Partida Rol por web

Regreso al Hogar.

Regreso al Hogar.

Cargando editor
11/09/2021, 00:39
Director

Cuando la cortina de llamas avanzó hacia ellos supieron que era el final. Imposible escapar, imposible defenderse, inevitable. Plegarias, gritos de desafío, palabrotas y maldiciones, todo murió sumergido en medio de una vorágine de llamas y calor. Tuvieron un último instante para pensar en si dolería. Si sentirían sus ojos licuarse dentro de sus cuencas y si su piel se deslizaría sobre sus huesos, derretida, sintiendo como cada terminación nerviosa ardía, como cada poro se inflamaba hasta explotar. Solo fue un instante, voraz, terrible. Se acabó el miedo, el dolor, los anhelos, la familia o el deber. Ya no quedaba nada.

 

Nada.

 

Abrieron los ojos. Sin dolor, sin calor. Tardaron unos momentos en entender que seguían vivos, indemnes. ¿A salvo? Sus mentes tardaron en procesar la idea. Sus ropajes no tenían ni una mácula de hollín. El metal de sus pertenencias no se había fundido. Estaban de una pieza. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Por qué? Cuando uno viene al mundo trae consigo las mismas preguntas que se lleva. Volvieron a nacer, pero seguían con los mismos interrogantes.

El lugar donde se encontraban era oscuro y fresco, cargado de humedad. Frías paredes les envolvían, pertrechadas de escuetas antorchas, otorgando no mucha luz al tétrico lugar. Las llamas ocultaban más que revelaban. El terreno era irregular, había charcos de barro y basura, olía a heces y a orines. También a desesperación y a miedo, a fosa común y cementerio. De caminar un poco no tardarían en golpear con las botas un pedazo de basura que parecía una costilla, un fémur o unos intestinos humanos. Había cadenas colgando del techo y de las paredes, oxidadas, abiertas, con marcas de dientes o restos de sangre. Elementos de tortura de aspecto antiguo y amenazador se encontraba esparcidos por el lugar. No se trataba de una sala de tortura, más bien parecía el almacén de la misma, donde las máquinas rotas iban a parar. ¿Y acaso no resultaban más siniestros aquellos artilugios retorcidos y deformados que otros en perfecto estado?

Había otras personas a su alrededor, extravagantes, variopintos, igual de desconcertados. Las preguntas trataron de aflorar a sus bocas, la adrenalina estaba desatada, junto con el pánico y la incertidumbre. Algunos se arrodillaron, dando las gracias, otros se echaron a llorar. Unos pocos rieron tras saber que habían burlado el rostro de la muerte.

Lo más lógico era pensar que uno de ellos era el causante de aquello. Empezaron a mirarse los unos a los otros. Creció la tensión. Eran tan diferentes, tan distintos. Se tensaron los músculos y pronto las manos volaron raudas hacia las empuñaduras de las armas. Habían visto un reino morir, puede que el mundo entero. Todo su ser, incluso el del más inocente, pedía sangre. Pedía un culpable.

Y una explicación.

Con todo devorado con las llamas, ¿Cómo culpar a los supervivientes por aferrarse a sus creencias, a sus dioses, a los dogmas que hasta ahora habían aceptado? Era algo sólido, una tabla de salvación para evitar caer en la locura, en la aceptación de que todo cuánto conocían había sido consumido por las llamas. Los rostros conocidos, las paredes entre las que habían sido criados, los recuerdos y sus sentimientos que ya no tenían nada sólido a lo que agarrarse. Les habían robado una parte vital de ellos para dejarles con el corazón latiendo, pero herido.

El Fin del Mundo, el Armagedón, solo era terrible para los que sobrevivían.

 

Solo uno entre todos mantuvo la calma desde el comienzo.

Aquel hombre poseía una barba de chivo y la piel tostada, propia de la gente del desierto. Sus ropas holgadas y azuladas, y su turbante, lo marcaban como tal. Quizás un jinete de los desiertos o un comerciante de los mismos. Era esbelto, de rostro común salvo por sus ojos: dos remansos de calma, dos estanques serenos por los que no corría turbación alguna.

—De entre todos los lugares donde podría recibirnos la muerte, éste es sin duda de los más inesperados —como su mirada, su voz era serena —. Y de los más perturbadores. Me llamo Jafhar, y espero que alguien pueda explicarnos que hacemos aquí.

La roca a su alrededor era negra. Sobre sus cabezas se alzaba un techo de piedra cubierto de protuberancias naturales. No muy lejos, en la oscuridad, escuchaban una gotera y el débil correr de una corriente de agua. Estaba sucia. Olía a orines, mierda y sangre seca. Había basuras y desperdicios de todo tipo. La mayoría eran telas hechas jirones y pedazos de carne y hueso tan destrozados y carcomidos por el tiempo que era imposible identificar a que parte del cuerpo pertenecían. En la distancia vieron un pequeño montón de cráneos, todos ellos hundidos, quebrados o sin mandíbulas, y varias fosas donde habían arrojados vísceras de todo tipo.

La gruta no daba pie a mucha investigación, era amplia y poseía sus propias cámaras de eco. Como excentricidad, en medio de ellos había un trozo de muralla. Un muro del tamaño un granero. Su roca era gris y un hábil artesano había conseguido grabar en él dos ojos, una nariz y una boca. Todo el perfil era rudo y severo, los labios eran anchos y la nariz dominante. El rostro de piedra dormía.

—¿Alguién más tiene uno de estos?

El hombre del desierto alzó su mano derecha, enseñándoles un símbolo grabado a cuchillo sobre su piel: una cruz cuya cabeza se dividía en tres. Fue entonces cuando se percataron que todos tenían el mismo símbolo. Algunos en el cuello, otros en el pecho, otros en la palma de la mano. El mismo grabado, extraño y ofensivo, que se unía a la lista de hechos inquietantes.

—En ciertas culturas primitivas marcaban a los sacrificios que se ofrecían a los dioses. A veces eran animales, otras, vidas humanas —dijo Jafhar.

—Tonterías. Esta no es una marca de sacrificio, es la marca del ganado, de los esclavos. Nos han marcado porque somos propiedad de alguien —terció una mujer de áspera voz.

Si Jafhar era humilde y discreto en su vestimenta, y agua calma en su personalidad, la mujer era llamativa como una estrella y fuego en su expresión. Iba ataviada con un largo vestido blanco, el cual se había manchado los bajos, lo cual parecía disgustarla. Poseía un abundante escote, joyas de oro y perla y una larga cabellera roja recogida sobre su cabeza en un peinado elegante y sobrio. Nada en ella lucía como debería debido al lugar en el que se encontraban pero no sería extraño encontrarla en las dependencias del palacio real o en la alcoba de algún joven noble, su verdadero elemento.

—No hay puerta de acceso —señaló el hombre del desierto —. Ni oquedades o pasajes, aunque está demasiado oscuro para poder afirmarlo con rotundidad. Parece que nos encontramos en una gruta natural pero las antorchas indican civilización. Por no hablar de nuestro amigo, el Rostro —sonrió, sincero, señalando el trozo de muro durmiente —. Hay montones de paja sucia aquí y allá; camas improvisadas. Y restos de comida. Creo que está claro. Estamos en una mazmorra.

La mujer pelirroja dejó ascender una breve risa que tenía como objetivo herir.

—¡Ja! Una deducción muy a la ligera. ¿Una mazmorra? ¿Y quién iba a querer encerrarnos a nosotros?

—¿A nosotros? Bueno, nadie es inocente, todos tenemos enemigos. La cuestión es, señora ¿Por qué? ¿Por qué después de…? —Se contuvo, como sino quisiera decir algo prohibido —. No fue un sueño ¿Verdad?

Había en su voz una tímida esperanza. Buscó en los rostros de todos esperando que alguien le correspondiera diciendo “Fue una ilusión, fue un sueño”. Pero nadie lo hizo. Todos habían visto caer la torre del campanario de Halden, o como los establos reales eran consumidos por las llamas, o como la casa del gobernador había sido barrida por una mano llameante.

—Si es una mazmorra, pronto vendrá alguien —dijo la mujer, se había levantado el vestido por encima de los tobillos y se movía de un lado a otro buscando un lugar que no estuviera encharcado. No tuvo suerte.

—Eso es lo que me temo —masculló Jafhar frotándose la marca que había aparecido en su mano.

Silencio, asfixiante como un charco de barro, pesado como la lápida de una tumba.

—Todo se ha ido. En un abrir y cerrar de ojos. Todo —lamentó la mujer, apartándose del grupo para evitar que la vieran llorar.

 

El primero de ellos percibió la anomalía en la distancia. La mazmorra parecía partida por la mitad. Un corte fino en la realidad, en el dibujo de sombras y desperdicios. Inquietante, como ver un pájaro nadar o a un hombre caminar por el techo. La fina línea estaba ahí, como un una hebra muy delgada, partiendo la imagen en dos. Un espejo de canto que no reflejaba nada.

Se asomó un rostro, igual que si una de las dos mitades fuese el biombo de un teatro, dando paso a una figura alta y demacrada. Su rostro estaba oculto tras una máscara de nariz alargada, como la de los médicos que habían tratado la peste negra en Halden hacía ya años. Un manto de colores lo recubría por completo. Plumón de diferentes tonos, desde el añil más brillante hasta el rojo más llamativo, también un verde intenso y un azul exultante. Sus brazos eran esqueléticos, rematados en largos dedos afilados y enguantados en blanco.

A su alrededor orbitaban cinco piedras preciosas; una esmeralda, un zafiro, un rubí, un topacio y una amatista. Eran satélites girando alrededor de la misteriosa figura. La esmeralda poseía luz interior. Era un espectáculo hermoso; un ángel de cristal danzando en la penumbra. La figura se movía mitad como un actor que exageraba sus gestps, mitad como un pájaro pavoneándose. No movía los pies, sino que se deslizaba por el aire levitando. Cuando su larga capa de colores ondeantes de vivo plumón quedó totalmente descubierta la “puerta” se cerró tras él.

No les miró, no directamente. La gema morada se encendió y empezaron a caer cosas en la oscuridad. Al fijarse, vieron que eran restos humanos; tripas, huesos y pedazos de carne, todo haciendo un siniestro sonido al precipitarse contra el sucio suelo. La piedra dejó de brillar, la lluvia de cadáveres en trocitos se detuvo.

—Fracasos, pérdida de tiempo —masculló la criatura, su voz sonaba tan opacada por la máscara que no parecía humana —. Un escalón más a la divinidad.

Alzó su nariz de guadaña hacia ellos. Sus ojos eran dos oquedades negras, la mirada de un cráneo marfileño y reluciente que los miraba, estudiándolos. La gema azul fue la que se llenó de luz entonces. Empezó a revolotear entre ellos.

—Veamos qué es lo que me ha traído el gato.

No les miraba, no directamente. Igual que un científico mira más sus notas que los matraces, ellos eran el objeto de su investigación, no el fin de la misma. Por ende, carecían de interés. Eran cosas, solo eso. La gema azul volvió a él tras su pequeña incursión. Parecía susurrarle cosas al oído.

—Crees que tus plegarias te han salvado, ku, ku, ku —su extraña voz resonó con fuerza más allá de su máscara—. ¿Cuántas veces te has negado a ti por no negarle a él? Confundes ser crédulo con la fe. Es una lacra para los de tu especie; nubla la mente y nulifica el progreso. Solo veo carne. Carne para el foso de la carne —dijo con desagrado.

Sacó una hoja de papel, un papiro blanco y reluciente, e hizo una marca con uno de sus afilados dedos.

—Apestas a vanidad, a la creencia de un único ente superior sobre todos los demás, negando tu verdadero potencial. Pajarillo en una jaula. Más carne, carne para el foso de la carne —repitió, hizo otra muesca en el papel.

—Un cuerpo formidable, una mente pequeña. Un alma torcida. Pronto has olvidado los credos de tus antepasados para venderlos por otros que te son extraños. Un pájaro no puede aprender a nadar —dijo, marcando por tercera vez el pergamino.

—¿Cómo encerrar una estrella en un estanque? Y si la estrella se deja atrapar, ¿Qué clase de astro es? Uno que no brilla —dijo, perdiendo el interés en sus propias palabras.

Hablaba como un loco, solo por el placer de escuchar su propio delirio.

—Roto y roto, cuerpo y mente, y alma. Tres veces roto, cascarón hueco. Que aciagos estos días en los que la joven carne no tiene ningún valor.

Negaba con la cabeza, parecía divagar. Hizo la quinta marca mientras hablaba.

—Menudencias. Cuando el pescador arrastra la red también encuentra una bota entre tanto pescado…

El zafiro seguía emitiendo su brillante luz, zumbaba a cada instante como un ente vivo.

—Una máscara tras otra máscara. Un juego de mentiras y una silla ausente. El poder no proviene de los demás, tu legado te hace débil. Y carente de interés. No hay fortaleza cuando el poderoso abre la mano a los débiles.

Séptima marca. Divagaba en voz alta igual que un reo que hubiera pasado demasiado tiempo a la sombra.

—Secretos que moran y crees terribles ¿Pero que son comparados con la pasión más nimia entre estas cuatro paredes? Juegos de niños en un mundo de hombres.

Octava marca.

—Maestra de su propia ignorancia, sabedora de leyes que solo se cumplen dentro de tu círculo. Cegada por orgullo. Un reloj que no da la hora. Bah, terrible situación la mía. ¿Encontraré uno que valga la pena?

Novena marca, señalada con insistencia y desdén.

—Uno diferente, pero ni siquiera sabe que está vivo. ¿Por qué los envían a mí cuando son incompletos? No tengo tiempo. Curioso, el amo tiene sombra.

Décima marca, claro.

—Y tú…—se detuvo, por primera vez alzó la vista aunque era imposible saber a cuál de todos ellos estaba mirando—. Un eco que no muere. Puede que haya algo interesante después de todo. Puede, puede, puede…sobretodo carne para el foso de la carne, uno para el probador de espadas y otro ¿Para el laboratorio? Puede.

El zafiro se apagó, volviendo a girar con las demás gemas ahora en fase de sombra. La esmeralda mantenía su tono vivo y brillante.

—Deberé analizaros en profundidad. El amo espera un resultado, pero tengo otros quehaceres. De momento me llevaré solo a uno. ¿A cuál? Lo mismo da —alzó su larga mano y señaló a uno entre la multitud, estirándose cuán largo era —. Tú vendrás conmigo, niño. Empezaré contigo.*

Terminó por erguirse, dos metros de colorida altura, complexión zancuda y una negra mano afilada señalando a su presa elegida.

- Tiradas (1)

Motivo: Elección

Tirada: 1d12

Resultado: 6 [6]

Notas de juego

*1D12. Del 1 al 9 son los personajes por orden alfabético. El 10 el tal Jafhar. El 11 la chica de blanco. El 12, repetimos tirada. A quién se quiere llevar este curioso individuo es a Jim.

Pensad que para vosotros, hace unos momentos, estabáis inmersos en vuestras vidas hasta que todo cambia. Veís la destrucción de vuestro mundo, o solo de Halden, ¿Quién sabe? Todo se consume por las llamas. Incliso vosotros. Aunque nunca llegáis a sentir dolor. O quizás no lo recordáis. En cualquier caso el salto de una vida a otra, por llamarlo de alguna manera, os deja descolocado.

El tipo zancudo no tarda en aparecer. Había pensado en dejaros un turno de presentaciones y esas cosas, pero así es más caótico y confuso, no tiene que ser bonito.

Estoy un poco oxidado, paciencia. Gracias a todos por participar. Espero que nos divirtamos. Suerte y buena caza!

Cargando editor
11/09/2021, 10:11
Jraxas el Mancillador

Mientras veía a su amo derretirse frente a él, el diablillo no podía contener sus carcajadas, aunque estas pronto quedaron enmudecidas por el manto de llamas que también le envolvieron a él. Tras el mar llamas vino la oscuridad y en esa oscuridad la pequeña figura de Jraxas se alzó aun riéndose, aunque pronto el sonido de las risas dio paso al silencio del desconcierto, porque no tenía ni idea de donde se encontraba.

Miró a su alrededor y vio que no estaba solo, olisqueó el aire en busca de magia o de azufre, pero aquello no parecía el infierno. Sin duda era una especie mazmorra, pero tampoco era la de su amo, estaba demasiado sucia y aunque era un sádico su amo odiaba la suciedad. Todos parecían aún más confusos que el propio Jraxas, al fin y al cabo la mayoría de mortales no estaban acostumbrados a los viaje entre planos o el teletransporte, porque esas eran las explicaciones más plausibles a su situación.

Entonces uno de los presentes empezó a hablar muy calmado, aunque para no decir nada, o más bien para decir lo que todos podían ver. Mientras el diablillo observaba los símbolos sagrados que algunos portaban y quienes le echarían la culpa sin duda, el tipo de las obviedades señalo la marca que le habían hecho a él y al parecer a los demás, incluso a él. La piel de un diablo, por pequeño que fuera, no podía marcarse así como así.

Nadie nos ha encerrado por nuestros crímenes, aquí hay magia y de la mala—. Dijo mirando a los que parecían devotos religiosos, los suyos eran de lanzar acusaciones muy rápido y la espada más rápido aun, esperaba que al menos se diesen cuenta de quien les hubiese encerrado era mucho peor que él. —Mala y poderosa. Seguro que somos sacrificios ¿para qué? pues ni puñetera idea.

Entonces alguien apareció, alguien que sin duda estaba rodeado de magia, alguien poderoso y sin escrúpulos por su forma de hablar «Si no me hubiera encerrado y marcado lo mismo podríamos ser amigos» pensó el diablillo. Aquel tipo estaba muy seguro de sí mismo y de sus métodos, puesto que no tenía reparos en jactarse delante de sus prisioneros, había dado información bastante útil mientras se vanagloriaba, algo de eso debía servirles para algo.

El pequeño ser alado revoloteó hasta posarse sobre la montaña de cráneos y sonriente volvió a hablar, mientras miraba en derredor entrecerrando sus ojos.

Pues somos sujetos de prueba, no sacrificios. Mucho mejor, donde va a parar.

- Tiradas (2)

Motivo: Analizar la mazmorra

Tirada: 1d100

Resultado: 18 [18]

Motivo: Analizar la marca

Tirada: 1d100

Resultado: 81 [81]

Notas de juego

No sé qué tendría que tirar para analizar la magia del sitio donde estamos encerrados y la marca que nos han puesto, asi que dejo hechas un par de tiradas y ya me dirás.

Cargando editor
11/09/2021, 13:44
Kelgar Stalsson

El camino desde Athalun le había llevado más tiempo del previsto.
Lo que debía ser una misión sencilla, resultó ser uno de sus trabajos más complicados.
En las ruinas de la antigua ciudad-estado creada eones atrás por alguna civilización ya extinta (o eso le había contado su contratante), debía escoltar a un ambicioso mercader o mago, no estaba seguro, el cual anhelaba los tesoros durmientes en las ruinas.

Kelgar era uno de los siete mercenarios que el mercader en cuestión, Yulvar, había contratado para la misión.
Y el único que regresó del lugar. Ciertamente existían las ruinas de Athalun, pero poner un pie en ellas había sido una locura. Trampas, peligrosa Magia latente y autómatas movidos mágicamente eran un suicidio para cualquier loco que osara entrar.
Por suerte Yulvar había sobrevivido, y encontrado lo que buscaba. Algo le decía que ese brujo (porque lo había visto hacer Magia) no quería esas reliquias para hacer ningún bien a la humanidad… más bien al contrario.
Pero a Kelgar le importaba una mierda si se volvía un nigromante chalado con ansias de destruir el mundo. Es más, si lo hacía, seguramente alguien pagaría por su cabeza y allí estaría el norteño para cortársela.

A él le importaba el oro que había obtenido, su recompensa más generosa hasta la fecha, a la que se unían algunos tesoros de Athalun que el tal Yulvar había descartado pero que supuestamente tendrían mucho valor.
Con todo ese botín, Kelgar esperaba regresar pronto a Halden y montar una buena fiesta, echarle un buen polvo a Nashra y beber hasta quedar tendido.
Ah, y… pagar la libertad de… había olvidado su nombre…

Los muros de Halden ya se alzaban majestuosos delante de él cuando vio el cielo enrojecer. Un extraño calor comenzó a hacerle sudar y pronto se volvió insoportable. Las placas de su armadura le quemaban la piel, como una plancha a la carne. Su espadón comenzaba a calentarse y del cielo, o no estaba claro de donde, apareció El Fin.
Ragnarok.
Así lo llamaban en su cultura. El fin de los días. Nunca había creído que fuera real esa leyenda, pero esto… ¡esto era el jodido fin del mundo!
¡¿O… era el maldito Yulvar?!
¡¡Maldito bastardooooo!! gritó con sus últimas fuerzas.

Apenas pudo pensar nada más, dado que las llamas le consumieron, pero no sintió dolor.
Despertó.

A su alrededor se encontraba un paisaje que le recordaba a alguna de sus visitas a los calabozos de alguna ciudad. Pero no, esto lo superaba con creces. Ya no sólo el asqueroso olor, si no esos restos de cadaveres troceados, medio descompuestos y esas máquinas de tortura oxidadas de tanta sangre que habían hecho derramar.
Aquello parecía la mazmorra de algún sádico hijo de puta que se dedicaba a torturar y mutilar gente, seguramente con el único objetivo de divertirse.
Y encima con el gusto en el culo, porque ¡¿quién cojones construiría un muro tan cutre?!

Entre la escasa iluminación que proporcionaban las antorchas, vio a varios individuos. Un momento… ¡¿era eso un diablillo?!
Sin apenas tiempo para fijarse en el resto, un tipo de aspecto de provenir de alguna cultura del desierto comenzó a hablar. Seguro que el idiota se creía todo un sabio, pero joder, estaba diciendo lo obvio.

Y luego esa señorita, joder, si parecía que le fuera a dar un ataque por haberse manchado su vestido.
No entendía los gustos de su captor. Mezclar tipos como él con especímenes raros como el diablillo, mozas de buen ver, y joder… ¡no fastidies! ¡¿era eso un niño?! ¡Hijo de puta! ¡Estaba peor de lo que creía!

Qué más da dónde estemos; lo importante es cómo saldremos. intervino a media conversación entre el autoproclamado Jafhar y la señorita, al menos el hijo de puta que los había capturado tenía buen gusto.

Mirad, un niño, ¡un jodido niño! ¡El hijo de puta que nos ha encerrado es un depravado! ¡Qué más da si nos ha marcado como a ganado! añadió cuando discutían sobre las marcas que Kelgar pudo ver en su antebrazo.

Pero una parte de la discusión le hizo callarse de repente. Jafhar dijo algo sobre “después de…”. Joder, ¡es verdad! Recordaba perfectamente como le habían achicharrado vivo. ¿Pero entonces…? ¡Qué asco daba la Magia que nunca tenía lógica alguna!

Poco después llegó alguien. Un tipo esquelético flotando sobre el aire. Sintió la tentación de desenvainar su espadón y lanzarse a por él. Pero asumía que si les habían dejado armados, con todo el tiempo que habían tenido para quitarles hasta los gayumbos si hubieran querido, significaba que estaban convencidos de que no iban a hacerles nada.
Así que dejó al necrofilico ese hablar.

Estaba como pasando lista, iluminándoles uno a uno con una piedra flotante. Y entonces se fijó en una persona que hasta entonces había ignorado que estuviera allí.
¿Ta…Tayla?

No, un momento… no era ella… era la esclava del mercado. ¿Irina… Ilina? Joder, mira que ya era casualidad.
Sonrío por la ironía de que ya no tenía sentido pagar por su libertad, si no que ahora él también estaba encarcelado.

Pero la sonrisa se le borró enseguida, cuando el esqueleto parlante y atuendo de dudoso buen gusto, señaló al niño como primer espécimen al que iba a llevarse.
Indignado, Kelgar se puso delante del chaval y miró desafiante al enmascarado, mientras sacaba su enorme espada.

¡Ya lo sabía! ¡Joder, estás fatal! ¡¿Es que no tienes suficiente tirándote a los muertos?! ¡No dejaré que le pongas una mano encima al chaval! le amenazó. Vale, era un bocazas, arriesgándose por un niñato al que acababa de ver.

Pero si tenía que palmar, al menos sería defendiendo a los débiles. Eso le había enseñado el Padre Lerwig, y eso se llevaría a la tumba si hacía falta.

Notas de juego

Espero que no molesten los tacos!! :D
Ala, creo que me matarán rápido por hablar! Saludos!

Cargando editor
12/09/2021, 07:35
Jim

Las llamas se habían apagado súbitamente, sustituidas por el pútrido frescor de una tumba excavada en la roca.   Las lenguas de fuego que lamían su piel, haciendo hervir la carne bajo ella, el axfisiante calor que quemaba sus cejas, sus pestañas y sus ojos, que engarfiaba sus dedos, incendiaba su cabello y paró su corazón... Todo había desaparecido. 

Puf.

Intentó recordar dónde había estado, qué había hecho antes del incendio. Recordaba que su familia dormía en el piso de arriba cuando el fuego lo devoró todo. La misma familia que aparecía sobre la repisa de la ornamentada chimenea, en una imagen estática y enmarcada. O eso creía.  

Casi todos sus recuerdos, salvo el brillante fuego que le hizo consumirse, eran fríos datos desprovistos de sabor y sensaciones. Había un caballo bayo en sus recuerdos, uno muy grande. Pero el recuerdo estaba gastado, débil y quemado. Recordaba cabalgar ese caballo, pero no el viento en la cara,el retumbar de sus cascos, ni la sensación de vértigo, orgullo y poder que sintió en aquel momento.   

De hecho, ni siquiera recordaba que del cielo descendiese una bola de fuego, que ésta estallase y que un muro de llamas y cenizas ultracalientes arrasase todo a su paso.  

En esos momentos él ya estaba ardiendo.

**

Sacó de su zurrón un trozo de queso, un poco de pan y, con la ayuda de una pequeña navaja, siguió con el pequeño tentempié que el tremendo incendio que devoró su casa había interrumpido.  Sentado en lo alto de una roca que debió desprenderse del muro situado en medio de la inmensa sala, sus piernas colgaban despreocupadamente mientras daba buena cuenta de sus víveres.  Era un chico alto y delgado, desgarbado, que no tendría más de diez u once años.  Vestía una camisa y unos pantalones cortos cubiertos de hollín, algo dañados por las llamas y llevaba un zurrón a cuestas.  No parecía nervioso, ni asustado, aunque sus ojos llevaban mirando un buen rato hacia una de las antorchas, hipnotizados por el ígneo crepitar de su fuego.  Sin duda, el pequeño estaba traumatizado, demasiado aturdido y asustado para reaccionar de manera normal. 

Poco a poco fue saliendo de su ensimismamiento. Observó con curiosidad al resto de los presentes, sin conectar su mirada con la de nadie, huidizo. El horror del lugar le era ajeno, ni huesos ni vísceras llamaron su atención. Solo volvió a mirar un par de veces, con bastante disimulo, a la mujer que permanecía encadenada en un rincón de la sala y, sobretodo, a aquella de cabellos rojos y vestido blanco ¿Podría ser su madre? No lo tenía claro.  

Un sensación extraña, parecida a un nudo en la boca del estómago, hizo que mirase en dirección a esa extraña línea que cortaba el aire y de la que surgió ese individuo.   Siguió comiendo tranquilamente, sin prestar la más mínima atención ni a su emplumada elegancia ni a sus tontos enigmas.  Hasta que el individuo le señaló. En ese momento envolvió y guardó cuidadosamente el pan y el queso. Limpió su navaja antes de metérsela en el bolsillo trasero del pantalón y dejó que el musculoso hombre que había saltado a defenderle terminase de hablar. Solo entonces se permitió clavar sus ojos azules en los ultraterrenos del recién llegado y habló con voz muy suave, casi un susurro.

No le caes bien.

Cargando editor
13/09/2021, 02:11
Inphie Lightborn

Aquella mañana tenía la mente en otra parte mientras se arreglaba para la ceremonia. Sandriss la ayudó a ponerse la capa sobre la brillante armadura. -¿Te preocupa algo?- dijo la joven. Inphié nego con la cabeza y sonrió de medio lado -Nada que deba preocuparte a ti, pequeña- contestó mientras abría la puerta de la habitación. Ambas salieron de los aposentos y alcanzaron el patio trasero del templo.

La bola de fuego cruzó el cielo sobre sus cabezas hasta que impactó en el horizonte y levantó el muro de llamas que se aproximaba a gran velocidad. Tomó la mano de su compañera y esperaron el fin juntas. El fuego la cegó por completo, pero en ningún momento cerró los ojos o apartó la mirada. Esperaba ver una nueva luz, la luz que había jurado proteger durante toda su vida, la luz única y verdadera, la luz de la calma eterna, sin embargo; sólo encontró oscuridad.

Sus ojos tardaron un rato largo en adaptarse al nuevo entorno y al hacerlo, lo que vió fue desconcertante. No era el paraíso, eso estaba claro; pero era un lugar demasiado mundano para considerarlo el infierno. Algo iba mal. ¿Acaso no había muerto? Movió la mano y escuchó el ruido de su armadura al chocar los dedos entre sí. No sintió la mano de Sandriss, pero notó cada articulación, el tacto del cuero que forraba su mano y el sudor en la palma. Definitivamente seguía viva.

Echó un vistazo alrededor buscando a la joven pero encontró un montón de individuos entre los que reconoció un aliado y dos enemigos. Con rapidez se situó hombro con hombro junto a Cyriack y acercó la mano a la empuñadura de su arma. Si los demonios pretendían rodearles, podrían luchar espalda contra espalda. Pero los demonios no atacaron. El diablillo parecía tan desubicado como ella y la súcubo apenas se había movido aún. Algo iba realmente mal. El resto de los presentes era un grupo variopinto que no parecía una amenaza directa, así que optó por ignorarlos.

Uno de los desconocidos se presentó y expuso lo evidente, otra mujer discutió brevemente con él. -¿Qué demonios ha pasado?- murmuró al inquisidor sin perder de vista a los demonios. -¿Qué es este lugar? ¿Tiene algo que ver con tu misión?- suspiró -Es igual, a mi señal, tu a por el canijo y yo a por la zorra.- Mientras trazaba tan elaborado plan, una criatura apareció flotando en la estancia.

Inphie dejó hablar al extraño con la esperanza de obtener respuestas, pero cuando éste acabó el repaso, tenía más preguntas que al principio. Sin tiempo para formularlas, el extraño escogió al niño que se encontraba entre ellos para algo; y no podía ser nada bueno. El bárbaro se adelantó y se interpuso entre ambos. La inquisidora desenvainó su arma y se situó junto a él esperando que su compañero la siguiese y terminase de formar una barrera humana. -No te preocupes chico, no dejaremos que te ponga un dedo encima- dijo bien alto para que todos la oyeran.
-Ni él, ni nadie.

Cargando editor
13/09/2021, 15:47
Uther Brannagan

El mundo ardió delante de sus ojos demasiado rápido.

No había tenido tiempo de gritar una orden, de moverse, siquiera de rezar. Cuando recuperó la consciencia y la calma sus acompañantes ya no estaban con él. Gronn, Abalet, Cirius. Hombres leales y valientes perdidos en un segundo. 

Abrió sus brazos y observó. Nada quemado, ni vestigios de humo ni nada parecido. Seguía teniendo sus cosas, sus dos espadas, una larga y una corta, su cota de escamas, todo. La humedad y la peste pronto ganaron lugar a la sorpresa inicial y se tapó la boca y la nariz con la mano. Miró alrededor. Por las expresiones que notaba en los rostros de quienes lo rodeaban, todos parecían expresar la misma sorpresa. ¿Todos? No, al menos uno de ellos no. Se presentó como Jafhar.

- Soy Joric -contestó. Sir Joric. A él y a todos.

El hombre mostró una marca, la mayoría parecía compartirla. Él la buscó en si mismo, sin encontrarla, aunque estaba seguro de que si buscaba mejor la encontraría. Sacrificios, esclavos. Parecía una explicación lógica.

Se acercó a la mujer cuando se alejó a llorar. Le puso la mano en el hombro. No necesitaba más. Sólo acompañar un poco su dolor y mitigar el propio.

Había un niño allí, un pequeño demonio, una súcubo, una niña encadenada en un rincón. Observó también el rostro en la roca, la única particularidad de aquel lugar. Algo tendría.

Coincidió con el demonio, asintió hacia él. Magia. No había otra explicación, no hacía falta.

- Dios de la Luz... Cameron, Dalia... -se lamentó en voz alta, pensando en que nunca volvería a verlos.

No pasó demasiado tiempo hasta que llegara aquel extraño, flotando y en posesión de aquellas gemas. ¿Se le podrían quitar? Su mente ya trazaba planes. Escuchó con atención las palabras del sujeto, intentando identificar a quien se refería a cada comentario. Gestos sutiles en sus compañeros. Había que conocerlos. Todo era información útil, su mente estaba entrenada para ello. Había uno entre ellos que había logrado llamar la atención del ser. Quería dar con él, ver por qué era diferente. Y había que determinar si la elección de ellos y no otros había sido azarosa o tenía significado. Muchos interrogantes para responder en poco tiempo.

"El amo", había dicho. Así que era un sirviente. Uno poderoso, pero sirviente al fin. ¿Tal vez un punto débil? Ya lo vería. 

Entonces señaló al niño. Y vio con aprecio y sorpresa las reacciones de valentía y bondad. Era un comienzo. Había que lograr la unidad. Dos no eran un mal comienzo. Tres con él mismo. Se adelantó hasta interponerse entre carcelero y pequeño. 

- Llevadme a mi, señor -interpeló con respeto pero también con firmeza. Dejad al niño, yo seré mejor comienzo para lo que sea que tenga planeado vuestro amo. 

Con algo de suerte daría tiempo al bárbaro, a la inquisidora y a quien pudiera sumarse, de trazar alguna especie de plan para responder algunas de las cuestiones que los aquejaban.

Cargando editor
13/09/2021, 16:15
Yakshini Krasue

Ya llevaba un día en Halden cuando “eso” ocurrió. Si hay algún momento de mi vida que jamas podré olvidar, esta claro sera aquel día.

Mi hermano Balthus y yo acabábamos de terminar de cerrar un trato con un mercader de esclavos humano al que le importaban mas la cantidad de oro que teníamos que nuestra raza. Los humanos son unos seres tan patéticos, son capaces de ignorar sus creencias mas antiguas solo por un saco de oro. De ese viejo y desagradable gusano dueño de un circo compramos un lote de 21 esclavos a los que meteríamos en jaulas para llevárnoslos a casa, entre ellos estaba una sirena que el gusano aparentemente llevaba años intentando vender. Yo misma decidí comprar a la sirena por curiosidad mas que cualquier otra cosa, me pareció de lo mas interesante tener una sirena encerrada en una gigantesca pecera en mi habitación. El viejo del circo me dijo que la sirena ya tenia un posible comprador y que no estaba dispuesto a venderla si no era por 1000 piezas de oro mas que el supuesto mercenario habia ofrecido por ella. Convencer a un gusano como este no fue para nada difícil, solo fue cuestión de soltar frente a el un saco de 3000 piezas de oro mas de las que me estaba pidiendo en un principio para cerrar su asquerosa boca de una vez por todas. Este viejo seria capaz de vender a su propia madre por la cantidad de dinero que a mi me de la gana ofrecerle. Ver a gusanos tan asquerosos como el me pone enferma, pero también en gracias seres tan estúpidos y patéticos como el que tenemos sirvientes que laven nuestros baños, así que estoy de acuerdo con su existencia.

Nuestro carruaje estaba estacionado en la parte de atrás del circo, donde nadie se atrevería a investigar al ver a nuestra intimidante escolta de caballeros. Balthus y yo salimos desde el establecimiento del viejo gusano y nos montamos en nuestro carruaje a paso veloz. No me gusta el hecho de que tenemos que ocultarnos a plena vista de los gusanos, digo, humanos, pero también estoy consciente del peligro que significaría para nuestro hogar que nos descubriesen, así que no tengo opción mas allá de mantenerme oculta como se supone tenemos que hacer.

Como ya habíamos terminado de hacer todo lo que queríamos en esta pocilga de pueblucho, Balthus y yo ya estábamos tomando el camino de vuelta a casa. Nuestra presencia ya no era necesaria en Halden, el resto de los tramites por los esclavos, el envió y esas cosas, se las encargamos al alcalde de Halden, el alcalde era otro gusano fácil de manipular con la cantidad de dinero suficiente, así que también mantenía relaciones de negocios con nosotros, a pesar de que a el si le iban a cortar la cabeza si se llegaban a enterar de que siquiera hablo con nosotros. Sus instrucciones eran enviar los esclavos cerca de las montañas y dejarlos abandonados dentro de sus jaulas en un bosque especifico, donde los irían a buscar agentes de nuestra casa un par de días después.

No habíamos salido aun de Halden cuando el cielo se torno rojo y el mismísimo sol pareció descender hasta la tierra, haciendo caer la destrucción pura y el caos sobre nosotros. Gracias a mis habilidades pude sentir como una explosión de energía infernal que me puso los pelos de punta. Balthus y yo miramos con terror desde la ventana del carruaje como el fuego infernal consumía todo a su paso, como los cuerpos de los gusanos eran reducidos a cenizas con solo ser tocados por las furiosas llamas con apetito insaciable. Al ver la misma escena que nosotros, nuestra escolta de caballeros escapo, dejándonos solos a mi y a mi hermano dentro de nuestro carruaje, esperando por nuestra muerte. Nosotros siempre fuimos inteligentes, incluso entre los nuestros, sabíamos que intentar escapar era fútil, sabíamos que seria un desperdicio abrir las puertas del carruaje y salir corriendo, ambos aceptamos nuestras muertes mientras veíamos el fuego tragarse todo a su paso.

.Balthus me miró a la cara momentos antes de ser consumidos por el fuego, yo le regrese la mirada. Una lagrima se escapo de los ojos de mi hermano mientras me decía unas palabras de despedida que guardare dentro de mi corazón para mi sola y nadie mas en este mundo. Yo me abalance sobre el para abrazarlo con fuerza. No quería morir, pero si lo iba a hacer, por lo menos quería hacerlo junto a mi querido hermano mayor. Todo el carruaje ya estaba temblando cuando separé mi cabeza un poco de la de mi hermano para verlo por ultima vez, al verme, el obligo a si mismo a sonreír para mi. So sonrisa me partió el corazón y entonces fui yo a la que comenzó a llorar. El fuego ya estaba a pocos metros de nosotros cuando me incline sobre Balthus de nuevo, esta vez para besarlo como mi ultima voluntad. A pesar de ser hermanos, Blathus a sido la única persona en este mundo a la que de verdad he amado y jamas amaré, morir a su lado es la mejor forma de morir que jamas podría pedir, lo único que lamento es que solo fui capaz de expresar mis verdaderos sentimientos al momento de nuestra muerte.

Mi vista se tornó blanca por completo, no sentí nada ni escuche nada, simplemente todo se tornó blanco por unos instantes antes de que todo se tornarse totalmente negro. Estaba muerta… O eso pensé.

Abrí los ojos nuevamente. Por un momento no pude ver nada, todo estaba muy oscuro, aunque habían unas pequeñas fuentes de luz. No me sentía muerta, aun podía sentir la leve sensación de los labios de Balthus sobre los míos, lo que me confirmo que muerta no estaba. Al parecer estaba tirada en el suelo, y por la sensación que me producía el suelo, parecía estar en una caverna o algo por el estilo. Hice un esfuerzo por levantarme del suelo, me sentía muy cansada así que fue mas difícil de lo que pensé que seria. Una vez sobre mis pies busque a Balthus por todo el lugar con la mirada, si yo habia sobrevivido de seguro el también. Mis ojos ya se estaban acostumbrando a la oscuridad, así que poco a poco recuperé la visión. El tipo lugar en el que estaba me importaba en lo mas mínimo, Tenemos suficientes lugares de este tipo en casa como para estar acostumbrada a ver trozos de humanos y esqueletos regados por el suelo. Por mas que busque a mi hermano no lo encontré por ningún lado, en cambio, solo habían unos cuantos gusanos, un diablo de bajo nivel, y una sirena.

Me deje caer sobre mis rodillas de nuevo al no encontrar a mi hermano. ¿Por que? ¿Por que yo habia sobrevivido y no el? Estábamos los dos juntos así que ¿por que? Yo sobreviví de alguna manera pero, ¿por que el no? Miré al techo de la caverna mientras mi mente divagaba entre recuerdos y lamentos, todos relacionados con la perdida de mi hermano.

Pude escuchar como algunos de los Gusanos hablaban entre si y el diablo y la sirena también decían cosas, pero no estaba de humor como para prestarles atención. Se que hablaron de cosas como que ahora todos los presentes teníamos una marca igual a la que habia aparecido en el dorso de mi mano izquierda, pero no hice ni el mas mínimo esfuerzo por siquiera escucharlos. Estaba encerrada en mi propio mundo cuando de repente, sentí una tremenda perturbación en las pocas energías del lugar. Me volví a levantar de golpe cuando sentí como se separaba en dos el espacio de la mazmorra, abriéndole la entrada a un misterioso ser que desprendía un aura como ninguna que halla sentido antes. Una gota de sudor bajo por mi mejilla al sentir la imponente presencia de este misterioso individuó mientras este parecía estar pasando una lista, cada vez que decía algo parecía estar haciendo referencia a alguno de los presentes. Yo no me atreví a abrir la boca mientras este hablaba, ¿como podría hablar frente a tal presencia? Así que me limité a simplemente mirar en silencio desde mi esquina de la mazmorra, pero cuando este ser termino de hablar pude reunir suficiente fuerza como para alzar la voz hacia el visitante misterioso.

- B-balthus… ¡Mi hermano! ¿¡Donde esta mi hermano!?

Si esa cosa fue la que me metió aquí, de seguro sabe que ocurrió con mi hermano.

Cargando editor
14/09/2021, 08:28
Cécil Steadman

Funciones motrices......................................................................ACTIVADAS

Visor multiespectral......................................................................ACTIVADO

Caja de resonancia.......................................................................ACTIVADA

Base de datos jurídica...................................................................DESCARGANDO ACTUALIZACIONES

Sarcasmo....................................................................................POR DEFECTO [Editar]

CHARM........................................................................................SOBRECARGA EN EL SISTEMA.

Abrió los ojos en un nuevo mundo, en un nuevo cuerpo.

Observó los alrededores, escaneando a la pequeña congregación que parloteaba alrededor de un individuo enmascarado con una vaga forma avícola.

Escaneando.............................................

Sujeto nº 1............................................. Diablillo risueño. 

Nivel de amenaza: Minúscula.

Sujeto nº 2.............................................Bárbaro poco higiénico y suicida.

Nivel de amenaza: Moderada/Alta con pronóstico a Cadáver inminente.

Sujeto nº 3.............................................Niño con posible trastorno autista.

Nivel de amenaza: Xenocida peligroso. CAUTION.

Sujeto nº 4.............................................Sirenita encadenada fuera de su hábitat natural.

Nivel de amenaza: Minúscula.

Sujeto nº 5.............................................Inquisidora al borde la prejubilación.

Nivel de amenaza: Dios no disponible. Moderada/Baja.

Sujeto nº 6.............................................Inquisidor taciturno.

Nivel de amenaza: Dios no disponible. Moderada/Baja.

Sujeto nº 7.............................................Paladín tendente al sacrificio.

Nivel de amenaza: Dios no disponible. Tendencias suicidas. Pronóstico de Cadáver inminente.

Sujeto nº 8.............................................Súcubo/Femme Fatale.

Nivel de hotness: Elevado.

Sujeto nº 9.............................................Viejo eremita.

Nivel de amenaza: Minúsculo.

Sujeto nº 10...........................................Meretriz.

Nivel de amenaza: Minúsculo.

Sujeto nº 11...........................................Viviseccionador enmascarado.

Nivel de amenaza: No disponible.

Acto seguido miró sus manos.

Limpias, doradas y enguantadas en seda blanca.

Ni rastro de sangre.

Sic... Semper... Tyrannis... —dijo con melodiosa voz de barítono mientras cerraba sus puños, admirando sus nuevos y esbeltos dedos, sus nuevas y brillantes manos.

No perdió más tiempo en admirarse a sí mismo pues no había espejo en varios kilómetros a la redonda. Habitaba un nuevo cuerpo, uno más perfecto, más humano y con más funcionalidades. Y sin embargo todo esto resultaba secundario, pues lo importante, lo reseñable, residía en que, al fin, era libre. Y esto sea dicho paradójicamente, pues al parecer estaban en una prisión de máxima seguridad ubicada en el corazón de ninguna parte en particular.

Donde el resto de presidiarios veía encogerse su corazón ante la visión de vísceras y excrecencias de toda clase que decoraban aquella celda como si fuesen el camerino de un teatro consagrado al terror, él veía indicios de una sólida legislación en materia de prevención de riesgos laborales en aquella penitenciaría. Aquel carcelero, era evidente, llevaba un E.P.I. para sobrellevar su arduo oficio. Seguramente estuviese mal pagado, a juzgar por su desidia en la selección de los candidatos a sus abyectos experimentos. Todo ello eran interesantes, suculentos datos para aquella máquina legal que era el recién renacido Cécil Steadman.

Los humanos, tan predecibles, ofrecieron resistencia como solo ellos saben hacer, ofreciendo acero y sangre a cambio de la vida de aquel pequeño y sospechoso rapaz. A Cécil esta reacción le pareció útil. Era la cortina de humo que aguardaba para poner en marcha su brillante plan de fuga. Plan para el que necesitaba uno, quizás dos socios de naturaleza prescindible. Así pues, se acercó al diablillo, ser propenso a la intriga y a la confabulación, y le dijo:

Cécil Steadman. Encantado de conocerle, señor... —saludó hablando en voz baja, tono conspirador, extendiendo su mano con notable encanto para estrechar la pezuña del diablejo.

En la mano, el diablillo se topó con una tarjeta en la que podía leerse con brillantes letras de una caligrafía excelente:

Cécil Steadman

Abogado Total

Dígame... ¿ha bailado con el Diablo a la luz de la luna? —preguntó sin venir a cuento con una pausa dramática exquisita de por medio. —Perdone. Mera curiosidad. Quisiera saber, ¿posee algún talento relevante para llevar a cabo una fuga de una prisión lóbrega como esta? Estoy buscando un socio, alguien para establecer una fecunda partnership en estos tiempos de congoja e incertidumbre —Aquello último lo pronunció en un extraño idioma legal. —Preferiblemente con iniciativa y algo más que una impulsiva propensión a buscar la muerte acero en mano, algo de lo que parece vamos bien surtidos en esta celda. ¿Conoce usted a alguien así?

Era, claro, una pregunta retórica.

Si el diablillo no se conocía a sí mismo, difícilmente podría ser socio de Cécil, un individuo cuyo éxito en la vida residía en tener un perfecto y detallado conocimiento de sus propias limitaciones.

Cargando editor
14/09/2021, 18:31
Ilia

Iba a ser otro día normal, pudo ver el espectáculo de marionetas al otro lado de la calle desde su tanque de agua, hacer la estúpida actuación que su esclavista le obligaba a hacer para ganar las moneditas y sobretodo pudo ver con hastío como por décima vez al día la intentaban comprar, aunque la diablesa parecía empeñada en ello y por poco pensó que sería vendida, al final su esclavista se negó porque lo que le ofrecía de una era lo que la sirenita podía ofrecerle al tipo a lo largo de un año si se lo proponía. Definitivamente era un tipo agarrado. Lo único que le puso de mal humor de la conversación entre la diablesa y su dueño fue que el mismo mentó al bárbaro que tan amablemente le dijo meses antes que la salvaría... Sí, y qué más, soñar estaba bien pero la esperanza se fue hace mucho tiempo, ahora se conformaba con cantar las melodías de sus mares para recordar su hogar. 

Estaba descansando cuando vio el cielo arder junto a todo a su alrededor. El agua comenzó a calentarse mientras que las juntas metálicas del tanque de agua junto al final de las cadenas que la mantenían en el tanque se fundieron y provocaron la caida de los enormes cristales que la aprisionaban. Por suerte no sufrió ningún daño aunque el horror que tenía a su alrededor era suficiente para ella como para vomitar a un lado antes de comenzar a recoger las cadenas sueltas que aún estaban unidas a sus muñecas por unos grilletes algo pesados. En ese corto tiempo y a causa del brutal calor su cuerpo se secó y dos piernas humanas reemplazaron su cola pero en el momento en que se puso de pie cayó desmayada.

Despertó en un lugar húmedo y que olía fatal por lo que lo primero que hizo fue esconderse en la zona más sombría que pudo abrazándose a sus piernas. Podía ver que eran varios ahí dentro por lo que prefirió mantenerse en ese rincón sin decir nada durante toda la charla del extraño con turbante y barba de chivo. Se concentró en el lugar del cuerpo que le dolía más, a sabiendas de lo que se sentía tras haber sido marcado, pues su marca de esclava se encontraba en la parte trasera de su cuello. No tardó demasiado en sentir que la comezón la sentía justo encima de la rabadilla y suspiró. "No, no fue un simple sueño pues lo vi de primera mano allí en mi jaula"

Conocía a tres de los allí presentes aunque prefirió no abrir boca, mejor para ella pues pronto se personó la razón del sinsentido aquel explicando por encima el propósito de estar ahí. "Así que somos... experimentos." No podía negar que el hombre le daba miedo y cuando este iluminó la sala provocando que también se la viera a ella, se pegó lo más que pudo a la pared, dejando ver a una muchacha humana asustada y desnuda, con grilletes en sus muñecas, cadenas alrededor y un collar de extraños grabados. 

Pasó bastante de lo que decía de cada uno, o más bien es que por miedo no quería saber nada del tema, pero cuando todos se pusieron a la defensiva cuando escogió al niño suspiró un poco temblando ligeramente medio por el frío del lugar medio por el temor y al final... Habló.

- Si lo que necesita es analizarnos... no le va a hacer nada por ahora. Es similar a cuando un esclavista compra esclavos. No le hace daño a la mercancía hasta que sepa cómo de buena es la mercancía. Y... como nadie lo ha preguntado... Lo haré yo. 
Dirigió la vista por segunda vez al encapuchado y esta vez sostuvo la mirada.
-¿Quien es su amo, donde nos encontramos y... a qué clase de pruebas y torturas nos van a someter? ¿Ellos también eran sujetos de pruebas? ¿Con qué fin?... No hacía demasiada falta saber a quien se referían pues hacía escasos minutos que el tipo había lanzado los restos de lo que alguna vez fueron seres vivos. Había evitado con todas sus fuerzas mirar hacia el lugar o respirar profundamente, las ganas de vomitar estaban ahí pero por suerte su estómago estaba lo suficientemente vacío para evitarlo. 

Cargando editor
15/09/2021, 08:11
Cyriack Voared

Cyriack apenas tuvo tiempo para reaccionar... se encontraba en la posada, preparándose para reunirse con Inphie cuando todo sucedió... la estrella cayendo del cielo... y luego... el mar de llamas... elevó una oración hacia el Dios de la Luz antes de que el fuego lo consumiera... dolor... angustia... desesperanza... una amalgama de todos esos sentimientos se arremolinaban alrededor del inquisidor mientras su cuerpo se deshacía en medio del torbellino de fuego... Y luego... la nada...

Aunque aquello no duraría... de repente despertó... pero no estaba en el Cielo o los Infiernos... sino en una oscura y lúgubre mazmorra... y bastante bien acompañado... quizás "demasiado" acompañado... Algún demonio... y luego un grupo amplio de personas, entre las cuales parecía haber un niño y... ¿una sirena?... El inquisidor trató de asimilar la información... pero la pila de restos ¿humanos? Nunca como en aquel momento agradeció tanto el presente de su mentor...

Para su fortuna... Inphie parecía encontrarse entre los prisioneros... que no tardó en colocarse a su lado y preguntarle si sabía algo... - No lo creo... Solo recuerdo que el fuego nos consumió... a nosotros... a Halden...  o todo fue una elaborada ilusión... - pero el dolor fue TAN real... que le costaba creer que pudiera ser así... Su compañera, rápidamente habló de atacar a los demonios presentes... - Espera... No estoy seguro de que ahora mismo sea buena idea... siempre tendremos tiempo... - susurró a su colega mientras observaba a todos los presentes, y escuchaba como hablaban la mujer y el hombre de las arenas...

Entonces aquel hombre mencionó una marca... y efectivamente allí estaba... todos habían sido marcados... y por su mente se cruzaron exactamente las mismas palabras que las que espetó la mujer... aquello era la marca del ganado... o de los proscritos de la sociedad... No sabía donde estaban... pero desde luego ni eran bien recibidos ni eran invitados... cosa que no tardaría en revelarse cuando apareció aquella "cosa"...

Si a Cyriack le hubiesen dicho que aquello era un demonio, no habría dudado por un solo instante... pero emanaba algo... que lo mantenía en alerta... por alguna extraña razón los instintos del inquisidor le apremiaban a que de momento solo observase... que aquella criatura que hablaba consigo misma tenía los medios de acabar con todos los presentes sin pestañear... y quizás la marca tenía algo que ver en ello... Luego cayeron más restos... fuese lo que fuese lo que estaban haciendo con ellos, estaba claro que no tendría un buen fin para ellos, por lo que empezó a estudiar con detenimiento la sala tratando de encontrar con la simple vista algo que pudiera parecer o servir como salida...

Pero aquellos pensamientos se vieron rápidamente interrumpidos por la elección de la criatura... pretendía llevarse al niño... Y aquello era algo que ya muchos de los que se encontraban allí demostraron que no pretendían permitir... así que desenfundó su sable y se acerco junto con Inphie y el bárbaro... - No dejaremos que te lleves al niño... reconsidera tu elección... cualquier otro excepto el niño... - dijo con una determinación algo mermada por los instintos que casi gritaban al unísono que aquello podría significar su fin...

Cargando editor
15/09/2021, 23:10
Director

El dedo afilado del enmascarado aún apuntaba al niño cuando una corpulenta figura se colocó en medio. Su armadura de placas brillaba a la luz de las antorchas y su espadón, ahora en sus manos, se mostraba tan amenazador como el hombre que lo portaba. La pieza de acero era descomunal. Un arma que solo por ser blandida ya influía miedo en el corazón de los hombres. Más que para cortar, cercenar y rebanar, su arma había sido forjada para aplastar. Kelgar fue el primer héroe. O el primer idiota.

—Hombre salvaje, lengua salvaje. ¿Sabes lo que es un pararrayos?

En menos de un parpadeo el topacio dejó de girar sobre la cabeza de la misteriosa figura, encendiéndose al momento. Al hacerlo, pequeños rayos surgieron tras un chisporroteo. Ignorando al niño, su profunda voz volvió a reverberar en la cámara de la mazmorra.

—Un desafío, pues. ¿El hombre cree ser más rápido que el relámpago?

Inphie, que había decidido que los diablos y diablesas podían esperar para más adelante, se colocó al lado del bárbaro. Entre sus manos portaba el espadón ceremonial de su templo, un arma larga, no tanto como la del bárbaro, pero también capaz de infundir miedo en los corazones de aquellos a los que apuntaba. Si el norteño era puro nervio, una llama a punto de explotar, la mujer poseía una serenidad que solo la oración, la fe, y muchas carnicerías, otorgaban a los espíritus piadosos pero guerreros.

—Tu senda ya está muerta, mujer. ¿Es acaso lo que buscas? ¿Reunirte con tu creador?

A ella se unió Cyriack, en apariencia menos contundente, un guerrero más esbelto. Igual de decidido, dispuesto a pelear, a dar su vida para evitar que se llevasen al niño. Jim, tras ellos, era quien menos inquietud tenía.

—¿No dejaréis? ¿Qué autoridad tiene un medio hombre como tú en un agujero como éste? —contestó al inquisidor.

Podían notar en cada palabra, en cada gesto, en cada leve movimiento ego, un poder enorme sostenido por un precario hilo dorado a punto de quebrarse. El enmascarado no era el tipo de hombre que pide permiso o acata órdenes, él tomaba si así lo deseaba.

La demanda de Yakshini fue ignorada por el enmascarado, no así el acto de Sir Joric quien, sin sacar un arma, se colocó delante del trio para enarbolar la palabra. El temerario acto rompió los esquemas del enmascarado quien no esperaba encontrar un altruismo tan idealizado entre extraños.

—¿Por qué crees que tu vida vale menos que la del otro? La carne es carne, mismo da uno que otro. Pero lo he elegido a Él. Mis designios son sus designios.

Mientras otros aprovechaban para ganar ventaja tras las bambalinas, otros se unían a la causa. Ilia, desde la distancia, desnuda, asustada, logró alzar su voz. Fue ignorada, el enmascarado ni siquiera la miró. Era un granjero de hormigas observando divertido como un puñado trataba de plantarle cara. Por supuesto no iba a responder a preguntas sobre hermanos perdidos o sobre su propio amo, que hubiera descendido a las mazmorras no significaba que se encontrase a su nivel. No era su guía, solo su carcelero.

—Podría, pero no debo —hablaba para si, no para nadie en concreto —. Poca carne para el Foso de la Carne. El Probador de Espadas querrá su tajada. Pero ¿Qué sucede cuando permitimos que se alcen las voces? Mejor acallarlas, mejor aplastarlas.

El topacio emitió un chispazo, pequeños relámpagos de energía empezaron a recorrer su superficie como pequeños culebras asustadizas. Volvieron a su corazón luminoso, apagándose.

—Uno debe conformarse.

Su mirada hueca volvió se apartó de ellos, incluso se atrevió a darles la espalda.

—Volveré con las asignaciones, pronto. Y no solo.

Una promesa, una amenaza. No escuchó, no entabló disputa verbal, tampoco contestó a las respuestas exigidas. La amatista emitió un leve brillo y una fina línea partió la realidad en dos. El enmascarado utilizó la imagen quebrada para desaparecer igual que había venido. Cuando las plumas brillantes de su traje hubieron desaparecido, la línea se contrajo hasta desaparecer.

—Bueno, pues algo debemos valer —dijo Jafhar soltando el aire que hasta ahora había contenido en sus pulmones y también una piedra que había tomado como arma improvisada.

La dama de blanco se había mantenido a distancia de la contienda. Sus ojos nunca se habían apartado del enmascarado. Sus manos, tensas, se relajaban ahora. Miró los bajos de la falda de su vestido; una mancha negra trepaba todos los costados pervirtiendo el inmaculado blanco de su vestimenta.

—Diantres, parezco una pordiosera —dejó de sujetar el vestido y se acercó al grupo —. Es uno de esos casos en los que la unión hace la fuerza, algo a tener en cuenta. No tenemos información y está claro que nuestros enemigos son peligrosos. Si somos capaces de dejar a un lado nuestras diferencias, puede que tengamos una oportunidad —dijo, sin ocultar que miraba precisamente a los inquisidores y a los diablos al decir aquello, ambos grupos despertaban en ella la misma simpatía; ninguna.

Retiró un largo chal blanco de sus hombros. Tenía incrustaciones de pedrería y un fino hilo de oro que recorría la tela haciendo filigranas. Dejó caer la cara pieza de tela sobre los hombros desnudosde Ilia, suficiente para que pudiera taparse un poco, aunque no mitigaría el frío con ello.

—Antes has hablado con valor, ¿Cuál es tu nombre, niña?

Tras su presentación, de haberla, se giró hacia los demás.

—El señor Jafhar a hablado bien antes, se ha presentado. Y solo Sir Joric ha seguido su ejemplo. Creo que al menos podemos ponernos nombre. El mío; Alannah Von De Raeh —hizo una elegante reverencia, no muy marcada, lo justo para que supieran que tenía buenos modales, que sabía encorvar la espalda con gracia, pero que no era a ellos a quien rendía pleitesía.

Notas de juego

Ahora si, podéís hablar tranquilamente.

Cargando editor
15/09/2021, 23:12
Director

Le llevó más tiempo de los que creía inspeccionar visualmente la caverna donde se encontraban. Era más grande de lo que parecía a simple vista. Las mismas antorchas que revelaban algunas paredes ocultaban otras que se hundían en la penumbra, más amplias, donde la mazmorra se expandía. Todo era roca natural, irregular, repleta de grietas y vetas de piedra. No vio ninguna puerta pero a sus ojillos de diablillo no se le escaparon varios agujeros en el techo, esparcidos por aquí y por allá, de forma aleatoria. No eran muy grandes, un gato podría pasar entre ellos, pero no un hombre, y tampoco él. Lo que tenía claro es que debían llevar a alguna parte o al menos tenían un tipo de funcionalidad porque sus bordes habían sido labrados a golpe de martillo.

 

La mazmorra poseía magia residual de un tipo que nunca había encontrado en sus viajes. Bueno, en los viajes de su amo. No logró identificar la esfera mágica a la que correspondía pero pudo notar el poder que había creado aquello. No era natural, a pesar de su aspecto, y por los restos que quedaban en la mazmorra intuyó que debía llevar construida bastante tiempo. Si fuera una esfera de piedra, tierra o roca, él lo sabría. Pero allí había algo más grande que se escapaba de sus narices.

Olfateó un poco más lejos, no porque sus indagaciones le llevasen allí, sino porque su olfato era travieso y caótico como él. Tuvo que sacudirse las narices un par de veces desde su privilegiada posición en la cima de la pequeña montaña de cráneos. Fuera de la mazmorra había más magia. Demasiada para su olfato. Tendría que andarse con cuidado, una sobredosis olfativa de magia y quedaría medio muerto o medio colocado.

Su inspección le rebeló algo más; algo perturbaba sus sentidos. Una fuente de magia tan grande que obviarla sería como negar el sol. Y estaba muy cerca de él.

Había tomado como parte de la mazmorra el muro con rostro durmiente que se encontraba depositado cerca de ellos. Las criaturas mágicas, como él, despedían un halo, un olor. Podía encontrarse a un demonio siguiendo su trazo, igual que a un golem o a un unicornio. La magia era para ellos parte de su sangre, de su carne, de su alma, el motivo y la causa de su existencia. Así que no había duda, su olfato no fallaba. La respuesta era simple pero evidente; el muro estaba tan vivo como él.

Cargando editor
16/09/2021, 00:49
Inphie Lightborn

Inphie dejó que la punta de su espadón bajase hasta el suelo exhalando un suspiro. El peligro inmediato había pasado, de momento. Quedaba el tema de los demonios, pero era cierto que ahora mismo parecían una amenaza menor. ¿Es el enemigo de mi enemigo mi aliado? Debería averiguarlo. Enfundó el arma y se giró para mirar al niño que habían tratado de proteger por si necesitaba ayuda, pero le pareció que con el shock no era muy consciente de la situación. Le susurró a Cyriack que le echase un ojo y lo dejó estar.

- Soy la Alta Inquisidora Lightborn - dijo cuando Alannah solicitó presentaciones. Mientras se quitaba la capa imitando el gesto de la muchacha para cubrir a Ilia, no quitaba ojo a la súcubo. - Esto es algo más grueso. ¿Estás bien, chiquilla? No queremos que enfermes. - La capa color sangre con bordados en oro había cubierto hasta entonces una dorada armadura cargada de símbolos religiosos que parecía más ornamental que funcional. Cualquier habitual de Halden reconocería esa armadura y a su portadora por haber presidido alguna festividad religiosa o ejecución pública.

Dejó a la chica a un lado y miró a los componentes de grupo uno a uno. - Está claro que tenemos unos cuantos luchadores. Supongo que lo mejor será colaborar, por ahora. ¿Alguno más tiene armas? ¿Alguna habilidad que sea útil? ¿Algún plan? ¿Algo? - Echó un vistazo a su alrededor - Seguramente nos vigilen, así que habrá que planear con cuidado y, sin saber cuánto tiempo tenemos, habrá que hacerlo rápido - Se acercó al rostro tallado mientras el resto se presentaban y respondían a sus preguntas. Lo inspeccionó con cuidado, pasando la mano por su superficie, esperando notar alguna perturbación física o mágica en él.

- Tiradas (1)

Motivo: Detectar Magia

Tirada: 1d100

Dificultad: 65-

Resultado: 19 (Exito) [19]

Cargando editor
16/09/2021, 08:17
Kelgar Stalsson

El pobre “cara pájaro” se había visto intimidado y huyó con una excusa como cualquier otra.
Posiblemente iría a por refuerzos, y a Kelgar le llamó la atención el nombre del “Probador de Espadas”. Algo le decía que sería un enemigo formidable.

Sea como fuera, hasta que volvieran tenían algo de tiempo para planear algo, si bien algunos parecían querer aprovechar ese tiempo en socializar.
Escuchó cómo la señorita pelirroja se presentaba como Alannah Von de… algo… y luego lo hizo la veterana mujer a la que recordaba haber visto hacer parlamentos multitudinarios en Halden; entendía que era alguien importante en su iglesia y a decir verdad juraría haberla visto años atrás hablando con el Padre Lerwig… pero seguramente la tal Inphie lo habría olvidado así que no dijo nada.

Miró con curiosidad a la diablesa que parecía lloriquear por alguien a quien echaba en falta, sorprendido por el hecho de que tuviera ¿sentimientos?

Devolvió a Jotung a su espalda y optó por presentarse como el resto.
Soy Kelgar, Kelgar Stalsson.
El “cara pájaro” seguramente ha ido a por refuerzos y seguro que volverá…
No es muy normal dejar a prisioneros acorazados y armados; dijo algo de un “Probador de Espadas”.
A lo mejor quieren vernos en acción o algo así…
dijo, encogiéndose de hombros.

Por lo pronto, voy a echar un vistazo en busca de posibles salidas… comentó, dispuesto a buscar alguna puerta o algo que romper para poder conseguir la libertad.
Imaginaba que no sería tan fácil, pero por probar…

Cuando estaba a punto de registrar los recodos de la mazmorra, se fijó como las mujeres le daban algo de ropa a Ilina… ¿o era Ilia?
Suspiró y se acercó una vez hubieron terminado, hasta agacharse y quedar a su altura.
Nunca había estado tan cerca y se sentía algo intimidado… ¡maldita sea, cómo se parecía a Tayla!

Siento no haber cumplido mi promesa… dijo en un tono suave, casi un susurro …las cosas se complicaron y… ¡qué más daba ya! ¡Joder, si estaban todos en la mazmorra de los horrores!

¿Quieres que te ayude con esas cadenas…? preguntó, mirando las ataduras de la joven.
No parecían tan resistentes como para aguantar un espadazo bien dado.

Cargando editor
16/09/2021, 08:37
Jraxas el Mancillador

Mientras los valientes defensores de los débiles plantaban cara a su captor, el pequeño diablillo observaba con cuidado la sala desde el montículo, sin duda era un lugar muy curioso. Entonces se le acercó el tipo enmascarado presentándose y extendiéndole una tarjeta, decía que era abogado, pero lo primero que hizo fue soltarle una frase que le parecía haber escuchado antes, a un bufón en una obra de teatro sobre un caballero oscuro o algo así.

Jraxas miró sonriente al enmascarado y se encogió de hombros, estaba claro que era un conspirador.

Pues claro que si joder, algo podremos hacer—. Tras decir aquello le giñó un ojo y empezó a descender sibilinamente del montículo de calaveras hacia niño.

Finalmente su carcelero pareció desistir y se marchó sin llevarse a nadie, lo que echó a perder el primer plan de fuga del diablillo, pero al menos dejó claro que no los querían muertos, al menos por el momento.

Volvió a su montículo mientras los prisioneros se relajaban tras el encuentro y empezaban nuevamente a hablar.

Pues a mí me conocen como Jraxas, El Mancillador. Y por mí no os tenéis que preocupar mi señora—. Dijo mirando a la dama elegante. —A mí me encanta conocer gente nueva, si esos fanáticos meapilas prometen que no nos purgaran en cuanto puedan, yo no tengo problema alguno en colaborar con ellos.

De momento no era necesario contarles lo que había descubierto sobre su celda, al fin al cabo una alta inquisidora debería averiguarlo sin mucho esfuerzo, eso los tendría entretenidos un rato e ir un paso por delante le serviría para que esos fanáticos no le decapitasen de primeras.

Pues lo primero es averiguar lo que podamos de esta puñetera celda, así que yo voy a echar un vistazo—. El diablillo señaló hacia el techo mientras hablaba. —Salvo que eso lleve al exterior, prometo volver.

Tras decir aquello el diablillo alzó el vuelo y se dirigió hasta el techo, una vez allí se agarró a las paredes de uno de aquellos pequeños agujeros que había visto desde abajo y se transformó en una horripilante araña para poder deslizarse por él.

- Tiradas (1)

Motivo: Sigilo al deslizarme por el agujero.

Tirada: 1d100

Dificultad: 70-

Resultado: 79 (Fracaso) [79]

Notas de juego

Esperemos que no haya nada en el agujero, porque el diablillo parece que va silbando.

Cargando editor
16/09/2021, 08:44
Cécil Steadman

El diablillo parecía un ser de naturaleza inquieta, propenso a la hiperactividad. Le dio por convertirse en arácnido y explorar la zona, algo que Cécil consideró un derroche de iniciativa.

El letrado observó con atención la reacción del enigmático Zancudo ante las bravatas de los pellejudos. Le sorprendió que no hiciese gala de una violencia desmedida para llevarse al sujeto de pruebas nº 6, ese niño ajeno a todo. Pero sin duda alguna, lo que más llamó la atención de Cécil fue el collar compuesto por las gemas del Infinito. Y dentro de estas, la gema amatista captó especialmente su análisis a través de su visor multiespectral.

Quite interesting... —dijo en jurídico para sí mismo, preguntándose qué tipo de magia tan intrigante podía habilitar una puerta interdimensional para conectar la celda con una cárcel.

Sacó de su casaca un fajo de tarjetitas inmaculadas.

Dealer's Time.

Cécil Steadman. A vuestro servicio, ma'am. —dijo tendiendo la tarjeta a la señora Von de Raeh.

Cécil Steadman. ¿Un pariente perdido? Si necesitáis gestionar su declaración de ausencia legal, soy vuestro hombre, mademoiselle. —dijo extendiendo una tarjeta a la súcubo que tan afectada estaba por su pérdida.

Cécil Steadman. Mejor morir con testamento que empalado en el paramento. Es mi lema personal. ¿Necesitan un testamento ológrafo para dilucidar quién hereda a quién? Ustedes dos parecen compartir vínculo laboral, Am I wrong? ¿Necesitan negociar un convenio? Soy su hombre. —dijo dejando una tarjeta en la pechera de la armadura a cada inquisidor y luego otra en la barba de Sir Joric.

Cécil Steadman. ¿Necesitado de amparo familiar, joven? Gestionaré su tutela hasta que consiga la emancipación. ¿Cuántos años tiene? ¿Está en edad de votar? —preguntó amablemente mientras le dejaba una tarjeta al niño en una oreja.

¡Qué manera de repartir cartas!

Cécil Steadman. Mr. Stalsson, right? ¿Clases de dicción shakespearana, fella? Por un módico precio, podemos alcanzar un acuerdo. —dijo al bárbaro al tiempo de introducirle una tarjeta en la cabellera. La mugre del vándalo obró la magia de adherirla la pelo. Era grotesco, pero Cécil estaba en situación de monopolio en aquel lugar y no iba a perder a un cliente. Aunque trabajar con él fuese pro bono.

Cécil Steadman... —se detuvo un instante. A esta mujer, la que yacía junto al bárbaro, la conocía de algo. 

Loading................................................

Precaching............................................

SyntaxError666.....................................

Lo sentimos, la búsqueda no arroja un resultado.

Quizás la conoció de algo en otro tiempo.

No estaba en su base de datos.

...A vuestro servicio, ma'am. —se limitó a reproducir su saludo estándar, anotando revisar la incidencia en el sistema más adelante.

La última tarjeta la reservó para el anciano. Como si de un vals se tratase, Cécil se inclinó y ofreció sus credenciales al tal Jafhar.

Cécil Steadman. Letrado engalanado.

Guardó las tarjetas excedentes para futuros clientes y se dirigió a la señorita Lightborn.

¿Armas? Tengo a la Ley de mi parte. Aunque aún he de estudiar el sistema jurídico que rige este tugurio, claro está. ¿No le resulta curioso que nuestro carcelero acceda aquí a través de una brecha en la realidad, Lady Lightborn? ¿Ha observado esa amatista? ¿Y ese topacio aniquilador? Sííí... Ese truhan tiene un fascinante sistema para acceder a nosotros. Qué lamentable. Ni siquiera nos ha leído nuestros derechos... —dijo negando con la cabeza.

Notas de juego

No encuentro necesario marear la perdiz. La tirada de Inphin y la jugada de Mesié Mancillador me parecen bastante útiles para sacar algo en claro.

Edito. He corregido un pequeño error. Nada importante que releer ;-)

Cargando editor
16/09/2021, 14:20
Uther Brannagan

Recién cuando el enviado rasgó la realidad y desapareció, se permitió una triste sonrisa. Luego escuchó a algunos de sus compañeros de celda aventurar algunas palabras y presentaciones. Decidió tomar la palabra también.

- Compañeros -habló hacia todos con calidez, buscando el centro de la estancia-, creo que debemos buscar la unidad, y trazar estrategias. Estamos todos juntos en esto, y si no ponemos el bien común por sobre todo, terminaremos como ellos -señaló los trozos de carne que habían caído desde la nada.

- No dejemos de notar nuestra pequeña victoria -continuó, mirando a quienes habían actuado-, el niño sigue con nosotros. Sea por el motivo que sea, hemos torcido la voluntad de nuestro captor, es un punto a tener en cuenta. Alannah, no tenemos tan poca información como parece, repasemos lo que sabemos: Lo principal, sabemos que hay un lugar llamado el Foso de la Carne. Es de esperar que sea o una especie de coliseo, o algún lugar de tortura. Me inclino por lo primero. Conocemos tres identidades, el emisario que vimos, su amo y el tal Probador de Espadas. Nos ha dicho que volverá con asignaciones. Debemos tener algún tipo de teoría acerca de ellas y de la mejor manera de actuar. ¿Qué tipo de asignaciones pueden darse en un coliseo? No creo ahora que seamos sacrificios, Jraxas. Quieren "analizarnos". Hagamos lo mismo.

Miró a sus interlocutores. No quería cansarlos, pero quería exponer sus pensamientos, había que ponerlos en común.

- Mencionaste Halden -dijo a Cyriack. Yo también estaba ahí cuando ardió el cielo. ¿Alguien más? Puede ser un dato importante.

- Como bien ha notado Cécil -cuya naturaleza le resultaba difícil de digerir, incluso estando en presencia de un demonio y una súcubo-, el emisario cuenta con el poder de esas piezas mágicas, debemos teorizar si hay forma de despojarlo de ellas, sería nuestra salida, pero también nuestra muerte si nos equivocamos al actuar solos o sin conocimiento de ellas.

- Otro dato que tenemos -continuó-, es que hay alguien entre nosotros a quien consideran "interesante". Un eco que no muere. Debemos identificar a quién se refería, y ver cómo podemos utilizarlo en nuestro beneficio. Sé que no soy yo, a mi me habló de máscaras y sillas ausentes.

Entonces calló, dando lugar a que los demás expongan sus conjeturas. Pensaba que iban por buen camino si trabajaban juntos.

Cargando editor
17/09/2021, 17:23
Yakshini Krasue

No me atreví a volver a llamar la atención de nuestro aparente carcelero. Hay algo mal con ese ser, no puedo llegar a saber que, pero solo verlo y sentir la energía que emana me produce escalofríos tan terribles que no quiero ni moverme, ademas, parecía estar demasiado ocupado lidiando con los gusanos inquisidores y altruistas que intentaron proteger a el niño ese.

El silencio del carcelero no me dice nada sobre mi hermano. No me confirma si esta vivo o muerto y justamente por eso, yo no voy creer que Balthus esté muerto hasta que encuentre algo que me diga lo contrario, si yo sobreviví a esa destrucción, Balthus también debería estar vivo, no hay razón alguna por la que yo halla sobrevivido y el no. Llegar a esa conclusión calmó la mayor parte de mis nervios y logre recuperar un poco la compostura. “Puede que Balthus aun este vivo” ese pensamiento hizo que la herida en mi corazón dejase de sangrar.

Cuando el carcelero volvió a romper el aire para salir de la cueva y dejarnos solos de nuevo, logre levantarme de mis rodillas y reincorporarme. Sin la intimidánte figura de ese ser frente a mi, mi cuerpo responde a todas las ordenes que le doy sin ningún problema. La expresión de mi cara cambió de asustada y débil a una mirada mas serena y decidida, aunque aun quedaban rastros del pánico por el que acabo de pasar hace poco. Fue entonces cuando comencé a prestarle atención a las demas personas que me rodeaban. Observe con mas detalle a los gusanos presentes, quienes, para mi disgusto, eran la mayoría. No pase por alto las miradas de la Alta Inquisidora, las cuales le regreso con igual seriedad y una abundante pizca de disgusto, dejándole ver que no me gusta en lo mas mínimo que se atreva a posar sus ojos sobre mi de esa manera. En una situación normal un encuentro con una persona como ella resultaría inmediatamente en una confrontación mortal entre las dos, pero, considerando la situación, las dos llegamos a la conclusión de que lo mejor es no luchar. Estaba claro desde un principio que yo tomaría esa decisión, pero me parece increíble que ella también. La verdad nunca pensé que los gusanos inquisidores siquiera pudiesen pensar de forma racional, estoy sorprendida, hoy solo han pasado cosas imposibles.

Todos comenzaron a presentarse después de que el viejo decrepito propusiese que todos dijésemos nuestros nombres, y algunos hasta comenzaron a hablar entre si, hablando sobre intentar escapar. Yo no tenia ni la mas mínima intención de presentarme ante los demas presentes, mucho menos por la petición de un gusano y planeaba quedarme en silencio, pero entonces se me acercó un personaje bastante peculiar. Por la manera en que se ve, cualquiera pensaría que es un gusano enmascarado, y eso pensé, pero cuando se acercó a mi la energía que sentí no era una energía humana, no logro identificar precisamente que tipo de energía es, pero el hecho de que no es humano me llama mucho la atención, así que cuando viene hacia mi para entregarme a lo que el llamo una tarjeta de presentación, en vez de ignorarlo, le prestó atención, y le regreso el saludo después de tomar su tarjeta.

- Me llamo Yakshini Krasue. Soy la hija menor de la casa Krasue. -Dije mientras hacia una leve reverencia con mi cabeza por mera formalidad- Me duele decirlo pero puede que requiera sus servicios por la desaparición de mi hermano, pero el no debe estar muerto aun, así que si es familiar con los tramites necesarios para comenzar una búsqueda estaría dispuesta a contratarlo.

Definitivamente este personaje, Cécil, resulta interesante. A pesar de que se encuentra en la misma situación que nosotros, no parece afectarle en mayor medida, es mas, esta aprovechando todo esto para ofrecer sus servicios. Se nota que debe ser un hombre de negocios exitoso.

Salir de aquí es mi objetivo actual, así como el de el resto de los presentes. Pero, por ahora, yo no tengo mucho que hacer en pos de ese objetivo, por lo menos no con la información que tengo disponible. Voy a esperar a ver que descubren en Diablillo y los gusanos, puede que encuentren algo de utilidad para mi.

Cargando editor
18/09/2021, 02:07
Jim

Un brillo divertido se asomó a los ojos azules de Jim cuando Cécil colocó grácilmente, como una máquina bien engrasada, su tarjeta de visita sobre la oreja del chico.  

—Oh —se lamentó cuando en vez de algo divertido; un cromo, un dulce o una moneda, halló sobre ella una tarjeta de visita, que miró por delante y por detrás, como si nunca hubiese visto una igual  

Once años, señor — contestó a la única pregunta que entendió por completo. Su acento no era de Halden, ni de ninguno de los territorios circundantes. Su voz temblaba ligeramente, insegura, sin el falso aplomo de la adolescencia. 

Todavía no puedo votar.  Pero eso ya lo sabe ¿Verdad? —miró con suspicacia al abogado, sin estar muy seguro de estar siendo víctima de una broma.  

Antes de eso, su mirada se había clavado, sin pestañear siquiera, en el hombre emplumado, especialmente en las brillantes esferas que le rodeaban, tan maravillado y ajeno a todo como un bebé; perdido en algún lugar en el que el miedo parecía ser un concepto nuevo, totalmente desconocido.  Como él, todo el mundo pareció embriagado por la intensa sensación de peligro, de poder a punto de estallar, que emanaba del carcelero. Nadie vio las luces de la sala moverse al unísono, sincrónicas, al compás de la respiración de una titánica bestia invisible, tan grande como la enorme mazmorra.

Eso del foso de carne suena fatal —dijo distraídamente mientras tocaba maravillado la ornamentada empuñadura del arma de Lightborn. —Llamar a la gente, carne, suena fatal.  ¿Van a venir más como él? —parecía referirse al hombre emplumado, pues señaló el espacio vacío a través del cual apareció y desapareció.  —A mi la que más me gusta es la gema roja, pero no se lo que hace.  Ni tampoco la verde, ni la azul.  La que tiene rayos dentro también me gusta. — Jim se calló. Tenía el buen tino de hacerlo cuando los adultos no le prestaban atención, o cuando éstos hablaban. Evitó mirar a Yakshini, algo tímido, y sonrió divertido al oír hablar al Mancillador, del cual quizá pensó que se trataba de alguien disfrazado, no le vio transformarse en araña. 

En todo momento, se mantuvo entre los cuatro que habían dado un paso por defenderle, sin muchas intenciones de apartarse de ese virtuoso círculo de músculo y acero.

Yo me llamo Jim —dijo finalmente, una sonrisa genuina y luminosa que se oscureció al instante  —O... eso creo.  

Notas de juego

Ortografía.

Cargando editor
18/09/2021, 13:28
Ilia

Una ligera calidez se posó sobre sus hombros, era el chal enjoyado que aquella mujer le prestaba. Agradecida, se lo ató como pudo en la cintura para tapar su intimidad antes de levantarse y ser recibida por la capa de Inphie. Sonrojo era lo que tenía en sus mejillas, jamás le habían dado ningún trato de favor. ¿Por qué nadie lo haría? -Gracias... Musitó a ambas mientras la capa de Imphie terminaba de cubrirle los atributos femeninos superiores. Ahora al menos se encontraba más cómoda pero aún le pesaban las muñecas, aquellos grilletes eran más pesados para ella en tierra que en el agua. -No importa... Tampoco... Me hice ilusiones. Le susurró a Keglar antes de poner a su disposición las muñecas. Efectivamente quería que la liberaran de la pesada carga y como no le importaba en esos momentos su vida o lo que pasara con ella, tampoco le importó la idea de que quizá pudiera fallar el tino y se quedara sin manos. Aún con todo temblaba ligeramente pues una cosa era lo que ella pensase y otra lo que su cuerpo sintiera como reacción natural que era.... Apartar las manos del espadazo y correr. 

-Mi nombre... Es Ilia... Me retienen en Halden desde hace un tiempo... De allí también he... Visto a la señorita Yaskini, al señor Cecil aunque... De otro modo. Mientras se acomodaba la argolla de su cuello con cierta molestia y hablaba miró a Joric como queriendo así indicarle que ellos tres también estaban en Halden. 

Tras decir eso, y si Kelgar le quitaba los grilletes, se dirigiría hacia la zona por donde había desaparecido aquel extraño y horrible hombre para ver si podía descubrir algo más allá de saber que era usuario de magia, vaya. 

Notas de juego

No sé qué tendría que tirar ><.... 

 

PD: si kelgar le quita los grilletes dirá un "gracias..." antes de ir a mirar por ahí xD

 

Siento posibles faltas. He tenido que escribir desde el Móvil :)