Era irritable. Hacía almenos cinco días que habías informado de aquel incipiente parpadeo que producía uno de los fluorescentes que iluminaban tu mesa de trabajo.
En ese laboratório, IPC, era donde pasabas la mayoría del tiempo, pués siempre había alguna muestra que analizar. Te encontrabas entre tubos de ensayo y un matraz Erlenmeyer preparando una muestra de la capa inferior de la corteza terrestre. Al parecer los microrganismos que alli se encontraban producían una sustancia parecida al abono químico de algunas plantas contabilizadas.
De manera que, antes de volar la superfície para acceder al deposito de agua que unos meses antes se descubrió justo debajo de aquellos estratos, te han mandado esas muestras a tu laboratorio para medir la importancia de esos bichos y considerar una alternativa a las voladuras.
Mientras dedicabas tu atención al cambio de color que producía la reacción química, alguien entro en el laboratorio.
-Hola hermana...- Dijo el hombre. -... disculpa, no pretendía asustarte.-
Se trataba de Mike, tu hermano y consejero espiritual de la colonia.
Aun recuerdas el día en que lo eligieron para ese puesto. El anciano Robert, el aneterior consejero, se alejó durante 7 días a meditar y, a su regreso, hizo público el deseo del padre cosmos.
Mike no venía solo. Le acompañaban sus dos hijos: Joe y Martha. De cuatro y cinco años respectivamente.
-No he podido disuadirlos de querer ver a su tía.- Comenta con una amable sonrisa. Y es que, como bién sabes, la estima que te rinden tus sobrinos es por todos conocida.
-¡Hola tía Diane!- Cantaron al unísono.
Las horas pasaban a mi alrededor, como siempre, sólo que aquella luz estaba acabando con mi paciencia. Como no vinieran pronto a arreglarla acabaría subiéndome a una mesa y quitándola. Seguro que estar con menos luz me resultaba bastante menos molesto que ver cómo parpadeaba todo el rato.
Por suerte, a pocos mometos de que mi paciencia de acaba del todo y me pusiera a decir improperios mientras trataba de solucionar yo misma el problema, apareció Mike, que hizo casi al instante que se me pasara el mal humor y que una sonrisa iluminara mi rostro.
- Hola Mike! - Dije seprándome de la mesa y acercándome a ellos contenta de ver algo ya después de llevar horas con la nariz delante de la muestras. - Hola pequeños! Cada día estáis más guapos y más grandes! Si al final os vais a parecer a vuestra tía en vez de a vuestro padre.. - Dije bromeando mientras pasaba la mano primero por la cabeza de uno y luego por la del otro a modo de saludo.
No sabía si venían de visita o si venían por cualquier otro motivo, pero al menos, me hacían evadirme un poco del trabajo, que, aunque no siempre, de vez en cuando se agradecía.
-Mucho me temo que vengo a traerte faena... hermana.- Casi parecía que te hubiese leído el pensamiento. -Necesitamos que hagas unas investigaciones en campo. Algo extraño ha ocurrido...- Se interrumpió al descubrir la mirada atónita de curiosidad de sus dos pequeños.
-Pero bueno, será mejor que te lo cuente de camino.-
-¡Nosotros también vamos!- Exclamó la pequeña Martha. A lo que su hermano asintió impaciente.
-Ni hablar...- Sentenció Mike. -El exterior es un sitio peligroso para los niños...-
Como podías comprovar, apesar de la inteligencia que mostraba tu hermano en muchas situaciones, el rol de la política de padre se le escapaba. Sabías que la desgracia de la reciente muerte de su mujer le atormentaba.
Hacía un año, Elisabeth fué victima de un accidente que acabó con su vida y con la de dos científicos mas. Tu, en cambio, ese día tuviste suerte; un trabajo inesperado te apartó de la desgracia. Elisabeth era íntima amiga tuya y compañera de trabajo.
Asentí a las palabras de Mike y me quité la bata que utilizaba en el laboratorio y la dejé en la silla para dirigirme a uno de mis armarios y coger el equipamiento básico que se solía llevar cada vez que teníamos que salir del laboratorio.
- Bueno, casi que agradezco salir de aquí un poco.. Me estaba desesperando con ese fluorescente que no deja de parpadear.. - Respondo con una sonrisa mientras comienzo a caminar hacia la salida. Antes de salir por la puerta miro a los pequeños y les digo: - Vuestro padre tiene razón y tenéis que esperar aquí. Pero creo, que en la sala de descanso, en uno de los armarios de abajo hay unos dulces muy ricos.. - mi voz suena cómplice al decir esto último. - Eso sí, yo no os he dicho donde estaban.
Esperé a que salieran del laboratorio delante mío para luego seguirles fuera.
Los niños desaparecieron escaleras abajo mientras Mike y tu os dirijís hacia la lanzadera.
Por el camino repasas tu equipo y Mike empieza a explicarte los acontacimientos.
Cambiamos de escena. Te abro la escena de la garganta.