Me mantuve firme con el pistolete en la mano y sin dudar en que, si aquel tipo daba un paso de más, se encontraría con una mala fortuna.
Quería dar a entender que su habilidad con la espada no podía con mi rapidez de disparo, que no tenía ninguna oportunidad y que lo mejor que podía hacer era bajar la espada y correr como si le persiguiera el mismísimo diablo.
Abrí la boca para increparle, para decirle que se dejara de memeces y que se fuera cuanto antes de allí, que no me obligara a tomar una decisión que no quería tomar, pero, la cerré en cuanto me fijé en sus ojos.
¿Qué demonios...?, pensé, frunciendo el ceño.
Sacudí la cabeza ligeramente, apartando de mi mente pensamientos fútiles y totalmente inútiles en ese momento y traté de que no me temblara la mano, demostrando una valía que sabía que no tenía.
Fue entonces cuando, en el segundo siguiente, sus ojos hicieron que me diera un vuelco al corazón. No pude evitar el temblor en mi mano y que un grito ahogado saliera de mi boca.
-Felipe.
No pestañeé. De hecho, se detuvo el tiempo cuando lo vi. Él. ¿Cómo no lo había pensado ante? ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¿Quién, sino, iba a estar detrás de todo esto? ¿Quién, sino, se iba a tomar tantas molestias? Sólo yo me merecía ese tipo de atención por parte de mi hermano mayor. Sólo yo.
Tomé aún con más fuerza el pequeño pistolete en mi mano y clavé mi mirada en él, escuchando su grito y su tos.
Eso, ahógate como el perro que eres, pensé, sintiendo ira correr por mis venas. La misma que sentía cada vez que me lo cruzaba en la calle o tenía que ir junto a él por alguna recepción que tuviera nuestro señor padre en casa.
-Oh, y muerta estoy, querido hermano- dije, sonriendo de forma lobuna-. Para ti dejé de existir hace mucho tiempo.
Vamos, acaba con él, me dijo una voz en mi interior. No es más que mover el dedo y, por fin, se acabó todo.
Efectivamente, yo preguntaba por si acaso, que luego los Masters se me quejan porque me adelanto o qué sé yo :P Por eso, siempre pregunto porque nunca se sabe ^^
Y, no, yo no me lo esperaba :D
XDXDXD
¡Yo no me lo esperaba! Cuando termine la refriega Rodrigo alucinará como es debido!!
Rodrigo:
Visto que no parece que vayais de malas, el guardia decide echaros una mano con vuestra molestia lanzándole un tiento, que el rufo apresura a apartarse por muy poco fallando en la estocada a fondo que tenía preparada para vos.
Motivo: Ataque Vs. asaltante
Tirada: 3d6
Dificultad: 12-
Resultado: 13 (Fracaso)
Motivo: Ataque Vs. rodrigo
Tirada: 3d6
Dificultad: 10-
Resultado: 15 (Fracaso)
El momento se hace intenso. Ninguno osa moverse o cometer acción alguna. Los dos hermanos se miran con odio mutuo.-¡Tú tienes la culpa!-Salta Felipe enojado.-¡No teníais que haber nacido!.-
La refriega había impedido que oyerais una multitud de cascos de caballo aproximándose por el camino. El estandarte del valido del rey, el Conde - Duque de Olivares, iba en cabeza flanqueado por Fernando Díaz de Noboa, padre de la dama y aquél joven sonriente que estuvo con vosotros.
-No...-Notais el terror de Felipe en su voz.-Dispara, vamos disparame. No vales nada y nunca lo valdrás. Siempre serás una cualquiera. ¡MÁTAME!.-
Todos:
Al hacerse mas audible los caballos que se acercan os dais cuenta que los rufos intentan escapar por donde sea. Excepto el que está trabado con Rodrigo y el guardia.
Rodrigo:
Ois un temblor acercándose. En un vistazo rápido, sin dejar sitio para estocadas de sorpresa, veis aparecer un séquito con estandarte real. El rufo se pone nervioso y a la defensiva reculando poco a poco, quiere escapar pero no puede daros la espalda por que significaría su muerte.
Vamos chicos que esto se acaba...
Alcé una ceja, altanera, cuando Felipe me increpó. Me daba verdadera repugnancia verlo así. Era el camino fácil. Estaba malherido, al límite de sus fuerzas y sin una gota de vida en la mirada. No era justo si yo en ese momento le pegaba un tiro y lo mataba como un perro. ¿Dónde quedaba el honor?
Noté mi mano temblar durante una fracción de segundo y sopesé la idea de bajar el arma ya que no pensaba utilizarla. No en esas circunstancias.
Pero, en cuanto volvió a gritar, lo apunté de nuevo con ella y le indiqué con la mirada que callara, y que se achantar, que no me hiciera enfadar más aún de lo que estaba.
-Mejor ser una cualquiera que ser como tú, Felipe- dije, orgullosa, sin saber muy bien por qué-. Pero, no, no te voy a matar. Ese es el camino fácil y no te lo mereces.
Me acerqué a él y alcé la mirada, clavándola en sus ojos oscuros y fruncí los labios, reprimiéndome las ganas de escupirle en la cara, manifestando la repugnancia que me provocaba el tenerlo delante.
-Recuerda este día, hermano- dije, enfática, sonriendo al ver cómo odiaba que lo llamara así-, pues, hoy, yo te perdono la vida.
Ohhh :(
¿Se acaba? T^T
Al ver que el rufo duda al ver aparecer el carruaje intento, aunque no menos sorprendido que el, aprovechar la situacíon y tirar una estocada que, esta vez sí, es certera. Tras clavar con el estoque y notar la carne atravesada, intento rematar con la vizcaína, pero la agitación del momento hace que falle.
Tras haber dejado al matón lo bastante perjudicado, intento, sin perderle demasiado de vista, mirar hacia el carruaje y comprobar cómo están la jovencita y el médico.
Motivo: Estocada
Tirada: 3d6
Dificultad: 13-
Resultado: 10 (Exito)
Motivo: Daño
Tirada: 1d6
Resultado: 2(+1)=3
Motivo: Vizcaína
Tirada: 3d6
Dificultad: 9-
Resultado: 10 (Fracaso)
¿Este está liquidado o le queda aun mucho? Si está finito me acerco a mis compañeros, si no me quedo a rematar, ¡Vive Dios que se resiste!
-La dama tiene buen corazón, habéis tenido suerte de tener una hermana como ella. Ahora si vuestra merced es tan amable, tirad vuestras armas al suelo y alejáos lentamente de ellas. Y cuidadito con lo que hacéis. Veremos si la justicia de los hombres o la de Dios -digo mirando hacia el carro-, tienen a bien perdonaros.
Y con ésas sigo teniendo el estoque en ristre, preparado para cualesquiera cosa que tal fulano pueda elucubrar.
El hermano escuchó las palabras de Isabel atónito. Luego poco a poco, fue dejando que sus rodillas flaquearan apoyado en la toledana de buen acero español, sollozando por su destino. Un destino que ningún hombre envidiaría, pues se enfrentaba directamente a la inquisición.
El Pater Gonzalo salió de su carruaje cuando, asomando el gaznate por la ventanilla, comprobó que no había peligro. Con un gesto de suficiencia, miro a Felipe y rápidamente apartó la vista de su sobrino.-Isabel querida,-dijo con tono paternal dándote un abrazo.-¿Como habeis llegado hasta aquí y metida en estas lides?.-
-Creo que a eso puedo responder mejor que ella.-Dijo una voz grave, educada y adiestrada en el mando. Fernando Díaz de Noboa, hermano del Padre Gonzalo y padre de varios hijos incluyendo a Isabel y el desgraciado Felipe.
Atravesó el terreno hacia vosotros mientras sus hombres perseguían a los fugitivos. Fernando miró a su hija con afecto y su mirada se volvió dura como el acero de Damasco al posarla sobre su hijo primogénito.
-El mismo día que partisteis, un amigo de la familia, ahora no viene al caso su nombre, salió a pasear por el prado hasta la fuente del acero donde, tuvo que arreglar asuntos con un vecino hasta tarde. Al volver para recogerse, ya fuera por suerte o destino, que al pasar por la calle de Atocha unas voces que salían de un postigo cercano le alarmaron. Se acercó con prudencia no fuera una pelea conyugal y atinó en la conversación que se mantenía. Un hombre vestido de cardenal discutía con otro sobre un precio y de partir por la mañana al escorial con una dama que reconoció como mi hija.
Cuando me narraba la situación llegó este joven,-dice señalando a Gabriel-pidiendo que se le pagara lo que se debía y así conocí el destino de mi hija. Uniendo cabos, avisé a antiguos camaradas y amistades, entramos en la casa a la fuerza y al final tuvieron a bien contarnos todo.-El padre miró fijamente a su hijo, se acercó lentamente y de una patada lo derribó al suelo.-Estos traidores querían matar a mi hermano y a mi hija para suplantarlos por unos dobles, los cuales, en la misa celebrada en el Escorial asesinarían al Rey echándoles la culpa a aquellos que se supone debían de salvar a mi hija.-
Rodrigo: Si está muerto. Cuantas cuchilladas quieres que sea capaz de encajar?.
Isabel: Si, se termina. Pero podemos rolear algo más. ;D
Cuando termino con el rufián que tanto se me ha resistido, espeto un breve "gracias a vuecé" al hombre que me ha ayudado y me giro hacia el corrillo que tan animada y repentinamente se ha formado.
Cuando veo a la joven Isabel apuntando con su pistola a otro hombre debo parpadear un par de veces para creer lo que ven mis ojos. A partir de ahí, comienzo a correr hasta llegar al lugar. Cuando veo al cura mi boca se va abriendo cada vez más, hasta que llega a un punto casi cómico al ver aparecer al jovenzuelo descarado que nos dejó y que suponía que no volvería a ver.
-¡Tú! ¡Joven insolente! ¿Qué haces aquí de nuevo? ¡Vive Dios que habéis llenado mi sesera de asombro! ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Y ese al que amenazábais, Isabel?
Me mantuve seria, firme mientras veía a mi hermano hundirse y clavar la rodilla en el lodazal. Realmente, me reconfortaba verlo así, tan roto y humillado como muchas veces me había dejado a mí. Quise disfrutar del momento y me lo grabé bien en la memoria pues no sabía cuándo demonios podía volver a repetirse.
Eso, húndete, hasta el fondo, pensé, sonriendo, lobuna.
Sentí el abrazo que me daba mi tío y me encogí. No quería que en ese preciso momento me abrazaran ni que me tocaran, simplemente quería demostrar a mi hermano que en aquella ocasión la triunfadora, la vencedora era yo. Miré a mi tío con mala cara frunciendo el ceño e instándole a que se apartara. Ya no era una cría de diez años como para estar recibiendo abrazos delante de todo el mundo.
Me giré de inmediato en cuanto escuché la voz y entreabrí la boca al ver a mi padre. Se me heló la sangre. Pálida como el papel se quedó mi cara cuando comenzó a narrar la historia y fui mirando tanto a mi hermano como a mi padre de forma intermitente sin querer llegar a creer la historia por completo.
Me abalancé sobre mi hermano tirando la pequeña pistola sin saber dónde, arrodillándome y cogiéndolo por la pechera, zarandeándolo, furiosa, totalmente ciega por el dolor sin escuchar las palabras de Rodrigo ni de nadie más.
-¡Traidor!- grité, encolerizada-. ¡Maldito traidor! Debería de haberte matado por esto- dije, mirándolo con rabia.
—Parece que este cuento se ha acabado. Con un poco de suerte no será menester regresar a Madrid a pie. —digo casi para mí, cansado por la refriega. Ya estoy mayor para estos trotes.
Tras escuchar toda la historia termino de encajar las piezas. Tiene sentido después de todo.
Me giro hacia el médico y le digo: Tiene razón vuestra merced don Hernando -digo calándome el sombrero y haciendo un leve gesto de saludo y reconocimiento- Por lo que a mí respecta salgo de esta historia con un agujero en el hombro y nada más... Pero vive Dios que reclamaré el oro que se me prometió, ¡VIVE DIOS!
A continuación me giro hacia la joven Isabel: Muchacha, vaya una familia que tenéis -digo con mi socarrona sonrisa- si alguna vez queréis formar la vuestra propia, estaré encantado de ayudaros, al menos en lo que respecta a la creación de los vástagos, ¡ja ja ja! Antes de que me frunza el ceño, rápido y veloz, le alzo la mano y le doy un leve beso en los nudillos. En cualquier caso fue un placer compartir montura con vos durante unos breves minutos.
Por último, me giro hacia el jovenzuelo descarado: ¡Gabriel! Espero no cruzarme nunca más con vos, en caso contrario no os quepa duda de que os cobraré la afrenta que me hicísteis.
Los guardias separan a Isabel y apresan a Felipe, desarmándolo y atándole las manos con una cuerda. Don Fernando no deja de mirarlo mientras se lo llevan. Rápidamente se gira hacia su hija.-Has sido muy valiente enfrentando los sucesos, aunque no esperaba menos de ti. Llevas mi sangre. Volvamos a casa.-Con estas últimas palabras sube al caballo y os observa a todos.-Temo que la recompensa que os prometió ese tal Pedro...o como se llamara, no va a ser posible cobrarla. A pesar de estar herido, huyó. Pero no vais de vacío. Teneis mi gratitud.-Os hace una floritura con la mano a la par que se quita el sombrero a modo de reverencia hacia vuestras mercedes y comienza a reunir a todos para la marcha.
Subís al carruaje del tío de Isabel y veis como los soldados han apresado a otro asesino. Lentamente se pone en marcha mientras os mirais unos a otros sin saber que decir. Y es que, en este Madrid nuestro, del gran Felipe IV, puedes darte cuchilladas hoy con uno y mañana con el cura sin venir a cuento, y aliarte con las personas que menos esperabas por dos reales la cuarta de acero. Pero así es nuestra época de oro y por supuesto, nuestro Madrid.
F I N