Partida Rol por web

Kate mantuvo el silencio un instante, valorando la petición. Todavía no acaba de controlar el asunto, pero era consciente de que entregarle al Espíritu el poder que le requería la dejaría a ella "espiritualmente agotada", especialmente después de lo que le había costado penetrar en la umbra llevando consigo a la manada. Por primera vez echó un fugaz vistazo a sus compañeros, apenas por el rabillo del ojo. Si accedía... ¿Cuidarían ellos de ella, que estaría tan alejada del mundo espiritual que prácticamente sería una extraña allí en la umbra?

El escalofrío que seguía alojado en su espalda volvió a culebrear, como recordándole dónde estaba y qué estaba haciendo. Tragó saliva con fuerza para intentar disipar ese miedo sordo, tan familiar y extraño a la vez y suspiró, de nuevo, antes de pensar su respuesta.

- Sois por derecho propio el patrón de todos los que, como yo, apenas damos nuestros primeros pasos. Sé que os conjuraré toda mi vida, pues creo más en vos que en mi misma. Y si mi humilde poder es lo que deseáis como pago por esta deuda que se que tengo con vos, a cambio de vuestro más que generoso favor, con gusto os lo entregaré, Gran Espíritu de la Suerte, pero... - Kate se detuvo un instante, mordiéndose los labios, en un gesto de indecisión premeditado. - Los que están tras de mi son mi responsabilidad. Si os entrego ese poder, seré vulnerable y débil en lo único que es realmente responsabilidad mía.... ¿Y qué futura garou seré si no soy capaz de cuidar de los míos? Por lo tanto, Gran Espíritu de la Suerte, sólo podré entregaros aquello que deseo entregaros y vos recibir si vos os comprometéis a cuidar de nosotros el tiempo suficiente hasta que pueda recuperarme y mostrarme digna de vuestro patrocinio. ¿Cuidaréis de esta humilde servidora que está dispuesta a honraros el resto de su vida reconociéndoos en todas aquellas cosas que sabe que os debe?
 

La concentración de la Theurge era evidente, y aunque en silencio, parecía claro que la conversación proseguía. En determinado momento Kate echó una mirada de reojo a sus compañeros, apenas un fugaz vistazo, como si pretendiera corroborar que seguían allí, tras ella, antes de volver a fijar su mirada en el espíritu y morderse los labios.

-¿Kate? -preguntó, visiblemente nervioso-. ¿Qué pasa?

Temía que una araña gigante irrumpiese en su parcelita de la Umbra e intentase matarlos, y aquel silencio tan tenso mientras su compañera y el espíritu se comunicaban o lo que fuese le estaba poniendo los pelos de punta. Había pensado que no enterarse de lo que decían en el lenguaje espiritual era malo, pero ahora lo echaba de menos.

-Si me introduzco en esa bolsa tendréis el poder de la suerte. Mala o buena, la atraerá a aquel que la lleve consigo. Me parece que tu sacrificio es razonable, Kate de las Furias Negras.

Y diciendo esto, el espíritu se transfirió a la bolsa de arena.

El espíritu se volvió translúcido y líquido, y se introdujo en la bolsa como una materia viscosa. Lo habían logrado. El Fetiche estaba hecho.

Kate ignoró a Donny cuando este le preguntó que pasaba. Estaba en el punto álgido de la negociación, donde no sabía si arriesgarse más o ceder con unas condiciones que no le parecían demasiado malas... pero al parecer lo habían logrado.

Delante mismo de sus narices el espíritu cedió, aceptando lo que le ofrecía. A la par que se volvía traslúcido Kate notaba cómo algo dentro de ella empezaba a moverse rápidamente, vertiéndose de algún modo, correteando por todas su venas hasta la punta de sus dedos y transfiriéndose a la par que el espíritu a la bolsita que ahora le contenía. De la misma forma que había empezado la sensación cesó en el momento en que el espíritu ya no estaba allí, y ella se dejó caer de rodillas, temblando, agarrando con gentileza pero tenacidad la bolsita contra su pecho. Una bolsita que de repente le parecía más pesada, perceptiblemente más llena. No era para menos: parte de ella misma estaba allí dentro, para siempre. Y ella se sentía más vacía que nunca.

Sin dejar de temblar, y sin fuerzas para levantarse, miró por primera vez de forma directa a sus compañeros, intentando obviar todo lo demás, que de repente le parecía amenazador y carente de sentido. Si la umbra siempre le había parecido aterradora a consecuencia de las "visiones" que durante tanto tiempo había sufrido, en ese momento era una quimera sin sentido para ella, incapaz de sentir la familiaridad, sólo el terror. La explicación era muy simple: casi había perdido, en ese momento, la conexión con el mundo espiritual.

-Vámonos. - Suplicó, con un hilillo de voz, encongiéndose más si cabe, doblada sobre sí misma y abrazada al fetiche. - Vámonos, por favor... vámonos de aquí.

La Philodox se asustó cuando la Theurge se puso tan mal. No hizo nada por confortarla, pero parecía nerviosa, como si la debilidad de la "experta" significase problemas.

-Bueno, sí, vámonos. Abro camino.

Ashley no estaba acostumbrada a hacer ese tipo de cosas, así que tuvo que volver a intentarlo un par de veces. Al fin cruzó al otro lado, permitiendo que el resto de su manada la siguiera.

Al otro lado, cuando todos cruzaron, se permitió una sonrisa de triunfo.

-Lo hemos logrado. ¡Tenemos derecho de caza! -Parecía muy contenta por este hecho, y casi era posible ver cómo movía la cola de un lado a otro-. Volvamos al Clan, ¿vale? Nos queda un trecho.

Los seis lobeznos cambiaron a Lupus a la salida de la ciudad y trotaron por las veredas y los parques naturales que circundaban Naperville, en dirección al asentamiento del Clan. Tardaron algo menos de una hora, pero parecía que el fetiche empezaba a hacer efecto, pues no tuvieron que hacer ningún cambio en su itinerario por culpa de humanos campistas ni nada parecido, como había pasado por la mañana.

Ashley emitió el aullido de saludo al Clan nada más entrar en el territorio, y permaneció en forma lupina a pesar de que ya podían cambiar y hacer el resto del camino a pie. En el núcleo del Clan no había casi nadie, pues todos estaban ocupados con sus respectivas tareas en el boun o en las ciudades vecinas. Quien sí estaba allí era Dom, que los esperaba desde que había escuchado el aullido de Ashley.

 Hécate no hacía más que mover las orejas de un lado para otro, nerviosa, al ver a Dom. No sabía que ocurriría ahora aunque sí sabía que Ashley se atribuiría todo el mérito... Y dudaba sobre que hacer al respecto.

Desde que salieran de la Umbra, Kate se había sentido inquieta y nerviosa, pero no se había separado del fetiche, como si en proteger aquella pequeña bolsita se le fuera la vida. Sabía que estaba pecando de paranoica, pero de algún modo no podía evitarlo: se sentía extrañamente unida a aquel fetiche, y sabía porqué.

Por eso, quizá, dejó que Ash comandara la manda de vuelta sin rechistar, aparentemente más unida que nunca. Pero cuando finalmente se encontraron cara a cara con Dom, la realidad volvió a asaltarla, ya que ella tenía el fetiche y tenía que desprenderse de él.

Detenidos alrededor del Anciano, Kate estudió durante un instante a sus compañeros, intentando adivinar sus emociones. Quizá fuera que aunque todavía se sentía perturbada, el tener los pies en suelo firme hacía que aquel terror se difuminara. Quizá fuera que sentía que después de aquel esfuerzo, era ella quién tenia que hacerlo. Pero el caso fue que se adelantó dos pasos del grupo, y sosteniendo el fetiche con la misma reverencia que cuando sólo era una bolsita de tela con arena en su interior, se lo ofreció a Dom.

- Dom-paso-sin-prisa, Anciano del Clan del Viento Ululante. - Comenzó Kate, con aquel tono ultraformal que ponía cada vez que se dirigía a alguien con respeto y que hacía que dieran ganas de darle una colleja. Pero al igual que le había pasado con el espíritu, adoptar aquella formalidad parecía tranquilizarla, como si la distanciara de la realidad que enfrentaba. - La manada de cachorros ha vuelto, y ha cumplido con la misión. Eh aquí la bolsita de cuero con arena que da mucha suerte que nos pediste a cambio de nuestro permiso para salir a cazar.

Dom tomó en sus manos la bolsita y la inspeccionó sorprendido. La abrió y miró, y olfateó en el interior. Frunció el ceño.

-Ésta no es la bolsa. Esta bolsa es nueva. ¿Habéis confeccionado un nuevo Fetiche?

Edgar había ido todo el camino de vuelta cabizbajo. No tenía ni idea de cómo había ido la negociación con el espíritu en la Umbra, pero los resultados habían sido algo contradictorios: por un lado, tenían el fetiche; por otro, Kate no había acabado precisamente muy contenta tras crearlo. Parecía estar más asustada y afectada que nunca, y Edgar, que había sido el que más le había insistido que entrase en la umbra y no tuviese miedo, sentía que en gran parte era culpa suya. No había sabido qué decir ni entonces ni durante el camino de vuelta.

Al llegar al clan, Dom les estaba esperando. A Edgar le hubiese gustado dar un puñetazo al viejo Ragabash por jugársela de ese modo, pero se serenó todo lo que pudo y se recordó a si mismo que estaban frente al más anciano del clan y que le debían mucho respeto... a pesar de que fuese un imbécil. Tenía muchas ganas de volver a su forma homínida, pero a él nadie le había dedicado ropa, y aunque el pudor de ir desnudo había desaparecido en ese tiempo desde su nueva vida, el frío seguía afectándole. Prefería la capa de pelaje de las formas lobunas por ahora, luego ya iría a coger sus ropas hechas con pieles y podría caminar a dos patas otra vez.

Cuando Kate se adelantó, él se obligó a si mismo a esperar en un segundo plano. Era ella quien tenía que hablar, quien tenía que dar el primer paso, pues la creación era obra suya. Pero en cuanto Dom pidió explicaciones, el Galliard se adelantó, poniéndose al lado de Kate.

- Anciano Dom, Tony Encuentra-muchas-cosas de la manada urbana no quiso darnos el fetiche, lo reclamó como suyo. Es uno de nuestros mayores y no podíamos desafiar su palabra; hubiese sido una grave falta por nuestra parte. Pero tampoco queríamos regresar aquí al clan sin el fetiche que nos habías pedido. La única solución que se nos ocurrió fue esta. Nos pediste una bolsita con arena que trae buena suerte, y aquí la tienes; no es el fetiche de Tony, pero es lo más parecido que hemos podido conseguir.

El anciano soltó una risita, pero se puso serio enseguida. Manipuló el fetiche entre las manos llenas de manchas y asintió.

-Vaya. Me esperaba menos de vosotros. Habéis hecho un fetiche, nada menos. -Parecía realmente complacido. Se guardó la bolsa entre las pieles y levantó la mano hacia ellos-. Tenéis mi reconocimiento... y mi permiso para salir a cazar. Enhorabuena.

Se limpió las manos contra los pantalones y se alejó renqueando. No hubo más ceremonia... pero al menos había conseguido lo que querían.

Cuando Dom tomó el fetiche de sus manos, Kate se quedó muy quieta, sintiendo a su lado a Edgar. De algún modo su presencia, a su lado, le reconfortaba, así que cuando Dom, al parecer satisfecho, se marchó tras felicitarles, ella simplemente supo sentarse en el suelo, resoplando pesadamente.

Se llevó las manos a la cabeza, rascándose el pelo, con gesto cansado.

- No me puedo creer que lo hayamos conseguido. - Musitó al final, más para sí que otra cosa. Sentía de algún modo ganas de reír, pero no le quedaban fuerzas. La reconfortante presencia del Fetiche ya no estaba, y aunque a su lado estaba Ed y detrás de ella los demás, se sentía bastante sola.

Ashley frotó su hocico contra la pierna de Kate, moviendo la cola sin parar.

 Hécate movió las orejas, sorprendida, acercandose a Kate y pegandole un lametón en la cara a modo de felicitación, sentandose a continuación esperando a que dijesen donde ir a cazar.

Donny había cambiado a homínido mientras Edgar hablaba y estaba preparado para decirle a Dom por dónde podía meterse el fetiche si no le gustaba. Después de ver cómo se había quedado Kate, había quedado convencido de una vez por todas de que aquella misión no merecía la pena, pero aún así se había abstenido de pronunciar ninguna queja en voz alta. No era lo suyo; Donny siempre había preferido constatar su descontento mediante su actitud, pero aquel día estaba siendo demasiado para él. Aún así, quedarse con las palabrotas en la boca, sin la oportundidad de pronunciarlas, fue desconcertante.

Se acercó a Kate y, después de meditarlo un momento, le puso la mano en el hombro. Era el primer contacto físico no violento que iniciaba con alguien en bastante tiempo, y si bien pretendía ser reconfortante fue más bien brusco y torpe. Retiró la mano enseguida.

-Vamos a hacer algo. A celebrarlo. No sé -aunque no sabía cómo, si no tenían más comida que la que cazasen. Y a Donny no le atraía la idea de cazar.

De todos modos más le valía celebrar entonces. Al día siguiente Tommy iba a destrozarle por haberse tomado el día libre.

De repente, la manada se había acercado a ella, mostrándole un apoyo que no esperaba. Con las lágrimas a punto de saltarle de los ojos, y sin pensárselo mucho, abrazó a los dos lobos que eran Ash y Hécate con un brazo a cada una, mientras acariciaba la cabeza de Edgar.

Quería decir algo para demostrarles su gratitud por aquel gesto, pero se sentía la boca seca, y tenía la sensación de que si intentaba decir algo acabaría echándose a llorar, así que se conformó con demostrárselo. Cuando sintió a Donny tras ella, tocándole también el hombro, casi no se lo podía creer. Y antes de darse cuenta volvía a sonreír, mirando a Viviane, intentando demostrarle que también apreciaba su compañía, que por primera vez los sentía, verdaderamente, como la manada a la que pertenecía.

Se tragó las lágrimas y se levantó, sacudiéndose los pantalones. Miró a Donny con camadería.

- Sé que lo de salir a cazar no te llama mucho... pero creo que ya que tenemos el permiso, deberíamos aprovecharlo e intentarlo. Si consiguiéramos una buena pieza de caza esta noche para la cena sí podríamos celebrarlo por todo lo alto, ¿no os parece? - Sugirió, más animada.

Viviane ladeó la cabeza y sonrió. Después de todo, cada uno aportando un poco de lo suyo, habían logrado salir airosos de aquel problema y habían obtenido permiso. No era especialmente lo que ella buscaba, pero se sentía un poco más unida al resto.

-Sí, es una buena idea –corroboró dedicándole una leve sonrisa-. Seguro que con la ayuda de Ash podemos pillar algo decente entre todos. ¿Vamos?

Se rascó la nariz y después estiró los brazos antes de pasar su forma lupina, moviendo la cola de un lado a otro y esperando a que el resto se pusiese en marcha.

-Vamos -asintió Ashley, saliendo al trote en dirección al bosque nevado.