No preocuparse era complicado en aquellos momentos. Muchísimas pertenencias de Yukino se habían estropeado por completo y no podía quitarse de la cabeza la cara de miedo de la chica al darse cuenta de la presencia del ladrón.
Aún así, no dijo nada más, pues sabía que no la convencería. Probablemente cayera rendida cuando menos se lo esperase.
- Vale. Sigo limpiando entonces.
Siguieron limpiando mientras Yukino luchaba de forma constante contra su estado de ánimo pesimista, centrándose en la tarea que tenía entre manos con especial ahínco mientras su padre seguía trasteando por la cocina. Sabía que no se tardaba tanto en preparar una infusión pero sospechaba que o bien estaba hablando con la policía por teléfono discretamente o estaba tomándose su propio tiempo por recuperar la calma, al igual que ella.
Al cabo de unos cinco minutos cuando logró que su ánimo se apaciguara un tanto se irguió y apoyó suavemente en la pared la escoba que había estado usando para barrer todo aquel estropicio.
- Voy a ver un momento a Kotaro, ¿vale?
Tezuka aceptó, como era de esperar, comentando que seguiría limpiando mientras. Una vez Yukino subió arriba se encontró con Kotaro jugando a la consola portátil. Parecía bastante calmado aunque mantenía un ceño fruncido típico de su padre cuando estaba molesto por algo.
No pareció percatarse mucho de la presencia de Yukino.
Seguía con la sensación de miedo, rabia y desánimo en la boca del estómago pero aún así sonrió al ver aquella arruga en la frente de su hermano, arruga que intentó suavizar con una caricia al llegar junto a él y tomar asiento a su lado. Apoyó la cabeza sobre la suya, sintiéndose reconfortada.
- Ne, Kotaro-kun, no son horas de jugar, deberías dormir - le replicó con extrema suavidad.
Quería leer a través de aquel ceño fruncido pero sabía que con Kotaro no funcionaba así, tenía que ser él el que le dijera cómo se sentía si quería, no podía obligarle a desgranar sus sentimientos para ella.
El chico dio al pausa, guardó la partida y apagó sin rechistar. Luego miró a su hermana aún con la misma expresión en la cara. Si bien parecía tener un brillo de decisión en sus ojos que se vio reflejado en sus palabras:
- ¡Pienso hacerme super fuerte para protegerte!
Al parecer, lo que más le había alarmado de aquella situación era el hecho de no haber podido ser útil cuando su hermana le necesitaba. Yukino siempre le protegía y le cuidaba y él en aquella noche se vio bastante indefenso e impotente. ¡Quería ser como Tezuka!
Ocultó la diversión al comprobar que Kotaro le hacía caso a la primera, apartándose de ella para apagar la consola y guardar el mando. Pero, ¿por qué dudarlo? En el momento más importante había obedecido sin rechistar, volviendo a su habitación y permaneciendo quieto y callado. Tal vez era el momento de dejar de tratarlo como un niño.
Siguiendo el derrotero de sus pensamientos el propio Kotaro anunció en voz alta y firme - aunque con otras palabras - su intención de crecer, haciéndose más fuerte para protegerla. Luchó contra la necesidad de abrir la boca de par en par por la sorpresa. En su lugar, lo atrajo hacia así dándole un abrazo.
- Baka. Está bien, pero yo también puedo defenderme, ¿sabes? Te perdiste el golpe que le pegué a...al ladrón - de momento prefería seguir pensando en él como "el ladrón" pues ponerle nombre seguía siendo decepcionante -. Casi se podría decir que lo atrapamos gracias a mí - bromeó con toda la intención de distraer los pensamientos lúgubres de su hermano -. Venga, a dormir.
Aunque quiso resistirse a las ganas de devolverle el abrazo para hacerse el fuerte, lo cierto es que nunca había sido bueno en ocultar sus emociones y quería a Yukino por encima de cualquier cosa. La abrazó y escuchó sin rechistar las palabras de su hermana.
No dudaba de la fuerza de Yukino, pero él también quería ser así o más fuerte si cabía.
- Hai.
Asintió a todo con un simple "sí". La verdad es que tenía mucho sueño, por lo que no tardó mucho más en meterse bajo las sábanas a sabiendas de que todos le protegerían hasta que consiguiera ser fuerte.
- Tú también deberías dormir. Tienes cara de cansancio.
Se apartó de él, desordenándole el pelo con ademán desenfadado y una extraña sensación el la boca del estómago que no era capaz de definir aunque sí sabía de dónde surgía. ¿Cómo podía ser que su hermano pequeño, su Kotaro, se hubiera hecho tan mayor sin apenas darse cuenta? Dentro de poco ni siquiera necesitaría que Yukino cuidara de él. Pensarlo era raro.
- En un rato, renacuajo - se puso en pie, empezando a sentir el agotamiento que todos decían que se reflejaba en su rostro. Debía ser cierto porque las extremidades le pesaban como si estuvieran llenas de plomo -. Descansa - se despidió de él con la intención de ir a tomar lo que estaba preparando su padre.