Partida Rol por web

Maldijo Lucio la mala suerte de no poder seguirle la pista a Spurio, pero también dio gracias por que ninguno otro de los guardias lo hiciera. Al menos de momento, su compañero parecía estar a salvo.

Quizá consiguiera llegar a junto Espartaco, que era su deseo.

Encierta manera, su alma quedaba tranquila. Él podía seguir con su idea original, y su amigo Spurio también.

Volvéis al ludus con las manos vacías, algo que sin duda desagrada enormemente a Telephus, pero tras comprobar por lo dicho por los guardias que has estado buscando como el que más, no parece darle mayor importancia, por lo que una vez más se vuelve hacia todos los presentes y dice:

-El fugitivo ha muerto por negarse a aceptar mi misericordia -indicó manteniendo dicha farsa pues sin duda era lo mejor para evitar amotinamientos- ahora debido a la presencia del rebelde Espartaco, tenemos que abandonar este lugar por nuestra seguridad, tendremos que viajar a pie hasta Capua y allí cogeremos un barco hasta Neápolis, tengo un conocido allí que nos acogerá hasta que todo pase y podamos volver -aclaró sin dar muchos detalles pues no tenía por qué darlos.

Tras ello se volvió hacia ti en privado y te dijo:

-Si quieres evitar cargar con la pérdida que me ha supuesto la marcha de tu amigo, más te vale que nadie se entere de que está vivo, ¿entendido? y no toleraré ninguna demora similar a la hora de informar del más mínimo atisbo de deserción, por muy inocente que te pueda parecer el que menciona algo así, puedes marcharte... -dijo algo malhumorado, pues perder un gladiador como Espurio sin duda era una enorme pérdida para su bolsillo.

Ahora que todos se centraban en recoger sus enseres, gozabas de cierto tiempo para ver a tu mujer, a Mardonio o hacer algún preparativo para el viaje, aunque sin duda en el largo trayecto que tenías por delante ibas a gozar de mucho tiempo también...

Cuando estaba bajo las órdenes de Sertorio, su centurión le había dicho muchas veces a Lucio que los planes no solían sobrevivir a la realidad, y parecía que, de nuevo, tenía que darle la razón.

Se alegraba por su amigo Espurio, pero sin duda su situación no había mejorado mucho. Pensaba, más que nada, en su mujer, encinta, y su futuro hijo, ellos eran su propósito y su motivación. Asintió a Telephus, no era el momento de hablar, pero lo buscaría mas adelante, o hablaría con él a través de Mardonio.

En los días siguientes, precedentes al viaje, se limitó a observar las reacciones de los demás, e intentar hacer algo de grupo a través de charlas mundanas, para relajar el ambiente, pues todos estaban tensos. A mayores de eso, y seguir su entrenamiento, pues Júpiter sabía que la forma física y la habilidad de la violencia era algo útil en los tiempos que le había tocado vivir.

Con aquel asunto cerrado, os marcháis en barco hasta Neápolis, al principio la situación fue bastante pesarosa, pues teníais que dormir en unas pequeñas viviendas abarratodas junto a la domus en la que se estableció Telephus; pero por suerte aquella situación duró poco, pues pronto llegaron noticias de que Espartaco y su ejército se habían retirado al Vesubio, de forma que Capua ahora era más segura que Neápolis, y volvistéis a vuestro antiguo hogar.

Al volver, la decisión de vuestro domine se tornó acertada, pues la finca había sido vandalizada por esclavos fugados casi con toda seguridad. Así pues, los primeros días os tocó arreglar todo el desastre pero al poco ya habíais vuelto a la normalidad. Es más, gracias a que el lanista estuvo ausente durante el saqueo, corrió más suerte que otros de su profesión y consiguió varios patrocinios en algunos juegos que incrementaron considerablemente su riqueza.

Mientras tanto, tu visitabas regularmente a tu esposa y constatabas que el vientre cada vez lo tenía más hinchado, algo que te llenaba de orgullo, pues ya podías sentir las pataditas del bebé; por suerte, el viaje en barco, quitando los vómitos y naúseas no parecía haber afectado negativamente a tu mujer, y ahora que Telephus estaba algo más generoso incluso os había dado dinero para algunas medicinas cuando tu mujer las necesitó.