Partida Rol por web

O los años empiezan a pesarme y chocheo más de la cuenta o desde luego aquí está sucediendo algo muy raro. Me mantengo expectante de forma estoica, estoque en ristre y haciendo caso omiso de la orden.

Aún no podía creer que aquello estuviera ocurriendo. La osadía de los hombres me asombraba hasta límites insospechados, pero debía haberlo previsto. Era de esperar que más tarde o más temprano algo así iba a ocurrir.

-Sí, mis hermanos mayores- afirmé, temblando ya no de miedo, sino de ira, mirando al hombre-. Los muy valientes llevan toda la vida reconcomiendo su aversión hacia mi persona y es ahora cuando quieren redimirse- escupí las palabras con odio contenido-. No obstante, me sorprende que se hayan atrevido a tanto. Jamás pasaron de un par de guantazos.

Miré al bravo una vez más y me encaré a él.

-¿Y bien?- me crucé de brazos-. ¿Por qué tan arduo plan? ¿Qué esperan conseguir Felipe y Santiago con mi muerte? No tengo ningún derecho sobre las propiedades de nuestro padre ni aún tengo esposo como para que le pudieran sacar algo a él, así pues, ¿qué les ha llevado a esto?- señalé el carruaje, donde mi dueña yacía, muerta.

Así que una traición, la historia de la dama cada vez se pone más interesante.
Si el bueno de Rodrigo aparece por detrás de ese mentecato con pistolón la situación se va a arreglar mucho. Confiemos en que estén distraídos con esta cháchara y pueda hacer.

-¿Vuestros hermanos?- rie el descarado.-No sois tan popular en la familia bella dama, solo el...- La coversación se detiene cuando todos los presentes, menos el diestro espadachín Gabriel Soto Queiroga, que apunta sin recelo ni pestañeo al guardia montado, veis asomar la fina punta de una daga por la nuez del hombre de la ventanilla. El guardia montado viéndose en las de perder y mas solo que la una, azuza al caballo desvía la hoja del diestro y aprovechando el momento de descuido, se aleja en dirección sur, siguiendo la carretera de Toledo.

Al ver las intenciones del guardia le largo una buena estocada antes de que emprenda la huida, intentando derribarle del caballo. A mí con ésas.

Me quedé perpleja durante un segundo. Un largo segundo que valió para que todo se torciera. Pese a que la situación estaba ya de por sí fea, aún cabía la posibilidad de obtener algo de información de aquel truhán, pero, en ese momento, era ya prácticamente imposible. 

-No, no, no- repetía una y otra vez, viendo a caballo y jinete alejarse-. Hay que ir tras él. ¡Rápido!

Miré a mi alrededor, obviando absolutamente todo lo que allí sucedía. Sólo tenía en mente hacerme con algo para detener al hombre o, por el contrario, darle alcance.

Me fijé en los caballos de mi propio carruaje, parados, inútiles sin hacer nada. Me abalancé sobre ellos, ávida, y traté de soltarlos de las riendas que los ataban al coche. Sin embargo, al levantar la vista mientras trataba de liberarlos, bufé. Ni en mis sueños más vívidos lo alcanzaría.

-Maldita sea- maldije con ira.

 Tratando de evitar que escape, trato de herirlo para derribarle del caballo, aunque sin buscar nada grave...

El guardia, prevenido del acero de Gabriel y su técnica, pone toda su atención en desviar su acero ignorando la mojada que el enlutado médico, le propiciaba desde el otro lado. A pesar de que el estoque penetró casi una cuarta por su costado y ahora, está teñido de escarlata, el guardia continúa sobre la montura que lo lleva. Dolorido de su herida, aún tiene fuerzas para, según pasaba y en un santiamén, segarle la gorja al infeliz borgoñón que atónito, observaba el desenlace.
Los cascos del caballo al galope se alejan, hasta que no son mas que un eco lejano, dejándoos en medio del camino y con cinco muertos.  

-¡Ese puerco nos busca la ruina, hay que atraparle!

Me presto a subir rápidamente al caballo libre. Es duro ese fulano, el estoque entró, salió y se quedó tan pancho.

-¡Que alguien recoja mi maletín!

Chasqué la lengua, irritada. Mi pesimismo me gobernaba y, por mucho que nos pusiéramos en su busca, no lograríamos alcanzarlo nunca. 

Pensé que, tal vez, caería del caballo debido a la herida de su costado, pero el muy rufián continuaba cabalgando como si fuese el mismísimo diablo el que condujera su montura.

-No os molestéis- dije, asqueada, mirando la capa de polvo que levantaba el caballo-. Es inútil. 

Subes gritando que recojan vuestro maletín a uno de los caballos que sujetaba el pobre diablo alemán, que por mano de un bellaco, al igual que judas besó la mejilla de jesucristo, el otro le segó la gorja. Y lanzándoos al galope en pos de un herido, veis como este continúa camino y vos os alejáis de vuestros amigos.

Mientras, atrás y en tierra, quedais tres vivos entre cuatro muertos, un coche y bastantes preguntas.

No hay nada inútil, me digo cuando estoy sobre el caballo. Si ese pájaro vuela no se sabe lo que puede cantar. Si de veras está la Inquisición de por medio en este asunto, conviene callar a todo lo que se mueve. Ese traidor no ha tenido empacho en despachar a su colega. No hace ningún bien que siga con vida, y todavía tiene que responder preguntas.
Azuzo al caballo para que galope más rápido. Le alcanzaremos, está bien jodido y el traqueteo de la marcha no le estará sentando nada bien a su herida.

Me alejo a través del camino entre la polvareda, dejando a mis colegas de tropelías y a la bella y enigmática dama. Me habría gustado presentarme con mayor formalidad, pero ya habrá tiempo para eso.

 Miro a la dama, mientras nuestro colega se aleja:

 - ¿De que va todo esto?. Nos dijeron que esto iba a ser una misión de rescate, nada de secuestro o asesinato...

Aparté la vista de la nube de polvo que se formaba al salir el hombre enlutado tras el asesino y suspiré. Ni en mis peores pesadillas aquello podía llegar a suceder. Aún no me explicaba cómo había terminado este episodio de mi vida de esta manera. Con tanta muerte, tanto escarlata por el suelo.

-¿Misión de rescate?- repetí las palabras del hombre y lo miré con el ceño fruncido-. No sé quien os dijo eso, pero no podía estar más equivocado- respondí, altanera-. Me dirigía a Toledo a visitar a mi tío. Eso es todo.

Callé un segundo y miré a mi alrededor. Asqueada, resoplé y clavé mi mirada en el hombre.

-Mis hermanos han sido muy osados, caballero- expliqué-. Desde hace mucho tiempo he tenido problemas con ellos, pero nunca me imaginé que se atreviesen a tal falacia- escupí las palabras con ira contenida y señalé con el mentón el carruaje-. Mi dueña ha muerto y yo sólo quiero volver a Madrid y pedirle explicaciones tanto a mi padre como a mis hermanos. Esto no termina así. No lo consentiré. 

Continúas galopando, persiguiendo una estela de polvo que parece retrasarse y perder velocidad. Al final la herida parece haber causado efecto y el caballo se relaja llendo al trote, luego al paso y finalmente saliendo del camino y pastando hierba entre unos árboles. La noche se avecina, la claridad de antes se ve menguada por el bajo sol y pronto se hará de noche.

Poco a poco a pasado el rato y en invierno los días son cortos. El sol baja en poniente y cuando os dais cuenta se echa la noche encima. Dentro de poco no habrá luz y no hay señal del médico.

Tal y como yo pensaba, ir perdiendo sangre calma los ánimos del más tunante.
Sigo las huellas y busco al hombre, estoque en mano, por si las moscas. Una bestia herida también se defiende.
Si sigue vivo intentaré negociar con él. Información por su vida. Lástima no tener mi maletín a mano.

No hallo rastro alguno de mi enemigo, sólo veo a su caballo. Miro por los alrededores e intento aguzar el oído. No es descabellado intentar percibir la respiración de un moribundo. No debe haberse apartado demasiado de su caballo.

-Sé que estáis ahí. Os oigo. Os percibo. Ahora mismo un sudor frío recorre vuestro cuerpo, y veis una mancha negra que os acecha. Sí, es la Átropos, e indudablemente va a cortar vuestro hilo. Oh, perdonad, qué clase de hereje soy, seamos buenos cristianos. Quiero decir que estáis jodido y que esta noche vais a cenar con el Diablo. ¿Que tenéis miedo? Claro que lo tenéis. A qué tenerlo sino.
Aunque mirad por donde, a lo mejor yo soy el mismo diablo y vengo a negociar con vos. Yo puedo curaros y salvaros la vida, lo único que quiero es información. Os doy mi palabra de que os podréis ir de rositas y en un par de semanas estar desvirgando mozas o lo que os dé la gana.
Pensadlo bien. El negocio es simple. Si no se os suelta la lengua ipso facto, mañana vuestros ojos serán el desayuno de los buitres, y vuestras extremidades el de las ratas. No hay amistad que implique tanta devoción. Tan sólo quiero que me contéis vuestra historia. Es un buen trato, supongo.

Aguzo todavía más el oído tras la perorata, con mi hierro a mano por si el fulano todavía está en condiciones de jugármela.