La noticia de que Kototsu había sido el ladrón que había pasado meses y meses atemorizando a los ciudadanos cayó como un jarro de agua fría sobre todos. Hayane se sintió muy decepcionada y pasó una semana bastante rara; por suerte, y tal y como prefijo Tezuka, se le pasó y regresó a ser la misma chica habladora y parlanchina de siempre. Momoshiro decidió irse a Europa tras haber comprobado que Mei y Otoya estaban juntos. Se sentía dolido por ambas partes y pensó que lo mejor sería irse cuanto antes.
En cuanto a los de tercer y último curso, aquel día era la graduación y todos, tanto los estudiantes como sus familiares y amigos, acudieron vestidos de forma elegante a la ceremonia de entrega de diplomas.
El salón de actos que una vez se llenó a tope con espectadores de una más que aclamada obra de teatro, ahora estaba tan lleno o más como en aquella ocasión. Como Kototsu era el encargado de leer el discurso, dicha tarea pasó a Mashima que lo hizo de forma elegante, limpia, sencilla y bonita. ¡Si hasta no se echó de menos al presidente del colegio!
Tras el discurso, se fueron llamando a los estudiantes. Cuando Fukiyose subió fue aclamada por todos y gritaron "capitanaaaaa", a lo que ella sonrió con orgullo. Sin duda echaría de menos aquella época. Al subir Tezuka, lo hizo serio y apenas se pasó para mirar al público que le aplaudió con entusiasmo. Al subir Sakura se escuchó un "¡¡Cásate conmigo!!" con la voz de Fukiyose, a lo que el resto de la sala respondió entre risas.
Y finalmente terminó la ceremonia. Todos salieron al fresco para reunirse unos con otros. Mei, Hayane y Otoya estaban con Yukino cuando Tezuka apareció. ¿Se le veía aún más adulto? En poco tiempo se iría a la universidad.
Hayane:- ¡Felicidades Oni-san!
Aquellos sentimientos confusos fueron apaciguándose poco a poco con el pasar de los días y la posibilidad de hablar del tema hasta la saciedad pues obviamente era la comidilla de todo el instituto que el estudiante modelo del que todos se sentían orgullosos había acabado por ser un farsante que ocultaba bajo su máscara de perfección un villano desalmado de los que uno podía encontrar en los libros.
A Yukino le hubiera gustado dejar de pensar en Kototsu pero la verdad es que aunque cada vez con menos frecuencia seguían asaltándole amargos pensamientos, tal vez porque era difícil no encontrar mudos recordatorios por doquier. El último había sido cuando, al ordenar su habitación, había dado con la elegante estilográfica que le había regalado por su cumpleaños y que ahora descansaba en la basura, a pesar de que le daba pena haber tirado algo tan bonito.
Por suerte o por desgracia tenía más cosas en que pensar y mucho más importantes. Ya había terminado su segundo año escolar, aún con la pregunta de a qué se quería dedicar pendiendo sobre ella pero aquello sólo era una mota de polvo en su camino en comparación a la certeza de que Tezuka se marcharía en cuanto acabara. No era lejos y se sentía orgullosa de que sus notas hubieran mejorado lo suficiente como para entrar en una buena universidad, tal y como había pretendido. Su modestia no era tanta como para impedirle ver que aquello era en parte gracias a ella.
Aún así...Dios, como iba a echarlo de menos. Añoraría la posibilidad de cruzárselo por los pasillos, de volver a casa juntos o escaparse a la hora del descanso a aquel pequeño rincón que un día fue el huerto del Seigaku. Ya lo echaba de menos y aún no se había marchado. ¿Cómo iba a poder soportarlo?
Sólo sabía que no podía permitirse el lujo de confesarle aquellos sentimientos a su novio por dos motivos: el primero y más importante es que no quería que se sintiera mal por ella pues él debía ser feliz por alcanzar sus metas. El segundo era simplemente que no quería que la viera hecha un mar de lágrimas porque si abría aquella compuerta no podría parar. Nunca se había sentido tan vulnerable pero es que en aquellos meses Tezuka se había convertido en parte de ella y tener que separarse le partía el corazón, como si le arrancaran un pedazo de su alma.
Por eso Yukino se había armado con su positivismo habitual, concentrándose en todo lo positivo de aquella ceremonia, empeñada en verlo no como el fin de una época sino como el comienzo de algo nuevo y bueno. Aplaudió como la que más en cuanto le hicieron entrega del título a Tezuka, cómodamente situada entre las dos hermanas Kunimitsu y Otoya, que se había convertido en inseparable de Mei.
- ¡Felicidades! - celebró nada más verle aparecer -. ¿Qué se siente?
Le tendió el diploma aún cerrado a Yukino mientras le contestaba:
- Pues... nada.- contestó sin más.
Fukiyose llegó en ese momento, abrazando por detrás a Yukino pero esta vez sin tocar nada "prohibido":
Fukiyose:- ¡Yu-ki-no! ¡Que me he graduado! Y no te veré tanto el año que viene, pero vendré, ¡o mejor! ¡Ven tú a hacernos una visita!
Sakura también estaba ahí, bastante más tranquila que Fukiyose que ya no tenía que continuar manteniendo actitudes de ningún tipo:
Sakura:- Oi, Yu-chan... deja de agobiarla.
Fukiyose se apartó rápidamente y cogió de la mano a Sakura, que se ruborizó ligeramente.
Fukiyose:- ¡Hai! ¡Hai! Oi, ¡están dando de comer!
Y tiró de Sakura hacia el lugar donde olía a comida. Momento que Tezuka aprovechó:
Tezuka:- Oi, ¿podemos hablar un momento?
Jugueteó con el diploma, sin saber muy bien por qué se lo había dado Tezuka hasta el momento en que aparecieron en escena Fukiyose y Sakura, dos buenas amigas que en pocos días iban a desaparecer del mapa pero eso no impidió que sonriera, dando un abrazo a cada una de ellas.
- ¡Claro! ¡Nos veremos más de una vez, seguro!
Tampoco quiso ir más allá comprometiéndose con una promesa más detallada porque no sabía cómo iba a ser su último año de instituto. ¿Y si le resultaba imposible porque tenía demasiados deberes?
Por suerte las dos chicas estaban como siempre y sus reacciones no tardaron en arrancarle una risa que se fue apagando conforme las dos chicas se alejaron hacia la comida, con Yukino negando con la cabeza a sus espaldas, momento que aprovechó Tezuka para pedirle para hablar a solas.
- Por supuesto, tú dirás.
Aunque su expresión no la había traicionado lo cierto era que el corazón le latía muy deprisa porque se temía que aquella conversación fuera "la conversación". Le daba miedo que pretendiera ponerse a hablar sobre el futuro ahí pero sólo porque temía que el chico hubiera pensado que posiblemente ya no había un futuro para ellos. Pero no, era imposible, Tezuka nunca le haría eso.
O eso quería creer.
Como Hayane no tenía intención de irse y dejarles a solas, Tezuka cogió de la mano a Yukino y ambos fueron hasta la azotea del colegio, un lugar solitario donde las flores de cerezo se paseaban con la brisa. Desde ahí se podía ver todo el colegio, con la gran cantidad de personas que en aquellos momentos paseaban por aquellos terrenos:
- Bien. Quería decirte...- apartó la mirada de las pistas de tenis y miró a Yukino directamente.- Que aunque el año que viene estemos alejados, y apenas no veamos... quiero que sepas... que lucharé por estar contigo todo el tiempo posible.- acarició la mejilla de la chica.- Te prometo que vendré siempre que pueda y que pensaré en ti todos los días a todas horas... como desde el día en que te vi correr a defender a Kiri-kun.
Había acompañado a Tezuka mansamente, prestando especial atención a cada lugar por el que pasaban pensando que sería la última vez que lo verían juntos. La última vez que pasearían juntos por los pasillos de la preparatoria Seigaku. Tragó saliva a la vez que sacudía la cabeza con fuerza por detrás de Tezuka. ¡No era momento de ponerse melancólica! Tenía que disfrutar el momento, sí, eso era.
Ojalá fuera tan fácil de hacer como de pensar porque lo cierto era que se sentía nerviosa cuando por fin llegaron a su destino, hasta el punto de que entrelazó los dedos entre sí para que éstos no la traicionaran. Podría decirse que se había preparado para lo peor pero mentiría. Lo cierto era que su corazón había aleteado con esperanza y aunque su mente se había dedicado a enviarle pensamientos pesimistas en el fondo siempre había confiado en que los pensamientos de Tezuka iban en la dirección de las palabras que acababa de pronunciar.
Sonrió, llena de cariño, ternura y amor, con el tacto de su caricia aún recorriéndole la mejilla.
- Estaremos juntos - asintió, con los nervios evaporándose casi al instante -. ¡Y nos mandaremos mensajes todos los días! No será para tanto, seguro.
El chico sonrió levemente, aliviado ante el entusiasmo de Yukino. Si ella no estaba preocupada, entonces él no tendría tampoco motivos.
Le pasó el brazo por la cintura, contemplando el horizonte.
- Hai. No dejaré que te olvides de mí.
FIN