Conociendo el caprichoso clima de Edimburgo, aquellos rayos de sol no durarían más que diez minutos antes de que el cielo rompiera en una sucesión interminable de lloviznas. Por suerte, para entonces, Elisa estaría en aquel pequeño café en donde había planeado encontrarse con Ana hace dos días.
La joven se descubrió absorta mirando a través de la ventana del autobús, mientras los edificios estrechos y grisáceos parecían apretarse y luchar por un espacio cálido, mientras las partes de las fachadas expuestas al sol brillaban con cierto fulgor superpuesto al plomizo propio de las rocosas paredes.
Se respiraba un aire de nostalgia.
Desciende en la parada, y nota que el aire se torna frío nuevamente. Observa al cielo y le es inevitable pensar que ya lo había visto venir. Los roces húmedos de las gotas de agua cayendo y apenas tocándole son toda la evidencia que necesitaba. Corrió los últimos metros y entró por la puertecita de madera a aquel pequeño café.
El sitio tenía un aire tranquilo, quizás diese la impresión de ser un sitio estrecho, pero aquella sensación de discreción y claustrofobia era propia de todo el casco antiguo. Una chica pelirroja en delantal verde le saluda con una sonrisa, Elisa balbucea una respuesta rápida mientras busca a Ana. El sitio es una colección de pequeñas mesas en madera pintadas de colores pasteles y suaves, esparcidas por todo el sitio. No hay mucha gente a aquella hora, una pareja joven conversa animadamente al fondo y no muy lejos de la posición de Elisa, se encuentra Ana sentada, con una enborme sonrisa, esperando a ser notada.
Ana era una vieja amiga, se habían conocido hace varios años en España, y ella había decidido venirse a Escocia, en donde según se había enterado, trabajaba como instructora en alguna escuela de artes de la que siempre olvidaba el nombre. Habían perdido un poco el contacto, pero desde su llegada a Edimburgo, habían reanudado la suspendida amistad, hasta el mismo punto en que Ana se había hecho un poco su confidente y le había prometido ayudarle a buscar a Meribeth en aquella ciudad, y justamente hace dos días le había propuesto a Elisa encontrarse allí, con la promesa de noticias. Buenas noticias.
Así que allí estaba, impulsada por aquella fuerza invisible que la había traído hasta la capital de las tierras celtas, Elisa Requena se sentía un paso más cerca de encontrar a Meribeth, y empezaba a sentirse nerviosa.
Ana es una mujer delgada, bastante más de lo que se podría pensar como saludable, que aparenta unos veintimuchos. Sus rasgos faciales están fuertemente marcados, consecuencia de su constitución enjuta, sus pómulos huesudos sobresalen exageradamente cuando sonríe, al tiempo que muestra una hilera de dientes rectos y blanquecinos.
Su cabello es de un color rubio pajizo, que conjuga con su tez pálida, en donde una serie desordenada de pecas se dibuja para el observador atento. Sus ojos son pequeños, vivaces y azules, parecen siempre cargados de bastante energía y de un optimismo que se llega a tornar exasperante.
-Vaya, pensé que nunca llegarías- saluda con su habitual impaciencia. Su voz es profunda y alegre, con algunos tonos cómicos que ella introduce intencionalmente cuando habla.
Se levanta y te saluda, un beso en cada mejilla, antes de sentarse de nuevo en la mesa. Está vestida con ese estilo casual, casi desinteresado con el que Elisa siempre la había recordado, ropas amplias y un collar de grandes y escasas cuentas de los que se pueden conseguir en cualquier pequeña tienda de baratijas.
-Pero no pongas esa cara- bromea al observar a su recién llegada amiga. -Ya te dije que te tengo buenas noticias...-
Entro en el café, medio corriendo por varias razones, primera que ya ha empezado a llover como parecía presagiar, luego, ¡¡buenas noticias!! Eso era lo más importante. Saludo a la camarera, que tiene mucha mejor cara que yo, la verdad y busco a Ana. No me cuesta mucho encontrarla, no ha cambiado... Sigue igual de demacrada que siempre y con la misma cara de trabajar más que vivir, pero eso ya se lo he dicho muchas veces y no estoy aquí para hablar de ella.
Rodeo unas pocas mesas y me acerco, ya algo más despacio después de haberme asegurado que ha acudido a nuestra cita. Cuando llego hasta su mesa, la impaciente Ana hace su aparición.
- Solo han sido 5 minutos Ana - le digo sonriendo - Y ha sido por la lluvia, lo prometo. ¿qué tal va tu día? - Dime algo venga, cuentame esas buenas noticias...
Tomo asiento en una silla, justo frente a mi amiga, y miro a la camarera mientras levanto la mano para que venga a traerme algo calentito. Necesito un té. Mis manos no dejan de juguetear con todo lo que hay encima de la mes donde estamos. Primero unas servilletas de papel, luego con una pequeña vela de color verde, que adorna el local, luego con la cucharilla del plato de Ana... mis nervios estána flor de piel y no veo el momento de que me cuente que sabe.
Ana sonríe mientras la pelirroja toma la orden. La rubia parece divertirse al ver a Elisa tratando de recordar las palabras en inglés para pedir un té, mientras balbucea sobre sus frases e intenta formar una frase con sentido. Recíprocamente, la pelirroja, sin perder su sonrisa gentil, habla lentamente, habiéndose figurado que la castaña no es precisamente una experta en el idioma.
En cuanto se va, Ana reanuda la conversación con un aire de parsimonía que se antoja exasperante, pero que tiene cierto aire de mofa amistosa. -Oh bastante bien...- comienza diciendo -... ha sido un lindo día, los chicos están emocionados con el evento de la galería. ¿recuerdas que te había contado que pensábamos organizar una exposición de sus trabajas? pues bien, están encantados- cada palabra era pronunciada con gusto y la mirada fija en su interlocutora.
-Pero vamos chica... cálmate un poco- dice mirando a Elisa juguetear con las servilletas y baja la voz, como si hubiese peligro de ser escuchadas. El drama venía como un añadido, seguramente producto del buen humor de Ana. -te diré las buenas noticias. Un pajarito me ha ayudado a dar con una Meribeth- dice y luego se yergue con cierto orgullo. -y podría saber... ya sabes... cosas- dice mientras su afabilidad se mezcla con el deseo de observar la reacción de su amiga. Las pupilas opalescentes de la rubia se clavan fijamente con una alegría filantrópica que Elisa puede percibir con absoluta facilidad.
La verdad es que me hacía falta practicar de nuevo el inglés... Pienso mientras escucho las palabras mágicas. Una Meribeth... una Meribeth. Puede que no sea ella pero algo es algo, es un camino a seguir. Dejo de jugar ens eco con las servilletas y presto toda mi atención a mi amiga Ana, que aprece muy divertida con todo este "juego".
- Y...¿se puede saber quién es ese pajarito? ¿es de confianza? Ya era hora de saber alguna cosa... aunque sea poco Ana, ¡es mucho más de lo que tenía hasta ahora! - Doy un largo suspiro y echo mi cuerpo hacai atrás hasta caer en el respaldo de la silla. Cojo al taza de té, que me acaban de servir, con las dos manos, me encanta el calor delas infusiones recien hechas. Y más en unos días tan frios como estos. Se oye el sonido de la lluvia de fondo lo que da a la conversación un aire mucho más triste y lúgubre de lo que en realidad es.
Después de unos minutos de silencio, bebo un sorbo de té intentando no quemarme y notando el sabor de la canela y los pétalos de rosa que lo almizclan, y dejo otra vez la taza en su sito.
- Cuentame más, por favor... - sonrío suplicante a Ana mientras muevo las piernas como una niña pequeña que espera su regalo de navidad nerviosa.
Tu amiga sonríe al ver como las preguntas salen atropelladamente en una mezcla de confusión, desconfianza, incredulidad y emoción. Su sonrisa amplia y delgada deja entrever cuánto en gracia le ha caído tu reacción.
-Calma amiga, calma- atina a decir. Entonces notas que frente a ella hay una pequeña taza de porcelona con un líquido que la llena hasta la mitad. No puedes olerlo, pero imaginas que se trata de té. Al lado de esta, un pequeño plato con motivos dorados y plateados en el borde, una decoración propia del sitio. Lo que fuese la mitad de una tarta de forma triangular descansa rota en migas, mientras una cucharilla plateada ciyo mango termina en una bifurcación de motivos floridos tallados en el metal está al lado del pedazo de pastel. -Es un amigo mío. ¿Quieres que envíe su foto a la Scotland Yard a ver si le encuentran algún antecedente criminal?- bromea.
Ana ladea la cabeza. -Vamos anímate. No es sólo el nombre. El chico me la ha descrito, porque al parecer la ha de haber visto en un par de ocasiones y tiene un aire a la misma Meribeth que me describes...- toma la cucharilla con delicadeza y la clava sobre la torta. Un fragmento se desprende y cede con facilidad, para verse llevado hasta la boca de Ana. La chica apenas si cambia de expresión jovial mientras saborea el pastel. -E igual y sí es ella, ¿eh?-
La pregunta flota en el aire durante unos instantes y se clava en Elisa como un estoque helado y filoso que se inserta en la boca de su estómago. Un escalofrío se extiende mientras un sentimiento difuso, un miedo incierto la abruma. ¿Y si esa Meribet era su Meribeth?
La verdad es que Ana tiene razón, estoy un poco histérica y eso n es normal en mi. Lo normal en mi es guardar las formas, aparentar comedida y confiada, pero esta vez no puedo. No quiero retrasar las cosas haciendo parecer que me importa poco, o que no me urge verla. Me urge, y mucho. Se fué sin decirme adios, tan sólo con una nota, eso no se hace... Vuelvo a suspirar. Esta acción se ha convertido en una costumbre en mi.
- Si es ella, ya veremos. Por ahora no quiero hacerme ilusiones. - Mentira, gran mentira. Ya me las había hecho. Pero aún conservaba un halo de dudas y desconfianza. - Supongo que intentaré verla, preguntarle como está, averiguar si es verdad...si es verdad que no es por mi por lo que se fue... - Miro a lo lejos por la ventana que da a una calle poco transitada, donde las farolas alumbran las gotas de lluvia en los charcos, repiqueteando en las papeleras y en los pocos coches que se ven pasar.
- Tu amigo, ¿sabe bien cómo es ella? Tenemos que asegurarnos. Ya me he equivocado otras veces... - cojo mi bolso, que está en la silla a mi lado. Rebusco en él durante unos pocos segundos y saco mi cartera. En ella hay una vieja foto. Una foto de hace ya unos años. La cojo en mis manos y sin quererlo vuelven a mi conocidos sentimientos...
- ¡¡Elisa!! Deja ya la cámara... - me mira sonriente, tan guapa cmo siempre, mientras se tapa la cara con las manos. no le gusta salir en las fotos, que tontería... Coge una botella de vino de la estantería,, un conde de Valdemar de crianza, que guardo para ocasiones especiales.- Hoy estamos de celebración pequeña, ¡¡hoy es nuestro primer aniversario juntas!! Descorcha la botella, coge dos enormes copas de la misma estantería que la botella y sirve. Primero la mia, un dedito del rojo y aromático líquido, luego la suya. Viene dando pequeños pasitos hasta colocarse a mi lado, sentada en el suelo entre cojines. Me deja la copa donde no pueda sufrir una caísa, no vaya a ser que desperdiciemos tan querida botella, y me da un beso. dulce, suave, cálido. Me da un pequeño escalofrío y cuadno se aleja de mi, me quedo con ganas de más. Me sonríe de nuevo. Coge la cámara que descansa en mis rodillas. Estamos en el estudio, se supone que trabajando y llevamos horas sin hacerlo. Me abraza, colocando la cámara hacia nosotras dos. - Esta siempre la llevaremos encima mi niña, será nuestro primer recuerdo especial. - Y dispara...
Tengo que contenerme para no salir corriendo en busca de la supuesta Meribeth. Los recuerdos son demasiado vivos aún, parece que no pasa el tiempo. Me relajo danod otro sorbo de té e intento prestar atención a Ana y a la información que me trae. Vuelvo a centrarme en el pequeño local, en la luz que nos rodea, en la música suave que se escucha de fondo y me alejo de aquel estudio de pintura donde tantos momentos vivimos.
Dejo la foto encima de la mesa, y con la mano se la acerco a mi amiga, que parece espectante.
- Le podemos hacer una copia a tu amigo si la necesita...
Ana se queda silenciosa. Su sonrisa se convierte en apenas una ranura en su rostro, como si se contrajera sobre ella misma al ver la reacción y el rostro de su amiga que se debate entre la emoción y la precaución. Espera a que Elisa saque la fotografía y no dice nada, apenas tomando un sorbo de su té con expectación.
Cuando la foto está sobre la mesa, Ana la toma con rapidez. -No me habías mostrado una foto...- dice reclamando para luego quedarse observando a las dos mujeres en la fotografía.
-Vaya que es guapa- dice mientras le devuelve la fotografía a Elisa. Con la otra mano sostenía la taza y observa hacia la vitrina en donde la chica pelirroja atiende. Tarda unos segundos en responder.
-No creo que la necesite...- dice con una sonrisa amable -... ¿por qué no vas y comprueba tú misma si se trata de la misma Meribeth? da la casualidad de que el sitio donde podría vivir no está muy lejos de aquí- replica con alegría. -¿Qué te parece?-
- ¿Qué que me parece? No doy saltos de alegría porque no puedo. Lo malo es la posible decepción si no es ella... bueno hay que intentarlo. ¿me acompañarás Ana? Necesito un apoyo, sea o no sea ella...
Casi se me sale el corazón de la emoción al escuchar las palabras de Ana. ¿estará Meribeth más cerca de lo que yo pensaba? Tengo que intentarlo al menos. Y si luego no es ella, lo único que puede pasar es que siga buscando, como hasta ahora. No pienso dejar de hacerlo... Termino el te que me quedaba en la taza con cierta prisa y llamo a la camarera para pagar la cuenta. Necesito salir de allí y comprobar si es ella o no...
Ana duda. Guarda silencio y piensa, reflexiona. Elisa se muestra impaciente pero trata de disimular como puede las ganas de lanzarse a la calle y correr hacia el sitio.
-Está bien...- dice Ana con seriedad. -Pero... con una condición- lleva su mano adelante, y muestra su huesudo dedo índice reforzando la cantidad del requisitio.
-Te acompañaré hasta el sitio, pero será tú quien entres. Si es ella, no quiero hacer mal tercio. Si no es, te acompañaré de regreso- dice finalmente. La seriedad con que enuncia la cláusula indica que no hay vuelta atrás. Elisa acepta sin darle demasiadas vueltas. La sonrisa puntiaguida de Ana regresa.
La rubia termina rápidamente su tarta, se levanta hasta el mostrador e intercambia un par de palabras con la pelirroja. Elisa toma de un sorbo lo que le resta de su té, se levanta y la sigue, para descubrir que es su amiga la que pone un billete de 20 libras sobre el aparador sin mayor ceremonia.
-Hoy, yo te invito- responde como explicación, y tampoco se mueve ante la réplica en protesta de Elisa. La chica del café trae el cambio en monedas, les dedica un "gracias, vuelvan pronto" y ambas salen del lugar.
Afuera, la lluvia cesa estrepitosamente, de golpe. Un viento frío ocupa su lugar, para luego dar paso a unos débiles rayos de luz que finalmente se extinguen a medida que avanzan por la calle.
En el camino, es Ana quien toma la palabra. Le cuenta a Elisa acerca de su trabajo con los muchachos, explayándose en como van mejorando con los trazos y los conceptos y como cree que hay muchachos verdaderamente talentosos. Luego termina disvariando y contando como otro de los maestros del lugar en el que trabaja ha estado flirteando con ella desde hace algún tiempo y cómo ella no se ha decidido ha darle la oportunidad, temerosa por lo que una relación en el trabajo pueda significarle.
Pronto, llegan a una calle amplia, espaciosa de doble vía cuyo tránsito es bastante liviano. Los edificios se aprietan unos junto a otros lado a lado, y parecen alzarse hacia el cielo como resultado de este estado de eterna batalla, levantándose imponentes y formidables. Sus muros ostentan un color grisáceo ennegrecido por el paso de décadas y décadas a la intemperie, en lo alto, estos edificios portan con orgullo coronas de chimeneas negras y alargadas que se extienden hacia el cielo con cierta gravedad. Hoy guardan silencio y descansan sin atreverse a blasfemar contra el cielo grisáceo de Escocia, pero en los días de invierno escupen enormes columnas de humo y vapor que fluyen ascendentes como un torrente malsano. La piel de estos edificios está formada de escamas rocosas y concreto, en ella, de forma simétrica y equidistante se hunden innumerables ventanas esparcidas por todas las construcciones, dando una vista a las entrañas de estos vetustos inmuebles, allí donde cientos de historias son atesoradas lejos de las miradas indiscretas.
Y quizás una de estas historias le pertenecía a Meribeth.
Pasan junto a un camión aparcado, hasta llegar a un edificio cercano que Ana señala como el apropiado de acuerdo con la dirección que le dio su amigo. El sitio está del otro lado de la calle y el número 12 está marcado en su placa. Ambas mujeres cruzan para llegar a éste.
Ana se para frente al intercomunicador. Busca un nombre y voltea a mirar a Elisa sonriente cuando lo encuentra.
-Es éste. Olsen. ¿Estás lista, preparada psicológicamente? Hablaré yo con quien viva allí- dice ella, adelantándose a cualquier dificultad con el idioma que pudiese surgirle a su amiga -y una vez atravieses esa puerta, estarás tú sola.- añade.
-Te esperaré unos minutos, y si veo que no regresas, asumiré que... la encontraste- sus últimas palabras resuenan con una profundidad perturbante ante Elisa, oscilando entre presagio y preludio de una decepción para la castaña.
Y eso es justamente lo que debía ir a averiguar.
No rolees la entrada todavía :)
Aun temblando ante la inmediatez del posible encuentro con Meribeth, escucho a Ana que me da una serie de indicaciones. La verdad es que mucho mejor que hable ella primero, con lo nerviosa que estoy, no sé si sería capaz de que me saliera un inglés entendible... Miro a mi mamiga, como busca el número que del que le han informado, espero que bien, y como sonrie y espera a ver mi reacción.
Miro a la calle, pequeños rayos de sol se filtran entre las nubes que ha dejado la lluvia. Parece que va a llover más, pero no me importa. Ahora no me importa nada más que la voz que salga por ese interlocutor. Miro de nuevo a Ana. El número 12... Recuerdo nuestras viejas clases en la universidad y a algun que otro profesor algo tarado. 1 más 2 es 3. El 3 es el núemero de la inspiración, de la creatividad y de la expresión artística. Representa lo positivo, la alegría y el optimismo incansable. El disfrute de la vida... y la felicidad. Puede que hoy sea el día...
Son solo unos segundo pero parece que lleve siglos callada mirando al vacío. Sacudo la cabeza, como intentando desprenderme de algo y me concentro en por qué estoy aquí.
- Está bien Ana - le digo sonriente - he llegado hasta aquí ¿no? No me supone ningún esfuerzo ir un poco más allá. Yo subiré. Entraré sóla, y por fin sabremos si tu amigo tiene razón o no. Igual no salgo sola de este edificio después. - No puedo evitar que se me escape una sonrisa al pensar en salir con Meribeth de aquí a tomarnos algo, a que me cuente como está, que hace con su vida... y a preguntarle por qué se fue. Doy un abrazo espontáneo a Ana, y me ruborizo un poco.
- Vamos allá amiga.
Ana sonríe. -Ánimo. Seguro que será ella- dice. Un relámpago responde a esta última frase, y de repente el cielo parece venirse abajo. Las espaciadas gotas que Elisa y Ana sienten, empiezan a aumentar su frecuencia. De nuevo la lluvia se desata sobre la ciudad y por el relámpago que resuena en la distancia, una verdadera tormenta se aproxima.
La rubia se apresura entonces. Llama al apartamento y una voz en inglés le responde. Elisa entiende apenas que su amiga inventa una excusa rápida, algo de un paquete. La persona del comunicador, una voz madura de mujer, accede sin mayor dificultad. Ana le sonríe a su amiga mientras le da el coraje de continuar. -A por ella- dice segura. Es el momento de entrar.
La puerta del edifico cede lentamente, como en la entrada de una mítica catacumba, como la torre de un castillo en medio de un bosque, que guarda cautiva el destino. La española se adentra para encontrarse frente a un pasillo estrecho. El suelo es una masa irregular tallada en roca en un intento de hacerla plana y transitable, y acaba abruptamente en una escalera que se adentra en una suerte de espiral cuadrada hacia arriba. El sitio huele a arena y a humedad, algo bastante común en los inmuebles como aquel. Hay una pequeña puerta de madera que sobresale a la derecha del pasillo, antes de las escaleras, que en algún momento habría estado pintada de verde y que ante los ojos de los chicos, se presentaba con tonos decadentes de madera descubierta y desnuda, expuesta impunemente a la vista de todo el mundo. Una pequeña placa negra rezaba "Keeper"*
Ana camina escaleras arriba. Es el cuarto piso, recordaba, así que tendría que subir todas las escaleras. Cada piso era una copia del anterior, dos puertas, una a cada extremo, todas estaban pintadas de un verde carcomido sobre la madera, mientras una placa metálica anunciaba el apellido de cada residente.
De repente, lo escucha. Es un sonido ténue, apagado y distante que le llega apenas, como si algo se hubiese roto en alguna parte. No le presta más atención, reduciéndolo a algún accidente doméstico. Entonces, los pasos frenéticos de un habitante en descenso llaman su atención. Es un joven rubio de gran corpulencia que baja en gran carrera, cómo si estuviese siendo perseguido. En principio, nada llamaría la atención de él...
El muchacho le dedica una mirada sin detener su movimiento. Un escalofrío recorre a Elisa, aquella mirada la intimida, haciendo que se detenga en seco, pero él chico continúa, tan cerca, tan descuidado... y choca fuertemente. Le habría parecido un golpe normal, pero se siente diferente, el brazo del joven le ha dado de lleno, golpeando su abdomen. El brazo sigue en su sitio. Y entonces el dolor sube, con una sensación helada, con una descarga que la lleva a liberar dolorosamente el aire. Su abdomen le arde. El brazo se retira, y Elisa lo entiende.
Una hoja cubierta de sangre, su sangre, rojiza oscura. Mira hacia su vientre, para notar la herida que se abre allí. El carmesí brota a grandes borbotones, al haber sido retirada la daga asesina, las manos de la chica van hacia su vientre y su mirada contempla ahora el rostro de su asesino, mientras se dibuja un interrogante. ¿Por qué?
Le falla su equilibrio y se apoya sobre el muro. El atacante continúa su camino escaleras abajo, sin una palabra, sin una explicación. La muerte se cierne sobre Elisa, mientras lentamente su cuerpo se deliza hacia abajo. Quiere gritar, quiere pedir ayuda, pero el shock le ha robado el aire. Sus palabras son grandes inspiraciones, en busca de oxígeno, mientras su garganta emite apenas quejidos lastimeros. Su cuerpo encuentra reposo sobre las escaleras, su vista se nubla, su sangre toca el suelo. Su vida se extingue, allí, sin mayor explicación, sin mayor sentido, sin siquiera haber podido alcanzar lo que estaba buscando.
Se iría sin haber podido alcanzar a Meribeth, sin haber podido entender. Sin haber encontrado lo que había venido a buscar desde tan lejos. El silencio cae sobre ella, mientras en un último esfuerzo, su brazo trata de tomar el escalón, como si intentara seguir subiendo. Pero los sonidos se amortiguan y la realidad se desvanece. Lo último que siente Elisa Requena es el peso de su propio cuerpo hundiéndose en la densa y viscosa oscuridad de la muerte.
Conserje, por supuesto
Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. Sólo a unos cuantos metros estaban las respuestas a miles de preguntas que me había hecho durante todo este tiempo, desde que ella se fue. Pero me he quedado a medio camino, eso es algo que deto, no terminar las cosas, no llegar hasta el final, la duda...
Poco a poco mi mundo se va desvaneciendo. Pasa todo tan rápido que soy incapaz de darme cuenta de qué está ocurriendo hasta que ya es demasiado tarde. El dolor comienza en el vientre, y sube hasta el pecho, hasta la garganta... quiero gritar, no de dolor, sino deimpotencia. Ana está a unos cuantos pisos por debajo y en cambio no puedo articular palabra, no puedo pedir ayuda, no puedo moverme...
Un escalofrío, y humedad, una humedad que se siente desde los dedos de los pies hacia arriba, que me va entumeciendo... esto no está bien, esto no es bueno... Caigo al suelo despacio, intento subir con todas mis fuerzas los últimos escalones hacia la respuesta que tanto ansío pero no consigo nada. NI un milimetro, ni un parpadeo... tengo los ojos cerrados, no me he dado cuenta pero ya los he cerrado, puede ser de miedo, puede ser porque no quiero ver lo que ocurre.
En el suelo ya del todo, suspiro. El aire sale poco a poco de mis pulmones y hace un pequeño ruido al pasar entre mis labios. El sonido del final, de la rendición. Ya no puedo luchar, ya no siento. Ya casi empiezo a olvidar donde estoy, y para que he venido hasta aquí.
Solo recuerdo un sentimiento de añoranza, de búsqueda, de soledad y de pena... y este frío que me llena. Nada más me llena. Sólo el frío.
Todo está oscuro. ¿estoy soñando? ¿estoy en mi cama? Me he quedado dormida y tengo que ir a clase... ¡¡voy a llegar tarde a clase!! Miro mis manos, con los ojos aun cerrados, borrosas, miro mi ropa, me encuentro de pie en uno de los pasillos de la universidad, llevo puestos mis viejos vaqueros y mi camiseta de acdc, como cuando nos quedabamos horas estudiando por las noches, como cuando pasabamos juntas cada segundo del dia, esperando que durara para siempre...
Y de repente, tan solo más frío... mucho frío.