Partida Rol por web

El edetano aceptó la recriminación del oficial de entrada en apariencia, pero se acercó para decirle algunas palabras en privado, y mostrarle que en realidad, el retraso tenía justificación. Ese mostrar tenía, en realidad, un pequeño agradecimiento si ayudaba a difundir por ahí el éxito que habían tenido. No intentó sobornarlo, por si acaso, ya que se veía que estaba predispuesto contra él, pero si en realidad era un pago por un éxito, y se sentía parte... pues quizás les ayudara a que Pompeyo se fijara en ellos. Ordenó a sus hombres que prepararan sus tiendas en el lugar designado y les indicó que comieran adecuadamente y estuvieran prestos para el día siguiente. Entrenarían, claro está, y él mejoraría para que no le volviera a pasar lo de la última vez. 

Se dirigió a hablar con el jefe de auxiliares. Con él se disculpó por el retraso, pero llevaba un documento escrito con el resumen de las actuaciones, con el botín tomado de los bandidos, y lo entregó. Esperaba que ello les eximiera de algunos trabajos destinados a aquellos que no cumplían a tiempo con los alistamientos, pero en cualquier caso, el aportar algo de botín antes de la campaña era, cuanto menos, notable. Quizás, si hacían bien esta campaña... Pompeyo se dignaría a apoyarles del todo, al fin. 

Tras ello, decidió ir a visitar a los médicos. Su malestar físico del invierno no terminaba de remitir, y quería ver si alguien en el campamento podría tener remedios o, en su defecto, algún amuleto para eliminar aquel mal de los dioses que le aquejaba. 

El "incentivo" al jefe de auxiliares dio sus frutos en el acto, al verte aparecer con parte del botín incautado a los salteadores y con la zona más pacificada para Roma, tu superior en aquellas tierras parece olvidar cualquier posible retraso y te dice animado:

-Bienvenidos edetanos, mi nombre es Aulo Sempronio, me agrada ver que llegáis con algo más que hombres -expuso con cierto hastío pues seguramente las demás tribus le habrían dado más de un quebradero de cabeza- es bueno ver tanto compromiso por vuestra parte, seguid así y prosperaréis mucho... -añade haciendo que tus hombres se animen.

Acto seguido le cuentas los motivos de tu retraso y de la falta de soldados con respecto a otros años, explicación que el romano parece entender a la vez que evalua un vaso que parece de oro, por lo que con un rápido gesto parece quitar importancia a tus preocupaciones, para luego continuar diciendo:

-¿Dureto verdad? -pregunta para corroborar que pronuncia bien tu nombre- no os ofendáis pero la mayoría de los auxiliares que me han mandado no tienen ni idea de disciplina, me alegra ver a gente dispuesta como tú dispuesta a ayudar de verdad, así que si consigues que las demás tribus se comporten con el rigor requerido te puedo prometer un rápido ascenso en el ejército, de momento podéis montar vuestro campamento cerca del mío para así poder hacerte llamar rápido cuando me toque lidiar con más asuntos bárbaros... -dice finalmente viendo la posibilidad de poder poner algo de orden gracias a ti.

De esta forma, manteniéndote siempre a disposición de Aulo, conseguiste ir resolviendo varios problemas de la hueste, algunos asuntos religiosos, otros culturales y haciendo valer tus conocimientos locales. El prefecto, pues ese era su cargo, te recompensa con distinciones entre los auxiliares y poco a poco vas haciéndote un sitio en la toma de decisiones concernientes a los "auxilia".

Al mismo tiempo, en la ciudad de Tarraco, numerosas celebraciones militares se realizan, la mayoría con el fin de bendecir a los guerreros y a sus armas, otras para conseguir el favor de Marte y sobretodo para conseguir que las legiones cojan algo de moral.

Por último, mantienes la correspondencia con tu padre, parece ser, que gracias a tu mejora de posición para con los ilercavones y tu lugar junto a al ejército romano, ha conseguido varios tratos muy favorables con algunos nobles menores, de forma que no sólo ha aumentado vuestro patrimonio, sino que ha conseguido una buena suma de oro por las transacciones.

El viaje seguiría. Y pronto. Al menos, eso esperaba Tito.

El mercader de esclavos romano no podía permitirse pensar a corto plazo, y eso le había obligado a estar varios días en este lugar, atrasado, abyecto y completamente olvidable. Pero que ocupaba un lugar muy adecuado en las diversas rutas de suministro que se iba a forzar a usar para el transporte del ganado. Por unos momentos miró hacia fuera y eso casi le hizo perder el hilo de la conversación.

No sabía ya en los siete días desde el combate cuantas veces había comido con los soldados, a estas alturas conocía sus nombres, sus gustos y sus aficiones. Era algo que siempre ocurría en viajes tan largos pero, tras el enfrentamiento, con varios hombres heridos, no solo era útil. Era, también, necesario.

Mientras Tito Horacio Anzio bebía con sus hombres pensaba en la necesidad de buscar pareja. Tal vez en alguna de las otras poblaciones hubiera alguna mujer adecuada (romana por supuesto, y de buena familia, aunque estuviera en provincias). Aunque, mientras tanto, podía intentar seducir a alguna de las jóvenes bárbaras que se encontrara... no para nada serio, por supuesto, pero la carne siempre servía para calmarlo, y el seducir a esas jóvenes salvajes le permitía estar atento a las peculiaridades de la seducción.

Y era agradable, por supuesto.

Tras haberte preocupado en persona por el cuidado y la sanación del guardia herido, el resto parecen más contentos con tu guía pues saben que llegado el caso los atenderás bien. Es por ello que se animan a tratarte con confianza e incluso amistad teniendo en cuenta el tiempo que pasas con ellos.

Al mismo tiempo, el saqueo del poblado galo te concede unas importantes riquezas que tu padre jamás atesoró en aquel punto del viaje, algo que te llena de cierto orgullo; y empiezas a soñar con la perspectiva de ampliar aún más tu negocio, ¿quizás en el futuro puedas comprar una pequeña embarcación? no cabe duda de que sería una gran inversión, pero de momento es mejor centrarse en el presente y hacer las cosas como los dioses mandan...

Por último, y teniendo en cuenta la ausencia de Gacela, no cabe duda de que tienes que descargar tu virirlidad de alguna forma, y pagar a las rameras de cada poblado alejado de la civilización no es una opción que te agrade lo más mínimo, pues no hay ninguna barbara que no te parezca aborrecible. Así pues, ya que no te queda más remedio que degustar "la comida local" tienes claro que no vas a pagar por ello, por lo que te vales de tu ingenio para embaucar a algunas mozas deseosas de probar cosas nuevas, así como aprovecharte de alguna labriega inocente y algo corta de miras que con un par de frases bonitas ya la tienes dispuesta a lo que le pidas. No obstante, tienes claro que no quieres bastardos en aquella zona, por lo que te quedas únicamente con el aprendizaje de saber qué cosas suele gustarle a las mujeres, aunque sean bárbaras...