En esta escena solo plasmarás tu ficha y los pasos que vayas desarrollando. Cualquier duda que tengas, como dicen las reglas, debes plantearlas por el off. Si no lo haces vía off, te arriesgas a que no te conteste hasta que vaya a poner turno, o me decida a revisar las fichas.
Por lo demás, ya puedes comenzar con la creación de tu personaje ^^ ¡Bienvenido!
Nombre y apellidos: Andrés Molina
Edad: 21
Poderes:
De adolescente se encontró con el poder de Visión Lejana. Al principio venía a él sin proponérselo, bajo tensión emocional o por peligro de algún ser querido o, incluso, sin venir a cuento y sin encontrarle mucho sentido al asunto. Luego, poco a poco, comenzó a controlarlo y a desplazar su visión a donde se le antojase. Para colocar su visión en un lugar inicial concreto, debía conocer ese lugar previamente, pero después podía "moverse" desde ese punto en cualquier dirección (incluso vertical, hacia arriba o hacia abajo) que tuviera a la vista: desplazarse por pasillos, colarse por ventanas, puertas o aberturas de lugares que no había estado anteriormente, etc. Todo ello sin mover físicamente su cuerpo, sólo con la voluntad.
Mientras esto sucedía, normalmente su cuerpo estaba quieto en el lugar donde se encontraba cuando comenzaba la visión. Con los ojos cerrados, pudiendo permanecer de pié y sin moverse, pero como si estuviera durmiendo. Es decir, si alguien lo veía y le decía algo, muy probablemente Andrés no se entaraba de nada, pues sus sentidos estaban donde se proyectaba la visión. A menos que le hablasen alto o lo zarandeasen. En ese caso "despertaba" y volvía a tener consciencia de su entorno físico. El sentido del tacto, del gusto o del olfato no se desplazaban, por lo tanto lo que sentía por estos tres sentidos era lo que realmente sentía su cuerpo en el lugar físico donde se encontraba. El sentido del oído, a veces se desplazaba junto con la vista, a veces no, y a veces quedaba como a medio camino, escuchando ambos entornos como si los sonidos surgieran de dentro de un pozo cavernoso y sin tener muy claro si los sonidos venían de una u otra parte.
Un buen día, dio el salto, nunca mejor dicho, y logró teletransportarse físicamente al lugar donde previamente había acudido con sus sentidos remotos. Esto fue un punto muy importante de la evolución de su poder, pues le permitía ir a prácticamente qualquier lugar. Primero teleportaba la visión y, cuando veía que había alcanzado el lugar deseado para la teletransportación total, la ejecutaba.
Alguna vez había conseguido teletransportarse sin proyectar primero la visión, pero esto sólo era posible a lugares muy conocidos, familiares, donde sentirse seguro. Las veces que lo había hecho había sido bajo estrés. Por ejemplo, encontrándose en el lugar incorrecto en el momento menos adecuado y estando a punto de descubrirlo alguien y: ¡PLOF!
Así pues, la evolución del poder debería ir en la línea de:
1º Lograr controlar la teletransportación a cualquier lugar conocido (no sólo a lugares familiares) sin tener que por ello enviar la visión primero. De esta manera podría usar la teletransportación como acto reflejo (para huir en una situación comprometida o, incluso, para esquivar).
2º Lograr hacer lo mismo, pero a lugares desconocidos previamente.
3º Lograr incluir el tiempo en sus desplazamientos, y no sólo el espacio. Por tanto, teletransportación espacio-temporal.
Aquí debéis publicar una descripción física y psicologica.
Andrés es un chaval tímido que no le gusta ser el centro de atención en nigún momento. Disfruta de ser la parte pasiva de una conversación y con muy poca gente tiene suficiente confianza como para mantener una charla largo y tendido. A pesar de todo, cuando habla no es un zoquete; muy al contrario, muestra inteligencia y sentido común en sus argumentos, que adereza con unas buenas dotes de observación para sacar conclusiones que acostumbran a ser acertadas.
Tiene un sentido del honor y la justicia bastante idealizado, si bien sabe por propia experiencia lo poco común que es eso en el mundo, le ofenden las personas que no respetan la palabra dada, mentirosos o que se aprovechen de los demás, especialmente si estos son más débiles.
Su complexión es delgada y su estatura normal. Es bien parecido. Incluso atractivo para aquellas personas que les atraen los hombres con rasgos púberes, pues siempre aparenta menos edad de la que realmente tiene. Aún hoy en día le hacen mostrar el DNI antes de entrar en algunas discotecas o locales nocturnos reservados para mayores de 16 o de 18. A pesar de su atractivo, no tiene todo el éxito que podría tener con las mujeres por su excesiva timidez.
Se dice a sí mismo que él debe ser capaz de hacer grandes cosas, pero lo cierto es que no se lo cree demasiado y tiene una autoestima más bien baja.
Así como la historia de vuestro personaje durante estos años.
Al contrario de lo que la gente cree, el tiempo y la distancia no son más que una burda ilusión de nuestras mentes. Somos seres simples, y por ello necesitamos ideas simples para entender nuestro complejo mundo. Eso era la base de mi visión de la realidad. Pero no era así por haber estudiado física cuántica, ni por haber entrado en una secta egocéntrica, cosas ambas que no distan mucho una de otra. Era por mi propia experiencia vital.
Era poco más que un crío, más bien irrumpía en la pubertad con un golpe seco e inesperado, como le pasa a la mayoría, y ese golpe me dejó aturdido durante aquellos años, lo cual tampoco es novedad. Pero lo realmente único fue algo que no tardé en comprender que no le pasaba a nadie más que a mí. Primero era poco más que una sensación, algo así como un mareo repentino y unas visiones confusas; duraba poco y no parecía muy preocupante. Lo dije en casa y me llevaron al médico. Todos los análisis salieron bien. Normales, decían. Por tanto, dejé de preocuparme. Hasta aquella noche. La maldita noche en que había de salir con María. Mi primera cita. No creo que sea caso aquí de explicar los nervios, frustraciones y demás zarandajas que plasman y estandarizan las películas americanas de sobremesa, así que explicaré sólo lo concerniente a mi particularidad.
Fuimos al cine. En mi pueblo, era el único cine y tampoco era gran cosa. Las palomitas las vendían en una tienda cercana y el aseo lo tenían a medias con el bar de al lado. Sí, ese tipo de cine, pero para nosotros era lo más para una cita. No nos enteramos de la película. Yo estaba más pendiente en cómo rodear a María con mi brazo y en el roce de la pierna que en cualquier otra cosa que pudiera suceder en el mundo. Ella me sonreía y todo apuntaba a que la cosa iba a acabar saliendo bien. Hubo un momento en que ella se disculpó para ir al lavabo. Estando yo allí solo, en mi butaca, con una sonrisa tan sincera como estúpida, mi vista se borró y me inundaron unas imágenes del pasillo del bar/cine hacia los lavabos. Desde un ángulo imposible, vi a María perseguida por unos macarras, en dirección a los aseos, desiertos. Ella se dio cuenta y corrió. Yo salté de la silla y también corrí. Cuando llegué, uno de ellos ya había empujado a María al, irónico, reservado de caballeros mientras los demás vigilaban, o aguardaban su turno. Esos fueron los que me dieron la paliza de mi aún corta vida y al día siguiente el caso, de cómo unos inocentes muchachos habían sido asaltados por unos desconocidos delincuentes y habían acabado ambos en el hospital, empapeló las noticias locales. María nunca más fue la misma y, aunque me agradeció el gesto, jamás pudo cruzar conmigo más de tres frases seguidas sin que le asaltara el recuerdo de aquella tarde con crudeza y crueldad.
El tiempo pasó y curó rápidamente las heridas del cuerpo, aunque no tanto las de la mente. Pero si para algo pasó el tiempo fue para hacerme preguntas sobre la visión que tuve y para respondérmelas con más visiones de aquel tipo. No tardé demasiado en pasar de visiones esporádicas, espontáneas e incontroladas, normalmente concernientes a familiares o emociones intensas, a poder provocar y dirigir tales visiones. No se puede explicar con palabras lo que es para un adolescente poseer la capacidad de la visión lejana, como la llaman algunos expertos en parapsicología. Lo que nunca llegué a creer hasta que me sucedió, fue dar el paso definitivo y, sin proponérmelo en absoluto, pasar de sólo proyectar la visión a proyectar todo mi cuerpo.
Fue un caso también sonado, cuando aparecí entre los vapores del vestuario femenino, enarbolando una importante erección. Aquello me comportó una expulsión de un mes del instituto y, a parte de la monumental bronca en casa, el tour procesional por psicólogos, psiquiatras y pedagogos, para saber el porqué de mi conducta, en una sociedad donde todo tratan de arreglarlo con fármacos, caras horas de psicoanálisis y especialistas diversos.
No me fue mal del todo, a pesar del anecdotario rico y diverso de mi juventud con la posesión de tales capacidades que, dicho sea de paso, jamás revelé a nadie. Me ahorré un buen dinero en autobús y gasolina, además de permitirme llegar siempre puntual a cualquier lugar.
Me trasladé a Madrid en cuanto pude, para intentar llevar mi propia vida lejos de las habladurías del pueblo. Los trabajos no me duraban mucho. Siempre me decían que parecía tener la cabeza en otro sitio. Lavacoches, camarero, mozo de almacén, dependiente, cajero de supermercado y un largo etcétera. A veces me pasaba por la mente utilizar lo que podía hacer para sacarle algún partido que me permitiera ganarme la vida, pero algo dentro de mí me lo impedía, algo así como una moral interna.
Me llegué a interesar por las teorías astrofísicas y de física teórica y comencé a estudiar Física en la universidad a distancia, con el naif intento de encontrar una explicación para lo que me sucedía. Aquello no estaba hecho para mí y acabé por abandonar, frustrado e impotente.
Muchas veces me preguntaba si habría otros como yo por ahí, pero nunca me atreví a indagar abiertamente por miedo a revelar mi condición a los demás
Aquí debéis de rellenar los siguientes datos:
Nombre: Andrés Molina Valverde
Nombre de la madre: Antonia Valverde
Nombre del padre: Juan Molina
Poderes: Visión Lejana y Teletransportación
Tipo de poder: (Como lo recibió) Mutación.
Edad: 21
Profesión: Asíduo de las ETTs. Sin profesión estable. Actualmente, pinche de cocina en una tasca del centro.
Estado civil: Soltero
En caso de tener pareja:
Nombre de la pareja y si está viv@:
Hijos y sus nombres y edades:
Lugar de residencia y quién vive con él/ella: Andrés vive en un piso de 50m2 en Canteras de Tilly, 27, Casco Histórico de Vicálvaro, Madrid. Es un piso de dos habitaciones que intenta compartir con algún estudiante o similar para tratar de reducir gastos. Ahora mismo está buscando compañero de piso, pues el anterior chaval que vivía con él ha dejado la carrera y se ha vuelto para su pueblo con el rabo entre las piernas, después de suspender hasta las horas de bar.
Motivación personal: Supervivencia en una sociedad hostil, conseguir ser alguien en la vida y honrar a sus padres, como compensación por toda la vergüenza que les hizo pasar de adolescente.
Gustos y aficiones: Le gusta el fútbol, es seguidor del Atlético de Madrid y pasar una tarde de fútbol, en su bar favorito, con otros parroquianos, tomando un par de cervezas y algunas tapas, es lo más parecido al paraíso que puede alcanzar. También se ha colado en el Vicente Calderón, siempre en partidos menos importantes, donde no hubiera un lleno absoluto y un tipo más o menos no diera el cante entre las filas colchoneras.
Temores: Que alguien sepa de sus capacidades. Tiene la extraña convicción que si alguien se entera de lo que puede hacer lo dormirán y diseccionarán para estudiarlo. También tiene pavor al rechazo social declarado, por lo que sufrió en la adolescencia. En Madrid nadie sabe lo que pasó en su pueblo y así debe continuar.
No le gusta: Sentirse el centro de atención.
Su Mayor miedo: Como decía en Temores, al rechazo social declarado. Una pesadilla recurrente que sufre es verse en medio de una multitud que lo señalan y se ríen de él con malignidad y sin compasión.
Persona en la que más confía (PNJs) : Desde que llegó a Madrid ha hecho pocas amistades. En uno de sus trabajos conoció a otro chaval de su edad que les unía su afición por el Atlético y desde entonces quedan para ver los partidos en los bares y, en alguna ocasión, para asistir al estadio. Su nombre es Julián Rodríguez, pero le llaman el Juli.
Luego está María Estivill, su amor de pubertad a la que intentó salvar de una panda de macarras y acabaron ambos en el hospital. Pensó que no volvería a verla más que cuando volviese por el pueblo, pero María estudia en la Complutense y se ven de vez en cuando.
Descripción de esa persona, su edad, su relación con él/ella, a qué se dedica, avatar y todo lo que se te ocurra:
En cuanto al Juli, es un chaval de 21 años en quien se puede confiar para hablar de mujeres y de fútbol, sabiendo que no va a ir por ahí contando lo que se le explique. Andrés ayudó al Juli en un asunto de faldas, haciéndole de cohartada con una ex-novia muy pesada que mantenía con el Juli una relación bastante tóxica y desde entonces cree estar en deuda con Andrés. El Juli es repartidor de FedEx, una empresa de transportes, de su delegación en Madrid Oeste. Conduce como un loco y la empresa siempre está pagándole las multas, pero es de los mejores repartidores que tiene, habiendo batido récords históricos de repartición y, gracias a eso, lo tienen en alta estima y le consienten algunos desmanes. Va a todas partes con la furgoneta de reparto, propiedad de FedEx, y la usa de picadero las noches de ligue. En cuanto a sus gustos con las mujeres son bastante alejados de lo que Andrés aprecia en el bello sexo. Al Juli le va la marcha y su historial de ex-novias y ligues parece un muestrario carcelario o de un manicomio.
Fotos del Juli y de su furgoneta de reparto:
María, en cambio, es una chica que había sido siempre más bien modosita. Nada que ver con los ligues del Juli. Es bonita e inteligente. Andrés está enamorado de ella desde siempre, pero ella, a pesar de apreciar a Andrés, desde que padecieran aquella horrible experiencia, huye de tener con él cualquier relación que trascienda la amistad. Y como amiga podría decirse que es su mejor amiga. Cuando se reencontraron en Madrid al principio fue un tanto incómodo. Ambos habían llegado a la capital buscando lo mismo, aunque por distintos caminos. María huía del pueblo y sus gentes para evitar ver reflejada en las miradas de aquellas personas la truculenta historia de su pasado. Aquellas miradas de lástima de las ancianas y no tan ancianas, o incluso de reprobación de las más machistas que pensaban que "algo habría hecho ella para provocar a aquellos muchachos de aquella forma". Esas miradas eran constantes. Quizá la mitad de las veces no estaban más que en la imaginación de María, pero estar estaban, y le hacía la convivencia en el pueblo realmente difícil. Salir de allí para ir a la Complutense fue una bendición mayúscula que la hizo llorar de alegría cuando recibió la aprobación de su solicitud de ingreso. Tras encontrarse por casualidad con Andrés una noche de copas (lo cual es una casualidad enorme, pues Andrés no tenía ni idea que María había ido a estudiar a Madrid y ella no sabía por qué barrios se movía Andrés), se intercambiaron los números de móvil ante la insistencia de Andrés y que María no encontraba una excusa convincente para negarse. Andrés, conocedor de que María lo rehuía desde aquél entonces, insistió con delicadeza y poco a poco se fueron viendo más a menudo, hasta que se convirtió en habitual el encontrarse algún fin de semana (no todos) y el chatearse por WhatsApp casi a diario.
¿Qué piensa tu personaje sobre la existencia de este tipo de poderes en el resto de personas?
Cree que eso no pasa. Que él es raro. No ha oído nunca nada parecido parsarle a nadie del mundo real y, de alguna manera, vive de forma consentida en la inopia. Si eso le pasara a la gente normal, él se vería obligado a buscar información, a acercarse a otros como él y, por tanto, a confesar abiertamente lo que él puede hacer. Y eso es algo que no le gusta como idea. Si bien es cierto que, en el caso que hubiera más gente como él, sería más fácil hablar del tema. Pero, ¿hasta qué punto fiarse de alguien que diga poseer esos poderes? ¿No sería una forma de engañarlo para que confesase? ¿Qué dirían sus padres de enterarse?
Mejor no abrir ese melón.
¿Cómo describiría a sus padres?
Andrés describiría a sus padres con mucho afecto, cariño y culpabilizándose de haberlos puesto como foco de atención de todo el pueblo por algo sumamente vergonzoso. Trabajadores y honrados, antes de nacer Andrés les costó mucho tener un hijo, así que la madre de Andrés lo concibió con casi cuarenta años, lo cual fue recibido por ellos como un milagro, pues ya se habían hecho a la idea que ellos jamás tendrían un churumbel. Así criaron a Andrés con el plus de amor de un hijo deseado y, hasta cierto punto, milagroso.
Y, sí, cuanto más altas son las expectativas, más dura es la caída. La madre de Andrés se deshace en muestras de afecto hacia él, intentando hacerle olvidar lo que sucedió tiempo atrás, pero su padre siempre muestra una cara dura, pétrea, que le recuerda constantemente el fracaso que ha resultado como hijo. Su madre, a veces, reprueba a su padre, pero se vislumbra en la condescendencia de la voz de Antonia, que en el fondo opina igual que su marido.
A pesar de ese trato difícil, a veces, e incómodo, casi todo el tiempo; Andrés quiere a sus padres y desea poder volver un día como triunfador y resarcir todo aquello.
¿Cómo se describiría a si mismo?
Poca cosa. Tiene un cuerpo delgado, no triunfó en los estudios ni triunfa como trabajador. Es muy observador, y esa cualidad sería la que él mismo destacaría positivamente de sí mismo. No és Sherlock Holmes, pero tiende a no pasar por alto los detalles. Es más inteligente de lo que es cree y, si no le fue mejor en los estudios, fue por sus circunstancias más que por su capacidad.
Es bien parecido, pero su timidez frena el éxito que podría tener entre las chicas. Tiene baja autoestima.
¿Cómo crees que los demás lo ven?
Andrés es un chaval que pasa desapercibido generalmente. Por ello, los demás tienden a ignorar su presencia a menos que sea muy evidente. Una vez entabla conversación con alguien, se descubre que es un chaval listo y con más conocimientos de los que generalmente se le supondrían. Tiene todo el aspecto de un buen chaval y es fácil que los demás confíen en él, si bien alguien desaprensivo puede intentar tomarle el pelo al detectar cierta candidez en el muchacho.
¿Mejor amigo o amiga, o persona en la que más confía y si sabe algo de su poder?
Sus dos mejores amigos, el Juli y María, no saben nada de su poder. Si bien, María sospecha algo, pero le es difícil imaginar la dimensión de esos momentos de "soñar despierto" o de la habilidad de Andrés para ser siempre puntual a las citas, incluso en momentos y situaciones de difícil comprensión. "- ¡Qué pronto has llegado! - Sí, estaba cerca." Es una conversación que se ha repetido entre ellos demasiadas veces como para ser casual. Si Andrés tuviera que decir en quién confía más, María sería la elegida.
- Sobre la historia, ten en cuenta que el tema de tus poderes no debería quedar a la vista. En tu historia pública deberías narrar cosas sin hablar de tus poderes. Si quieres, puedes aprovechar la pestaña de notas para poner tu historia real y completa.
- Su mayor miedo es algo importante en la partida, ¿podrías desarrollármelo un poquito más?
Por lo demás puedes subirlo todo a la ficha.
Vale pues una vez hecho esto vamos a dar comienzo con la partida. De momento vamos a ir de forma individual hasta que estemos todos juntos. Vamos a tratar de ir sin prisa pero sin pausa, yo intentaré postear en cuanto lo hayas hecho tú, pero mínimo un post semanal.
La partida comienza el 25 de Octubre del 2017, a las 11 am.
Debes empezar por dónde tú quieras y cómo tú quieras. Pero debes narrar hasta esa fecha. Puedes empezar hablando de lo que hace tu PJ ese día y lo que está haciendo en ese momento, o lo que tú quieras.
Primero quiero intentar profundizar en lo del "mayor miedo". Antes sólo puse:
Su Mayor miedo: Como decía en Temores, al rechazo social declarado. Una pesadilla recurrente que sufre es verse en medio de una multitud que lo señalan y se ríen de él con malignidad y sin compasión.
Como "mayor miedo" no es muy original, pero es lo que mejor me cuadra con su historia. Profundicemos:
Tiene pánico a hablar en público. Preferiría hacer cualquier otra cosa en el mundo que subirse a un escenario ante un montón de gente y tener que decir algo. Comenzaría a sudar, un nudo en la garganta le impediría hablar y acabaría huyendo (ya sabemos cómo) o desmayándose.
Tiene pesadillas de vez en cuando, donde se ve siendo el hazmerreír de familiares y conocidos, para acabar de arreglarlo la mirada despectiva de sus padres, que lo repudian en público.
En una reunión social, buscará un lugar poco expuesto y, a ser posible, evitará hablar con nadie que no conozca. Se pondrá nervioso si alguien comienza una conversación con él, especialmente si se trata de una mujer atractiva. Fácilmente acabara diciendo cualquier cosa que no viene a cuento, por puro nerviosismo, o si no lo dice, creerá que lo dice y procurará hacer "mutis por el foro" tan pronto como pudiera.
En términos de juego, yo le haría tratar de superar una tirada para contener sus ganas de largarse de allí en cuanto antes, incluso para controlar su nerviosismo cuando tenga que hablar con algún extraño. Pero no sé si es así como pensabas gestionar estas cosas, sólo es una sugerencia.
Ni qué decir tiene que me gustaría que tuviera la oportunidad para superar sus miedos a lo largo de las aventuras que pueda padecer, pero no creo que una partida por web dé tanto de si.
No sé si es esto lo que me pedías con "profundizar un poco más con el miedo". Si te parece bien, dímelo y lo subo a la ficha.
Sí, me parece bien, súbelo a la ficha.
25 de Octubre del 2017, 11 am.
Eso marcaba la pantalla del teléfono móvil de Andrés, cuando se lo sacó del bolsillo del pantalón para echarle un ojo y saber si era ya la hora de entrar a trabajar.
- Tengo media hora. - Se dijo a sí mismo. Aún se encontraba en el salón de su piso, aunque ya vestido, duchado y afeitado. Como siempre, planeaba teletransportarse a unos aseos públicos cercanos a la Plaza Mayor y de ahí dar un corto paseo hasta el restaurante Trattoria Malatesta, donde le habían dejado entrar a trabajar hacía a penas una semana como fregaplatos y comenzaba a las 12, pues hoy le tocaba turno de "tarde", lo cual venía a significar tener que trabajar hasta que el restaurante cierre, a horas intempestivas.
Ayer lunes libró y tuvo tiempo de verse con su colega Juli para ir a tomar algo. No fue nada memorable y él tenía la cabeza mas en María que en las chorradas del Juli, pero su amigo ya estaba acostumbrado a las ausencias esporádicas de Andrés, así que no se lo tuvo en cuenta.
Lo cierto es que vió a María a la hora del almuerzo y la encontró algo rara. Los lunes aprovechaba para dejarse caer cerca de la Complutense y comer con María en un burguer de por allí, pero ayer María no pudo, a no quiso, comer con él. Adujo algo referente a exámenes, pero parecía nerviosa. Sus labios decían una cosa, pero sus ojos decían otra. Al final Andrés comió él solo. En lugar de comer en el burguer, se comió por la calle un menú ahorro que compró para llevar. Prefería eso a sentarse sólo en una mesa, siendo observado como un bicho raro por los demás que acudían acompañados al restaurante de comida rápida.
Los mensajes de whatsapp que después se cruzó con ella tampoco lo sacaron de dudas, más al contrario. Eran parcos y con más emoticonos de la cuenta, como para evitar tener que escribir demasiado.
Cuando el Juli le arreó un guantazo en el hombro para despertarlo de sus ensoñaciones, casi le hace caer el teléfono al suelo, pues lo estaba mirando desde hacía un rato, pero María no había contestado a sus últimos mensajes.
- Andrew, tío, despierta, que ponen las repeticiones. Joder, el Cholo, que par de huevos que tiene. No sé si vamos a ganar una mierda este año, pero creo que me voy a tatuar su jeta aquí. - Se señaló una zona del brazo derecho que estaba libre de tatuajes. - ¡Jimmy, otra birra! - Gritó al camarero. - ¿Quieres algo? - Le dijo a Andrés, que negó con la cabeza tras comprobar que la Mahou que tenía en la mano aún estaba por la mitad. Juli tenía la costumbre de anglicar el nombre de la gente con quien cogia confianza. El camarero se llamaba Jaime y siempre que el Juli lo llamaba Jimmy hacia una mueca de resignación, pero acudía, sin duda pensando aquello de "el cliente siempre tiene la razón".
Después de aquello, entre las repeticiones del fútbol y la discusión que siguió al respecto del arranque de temporada del Atlético, Andrés se animó y apartó María de su mente.
La noche no estuvo mal. No bebió tanto como para tener que lamentar resaca al día siguiente y pudo desconectar de sus problemas y quebraderos de cabeza.
La mañana del lunes la había pasado buscando compañero de piso, pero a esas alturas del año era difícil encontrar a alguien. La mayoría ya habían hecho los "deberes" y quien necesitaba un piso para el curso ya lo tenía. Además que su ubicación tampoco era la mejor del mundo, pero no pedía mucho por la habitación, y eso esperaba que fuera aliciente suficiente para poder encontrar alguna oveja descarriada que se hubiera quedado sin piso a última hora o que se hubiera decidido tarde a vivir en la capital o cosas por el estilo.
Era una de las cosas que le quería pedir a María, si podía hacer correr la voz que alquilaba habitación por entre los chavales de su facultad. Incluso había preparado unos carteles y se los quería enseñar para que ella le diera su opinión y, si podía, colgase alguno por la universidad. Pero la reacción de la chica lo había dejado frío y no pensó en los carteles hasta más tarde, cuando se comía la hamburguesa por la calle.
Cuando Andrés llegó a casa había un extraño sobre encima de la mesilla. Cuando había salido no lo había visto y se extrañó pues no sabía quién podría haberlo dejado ahí.
En el sobre se podía leer con letras claras y grandes el nombre de Andrés Molina. No llevaba ningún remite, quizá lo hubiera dejado allí El Juli. O quizá, María había estado tan rara porque era una sorpresa de ella. ¿Pero, por qué no le había dicho nada?
Andrés abrió la carta impaciente, quería saber de qué se trataba.
Cuando logró abrir el sobre, allí había la entrada de algo, parecía ser una entrada para el Circo del Sol.
Cuando Andrés abrió aquel sobre, las sospechas que el Juli hubiera podido tener algo que ver se disiparon de inmediato en la mente de Andrés. Por varios motivos que le llovieron de inmediato: una invitación al Circo del Sol por su parte sólo podría ser una broma, pero el Juli no se gastaba 55€ en una broma, a menos que la invitación fuera falsa, y aún así no tenía un sentido del humor tan fino.
Luego pensó en María. Sopesó que tampoco es que ella fuese sobrada de pasta como para asegurar que viniera de su parte. - Pero, ¿de quién si no?
Además, eso explicaría en parte su extraña actitud. Aunque no dejaba de ser extraño. Sin olvidar que le planteaba un problema importante, y es que a la hora de la función se suponía que él estaría trabajando.
Lo primero, debía asegurarse si aquella entrada la había dejado allí María. Miró dentro del sobre y por detrás de la entrada, por si encontraba algo escrito. Luego tomó el móvil y le mandó un whatsapp a María, preguntándole si era cosa suya lo del sobre.
Mientras lo escribía, pensó que podía llamar al trabajo y hacerse pasar por enfermo. En el peor de los casos, le pedirían un justificante médico que no podría presentar. Era arriesgado, pero tampoco era el trabajo de su vida. Aunque la cosa no estaba como para ir desechando trabajos alegremente, y menos en aquel momento en que no tenía compañero de piso para compartir gastos. También podría pedirle a Miguel el favor de cubrirle esa tarde, y cambiársela por alguna otra que le viniera bien a él. Miguel era otro pinche de cocina que trabajaba en Malatesta, con quien se alternaba los turnos, principalmente.
Mientras esperaba la respuesta de María, se quedó mirando el precio de la entrada. 55€ era un pastón para una función de circo. Andrés recordaba las funciones del circo que pasaba de vez en cuando cerca de su pueblo, y la verdad aquello no valía ni el papel con el que imprimían las entradas. Si había sido cosa de María, debía arriesgar su puesto... y si no había sido ella, quizá conseguiría una pasta revendiéndola a las puertas del Palacio de los Deportes.
Andrés mandó el mensaje por el WhatsApp a María, pero la muchacha parecía no contestarla. Tenía el doble click de que el mensaje había sido entregado, pero no se ponía de color azul. Era muy extraño, pues pasó bastante tiempo y seguía sin recibirlo. Cuando Andrés decidió llamarla para ver si lograba localizarla, el teléfono parecía estar más que apagado, claramente fuera de cobertura. Tardaba mucho en dar señal. ¿Dónde se habría metido María?
Puedes narrar ya que te diriges al circo. Es a las 17,30
Y junto a tu post, en el apartado de notas de juego, indícame qué lleva tu personaje contigo. Todo lo que suela llevar para salir. Incluído como va vestido, que debería ir al apartado de descripción si no lo has puesto ya.
Pero lo que no lleves ahora, no lo llevarás más adelante hasta que no vuelvas a casa, o lo encuentres por el camino.
- ¡Qué cabrón, puto Miguel! - Murmuró Andrés entre dientes cuando salió del Malatesta a las tres de la tarde. Miguel había accedido a hacerle el favor, pero se lo había cobrado caro. Acabó sacándole dos turnos tarde-noche de fin de semana, así que la semana que viene el viernes y sábado por la noche le tocaría pringar nuevamente, y eso significaba quedarse sin fines de semana durante tres semanas seguidas. Miguel debería dedicarse al regateo, se le daba de lujo.
Cuando Andrés regresó a su casa para ducharse y vestirse adecuadamente, aún no le había pasado el cabreo. Hay que decir que no pasaron más de unos pocos minutos, claro, lo que tardó en llegar a uno de los aseos públicos que usaba como "cabina de teletransporte".
Puso algo de música, enchufó el teléfono móvil a cargar y se metió en la ducha. El agua caliente lo relajó y se convenció que aquello del circo era una treta de María, y la idea cada vez le gustaba más, así que se animó bastante.
Tenía ganas de hablar con ella. Estar con ella siempre sacaba lo mejor de sí mismo. Cualquier día no aguantaría más y le plantaría un beso en los morros. Pensar en María aderezó la ducha.
Cuando salió, repasó su afeitado, buscó sus mejores tejanos y sus zapatos más lustrosos. Camiseta, camisa y una chaqueta negra. Pasó bastante tiempo ante el espejo peinándose, hasta que estuvo satisfecho del resultado.
De repente, un recuerdo lo asaltó sin compasión. Aquella tarde hace años, cuando había quedado precisamente con María para ir al cine, en su casa se arreglaba con idéntica ilusión a la que estaba sintiendo en ese momento y eso le hizo rememorar todo aquello. - ¿Qué haría si volviera a suceder algo así? - Pensó. Pero no tenía una respuesta convincente. Ahora controlaba mucho mejor su poder, pero no le servía para enfrentarse a una lucha cuerpo a cuerpo. Si abrazase a María y se teletransportase, ¿ella también se teletransportaría? Andrés no podía saberlo. Lo único que sabía es que las cosas que llevaba encima se teletransportaban con él, igual que aquellas cosas que agarraba con las manos, así que podría funcionar.
De todas formas, y sólo como medida desesperada, fue a la cocina, sacó un cuchillo jamonero y lo llevó a su habitación. Lo dejó encima de su escritorio y pensó en que, si María estuviera en peligro y no pudiera traerla consigo, él se teletransportaría hasta ahí, tomaría el cuchillo y volvería a salvarla... o a que le dieran otra paliza.
Con esos pensamientos tan funestos, se enturbió su buen humor.
Finalmente, se aseguró de llevar dinero encima. Abrió el doble fondo del cajón donde guardaba los calzoncillos y cogió cien euros de la reserva para emergencias. Llendo a un sitio de postín como aquél, no era de recibo aparecer sin blanca; tras el gasto que había desembolsado María, podría estar bien si fuesen a cenar a algún sitio caro y lo pagaría él.
17:00. Ya era casi la hora. El sobre con la entrada estaba en el bolsillo interior de la chaqueta, el móvil en el bolsillo del pantalón y el dinero en la cartera; cerró los ojos y obró su magia. Buscó un lugar cercano al Palacio de los Deportes y suficientemente reservado como para no ser visto. Encontró un Corte Inglés, un ascensor bajaba vacío hacia la planta baja. Perfecto.
Salió del ascensor, sonriendo a una señora mayor y muy bien arreglada que esperaba el ascensor, salió de los grandes almacenes y se dirigió al lugar de la función. Estaba nervioso. - ¿Y si no es cosa de María? - Todas las dudas hacían acto de presencia en aquel momento.
Viste:
- Chaqueta negra de abrigo, de imitación de piel.
- Camisa color salmón claro, con el cuello desabrochado hasta el tercer botón.
- Bajo la camisa, camiseta normal blanca que se ve por el cuello desabrochado de la camisa.
- Gafas de sol colgadas del cuello de la camiseta y que reposan sobre el pecho de la camisa.
- Pantalón tejano.
- Zapatos lustrosos.
Lleva:
- Teléfono móvil (smartphone de los baratos).
- Cartera con documentación, tarjeta de débito y 100€ en metálico.
- Sobre con entrada para El Circo del Sol.
Viste:
- Chaqueta negra de abrigo, de imitación de piel.
- Camisa color salmón claro, con el cuello desabrochado hasta el tercer botón.
- Bajo la camisa, camiseta normal blanca que se ve por el cuello desabrochado de la camisa.
- Gafas de sol colgadas del cuello de la camiseta y que reposan sobre el pecho de la camisa.
- Pantalón tejano.
- Zapatos lustrosos.Lleva:
- Teléfono móvil (smartphone de los baratos).
- Cartera con documentación, tarjeta de débito y 100€ en metálico.
- Sobre con entrada para El Circo del Sol.
Fin del post