuese el único anuncio disponible. En tu imaginación caben mil posibilidades, pero al parecer la razón tenía menos importancia que el actuar... y necesitabas actuar pronto.
Último turno para decidir que hacer frente a esta nueva amenaza. Puedes declarar un lugar al que dirigirte y puedes narrar como te diriges hacia dicho lugar, pero no tendrás mucho tiempo. Elije bien.
Alexander estaba a punto de ponerse en marcha para escabullirse de su escondite, pero se quedó inmóvil cuando las campanas comenzaron a sonar. Sus ojos se movieron mirando alrededor, buscando el lugar del que provenía ese sonido que quebraba un silencio que se le antojaba demasiado antinatural. Si había algo en el mundo que molestase al heredero de los Huntington eso era sentirse vulnerable. Y en ese momento era así como se sentía, demasiadas veces se había sentido así desde que llegase a esa tierra de polvo y muertos. Sólo de pensar en ello sus mandíbulas se apretaban con firmeza, al menos lo que quedaba de ellas.
Contempló cómo los guardias corrían hacia una grieta y la urgencia que parecía cubrir de repente el mundo empezó a contagiarlo también a él. No sabía de qué, pero estaba claro que debía escapar. Y lo hizo, comenzó a correr. En un principio tan sólo buscó apartarse del lago burbujeante, pero después vislumbró las figuras de otros wraith que se dirigían hacia los edificios y decidió imitarlos. Al fin y al cabo ellos tal vez sí supieran lo que sucedía, no como él.
Corría y corría y en su mente un recuerdo lejano, uno de los primeros que guardaba en su memoria en realidad, tomó un brillo deslustrado ocupando sus pensamientos.
···
Corría y corría en dirección al panteón familiar. Él no sabía qué era ese lugar y aunque se lo hubieran dicho, era demasiado pequeño para entenderlo. Unos metros más allá su madre contaba en voz alta con un tono divertido y él debía esconderse. Se detuvo al llegar a la edificación y miró hacia la puerta con curiosidad. La puerta, que solía tener una gruesa cadena cerrándola, ahora estaba abierta y la sonrisa del niño creció en sus labios llena de inocencia mientras una idea calaba en su mente. Siempre lo pillaban enseguida, pero allí dentro nunca lo encontrarían.
Así que entró y apoyó la espalda en la puerta, cerrándola con una risita infantil. Algo encajó en la cerradura, sonó un «clic» y el niño miró hacia arriba con los ojos muy abiertos. Intentó abrir la puerta, pero estaba bien cerrada y la sonrisa del pequeño se heló en sus labios. De repente aquel lugar ya no parecía tan divertido.
El olor se metió en sus fosas nasales, intrusivo y desagradable. Olía a moho y a polvo. A mortajas ajadas y huesos deshechos. A mármol frío. Olía a muerte. Y el pequeño Alexander no sabía que era eso a lo que olía, pero sentía un miedo irracional entrar por sus pies y ascender por todo su cuerpecillo, algo enclenque para su edad.
Sin embargo, había algo peor que el olor: el silencio. En aquel lugar los pequeños sonidos naturales se amplificaban y el tenue silbido del viento al atravesar algún resquicio entre las piedras se le antojaba a los oídos del niño como susurros de gente invisible, que no estaba allí, pero sí estaba.
Entre el temor comenzó a surgir una extraña fascinación por el lugar que había descubierto. Ni siquiera sabía por qué, pero parecía estar lleno de secretos contenidos en la piedra labrada muchos años atrás. Escuchaba las voces que parecían hechas del mismo polvo que cubría el suelo y los féretros y deseaba comprenderlas, entender lo que querían contarle.
Tardaron varias horas en encontrar al niño. Su escondite había resultado ser excepcionalmente bueno y cuando lo llevaron junto a su madre, ella lo abrazó con fuerza contra su pecho, como si hubiera temido haberlo perdido para siempre, o quizás porque se dio cuenta de que algo había cambiado en su mirada infantil. Él se arrebujó en aquel abrazo, inhalando con fruición el perfume de esa mujer en la que confiaba ciegamente.
···
Alexander pestañeó en medio de su carrera, apartando de sí aquel recuerdo con el desdén que le ayudaba a sobrellevar los excesos de emociones. Se sentía más cómodo cuando dejaba que la razón moviese sus decisiones. Pensar en su madre era hacerse consciente una vez más de que lo había abandonado poco después de aquel verano que había visitado su memoria. Él confiaba en ella y ella se había marchado sin despedirse de él, dejándolo solo y perdido en medio de la lluvia.
Con el tiempo alguien había tratado de explicarle que en realidad su madre a quien necesitaba abandonar había sido a su padre, pero al joven heredero de los Huntington aquello no le había importado. Lo único relevante para él era que su madre le había dejado allí sin mirar atrás. Pero, al fin y al cabo, eso era lo que hacían las mujeres, ¿no es así? Se ganaban tu confianza y luego... Luego te abandonaban. Como su madre. Como Lucy.
Emitió un gruñido y trató de apresurar su carrera. Pensar en Lucy era pensar en Robert Perry Morton, ese malnacido que lo tenía todo en la vida a pesar de no merecerlo. Incluso a Lucy. Sus labios se crisparon con desagrado y corrió más, alimentando su urgencia con la ira que se encendía en su pecho al pensar en ese petimetre. En cuanto terminase la misión que le había encargado el tipo de la Necrópolis buscaría a Robert Perry Morton y encontraría la forma de atormentarlo. La encontraría o se consumiría en el intento.
Pero, por el momento, sentía que tenía que llegar a los edificios y esconderse. Seguiría a esos wraith que huían y trataría de mezclarse entre ellos. Después habría tiempo para ganarse la posición que merecía en aquel lugar, para vengarse de su rival, incluso, tal vez, para buscar a Lucy y contemplarla sin que ella lo supiera. Al fin y al cabo, ahora él era uno de esos susurros invisibles, apenas una sombra hecha de polvo y muerte.
El horror. ¿Qué podría haber provocado esa oleada de terror en los fantasmas? No había forma de saberlo. Corres, buscando refugio y atraviesas de manera automática la pared del primer edificio cerca al extraño lugar. Pero está vacío, no hay Wraiths cerca, no hay otras almas a simple vista. ¿Podría ser en otro edificio? El tiempo apremia y aunque no estás seguro de por qué, o a qué debes temer, saltas al siguiente edificio buscando a otros como tú, alejándote en lo posible de aquella piscina de negro líquido.
Cuando decides que quizás estás a salvo y lo suficientemente lejos, lo escuchas. Las campanas se han detenido, pero la Tempestad... la Tempestad ruge con mayor fuerza de la que recordabas. Te acercas hacia una de las ventanas, rotas, polvorientas y observas una escena que sería capaz de helarte la sangre, si aún tuvieras. Una herida en el cielo, clara, nítida, de la que brotan borbotones negros y oscuros, deformes, como nubes siniestras, tentáculos humeantes que se extienden con rapidez y violencia. Ya no es una superposición, son las mismas nubes que parecen haberse tragado el cielo por completo, mientras los gritos y los vientos aumentan de tono. El cielo se pinta de negro, como si hubiese sido herido de muerte, y aunque los Rápidos siguen indiferentes, tú eres capaz de sentir la brisa atravesando muros y ventanas, puedes sentir como tu corpus se tensa... algo no está bien.
Explosiones de negro a baja altura, mientras esquirlas negras y oscuras caen pesadamente sobre las calles. Los muros sólidos mortales son atravesados, mientras los proyectiles negros dejan una huella líquida y alquitranada detrás. Cientos y cientos comienzan a caer del cielo, como un volcán en erupción, mientras la nube piroclástica se extiende, dejando ver relámpagos blanquecinos y fuegos pálidos. Las balas, compuestas de un icor negro, comienzan a moverse tras caer, dejando ver formas humanoides, monstruosas, corrompidas y siniestras, mientras que otras comienzan a sobrevolar, a gritar y a chillar. Tus oídos apenas si lo soportan, pero antes de que puedas echarte a correr, el viento sube de intensidad lanzándote fuertemente de espaldas.
La huella negra se filtra por las ventanas. Las criaturas te han visto, y comienzan a entrar. Te arrastras alejándote, sabiendo que si estaban en todas partes, no tendrías demasiada oportunidad de escapar. Debía ser el fin del mundo, y quien sabe lo que te esperaba ahora...
Y te tropiezas con unas piernas. Una figura de abrigo largo y botas negras, una figura cuyo rostro está cubierta con una máscara de gas, una máscarada con dos enormes agujeros vidriosos y oscuros para los ojos, que sientes que te observan.
-Si has oído las campanas, debiste haberte ido cagando leches de aquí- dijo con voz rasposa, sin darte tiempo a reaccionar. Te agarra del cuello y te pone en pie, mientras pone un revolver en tus manos, y él saca un largo cuchillo negruzco. -Hay un refugio a unas calles de aquí. Ese revólver tiene 6 balas... si vamos a llegar a salvo, vas a tener que dar en el blanco con todas- y con una palmada te empuja. -Vamos tío, este es apenas el primer frente. Si nos quedamos más, vamos a terminar haciendo parte de ellos- dice señalando a las figuras negras que caminan y se deslizan como enormes insectos a unos metros hacia atrás.
El extraño comienza a correr y sin más alternativa, sin saber que depara tu futuro y sin demasiadas respuestas, comienzas a correr, con un arma en tus manos, en medio del mismísimo apocalipsis.