- Tranquilo agente... - Dijo la doctora. - Nosotros nos encargamos ahora. Si necesitamos algo ya se lo haremos saber. - La doctora Villa fue muy correcta, pero estaba muy seria. Sin duda lo que tenía entre manos era un caso difícil se sacar adelante.
- Gracias... - Le respondió el padre de Gonzalo con la voz rota a María.
Aquel hombre se sentó en una silla que se encontraba muy cerca de donde se encontraba la agente y permaneció mirando en silencio como los servicios sanitarios trataban de reanimar a su hijo.
- Han llegado rápido y han hecho un buen... - Rompió a llorar desconsolado.
Los minutos iban pasando rápido. La doctora y las enfermeras trabajaban sin descanso. Realizaban el masaje cardíaco alternando de tanto en cuento con alguno de los agentes. Más fue quien más activo se mostró en ese sentido, prestándose siempre que pudo a ayudar con las compresiones torácicas. María y Fernando también volvieron a masajear el cuerpo de Gonzalo, pero tan solo en un ciclo más cada uno. Su labor principal desde ese momento fue la de consolar al destrozado padre.
Poco a poco empezó a llegar gente. Primero fue la tía de Gonzalo, luego la vecina, su primo y algún curioso más. Fernando y María lograron contener a las masas en el exterior del domicilio. No es que aquel piso fuera muy grande y ya no cabía mucha más gente. Además, lo único que podían hacer allí dentro era molestar a los servicios sanitarios. No fue fácil contenerlos, pues todos querían pasar a ver a Gonzalo, hablar con su padre o simplemente dar consejos a los facultativos médicos acerca de como debían hacer su trabajo.
Pasaron cuarenta minutos desde que llegaron los servicios médicos. Durante ese tiempo siguieron tratando de salvarle la vida a Gonzalo. Le pincharon mucha sustancias para tratar de hacer que el corazón volviera a activarse. Por desgracias, el desfibrilador no aconsejó en ningún momento volver a dar una descarga. Gonzalo se había ido para siempre y así lo decretó la doctora tras el esfuerzo realizado.
Tan pronto estaba feliz y bromeando con su padre mientras preparaban la cena, cuando sin más ni menos cayó desplomado y murió apagando su consciencia para siempre. Gonzalo se había ido sin más. Sin poder despedirse y lo único que había logrado decir, habían sido una incoherentes palabras sin demasiado sentido para ellos. Palabras fruto del miedo y el desconcierto. Asimilar aquello era ahora un trabajo difícil para su padre, familia y amigos, entre los cuales se contaban tanto Fernando como María.
- Es el momento de parar... - Le transmitió Marina a la enfermera, a la técnico y al oficial. - No podemos hacer nada más... - Les dijo.
Entonces la doctora se giró hacia el padre de Gonzalo. Aquel hombre se quedó petrificado. Vio como los sanitarios detenían todo trabajo de resucitación y como Gonzalo seguía tendido en el suelo. Había muerto. Su hijo había muerto delante de sus ojos y nadie, ni él, ni los agentes, ni el servicio médico había logrado hacer nada para devolvérselo. Marina se acercó al padre destrozado.
- Lo siento mucho... - Dijo entonces. - ...hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos. - Posó su mano sobre el hombro de aquel padre con el corazón hecho añicos. - Pero... no ha sido posible...
- Mierda... - Les susurró Más a los dos agentes. - ¡Puta mierda! - Exclamó en un susurro.
El oficial no conocía a Gonzalo. Había visto muchos casos como aquel, pero aún así se le veía afectado. Era normal. Aquello pasaba de vez en cuando, aunque no era lo habitual en su trabajo. Era cierto que en ocasiones acudían a llamadas como aquella, pero no era su día a día. Los sanitarios estaban más acostumbrados que ellos a nadar entre la vida y la muerte.
- Era un chico joven... - Gruñó para sus adentros fastidiado. - ¡Qué putada!
Fernando se quedó mirando al padre, que lloraba desconsolado. Estaba indeciso: no sabía si sería mejor decirle algo, o quedarse en silencio. Tampoco tenía claro si sería capaz de pronunciar una palabra sin quebrarse y ponerse a llorar él también.
No sabiendo qué hacer, decidió que era mejor no meter la pata, y se dispuso a salir de la habitación: necesitaba aire.
Una vez fuera, apoyó la espalda contra la pared, y, sin alzar la voz, comenzó a rezar, apenas moviendo los labios:
- Padre nuestro, que estás en los cielos... santificado sea Tu nombre... venga a nosotros Tu Reino...
No quería preguntarse si podían haber llegado antes, o si podrían haber hecho otra cosa, o si de alguna manera podrían haber evitado lo sucedido.
No quedaba nada mas. Todo se habia hecho, y estaba segura que de la manera correcta y como muchas cosas en la vida, no habia servido de nada. Me sentia mal... muy mal y muy culpable aunque sin saber porque.
Solo podia pensar en la desesperacion del padre y mi funcion alli en ese lugar. Jamas me habia sentido tan inutil en la vida, ni siquiera con la muerte de mi madre.
Todos esos recuerdos solo ayudaron a que me sintiera peor.
- Lo siento mucho, señor... de verdad lo siento mucho..... dije con agua en los ojos.
Afuera ya mas concentrada evite que vecinos y demas personas pudieran siquiera ver hacia dentro lo que sucedia o lo que acababa de ocurrir. Aquel pobre hombre necesitaba tiempo y discrecion para poder asimilar aquello y al menos podia hacer algo mas por el mientras estaba alli.
- Gra... - Sollozó totalmente desolado. - Gracias... - Y entonces se derrumbó sobre María y comenzó a llorar sobre su hombro abrazado a la agente.
María no sabía muy bien donde meterse, pero lo cierto era que aquel hombre había encontrado cierto consuelo en su persona o más bien un hombro sobre el que descargar sus lágrimas.
- Era un buen chico... - Dijo en un susurro entrecortado. - Acababa de... acababa de conseguir su sueño de hacerse policía y ahora... - Rompió de nuevo a llorar desesperadamente. - ¿Lo...lo conocías? - Le preguntó.
- Muy bien... - Dijo la doctora en cuanto se acercó a los agentes.
Fernando y el oficial enseguida prestaron atención a lo que la doctora tenía que comunicarles. Portaba unos papeles en la mano que iba releyendo hasta que levantó la mirada y se centro en hablar con los agentes.
- Hemos hecho todo lo que hemos podido, pero bueno... - Se encogió de hombros. - No siempre se puede. Le ha revenado una arteria cerebral y bueno... estaba destinado a morir aquí. No se podía hacer nada. - Desveló. - No obstante, no puedo certificar la muerte natural...
Dicho aquello se encamino hacia el padre del fallecido y posó una mano sobre su hombro.
- Lo siento mucho... - Le dijo.
Las sanitarias empezaron a recoger sus utensilios y una vez todo estuvo de nuevo cargado en las bolsas, salieron del edificio, se montaron en la ambulancia y desaparecieron del lugar.
- Eso significa que ésto es una muerte judicial... - Dijo entonces el oficial. . Voy a llamar a la Guardia Civil. Supongo que el 112 les habrá avisado y estarán al llegar, pero por si acaso. En este tipo de casos se encargan ellos...
Dicho ésto oficial salió de edificio y agarró su teléfono para hacer la llamada que había indicado que iba a hacer. Fernando se quedó mirando a su compañero de academia. Había sido un final muy triste para él. Su cuerpo sin vida todavía estaba tirado sobre el frío suelo de la cocina y sus ojos ensangrentados miraban hacia ningún sitio. ¿No sería buena idea taparlo?
Aquel hombre se habia desarmado en mi hombro y la verdad falto muy poco, pero muy poco para que yo terminara llorando junto con el. Aquello me sobrepasaba y sin saber mucho que hacer le di un par de palmadas tratando de consolarle.
- Si le conocia, habiamos compartido con el en la Academia. Dije muy lentamente.
Una vez que se pudo calmar aquel hombre le pedi una sabana para cubrir el cuerpo. No tenia caso exponerlo mas a miradas curiosas y de alguna manera queria dejar de verlo aunque no podia, ya que si cerraba los ojos alli estaba el cuerpo inerte mirandome con expresion acusadora por no haberle salvado la vida.
- Gracias... - Dijo con la voz rota aquel hombre.
Entonces se apartó sutilemente de la compañía de María y caminó hasta donde se encontraba el cuerpo de su hijo. No hizo caso a María con el tema de la manta. Simplemente se tumbó al lado de Gonzalo, y le cogió de la mano y comenzó a hablarle en voz baja. María no sabía que le estaba diciendo, pero por el tono de voz y lo ojos cristalizados con los que miraba al cadáver de su hijo, era muy probable que se estuviera despidiendo de él.
No tardó más de media hora en llegar una unidad de la Guardia Civil de Inca. El oficial habló con ellos pasándoles las novedades y ellos se encargaron de la custodia del cuerpo hasta que acudiera al lugar el médico forense o el juez de guardia decretara el levantamiento del cadáver. A partir de ese punto la actuación de la Policía Local se daba por concluida y era la policía judicial, en éste caso de la guardia civil, quienes se harían cargo de todas las actuaciones restantes.
El oficial se acercó a sus agentes comunicándoles tales extremos y los tres abandonaron el lugar. María y Fernando estuvieron a punto de ir a despedirse del padre de Gonzalo, pero al ver que todavía se encontraba recostado en el suelo junto al cuerpo sin vida de su hijo, decidieron no hacerlo. Estaba teniendo un último momento íntimo con quien fuera su compañero de academia y era mejor dejarle y no romper aquella última conexión que estaba teniendo con Gonzalo, a quien después de su entierro, nunca más volvería a ver.
Los agentes se montaron abordo de sus vehículos policiales y se encaminaron en silencio hacia el cuartel. María y Fernando prácticamente no hablaron y una vez en Dependencias salieron del furgón apesadumbrados por lo que acababa de suceder. En el interior del cuartel se encontraba ya el oficial que al verles entrar cabizbajos les dio unas palmadas a cada uno en la espalda tratando de alguna manera de reconfortalos.
- ¿Le conocías, verdad? - Les preguntó. - Nuestro trabajo tiene estas cosas a veces. Es duro, pero es así. Te encuentras en situaciones que el resto de personas difícilmente vivirá durante su vida. No al menos constantemente. - Argumentó. - Es verdad que en la mayor parte de los casos, cuando tenemos una intervención como ésta, no conocemos a quien estamos tratando de salvar la vida. Lo hace más impersonal, pero siempre es difícil de todas formas. - Hizo una pausa de algunos segundos. - Con el tiempo te vas curtiendo y aunque hay algunos compañeros que lo pasan peor que otros, al final acabas por aceptarlo como una cosa más del trabajo. - Les abrazó a ambos a la vez, uno con cada brazo como si fueran sus propios hijos. - Habéis hecho un buen trabajo. Habéis llegado rápido y habéis demostrado profesionalidad. Podéis estar orgullosos de vosotros mismos. Aunque no hemos conseguido salvarlo, hemos hecho todo lo posible y no se nos puede pedir más...
Asenti a todo lo que nos decia Mas pero realmente no lograba sentirme mejor.
Solo esperaba terminar ese turno e irme a casa y olvidarme de este dia, aunque sabia que eso seria dificil.
- Si le conocia, le conociamos en la Academia, no es que fuese amiga de el, de hecho no le reconoci cuando llegamos pero no es algo que te esperas....
Aunque tomaba cafe, realmente preferia haberme tomado un vodka aunque no me gustaba mucho.
- Gracias Jose, estare bien.. solo ha sido un muy mal dia.
Era raro llamarle Jose al agente Mas, pero en ese momento era mas un amigo, que un compañero de trabajo.
- Espero que Fernando lo asimile mejor que yo.