Su cuerpo tiritaba por una desesperanza gélida. Aun inconsciente su cuerpo se encontraba encogido en forma fetal. El frío no duró mucho. Sintió como si algo la alzaba, como si fuera una muñeca y la transportaba a un ambiente más cálido. Unos golpecitos en su pierna atrajeron su atención, obligándola a despertar.
Lo primero que vio fue un nubloso rostro que poco a poco se fue clareando: era Aire.
- ¿Dónde están los raros? El elfo oscuro ese y el de los cuernos - preguntó la hechicera.
Alba, con un helador dolor en su cuerpo, no se levantó pues sus piernas aun no le respondían pero pudo incorporarse. Con sus ojos humedecidos y abundantes lágrimas cayendo por sus mejillas miró en su entorno. A parte de la infantil mujer solo divisó a Nenfirien y al gran semiorco, cabizbajos. Y supo la respuesta.
Intentó secarse las lágrimas pero estas seguían brotando. Tal vez lloraba por su vergüenza, al ser la que más opciones tenía contra ese ser y haber sido incapaz de afrontarlo. Tal vez, por la pérdida de sus compañeros. Quizá por el frío helador que arrancaba lágrimas de sus ojos. O es posible que por el dolor y lástima que el errante ser le había transmitido. Probablemente por todo ello a la vez.
Miró a Aire, contrita, y negó con la cabeza.
Gorgo al ver las hembras despertarse casi da un suspiro sonoro, pero se contiene. Con su único ojo las escudriña de arriba a abajo con preocupación, pero no demuestra compadecerlas, no lo merecen. Han sido lo suficientemente duras como para no morir al instante, corazones menos fuertes se han parado de golpe.
-Han muerto- señala el semiorco para decirlo en voz alta, le toca con el verde brazo todo lo delicado que puede ser, lo que se transforma en un pequeño empujón en el hombro de la hembra que está llorando, de nombre Alba- Vamos. Tenemos que bajar de nuevo.
El guerrero sigue mirando de reojo la puerta destrozada donde se encuentra esa alma, pero está casi seguro que no saldrá de ahí, al otro lado de los cadáveres está el altar. Porqué se mataron entre ellos sigue siendo un misterio. Sin contal al altar sólo nos queda volver a bajar por una de las "patas".
Sintió un leve empujón en su hombro, por parte de la enorme manaza del semiorco. Se le antojo casi delicado, viniendo de alguien tan tremendamente fuerte. Alzó la vista llorosa, miró a su único ojo y le dedicó una sonrisa. Elevó los brazos y se agarró a dos gruesos dedos verdes, ayudándose al aupar.
- Gracias - musito a Gorgo. Después se giró hacia la habitación y contempló los lejanos cuerpos de Asmodeo y Solom. Resopló de frustración y rabia. Tan cerca y a la par inalcanzables ante el letal espíritu rondando junto a ellos.
- Si pudiéramos sacarlos tal vez Pelor, a través de mi, podría devolvérnoslos - dijo con evidente impotencia - Pero intentar rescatar sus cuerpos, sin duda, supondrían más muertes - sentenció abatida negando con la cabeza.
Permanezco a la espera, observando la puerta por si algo aparecía por ella. NO quiero volver a entrar en ese lugar, pero los cuerpos de nuestros compañeros están ahí dentro y se que tienen cosas que podemos necesitar aparte de lo que Solom pudiera llevar.
-Aire, hermana ¿tienes algún conjuro con el que arrastrar sus cuerpos?. Si no, podría conjurar una mano de mago para atar una cuerda a sus cuerpos. Se que es arriesgado, pero sabéis que el Drow que nos acompañaba era poderoso y Asmodeo entre sus pertenencias puede tener algo que necesitemos.
Es un pensamiento que va más allá de posibles sentimientos. Si hubiera sido uno de mis hermanos sería distinto, pero ellos ahora mismo solo son dos cuerpos fríos con herramientas que nos pueden ayudar a sobrevivir en este lugar.
-¿Por qué esta guerra entre Drows? Deberíamos salir de este lugar maldito cuanto antes ahora que hemos perdido a Solom.
No dejo de mirar las puertas. Nuestras compañeras van ganando fuerza y mis pensamientos se convierten en conversaciones furiosas en mi cabeza.
Aire miró cómo Alba negaba con la cabeza, y ladeó la propia, intentando entenderla. ¿Acaso se había quedado sorda? Con rudeza, se frotó la oreja. Pero lo raro es que escuchaba otras cosas, aunque no fueran las voces de sus compañeros... Hasta que Gorgo habló
¡Oh, qué susto! Pensé que me había quedado sorda poco a poco, la información de la muerte de sus otros compañeros llegó a su cerebro. Su cara parecía sufrir un colapso, pero se la pasó rápidamente.
Oh, qué pena. A mi me gustaba mucho el elfo raro se encogió de hombros. Ya no se podía hacer nada por ello. O sí.
No se si podría. Tengo un conjuro que postra ante mi a todo los que yo convoco... Pero si está muerto, no se si podría funcionar
Aire habla del conjuro Reagrupar