Partida Rol por web

Ya habían pasado algunas semanas desde la trágica muerte de Bernat. La Guardia Civil se encargó de la instrucción de las diligencias, aunque solicitaron varios informes a los intervinientes, así como a la jefatura del cuerpo de la Policía Local. Aquel asunto, pese a que estaba bastante claro, podía traer bastante cola. Suerte que en el fondo, se habían seguido todos los protocolos para devolver el arma al agente Martorell y se había informado días atrás al Ayuntamiento de las irregularidades que estaba cometiendo en cuanto a que estaba incumpliendo las incompatibilidades laborales. En caso de que se tuvieran que depurar responsabilidades en ese aspecto, ya iba a ser cosa del Ayuntamiento.

En cuanto a las acusaciones de violencia doméstica vertidas contra Bernat, no se volvió a hablar del tema ni se supo mucha cosa más. La presunta pareja de Bernat no oficializó finalmente denuncia alguna y aunque fue citado a declarar no compareció nunca. De hecho, al tratar de localizarle fue imposible. Del tema de los presuntos abusos hacia menores. Tampoco se aclaró gran cosa. Al fin y al cabo eran temas antiguos que tuvieron lugar en otros municipios y que sólo se respaldaban mediante habladurías. 

Fuera como fuera y aunque el pueblo habló de aquel asunto durante casi un mes, pasado ese mes todo parecía haberse olvidado. Nuevos chismes circulaban por el municipio que habían enterrado el turbio asunto del agente Bernat Martorell, al que el Ayuntamiento dedicó una placa que colocó en la plaza del pueblo, junto a la de un antiguo alcalde fusilado en la guerra civil y varios hijos predilectos de la población. Y como siempre, la vida seguía en Llanura del Buenpaso y la actividad policial no se detuvo. Como solían decir los veteranos, nadie era imprescindible en aquella plantilla y el puesto que uno dejaba lo ocuparía con mayor o menor eficacia otra persona, o puede que quedase vacante, pero eso al Ayuntamiento y al político, solía traerle sin cuidado.

María y Fernando entraban de servicio aquella noche. Ainay Álvaro no trabajarían durante su turno. Fernando acababa de regresar de vacaciones y María había gastado algunos días de asuntos propios para alargar su semana libre, por lo que ambos regresaban con las pilas cargadas. Fernando se había dio a Valencia con Sara a pasar unos días y María había ido a ver a su familia y había estado en la playa con Alex y otros nuevos amigos.

Ese turno de servicio iban a ser pocos. Aina y Álvaro aprovechaban también para gastar sus últimos días de vacaciones. Así que el turno de noche iba a ser muy corto de personal. Tan solo dos agentes junto al oficial Más. Suficientes para cubrir el pueblo, normalmente tranquilo durante las horas nocturnas y ahora que estaban a punto de entrar en noviembre, el Puerto de la Cabeza ya casi se podía dejar totalmente descubierto tanto de día como de noche.

- ¿Qué tal chicos? - Dijo un alegre Antonio nada más llegar a base los dos agentes del turno de noche. 

Fernando y María habían llegado casi a la vez y se habían encontrado en la entrada de la jefatura. El oficial Más ya se encontraba en el interior de la sala de brifing hablando con el oficial Taltavull. Como era costumbre entre los jefes de servicio, se pasaban información relevante acerca de los turnos anteriores al inicio y finalización del servicio.

- Hoy hemos tenido una tarde movidita... Dos accidentes y un par de discusiones entre vecinos. ¡Como odio ese tipo de servicios! Nunca o casi nunca resuelves nada... - Dijo entonces el veterano agente, una de las últimas incorporaciones a la plantilla. - ¡Pero id a cambiaros, cuanto antes estéis antes me puedo ir yo! - Y soltó una carcajada.

Fernando y María pasaron a los vestuarios para cambiarse. Una vez listos y uniformados pasaron a la sala de briefing. Por aquel entonces ya no quedaba ni rastro del agente Antonio, como tampoco del oficial Taltavull. Pese a que no eran las todavía 22:00 horas, ya se habían marchado de la jefatura. En cambio allí les esperaba su oficial y jefe de servicio, Jose Más.

- He hablado con la Guardia Civil... - Dijo mientras anotaba los distintivos de ambos agentes rasos en la hoja de ruta. - ...si no necesitan apoyo ni nada en particular, esta noche nos quedamos en el pueblo. Ellos se encargarán de la zona costera. ¿Bien? - Les preguntó alzando la mirada. - Somo pocos, así que no quiero que os metáis en líos. Tengo que ponerme al día con los expedientes de vehículos abandonados así que aprovecharé esta noche para ponerme con ello. - Carraspeó. - Saldré un rato con vosotros cuando mi cabeza no de para más, pero de momento... me quedo en base. - Les entregó la hoja de ruta. - No hay nada en especial para hoy. Si queréis hacer un poco de vigilancia rural... últimamente se han denunciado alguno robos. La Guardia Civil nos ha alertado de ello. ¿Entendido? 

 - De acuerdo. ¿Sacamos el furgón?  Lo digo por si tenemos alguna alcoholemia.

Fernando temía que María hiciera alguna broma sobre él y el furgón, pero, por lo demás, casi se había terminado de reconciliar con aquel cacharro. Casi.

Por otra parte, las vacaciones le habían servidor para descansar el cuerpo, pero no la cabeza. Había tenido un par de sueños inquietos, aunque al despertarse no era capaz de recordar si, tal y como sospechaba, había soñado con el suicidio de Bernat. También le rondaba la cabeza la idea de que, si hubiese actuado con mayor decisión, quizá le hubiera podido salvar la vida.

- Sabes que prefiero las motos Fernando, pero esta noche parece que habra algo de frio, si quieres tomamos el furgon pero conduces tu!

Asi tendria que conducir el y yo podria hacer nada desde el telefono mientras charlabamos o criticabamos a los transeuntes. Parecia que iba a ser una noche tranquila y no habria que perseguir a nadie asi que el furgon estaba bien.

Mas y Guillen nos habian resportado el dia y la Guardia Civil estaria en la costa asi que nos tocaba pasear entre calles y gente que ya nos conocian.

Tome mis cosas, mi chaqueta y verfique mi arma, algo que hacia siempre antes de salir.

- Cuando quieras! estoy lista, llevo cafe por si quieres! Y le enseñe un termo que tenia en mi mano derecha.

Hacia tiempo que no estaba sola con Fernando. De seguro serviria para conocernos mejor.

Finalmente Fernando aceptó la sugerencia de su compañera poniéndose a los mandos del furgón. Salieron a patrullar las calles del núcleo urbano que a esas horas ya estaba del todo desierto. Habían cenado en casa, pero les faltaba el café y María muy precavida había traído un termo lleno. Hacía bastante frío esa noche. Había refrescado en los últimos días. Suerte que a principios de semana les había llegado la uniformidad de invierno. Con las chaquetas que les habían comprado, las noches heladas se hacían más llevaderas, aunque todavía no había llegado el verdadero frío.

Se encontraban la carretera MA. 20 132 a la altura del cruce con la calle Bernardo Fiol. La calle principal del pueblo estaba tan vacía como el resto de calles de Llanura esa noche. La gente se había metido en sus casas y no parecía con ganas de querer merodear por las calles. Incluso los pocos bares que había abiertos estaban bastante vacíos a esas horas. Normal siendo un martes por la noche por otra parte. Al fin y al cabo aquel municipio era lo que se conocía como un "pueblo dormitorio". La mayor parte de los habitantes iban a sus casas a dormir y poco más, pues hacían su vida durante el día en Palma, la capital de la isla.

Parecía que iba a ser, como ya había pronosticado el oficial Más, una noche tranquila. Pero era esos días en los que uno se encontraba demasiado desocupado que hasta echaba de menos alguna llamada, aunque fuera de un vado permanente, cuando solían sucederse algunas llamadas comprometidas y ese iba a ser uno de esos días. Tan sólo se encontraban en la calma previa a la tormenta.

No llevaban ni veinte minutos en la calle cuando la emisora del furgón comenzó a hablar. Era el oficial desde base, acababa de recibir una llamada y se la estaba comunicando a sus dos únicos agentes en el turno de noche.

- Base para F1. - Se escuchó a través de la emisora.

- Adelante... - Respondió María, quien iba tan tranquila con su café que sobresaltada, casi lo derrama sobre sus rodillas.

- Me acaban de pasar una llamada desde el 061. Calle Alcalde Bartomeu Mayol número 12 primero alfa. - Dijo Jose. El 061 era el teléfono del Servicio de Urgencias Médicas. - Un varón se encontraba en la cocina de su casa y se ha desplomado. Llama su padre y dice que no responde. Yo también salgo para allá. - Les comunicó el oficial con sonido de alarma de emergencia de fondo, ya estaba en el interior de un vehículo y de camino.

Fernando tragó saliva, pero miró a María mientras su mano se dirigía al mando de los prioritarios.

 - Dile que vamos para allá - dijo.

 - Si no la lío otra vez... - pensó, intranquilo.

Un destello azul en el retrovisor le indicó que las luces se habían puesto en funcionamiento, y Fernando redujo una marcha y apretó con suavidad el acelerador. El motor respondió con alegría a su voluntad, y el furgón se deslizó por las calles del pueblo como una flecha, mientras Fernando se inclinaba sobre el volante para ver mejor: quería llegar lo antes posible.

 - ¿Para qué querrán que acudamos nosotros? ¿Para tirar la puerta?  Me pregunto qué herramientas tenemos en el furgón... Es un Primero, ¿habrá rejas en la ventana?

- Copiado! Vamos para alla.

Guardar el cafe, asegurarme el cinturon de seguridad, encender la sirena y comenzar a indicar a Fernando la visibilidad desde mi lado asi como posibles obstaculos fue todo lo mismo.

Conforme avanzabamos me preguntaba si realmente seria necesario que tomara acciones como paramedico, algo que nunca habia hecho. No es que no supiera hacerlo pero mi primera vez siempre me ponia nerviosa.

Fernando no decia nada y se notaba que estaba concentrado, yo hice lo mismo y segui indicandole baches o vehiculos que pudiesen atravesarse.

No tardaron demasiado en llegar a la calle Alcalde Bartomeu Mayol número 12 primero alfa. En aquel municipio, mientras las llamadas fueran en el interior del núcleo urbano, todo estaba muy cerca. En tres minutos ya habían estacionado debajo del domicilio indicado y estaban descendiendo del furgón cargados con el material sanitario, desfibrilador y oxidoc. De fondo se escuchaba la sirena del vehículo del oficial sin duda también estaba muy cerca del lugar de la llamada.

A la puerta del edificio les esperaba una mujer. Su rostro angustiado y lleno de lágrimas lo decía todo. 

- Rápido, por favor... - Dijo la mujer. - Está muy mal... - Añadió entre sollozos.

Fuera lo que fuera lo que estaba sucediendo allí, era grave. María y Fernando comenzaron a subir las escaleras a toda prisa. 

- ¡La primera puerta a la derecha! - Dijo todavía desde el rellano del edificio y justo en ese momento se escuchó llegar un coche con las alarmas de emergencia activadas y aparcó debajo de la casa. Justo antes de pasar el umbral de la vivienda escucharon el portazo de la puerta de dicho coche y pasos acelerados.

Entraron en la vivienda, una casa normal y corriente, frente a ellos tenían el comedor con la mesa preparada para cenar y a su izquierda quedaba la cocina. Olía a carne a la brasa y en el suelo se encontraba un joven estirado e inerte. Sobre él se encontraba un hombre algo más mayor que le estaba realizando maniobras de resucitación cardiopulmonar de forma bastante deficiente, pero siempre era mejor hacer algo que nada en un caso como ese. 

- ¡Rápido, por favor! - Dijo aquel hombre ostensiblemente preocupado. - ¡Es mi hijo, se ha desplomado hace unos minutos y no responde! ¡Hemos llamado enseguida! - La respiración de aquel hombre era ansiosa y entrecortada. - ¡Ayúdenle por favor!

Se apartó del cuerpo y María y Fernando vieron el rostro del joven. Tenía los ojos abiertos y totalmente ensangrentados. La mandíbula estaba descolgada y su expresión era de sumo terror. Parecía más bien un cadáver que una persona con vida, pero si acababa de caer al suelo, podían intentar reanimarlo y es más, debían intentarlo.

Tan pronto habiamos llegado mis temores se confirmaron, tendriamos que realizar los primeros auxilios ya que eramos los primeros en llegar. Un par de segundo fue suficiente para que el padre nos llevara hasta donde estaba el joven en el suelo y comence a trabajar tan pronto me habia puesto los guantes.

Me arrodille a un costado de la cabeza del muchacho para revisar sus pupilas, sus labios se oscurecian en evidencia de la falta de oxigeno y como alarma fatal de lo que debia resisitir el cerebro. Respire profundo mientras en mi mente se organizaban las ideas.

Mis dedos revisaron las fosas nasales y la garganta confirmando que no habia obstruccion y de alli solo faltaba comenzar el procedimiento. La cabeza debia ir hacia atras para abrir la glotis y tras cerrar la nariz con una mano sople por su boca verificando que su pecho se inflaba. Era un comienzo.

- 100, 101, 102, 103, 104

Masajee el pecho para luego volver a respirar por su boca empujando el aire. Fernando tendria que usar el reanimador.

Fernando preparó corriendo el desfibrilador, mientras pensaba que esa vez no podría ponerse a leer las instrucciones, como en la academia.

 - Coloco esta pala aquí... y la otra, aquí, un poco más abajo, y...

 - Aparta - le dijo a María, antes de accionar el aparato.

En el momento en que Fernando le dijo a María que se apartase y cesara con el masaje el desfibrilador externo semiautomático comenzó a hablar con una voz calmada y robótica.

Analizando el ritmo cardíaco. No toque al paciente. Se recomienda dar una descarga. Se carga el aparato. Mantégnase alejado del paciente. De una descarga ahora. 

Fernando miró a María antes de presionar el botón que parpadeaba con una luz naranja intermitente. En el momento en que presionó el botón, el pecho del joven se levantó levemente hacia arriba, debido a la descarga eléctrica. Un momento después se volvió a escuchar la misma voz robótica de antes procedente de la máquina.

Pulse se dio una descarga. En pausa. Inicie resucitación cardiopulonar.

En ese momento los dos agentes comenzaron a intercambiarse los papeles. Fernando comenzó con el masaje a un ritmo de treinta compresiones torácicas y dos insuflaciones, que realizaría María ayudada por el ambú. Realizaron ciclos durante aproximadamente un minuto hasta que entonces el aparato volvió a hablar.

Analizando el ritmo cardíaco. No toque al paciente. No se recomienda dar una descarga. En pausa. Si es necesario inicia resucitación cardiopulmonar.

- ¡Por favor, ayúdenle! - Dijo el hombre entre sollozos. - ¡El también es policía! - Les dijo y esa revelación hizo que les diera un vuelco al corazón.

Era policía, era uno de ellos. Es más, le conocían. Se trataba de Gonzalo Damián Encinas, de su misma promoción y que había ido con ellos a clase. ¿Por qué no le habían conocido de buenas a primeras? Después de casi nueve meses juntos deberían saberse su rostro como la palma de sus manos, pero lo cierto era que por algún motivo, no habían sabido que se trataba de él hasta que su padre se lo había revelado. 

¿El estrés? Podía ser una de las razones. ¿El tiempo que llevaban sin verle? No, eso no podía ser, pues estaba igual que siempre salvo por... su cara. Su cara era la clave. Con aquella expresión de terror y los ojos ensangrentados no parecía el mismo. Pero aún así... ¡Estaban ante un compañero de promoción y estaba a punto de morir si no hacían algo!

Cuando el padre nos dijo que el joven era policia cai en cuenta de que le conocia. No podia ser cierto, pero lo era.

- GONZALO!!!! Exclame sin pensar.

Con animos renovados continue dandole respiracion boca a boca y masajeando su pecho mientras esperabamos la carga del aparato desfribilador. No podia creer que fuese uno de los nuestros y ademas donde esta la ayuda, ya deberian haber llegado la ambilancia o alguien mas.

Atender aquel compañero me hizo sentir muy mal, porque sentia que no era suficiente lo que haciamos y que nos moria por nuestra culpa, algo que sin duda esperaba que no me pasara a mi, y aun asi por mas empeño que ponia no lograba que sus signos vitales regresaran aquel cuerpo que ya parecia sin vida.

- Señor, sabe si tomo algo? Tuvo algun golpe, algo fuera de lo normal?

Tal vez su respuesta nos diera algun indicio de que mas hacer mientras llegaba apoyo.

 - Madre mía, pero si es...

 El asombro dio paso al horror: su compañero se les estaba yendo al otro barrio.

 - ¿Estaba comiendo? - interrogó al padre.

 - ¿No se habrá atragantado? - pensó, mientras tarareaba para sus adentros la canción de Staying Alive para mantener el ritmo de las compresiones.

 - Mírale la vía - rogó a María, refiriéndose a la vía aérea; si tenía un trozo de comida atascado, es posible que las insuflaciones no fueran suficiente para aportarle oxígeno.

 - Fernando, tienes que fijarte en si se le eleva el pecho cuando María aprieta el ambú - se dijo a sí mismo.

Siguieron con el masaje cardíaco. Lo cierto era que ya empezaban a preguntarse dónde coño estaba la jodida ambulancia, pero no llevaban más de cinco minutos en el lugar. Los momentos en los que alguien esperaba una ambulancia por una urgencia médica se hacían verdaderamente largos. Todo el mundo se preguntaba porqué estaban tardando tanto los servicios sanitarios. Pero lo cierto era que desde que se había llamado al 112 tan sólo habrían pasado diez minutos. No era tanto el tiempo de reacción, pero como no, la policía local había llegado antes que la ambulancia. Estaban más cerca, esa era simplemente la razón.

Empezaron un nuevo ciclo de masaje y respiraciones a través del ambú. Fernando se fijo en que el pecho del paciente se hinchaba con cada insuflación que su compañera le daba. Fue entonces cuando escuchó pasos en el interior del domicilio. Por un momento pensaron que se trataba por fin de la ambulancia, pero no. Era el oficial, llevaba unos minutos allí, observando como sus hombres estaban realizando las maniobras de resucitación, mientras tenía al otro lado a un médico del 061. Con la tensión y el estrés de la situación, ni se habían dado cuenta de que Jose Más estaba allí.