Tras las explicaciones que dieron varios de mis compañeros me quede un rato en silencio, mesándome la barba con gesto pensativo.
Coincido plenamente con Agustí y Silvana digo al cabo de un tiempo la idea de que los “pensamientos de los muertos” sean ideas plasmadas en manuscritos y pergaminos antiguos es realmente ingeniosa, pero yo también opino que es acertada. Mi voto también va a que iniciemos nuestras pesquisas en la biblioteca del Papa.
No le convence mucho la idea. No le convence en absoluto. Dejar que peleles malnacidos y de tan baja estofa mansuñeen sus preciados libracos, dejar que otros toqueteen sus hermosos y valiosos ejemplares, que pasen sus grasientos dedos por sus esmeradamente escritas páginas, que sus sucias garras desenrollen tan añejos pergaminos...
Pero una promesa es una promesa. No puede fallar. Sabe que todo depende de él. Él ha sido el elegido para llevar a cabo del pacto entre el cielo y el infierno, y necesita la ayuda de tan infames personajillos.
Resopla, apesadumbrado por las palabras que de su boca han de brotar:
-Está bien. Charles de Lupo os acompañará a MI preciada biblioteca. Cabe decir que ningún pacto entre el cielo y el infierno es suficientemente poderoso como para que no ase a la parrilla, como a San Lorenzo, a aquel que ose desgarrar, estropear, ajar o romper alguno de mis valiosísimos ejemplares, ¿queda claro?
El Papa emite un silbido, y ante sí aparece un guardia uniformado, armado con una lanza.
-Devuélvales a estos peleles sus pertenencias. Déjalas en el cuarto que reservamos para los hombres que vienen en sagrada peregrinación, pues es ahí donde dormirán esta noche. Pero antes de eso, ve a buscar a Charles de Lupo a donde quiera que se encuentre. Necesito un vigilante y un hombre letrado que les ayude en su misión.
Charles entra en la estancia con aire reticente.
-¿Me mandó llamar, mi señor?
Os mira disimuladamente. Sabe que os jugó una mala pasada en Barcelona y lo que menos le apetece ahora mismo es verse en la misma estancia que gentes que lo consideran persona non grata.
-En efecto, mi querido amigo Charles. Necesito un hombre sabio, culto, inteligente y refinado que cuide de mi biblioteca y que vigile las manazas de estos mentecatos mientras mansuñan y manipulan mis más preciados ejemplares. Doy por hecho que puedo contar con tu ayuda en este caso, ¿verdad? Es por el asunto del pacto.
La mirada de horror que percibe de Charles de Lupo le deja estupefacto.
-¿Acaso no te parece una misión agradable el poder penetrar tras los gruesos muros que protegen mi hermosa biblioteca? Nadie tiene derecho a poner un pie en ella sin mi consentimiento, y pensé que te agradaría tal honor y muestra de confianza tras los servicios prestados.
-Oh... Oh... ¡Por supuesto que sí, mi señor!- se apresuró a corregir mientras el sudor corría a borbotones por su húmeda frente- Simplemente ha sido tan generosa la sorpresa que aún no había podido reaccionar. Mi señor, sois demasiado bueno conmigo.
Charles esboza una sonrisa cínica y mentirosa que logra convencer al Papa Luna pero que no engaña ni por un instante al grupo. Se ve a la legua que Charles tiene tantas ganas de encerrarse en la biblioteca santa con vosotros como de arrojarse por una almena, pero se abstiene de decir nada, ya que no desea perder la condición de favorito del Papa.
-Si me seguís- os dice, fingiendo estar encantado por guiaros hacia la librería- Os mostraré el camino.
Se da la vuelta sin atreverse a levantar la mirada y sale de la estancia, seguido por el grupo.