Partida Rol por web

Sonrió muy contenta por haber acertado el regalo, juntando las manos y entrelazando los dedos entre sí.

- ¡Me alegro mucho! Charlotte me ayudó a elegirlo. 

Esperaba haber acertado con la talla también. Los asesores de la tienda parecían muy convencidos de que le iba a quedar muy bien tras haber visto una foto de Yukino en el móvil de Haruka.

La verdad es que tendía a exagerar un poco sus reacciones alegres cuando se trataba de Haruka porque sabía que la chica necesitaba un gran refuerzo para contrarrestar sus inseguridades así que asintió con excesivo entusiasmo antes de volver a tomar la cajita del boli y guardar tanto el vestido como ésta en la bolsa.

- De verdad que me gusta, muchas gracias - le sonrió con cariño a aquella tímida chica que había sido una de las primeras amigas que había hecho al llegar allí, una persona especial sin duda -. Estás muy guapa con el yukata, te queda muy bien.

Levemente sonrojada por los halagos, Haruka continuó sonriendo, colocando ahora las manos aún juntas por delante:

- Ah, Arigató... tú también lo estás.- miró hacia abajo, un poco avergonzada por decir esas cosas. El que fueran amigas desde que Yukino llegara al instituto había permitido que Haruka se atreviera a halagar a su amiga- Creo... que te están llamando por allí.

En efecto, Fukiyose y Sakura estaban esperando a Yukino. Mientras Sakura permanecía cruzada de brazos y paciente, Fukiyose intentaba atraer a Yukino con su regalo, envuelto y bastante grande en la mano y sacudiéndolo por encima de su cabeza.

Le dio un pequeño golpe amistoso en el hombro, agradeciendo el cumplido con aquel gesto que pretendía romper con la incomodidad de su amiga. E iba a decir algo más para distraer su atención del peliagudo mundo de los cumplidos cuando le señaló con acierto que la estaban llamando.

Inmediatamente giró la cabeza para encontrarse con Fukiyose haciendo el tonto con tal de mostrarle su regalo envuelto. Empezó a reírse por la tontería, a la vez que movía de lado a lado la cabeza.

- Tienes razón, voy para allí, hablamos luego - tras despedirse de su amiga empezó a caminar con los pasitos cortos a los que la limitaba el kimono hasta donde estaban las dos chicas, dirigiéndole una mirada compasiva a Sakura -. Hola, Kuroko-sempai - alzó los ojos al cielo con un gesto premeditadamente exagerado para que ambas lo vieran antes de decir -. Te compadezco... - momento en que sacó la lengua en una mueca dirigida a Fukiyose.

Sakura sonrió, tapándose la boca con una mano mientras Fukiyose fulminaba con la mirada a Yukino, pensando en decirle que aún podía mandarle a dar cuarenta vueltas a la ciudad. Pero era su cumpleaños, y ni en broma le diría aquella tortura:

Fukiyose:- Oi...todavía puedo mandarte a dar cuarenta vueltas a la ciudad.- o sí.- Como sea... Yukino malvada, ten. Es de las dos.

Porque es super caro.

Le tendió el gran paquete, descubriendo que no pesaba tanto como podría haberlo parecido en un principio y las dos se quedaron expectantes a la reacción de su amiga.

En seguida se puso a negar con la cabeza de forma frenética, con las comisuras de los labios crispadas en una sonrisa contenida mientras fingía asustarse por la amenaza de Fukiyose.

- No, no, no, no, prometo portarme bien, no me hagas correr con esto - se señaló las sandalias tradicionales que no eran precisamente el súmmum de la comodidad cuando le entregaron aquel regalo. Lo sopesó con curiosidad antes de abrirlo y encontrarse con aquella magnífica raqueta que aunque no tenía ni idea de qué era su aleación estaba segura que de lo mejor -. ¡Ala! ¡Muchísimas gracias! - hizo un amplio movimiento con el brazo, probando la raqueta pero al comprobar que el kimono le tiraba terminó por, simplemente, sujetarla entre las manos con una sonrisa -. Está genial, gracias, de verdad.

Tras aquellas palabras les dio un abrazo a las dos, contenta con el regalo. Seguro que en los próximos partidos causaría sensación.

Entre charla y charla, fotos por todos lados y de todo tipo, comida y diversión, la noche llegó; momento en que Tezuka pidió a Yukino e invitó al resto a subir hasta el tejado abierto de los Fukiyose. Haciéndole caso todo el mundo, menos Momoshiro pues tenía bastante fobia a las alturas, ascendieron con tranquilidad hasta la terraza abierta,

Tezuka:- Este será tu segundo regalo por mi parte.- le decía Tezuka mientras los demás se iban colocando donde les apatecía, unos apoyados en la barandilla, otros sentados en las hamacas de más atrás, otros en los laterales...- Debo decir que me ha costado bastante lograrlo, pero estoy seguro de que te gustará.

Fukiyose:- ¡30 segundos chicos!

El chico cogió la mano de Yukino y la acercó hasta la barandilla, pasándole después el brazo por detrás, mirando hacia el cielo. Y entonces... empezaron.

¡Eran fuegos artificiales! Pero no unos cualquiera, unos exclusivos para el cumpleaños de la chica.

A partir de que los regalos dejaron de llegar empezó a relajarse y a disfrutar del ambiente, riendo, hablando, comiendo y bebiendo hasta el punto de olvidarse de que iba vestida con un kimono e incluso de que aquella fiesta era en su honor. La verdad es que se lo estaba pasando bien haciendo el tonto y actuando como cualquier chica de su edad.

Casi se había olvidado del segundo regalo de Tezuka. Casi, porque simplemente lo había aparcado, suponiendo que sería algo que le entregaría a solas porque sería tan vergonzoso como el regalo que ella le había hecho por su cumpleaños pero al final resultó ser que no, como se dio cuenta cuando fue a buscarla y todos empezaron a dirigirse a la terraza de los Fukiyose entre bajos susurros emocionados.

¿Qué tenía preparado? Entrelazó los dedos con los suyos, un poco nerviosa a la par que le dirigía miradas de reojo para ver si descubría alguna pista en su rostro. Nada. Fuera lo que fuera no le ponía ta nervioso como el colgante, es más, diría que percibía orgullo en su expresión.

- ¿Pero qué es? - insistió momentos antes de que Fukiyose anunciara que quedaban treinta segundos.

Se sentía estúpida observando el cielo nocturno sin saber por qué, aunque debía reconocer que por lo menos la presencia de Tezuka era reconfortante.

Fue entonces cuando sonó el primer silbido y una columna de fuego blanco se alzó hacia el cielo, explotando al cabo de unos segundos y llenando el firmamento de virutas blancas de luz. Ni siquiera se dio cuenta de cuándo había abierto la boca con perplejidad.

Tuvieron que sonar varios "fiuuu, pummm"* más para que pudiera dejar de contemplar la belleza de los fuegos artificiales para encarar de medio lado a Tezuka, con la voz recuperada.

- ¿Qué...? ¿Cómo...? - bueno, con la voz recuperada sí, pero con las palabras todavía perdidas en algún lugar de su corteza cerebral.

Sin apartar la mirada del espectáculo, Tezuka le contestó:

- Empezamos viendo el cielo juntos aquel día en mi habitación, era luna llena y las estrellas se veían muy bien. Quise mostrarte que, aunque el cielo sea distinto siempre será especial verlo junto a ti.- la miró entonces, sonriendo y sin mostrar signos de vergüenza alguna por las palabras dichas.

La escena romántica se había ampliado a todo el mundo en la azotea. Mei apoyaba su cabeza en el hombro de Otoya mientras éste, muy sonriente, la abrazaba y miraba al cielo. Fukiyose y Sakura, de forma totalmente disimulada para todos los presentes, entrelazaban sus manos sin dejar de mirar a los fuegos. Hayane tenía frío, y fue un detalle por parte de Kototsu el abrigarla con su sudadera.

Las palabras de Tezuka instauraron un nudo en su garganta que disimuló al colarse entre él y la barandilla, quedando de este modo entre sus dos brazos, con la espalda apoyada en el pecho del chico de modo que pudiera sentir su calor ante el penetrante frío invernal.

- Son muy bonitos - reconoció cuando por fin pudo hablar con tranquilidad, sin darse cuenta de las escenas cariñosas que se sucedían a su alrededor -. ¿Pero sabes? No hacía falta que me lo mostraras porque para mí es especial todo lo que hacemos juntos.

Le dio un beso en la coronilla y le habló con los labios rozándole el pelo:

- Para mí también, pero quería hacerlo.- le hizo cosquillas dos veces en los costados.- ¡No me estropees el regalo! 

Los fuegos continuaban con gran y bonito estruendo. Los demás estaban calladísimos, disfrutando del momento.

- Te quiero.

- ¡Ai! ¡Para!

Se río flojito ante las cosquillas, apartándose como podía de sus dedos. Lo cierto era que estaba agradecida de que cortara el sentimentalismo que se había instaurado entre ellos pues le costaba bastante manejarse con aquel tipo de emociones tan íntimas.

Los fuegos siguieron, sin interrumpir de modo alguno aquel momento ni siquiera las palabras románticas de Tezuka, más bien dándoles matices que normalmente se apreciaba más por los gestos que por las palabras.

- Y yo a ti.