Partida Rol por web

El veterano te palmea la espalda como quitándole importancia a tus temores y te dice en tono tranquilo:

-¿En primera línea? no muchacho no, los evocati nos dedicamos a asuntos más importantes, estuvimos con César todo el tiempo, hasta que éste decidió subir a un sitio alto para contemplar la señal divina, algo que tuvimos que hacer a base de espadazos, y una vez allí pudimos hacer que todos miraran al cielo y se detuviera la carnicería... -aclaró con tono épico lo increíble de su hazaña- Aulo está bien, no te preocupes por él, estará ahora con Aegidis aliviando el estrés jaja -te dice dándote un codazo de complicidad- eso me recuerda que debería darme un paseo por el campamento de los seguidores, te invitaría a venir, pero el sueldo no da para tanto, ahorra un poco y te llevaré la próxima vez muchacho -concluye dispuesto a aliviar sus instintos más primarios tras haber sobrevivido a una batalla más.

Los meses pasaban entre entrenamientos cada vez más duros, algún que otro castigo físico para hacerte mejorar y algunos contados y merecidos descansos. Tu relación con Espurio era bastante cercana, e intentaste congraciarte también con el resto de la tropa, todos parecían respetarte en la medida de lo posible, todos menos aquel que derrotaste de forma tan decisiva en tu combate de prueba.

No obstante, aquello tampoco te iba a quitar el sueño, por lo que decidiste obviarlo y centrarte en tus aspiraciones, una de las cuales era estar con tu mujer, algo que ocurría por lo general una o dos veces al mes, pues tu domine no quería excesivas distracciones. Por lo que cuando ocurría aprovechabas hasta el último segundo con ella, de tal forma que el segundo mes de tu estancia en el ludus recibiste la buena nueva de que tu mujer estaba encinta, sabías que aún era pronto para darlo por seguro, pero el hecho de que existiera la posibilidad ya te había levantado el ánimos sobremanera, aunque por no tentar a los dioses, no te atreviste a comentarlo con nadie y así no atraer el malfario...

Las noticias de Nicómaco alegraron enormemente a Lucrecia, pues bien sabía que su valor en aquel mundo difícil se basaba en su poder y, a la vez, su poder se basaba fundamentalmente en sus riquezas. Era una realidad insoslayable; incluso, aunque sabía que sus dotes persuasivas y su manejo social era una herramienta fundamental para manejar el poder, estas no eran el fundamento, sino sólo los medios para utilizar un poder que le venía conferido por su patrimonio.

Por ello, satisfecha con la gestión de Nicómaco, decidió darle una pequeña recompensa.

—No sabes cuánto me alegra escuchar eso, Nicómaco. Y quiero recompensar tu buen trabajo, así pues quiero que te quedes con la vigésima parte del beneficio obtenido. Es tuya.

Con semejante victoria financiera, el asunto de Cota volvía a estar sobre la mesa. Si la recepción de los Julio César salía muy mal, siempre podría intentarlo ese movimiento. Tenía que sopesarlo con calma, pues las prisas nunca ayudaban a tomar una buena decisión.

Asumiendo la partida de Publio hacia lugares más erótico-festivos que los que se pueden encontrar en el frente de batalla; e inquieto a su vez de cómo alguien puede tener cuerpo para esos menesteres después de lo vivido, el ibero, aliviado porque tanto él como el otro romano se encuentren bien, hace por preocuparse por su propio pescuezo y "desaparecer" de las zonas más públicas del campamento para evitar que el aprendiz de matasanos se acuerde de su existencia... sabedor del mal desempeño durante la contienda.

Dejando que el tiempo pase, Arbiskar se ciñe en su función de mula de carga mientras evita pensar en nada que no sean las sensaciones físicas pues, en cuanto su cuerpo para, el tormento de la batalla vuelve a su memoria. Tormento que siempre le llega con el sueño, despertando entre sudores fríos y a veces llegando a apartarse ante algún venablo fugaz que se le acerca... cuando no es un hacha, una flecha, o un pie grotescamente inflamado.

Suerte que su enérgico cuerpo necesita menos descanso que el del común de los mortales, si no acabaría pasándolo muy mal a causa de la falta de sueño. Realmente muy mal.

Tras el traumático día de la batalla para el joven íbero, los demás días casi pueden considerarse una bendición, está claro que estar tan cerca del frente de combate cambia a cualquiera y cualquier experiencia vivida por mala que fuera se puede considerar una bendición teniendo en cuenta que sigues vivo. Así pues, aprovechando que nadie parece pedirte responsabilidades por lo ocurrido en el transporte de heridos, continuas haciendo las tareas que te mandan sin perder tiempo, y sobretodo, manteniéndote alejado del hospital de campaña.

De esta forma, los días iban sucediéndose y con ellos las semanas y los meses, el ejército había asegurado el desembarco en Asia y con ello las rutas de abastecimiento. Mitrídates seguía controlando gran parte de la península pero al menos no os había hecho retroceder; no obstante, el invierno se acercaba, por lo que inteligentemente Lúculo se dedicó a buscar una posición segura cercana a la costa y tras prever que tendrían que pasar el invierno antes de acometer otra campaña, se centró en avituallarse y preparar el campamento de la mejor forma posible.