Partida Rol por web

Viendo que ya ha cumplido su deber y que uno de los defensores pretende dar la alarma, dejando el constante golpear de la puerta tras de si sale a la carrera a por él sin pensárselo dos veces. La improvisada bandera es arrastrada por el viento mientras se va alejando de las posiciones de Publio y Aulo.

"¡Corre!"

En el fondo de su ser está convencido de que, si pudieran hablarle ahora mismo, le estarían gritando que cogiera a ese griego y lo defenestrara de ser necesario.

Estimando como lo más acuciante ir a por el que parece que va a dar la alarma, corres como alma que escapa del Hades y para sorpresa del perseguido, se percata de que estás prácticamente encima y se limita a gritar aún más como un desesperado, pero viendo que su vida pende de un hilo se da la vuelta y se dispone a luchar por su vida...

   Esprintando cual lobo tras un conejo, a Arbiskar le incomodan de sobremanera los gritos de aquel hombre... lo que solo le motiva a correr aún más. Cuando los metros se acortan al punto de que está por llegar la distancia de muerte, sus brazos se cruzan a la altura del vientre para que sus manos lleguen a la altura de sus espadas.

   Entrando finalmente en la zona crítica, el ibero se impulsa hacia delante con un salto mientras los aceros abandonan sus vainas. Los brazos se despliegan como resortes en cruz y el viento silba al ser cortado por los filos. Si los dioses quieren no se emitirán más gritos en aquella sección de la muralla... ni ninguna campana dará la alarma al menos por ahora.

Tu carga para abatir a aquel tipo, en un primer momento parecía que iba a acabar en un tremendo fiasco, pero experimentaste lo que muchos guerreros llaman "el frenesí de combate", sentías como el mismísimo dios de la guerra se metía en tu ser y controlaba tu cuerpo como una marioneta, y tu, disfrutando dicha sensación te dejabas llevar, pues la adrenalina que recorría tu ser era tremendamente reconfortante.

Así pues, cargando cual toro bravo embistes a aquel tipo con una fuerza sobrehumana haciendo que se despeñe muralla abajo, quedando sino muerto, al menos completamente impedido.

Tras ello, y permitiéndote un segunda para ser consciente de la situación general, te percatas que a la puerta están llegando un número de diez soldados, demasiados para tus compañeros, los cuales parece que han dado buena cuenta de los que quedaban como guardias originarios. Por otro lado, la caballería aliada está cada vez más cerca, pero aún tenéis varios minutos por delante en los que os tendréis que apañar solos.

Tu por tu parte, puedes retirarte ya que tu cometido lo has cumplido, o puedes ir a ayudar a tu domine, en dicho caso, la vía rápida sería correr de nuevo hacia atrás y llegar lo antes posible; pero también tienes la opción de aprovechar el caos para intentar ir con cierto sigilo y sorprender al grupo por la retaguardia pensando que eres uno de ellos; dicha estrategia requerirá cierto nivel de sigilo, pero puede ser más decisiva...

   Sin prestar atención a cómo el griego se despeña por el exterior de la muralla, Arbiskar se toma unos instantes para discernir la situación actual. Nadie amenazaba la campana, la puerta estaba controlada pero una patrulla se aproxima a la posición de Aulo y Publio.

   Asumiendo que no iba a abandonar bajo ningún concepto a su domine en una situación de peligro, el ibero se mueve de forma instintiva para tratar de tomar a la patrulla por detrás, buscando mantenerse a cubierto valiéndose de las esquinas y las sombras hasta que llegue el momento de incorporarse y actuar.

Tu artimaña surtió efecto esta vez, aunque el rodeo por las almenas fue difícil, conseguiste no ser detectado y en un momento de cierto caos por los aldeanos que se alejaban de la zona de la puerta, aprovechaste para incorporarte a la patrulla que iba en auxilio de los defensores de la puerta. Así pues cuando tuviste a tu domine y a Aulo a la vista y la compañía se preparó para cargar.

Ahora tenías la oportunidad de aprovechar tu infiltración para un ataque sorpresa, al estar en la retaguardia puedes atacar sin ser visto, al menos a uno de los soldados, y con un poco de suerte dejarlo fuera de combate en el acto...

Aprovechando tu infiltración, consigues dejar fuera de combate en la carga a algunos guardias, acto que utilizaron tus compañeros para dejar fuera de juego a dos, y centrarse en los demás. A Publio le hicieron un feo corte en el brazo, y a Aulo otro en la pierna, pero sus contrincantes acabaron mucho peor, por lo que poco a poco os conseguís imponer, y cuando parece que uno de los enemigos va a darte el golpe de gracia, la caballería auxiliar romana llega justo en el momento para arrollarlo y empezar a ganar cierta ventaja en la zona.

El tiempo apremia, por lo que mientras unos mantienen una línea defensiva, el resto se afana en intentar quemar el portón y hacerlo astillas a base de hachazos y brea.

Por suerte, parece que Marte os sonríe en esta ocasión por vuestra arriegada maniobra, por lo que antes de que la hueste enemiga se reagrupe y os aniquile, conseguís vuestro objetivo y a lomos de unos caballos cuyos jinetes han caído en combate, conseguís abandonar la ciudad cubiertos en sangre propia y ajena.

Gracias a vuestra brillante maniobra, sois galardonados con la Corona Muralis, la corona de laurel que se les otorga a aquellos que han sido los primeros en coronar la muralla, algo que habéis conseguido, y además César os recompensa con una generosa suma en gratitud por los peligros afrontados. Además, a las pocas horas, cuando al fin llega toda la hueste, aunque los defensores han improvisado una puerta amontonando objetos pesados, se ve que el desánimo a cundido entre sus filas y muchos han comenzado a abandonar la posición usando los barcos de transporte pónticos y optando por defender otra plaza.

Así pues, las fuerzas romanas apenas encuentran oposición, tan solo las milicias de la ciudad que se negaron a abandonar a los suyos y algunos rezagados pónticos, por lo que las victoria es abosulta.

Tras dicho éxito militar, Lucio Licinio Lúculo fue ganando cada vez más terreno a su enemigo, consiguió incluso vencer al rey de Armenia que también se involucró en la disputa pues era yerno de Mitrídates, y finalmente logró una rendición ventajosa para Roma por parte de su enemigo.

Finalmente tras la dura campaña, regresáis a la urbe con numerosas riquezas procedentes del botín y dispuestos a mejorar de forma directa vuestra situación económica...