Partida Rol por web

Charles de Lupo extrae una inmensa llave dorada del bolsillo de su sotana y la introduce en la elaborada cerradura de aquel imponente portalón de madera. Cuando la puerta se abre bajo el chirriar de sus goznes mal engrasados, una nube de polvo flotando en el ambiente os hace estornudar. Minúsculos ventanucos apenas dejan entrever unos ínfimos rayos de luz solar a través de los gruesísimos muros de la fortaleza del Papa.

Charles avanza a tientas hasta localizar un candil que prende al instante, logrando que en aquella lúgubre estancia pueda por fin verse algo.

-Aguardad aquí, he de abrir la puerta de la sala de los escribas para que entre algo de luz. Mantenemos los libros preservados de luz en la sala más oscura de este ala de la fortaleza.

Charles avanza, ahora sin problemas gracias a la luz de las velas, y abre de par en par dos puertas acabadas en arco y sitas al fondo. La luz procedente de la cristalina e inmaculada sala de los escribas inunda la sala llenándola de luz.

Es entonces cuando puede apreciarse la magnificencia de la biblioteca del Papa y el motivo de tanto recelo a mostrar sus preciados ejemplares. Docenas de estantes colapsados por el peso de los distintos tomos, de los innumerables pergaminos, de la infinidad de cuartillas y de obras que pueblan la más excelsa biblioteca que habíais tenido oportunidad de pisar. Cierto era que salvo Hernán ninguno había tenido acceso a librería alguna, pero estabais seguros de que de haber podido visitar varias, aquella habría sido, sin duda alguna, la mejor. Aquellos de vosotros que en su momento habíais llevado una vida delictiva sabíais que el contenido de aquellos estantes valía más que varias vidas humanas. El valor económico de aquella estancia os hacía salivar mil veces más que ningún gozoso banquete organizado por el Barón Ricardo. Tal era el evidente valor de la biblioteca que con ella se podría comprar el castillo de Amposta con todo lo que había en él, criados y barón incluidos.

-Bueno, habrá que comenzar la búsqueda. Por lo que mi querido Papa Luna me comentó tras su sueño, estáis buscando un objeto celestial y otro demoníaco, un símbolo del cielo y otro del infierno que ofrecer como muestra de la sinceridad del pacto. Quizás alguno de estos ejemplares hablen de alguna profecía semejante o de objetos vinculados a efectos tales como esos. Eso sí, ¿alguno de vosotros sabe leer o vais a tener que guiaros exclusivamente por las ilustraciones? Porque me da que más de uno de vosotros no ha visto jamás escrita la letra A...

Miro uno de los libros, lo hojeo con cuidado y luego miro a De Lupo, le sonrío y le pongo una mano en el cuello, de un modo afectivo, pero apretando más de la cuenta.
-Por lo que a mi respecta, querido amigo, puedes buscar tu, mientras yo miro los dibujos.
Le sonrío y le aprieto un poco más hasta que le suelto.

Gonzalo quedó impresionado al entrar en aquella enorme biblioteca, repleta de libros, encuadernaciones antiguas, volúmenes apergaminados...libros?

El Rata ni siquiera conocía como se escribía su propio nombre, menos conocía el significado de aquellos extraños símbolos que los cultivados nombraban como "letras".

-De poca ayuda puedo ser...no sé leer.

Pero el muchacho no quebró su afán de colaborar en la búsqueda. Puede que observando las ilustraciones, encontrara algo de utilidad. Incluso podría ser divertido...si no fuera por la compañía de Lupo, aquel maldito hijo de perra.

Gonzalo pensó en dedicarle algún tipo de amenaza o comentario intimidatorio, pero pensó que ya llegaría su momento.

Me quede maravillado y pasmado ante el tamaño de la biblioteca del Papa. Tal cantidad de pergaminos, tal cantidad de saber... harían falta varias vidas para leer y asimilar todo lo que allí había guardado.

No os preocupéis, durante los años que estuve como monje en Amposta aprendí las bondades de la lectura y la escritura y el bien que estos saberes pueden dar al alma. Yo iniciaré la búsqueda, pero su ayuda sera de gran ayuda sin duda, al menos si es capaz de hacer algo más que daño a las personas le digo con resquemor y sin contenerme a Charles de Lupo, incapaz de olvidar lo que hizo en Barcelona y preguntándome como puede un miembro de la iglesia del señor llegar a cometer semejante atrocidad.

En la biblioteca el olor era extraño, cientos de libro y pergaminos se amontonaban en todas partes. Pense que de poco me iban a servir a mi. Mi madre me enseño muchas cosas, pero las letras no forman parte del bosque. Cogi uno de los libros y lo mire de reojo.

-Yo no se leer, de todas formas no por saber hacerlo uno es mejor persona o peor. No le parece?- mire a los ojos de Charles de Lupo sabiendo que me entendia perfectamente. 

Sebastián se paseó mirando boquiabierto las estanterías llenas de libros. En el monasterio en que se había criado no había ni de lejos tal cantidad de textos. Feliz como un niño fue escogiendo de aquí y allá algunos volumenes. Contemplaba extasiado los manuscritos mas bellamente iluminados y volvía a dejarlos cuidadosamente en su sitio.

- Son bellísimos!!-

Un objeto sagrado y un objeto corrompido. Un objeto divino y uno maldito... ¿Qué podían significar aquellas palabras? De entrada, durante un par de horas, te sumergiste en una búsqueda a tientas, a la desesperada, a ver si sonaba la flauta...

Y sonó. De pronto lo tuviste claro al ver una bellísima imagen en un pesado volumen. "El caliz de los corrompidos". ¡El Santo Grial!

Y entonces se hizo la luz. Comenzaste a buscar entre los libros de forma febril, a la caza y captura de información. Quizás estuvieses sobre la buena pista...

Y tras dos horas de infructuosa búsqueda, por fin un tomo te contó lo que ansiabas escuchar:

Según la leyenda, hacia el siglo III después de Jesucristo, llegó a Huesca el Santo Grial, el cáliz del que había bebido Nuestro Señor en la última cena, y en el que José de Arimatea había recogido algunas gotas de la sangre de Jesús mientras éste era martirizado en la cruz. La sagrada reliquia había sido llevada a Roma por San Pedro, convirtiéndose en el cáliz en el que tradicionalmente los primeros pontífices celebraban la eucaristía. Fue una de las posesiones que según la tradición el Papa Sixto II no quería que fueran profanadas por los romanos, y que entregó a San Lorenzo para que las escondiese o las repartiese entre los pobres. San Lorenzo envió el cáliz a su pueblo natal, Loreto, donde permaneció hasta la invasión musulmana de la Península. En el año 715 el obispo Ascisclo huyó con la reliquia , llevándosela a una caverna del monte Yebra, donde hará vida de ermitaño. Los obispos de Aragón se convirtieron en custodios del cáliz, que fue entregado al monasterio de San Adrián de Sasabe. Según parece los monjes del cenobio se corrompieron, ya que hacia el año 1044 les fue arrebatado el cáliz, por ser considerados indignos de custodiarlo. Todos los monjes del monasterio fueron expulsados de la Iglesia, y el Cenobio cambió de nombre, pasando a llamarse San Pedro de Sasabe. El cáliz fue llevado a la catedral de Jaca, donde permaneció hasta 1076, año en que el obispo don Sancho renunció a su cargo y marchó al monasterio de San Juan de la Peña... Se llevó consigo la reliquia, la cual se guardaba en un arca de marfil, usándose como caliz de misa en los días de mayor solemnidad.

En el año 1399 el rey Martín el Humano lo hizo trasladar de nuevo al palacio de la Aljafería, en Zaragoza. Más tarde, durante el reinado de Alfonso el Magnánimo, fue llevado al Palacio Real de Valencia, situado junto al río Turia...

Exploráis más y más libros sin mucha idea de a qué demonios podía referirse aquello de "el caliz de los corrompidos y el tesoro de los apóstatas del templo".

Sin embargo, mientras el aburrimiento hacía presa de vosotros durante las largas y pesadísimas horas de búsqueda, mientras vuestro ánimo iba en sentido decreciente, de pronto Hernán y Sebastián comenzaron a mostrar una agitada y frenética búsqueda, como aquel que sigue una corazonada.

Busqué y rebusqué durante horas entre la ingente cantidad de libros de aquella magnifica biblioteca. Cuanto más libros miraba, más rondaba por mi cabeza una sola palabra: cáliz. No sabía exactamente la razón pero no podía quitármela de la cabeza. El cáliz de los corrompidos, el cáliz de los corrompidos... el caso es que me ronda la cabeza algún cáliz del que he debido de oír hablar o de haber leído en algún lugar pero no se muy bien en cual...

Y entonces sucedió. Abrí un libro y de pura casualidad, o más bien por intervención divina, allí estaba la imagen: El Santo Grial, el cáliz del que Jesús nuestro señor bebió en la última cena. Claro, eso es las palabras salen de mi boca sin darme cuenta del volumen y levanto la vista para mirar al resto del grupo como no me había dado cuenta antes. El cáliz de los corrompidos es ni más ni menos que El Santo Grial. Ese es el objeto sagrado que debemos de encontrar.

Y dicho esto paso a leer a mis compañeros la información que he encontrado sobre el en el libro.

Según la leyenda, hacia el siglo III después de Jesucristo, llegó a Huesca el Santo Grial, el cáliz del que había bebido Nuestro Señor en la última cena, y en el que José de Arimatea había recogido algunas gotas de la sangre de Jesús mientras éste era martirizado en la cruz. La sagrada reliquia había sido llevada a Roma por San Pedro, convirtiéndose en el cáliz en el que tradicionalmente los primeros pontífices celebraban la eucaristía. Fue una de las posesiones que según la tradición el Papa Sixto II no quería que fueran profanadas por los romanos, y que entregó a San Lorenzo para que las escondiese o las repartiese entre los pobres. San Lorenzo envió el cáliz a su pueblo natal, Loreto, donde permaneció hasta la invasión musulmana de la Península. En el año 715 el obispo Ascisclo huyó con la reliquia , llevándosela a una caverna del monte Yebra, donde hará vida de ermitaño. Los obispos de Aragón se convirtieron en custodios del cáliz, que fue entregado al monasterio de San Adrián de Sasabe. Según parece los monjes del cenobio se corrompieron, ya que hacia el año 1044 les fue arrebatado el cáliz, por ser considerados indignos de custodiarlo. Todos los monjes del monasterio fueron expulsados de la Iglesia, y el Cenobio cambió de nombre, pasando a llamarse San Pedro de Sasabe. El cáliz fue llevado a la catedral de Jaca, donde permaneció hasta 1076, año en que el obispo don Sancho renunció a su cargo y marchó al monasterio de San Juan de la Peña... Se llevó consigo la reliquia, la cual se guardaba en un arca de marfil, usándose como caliz de misa en los días de mayor solemnidad.

En el año 1399 el rey Martín el Humano lo hizo trasladar de nuevo al palacio de la Aljafería, en Zaragoza. Más tarde, durante el reinado de Alfonso el Magnánimo, fue llevado al Palacio Real de Valencia, situado junto al río Turia...

Tan pronto como vio la imagen del cáliz sobre el hombro de Hernán, Sebastián cayó en la cuenta  ¡¡El cáliz de Cristo!! Según el sacerdote iba leyendo, él iba recordando haber oído la historia de los monjes de San Adrián de Sasabe.

El Palacio Real de Valencia. Allí descansaba el cáliz de Cristo. El recipiente del que había bebido el hijo de Dios y con el que José de Arimatea había recogido su sangre cuando agonizaba en la cruz. Se santiguó poniendose de rodillas.

-Valencia. Debemos ir allí. Pero…¿podremos entrar en el palacio? ¿Seremos dignos de tocar tan sagrada reliquia?-

"Valencia??" pensó Gonzalo... "Eso cae muy lejos... otro largo viaje repleto de problemas, lo veo venir!"

Hemos sido designados por un ángel como encargados de esta misión, por lo tanto Dios nuestro señor nos considera digno de de tocar tan sagrada reliquia respondo a las dudas de Sebastián mientras le pongo una mano sobre el hombro con gesto paternal.

Después me giro hacia el despreciable Charles de Lupo ya habéis oído, Valencia sera nuestro destino y el Santo Grial nuestro objetivo. Poned sobre aviso al Papa de nuestras marcha, objetivo e intenciones. Si nuestro Señor lo ve conveniente en pocas semanas estaremos de vuelta con la reliquía.

-No dudo de la consideración que tenga por nosotros nuestro buen Dios misericordioso pero... ¿La tendrán también los guardias encargados de custodiar semejante reliquia?
Miro algo desanimado a los presentes esperando ver algún signo de esperanza.
-Supongo que no tenemos otra opción que ir a Valencia a comprobarlo.

De mala gana escuche la decision de todos los demas, si el clero me resultaba molesto, mas lo era tener que arriesgar mi vida por un papa medio loco. Viajar a Valencia me hacia poca gracia, pero ya que todos habian decidido ir no seria yo quien se quedase a comprobar si la hospitalidad de nuestro anfitrion volvia a cambiar a peor. Cuando todos dieron su parecer me limite a asentir brevemente confirmando que los acompañaria. 

-Espero que este viaje sirva de algo.