Partida Rol por web

Anumi se acomodó en la arena blanca de la pequeña playa y suspiró. Estaba agotada y los párpados se le cerraban con el rumor de las olas pero tenía que aguantar. El secretario o a quien mandase en su lugar pronto aparecería y ella no quería que nadie la encontrase durmiendo por muy cansada que estuviera.

No, no lo hará. pensó mientras se refrescaba la cara con la cálida agua del mar. Le dolían los huesos por recorrerse de arriba abajo la ciudad pero ahora ya estaba hecho y no cambiaría nada el quejarse, aunque sin duda no volvería a intentar acceder a lugares como los Jardines Medh o las pirámides negras con Assim de buena gana.

Por suerte solo les habían disparado una flecha a los piés como advertencia y un Rüdda enmascarado los había observado arco en mano hasta que regresaron a las calles.

Por desgracia, la noche no le había ofrecido descanso ya que junto a Khelem y Zenon había aceptado participar y bendecir un nacimiento en una familia de la barriada del cangrejo y en consecuencia una breve resaca se sumaba a sus dolores. No obstante, cansada pero sin sueño y con el amanecer filtrándose por entre el techo de hojas, había tomado la gallina que le había ofrecido el padre de la recién nacida y la había ofrecido a los espíritus con un doble motivo: Por un lado, rogar por la buena salud y la buena suerte de la criatura y por otro implorar amparo para el viaje que pronto emprendería.

Si los espíritus habían hablado, por el momento ella no los había oído.

Por último, había acompañado a Camila hasta una antigua sabia Rüdda que se cobró un desayuno de miel y frutas para decirles que no tenía ni idea de donde había salido aquel arma pero que uno de los glifos que contenía era muy antiguo y en él se podía leer Heraldo de Luna.

Una sombra cayó sobre ella, tapando el sol.

Saludos oyente, es una extraordinaria mañana, ¿No le parece?

El anciano habló con voz potente y clara pero cargada de una cortesía exquisita. Llevaba una camisa blanca ancha y de botones plateados y esgrimía una media sonrisa que hacía resaltar sus muchas arrugas.

Zagrán observó desde su mesa reservada en El Juglar como los músicos desgranaban una animada pieza que parecía tener el poder de animar a todo el mundo a bailar. Al menos algo que sale bien en este día. Suspiró para sus adentros mientras intentaba que su ánimo parecía mejorase un poco apurando su jarra de cerveza.

Al principio había intentado hablar con los capitanes pero ni siquiera pudo acceder a los muelles a pesar de haber desplegado todos sus encantos con los adustos y orgullosos guardias.  Entendian quién era y su estatus en la compañía pero sin una acreditación firmada no podían permitirle el paso bajo ningún concepto.

Reacio a darse por vencido, trató de nadar desde una playa cercana hasta los muelles pero un vigía dio la voz de alarma y tuvo que dar la vuelta inmediatamente antes de que lo identificaran. Así, mojado y bastante humillado, regresó al Juglar a cambiarse de ropa, dar un largo paseo y descansar en espera del viaje. Por desgracia, sus ropas estaban llenas de salitre así que había tenido que pagar a la lavandera de la posada para que la lavase en el río.

Entonces alguien se sentó en su mesa y le arrebató la jarra de la mano para vaciarla de un trago, dejándolo tan sorprendido como irritado.

Vació la jarra del mercenario de un largo trago y eructó sonoramente arrancando un par de carcajadas.

!Aah! ¡Que sed más abrasadora tenía! Muchas gracias por la bebida... se giró hacia atrás levantando dos dedos ¡raylegh dos pintas para aquí a nombre de la compañía y que estén bien frías!

Con una sonrisa llena de espuma, el joven marinero le guiñó el ojo al mercenario incrementando todavía más su confusión.

Buen intento lo de ayer, ¡Lástima que esos Histakos a los que no les cabe por el culo ni una aguja dieran la alarma!

Assim se acercó a la choza con aire cansado. Le dolían las piernas de correr con Anumi después de que los Rüdda los hubieran descubierto intentando acceder a una de las pirámides negras y les regalaran una flecha como advertencia. Por suerte, habían conseguido salir de allí sin mayores represalias pero entre eso y el trabajo que había realizado expulsando una pequeña alimaña astral doméstica se sentía agotado.

Por suerte, sus indagaciones no habían resultado problemáticas y pronto encontró a los vecinos de una pequeña calle del distrito comercial que buscaban a alguien que resolviese un problemático asunto espiritual. El asunto había resultado ser las heces de un espíritu hediondo en forma de simio que estaba haciendo enfermar a los niños. Los Rüdda, defensores del equilibrio, habían intentado apaciguarlo tras expulsarlo y los vecinos ya estaban más que hartos.

La silueta de Áspera destacaba en el cielo como un mundo gemelo que estuviera peligrosamente cerca de chocar con la ciudad pero Assim ni siquiera miró las lunas. Tenía trabajo que hacer.

El sonido de la cerámica rota seguido del eco de un rugido le indicó que la criatura había vuelto a lo que ya consideraba su hogar.

Camilla caminaba despreocupadamente al lado del río pensando en las palabras más importantes que había oído en mucho tiempo. Ella y Anumi habían pagado un generoso desayuno a una anciana Rüdda ya retirada para que examinase su lanza. La sabia había devorado la fruta y la miel antes de lavarse y examinar durante un buen rato las inscripciones que recorrían la empuñadura.

Sus palabras la habían desconcertado más que ayudado.

Nada conozco o sé acerca de este instrumento de muerte. Sus inscripciones son antiguas y la madera está encantada con sortilegios de este mundo y de otros. Los símbolos no están relacionados con su poder pero cuentan una historia que no puedo leer. Solo uno de ellos tiene sentido y es antiguo, muy antiguo, inscrito en piedra negra y guardado por los míos.

Heraldo de Luna.

Anumi, que había esperado fuera, la interrogó al respecto pero poco sabían ambas de la resolución de aquel enigma. Desconcertada, se había despedido y había seguido el cauce del río hasta terminar contemplando las limpias aguas y a las esforzadas lavanderas que se dejaban la espalda en aquel ingrato oficio.

Entonces, algo o alguien le golpeó fuerte con una bota en la espalda y casi consigue tirarla al río. Aferrada al borde del canal, se impulsó hasta tomar la lanza y se preparó para confrontar a su agresor.

El joven de piel oscura y vestimenta extravagante la observó sosteniendo un hacha de madera aferrada en una extraña postura. Al ver el arma, los escasos viandantes que caminaban por el canal se arrojaron al río o huyeron calle abajo a toda prisa. El hombre los ignoró.

Una sonrisa desdeñosa se aposentó en su rostro haciéndole olvidar una vez más, sus votos. Excitado, giró el hacha en un par de florituras mientras preparaba cada milímetro de su ser para el combate.

No esperaba menos de la Espina Espectral, impresionante. Bueno, ya sabes a que he venido así que espero que no te importe si me salto las formalidades. Canturreó con nerviosismo.

¡A primera sangre! gritó cargando hacia ella.

La visita a la anciana me había dejado algo, siendo amable, descolocada. Tampoco que esperara la respuesta a todos los enigmas a la primera de cambio. Y al menos tenía algo de que tirar, había pedido a la anciana que me señalara la runa que había reconocido y me la había aprendido de tal manera que aun la iba dibujando con la mente mientras contestaba a Anumi.

La chica tendría sus manías pero parece que si le plantabas cara y no te saltabas un tabú de su gente. Tenías una compañera de por vida. Al menos me daba esa impresión y esperaba no equivocarme. Sea como sea, no quería abusar de su amabilidad y la dejo marchar.

El interrogatorio había terminado demasiado pronto y tenía bastante de la mañana sin plan, así que empiezo andar hasta encontrarme a la orilla del río. Sigo dibujando el "Heraldo de la Luna" con los ojos en la propia corriente del río intentando recordar algo sobre ello. Sin embargo seguía igual que antes, con la diferencia de una jaqueca que se me empezaba acumular en la cabeza justo cuando noto el empujón y más por instinto que otra cosa consigo evitar una caída garrafal.

Al ver a mi agresor respondo a su mirada con una sonrisa desafiante y una mirada inquisitiva ante el bonito mote.

- A primera sangre sin duda.- digo con calma cuando el hombre se abalanza sobre mí. La adrenalina del momento me ayuda a calmar la mente y dejar el tema irresoluble para centrarme en algo mucho más sencillo. El hombre era prepotente y eso hacía más fáciles las cosas, dejo que avance hacia mí y aprovechando la ventaja de mi lanza le golpeo en el propio brazo con el lado romo de mi lanza usándola como una vara, acto seguido usando la inercia del rebote ese mismo lado de mi arma le pone la zancadilla desestabilizando por completo, momento que aprovecho para atravesarle el hombro con la lanza, la cual a pesar de estar repleta, puedo notar como la disfruta.- Pues primera sangre cumplida, ¿quieres decirme ahora qué es todo eso de la Espina Espectral?

Zagrán miró con cara de pocos amigos al desconocido que se había tomado las atribuciones de quitarle su jarra, tomarse  su cerveza, y encima de todo, hacerse el misterioso mostrándole que sabía lo que había intentado hacer. Estaba molesto por varias cuestiones: las negativas de los guardias, el inútil paseo a nado (¿cómo se le había ocurrido hacer algo así?^*), que eligieran el barco del pavo real de Dio, la pérdida de todo su equipaje (nunca más se separaría de sus cosas)... tenía motivos.

-Conque te haces el listo...- dijo el joven, sacando una daga de la espalda a una velocidad que pocos malabaristas de cuchillos podrían hacer,  la dejó apoyada justo al lado de una de las manos del marinero -Mejor dices lo que tienes que decir, o te quedas sin dedos- 

Esas últimas palabras fueron dichas en un susurro intenso, de esos que una madre le daría al niño que se portó mal frente a visitas...

-Empezando por tu nombre- agregó en un tono más amable, mientras guardaba la daga de nuevo, pero esta vez con una parsimonia calculada.

Se apoyó sobre sus piernas respirando pesadamente. Su cuerpo, desde el tiempo que vivió en aquella torre donde encontró el libro, nunca sería el mismo. Dudaba siquiera que fuera suyo todavía. Algunas veces se despertaba adolorido y agotado. Otros días, tenía la vitalidad de un joven. Habían pasado años, y a la vez para él fueron tan pocos.

Se palmeó la cara antes de incorporarse —¡¿Por qué no lo hablamos?! —gritó en voz alta para llamar la atención del espíritu.

Ajustó el estoque en su cinturón bajo la túnica y avanzó en pos de aquel ente —Ya se a donde van los animales de los zoológicos de los poderosos de Kalarh.

Algunos espíritus eran inteligentes, otros eran más bien bestias sobrenaturales. Todos malas hierbas, y como jardinero esotérico, tenía un arma para cada tipo.

Este es mi pueblo, mi gente, mi hogar. Pasar el día aquí ha sido agotador tal vez, pero me hizo sentir viva. Pasaré meses en un barco y ya tendré tiempo de descansar, por eso ni el dolor ni el cansancio impedirán que estos días valgan la pena. 

En breve emprenderé un largo viaje con invasores cuyos intereses, en el mejor de los casos, es saquear las islas y sacar provecho de ello, cómo fiarse de gente así? No todos son de ese modo, Assim y Camila parecen diferentes, por eso les di una mano con sus búsquedas, lo habría hecho con cualquier hermano medh. 

Acaricio la piel húmeda y escamosa de Morgatz, extrañé su compañía el tiempo que estuvimos separadas. También la de Zeuno, me siento protegida con él, en especial cuando estoy en sus brazos. Incluso me da gusto ver a Khelem, le anticipé que le quedan unos días intensos por delante en los que tendrá que demostrar que tan bueno es navegando.

Y mientras contemplo el brillo dorado que entra por la ventana, aparece ante mi un hombre que nunca antes vi. Oyente? Mi fama no es tan grande para que un desconocido se me reconozca. Claro que algunos nativos me conocen pero este hombre es demasiado cortés para serlo, ni tiene los rasgos de mi pueblo. Un extranjero que me conoce y me trata con respeto es algo demasiado extraño, clavo mis ojos en él.

- Extraordinaria, si, como todas - le respondo con aspereza - Saludos... nos conocemos de algún lado? - tal vez lo envió el secretario para hablar conmigo, ojalá sea así, me cae mejor éste viejo, al menos no anda haciendo ostentación de sus barcos y su comida. Pero si no llega a ser de la Compañía, entonces estoy ante alguien que sabe de mi y yo no se nada de él, y eso no puede quedar así.

El dolor punzante de la lanza atravesando su carne lo golpeó con una determinación inmisericorde y brutal, haciéndolo apretar los dientes y lanzar un grito ahogado. Sin embargo, el mayor dolor era la burla que su rival lanzaba sobre él... más humillante que si le hubiera orinado encima.

Trató de tomar el hacha pero su hombro destrozado no respondió y una nueva oleada de dolor lo castigó por su osadía.

Tu burla es más dolorosa que tu lanza pero te diré algo... Ignorando el dolor, se alzó todavía con el arma dentro de él. Yo seré quien te derrote y quien te suceda.

Con un gesto mil veces repetido ejecutó una finta con la daga oculta pero el dolor lo azotó de nuevo y la daga repiqueteó por el suelo hasta caer al río.

El marinero observó en silencio como aquel individuo guardaba el puñal con parsimonia, recreándose en su habilidad y tomó nota. Es orgulloso y está seguro de si mismo, me gusta.

¡Cuidado con eso! Que yo solo soy un simple mensajero que sirve a la capitana del Albor. Me llamo Valmer pero todos me llaman Val Rompeolas.

Dejó caer unas monedas sobre la mesa y las acercó a su malhumorado interlocutor.

Por la bebiba y las molestias.

El sonido de cerámica rota se intensificó y Assim pensó por un momento que aquel establecimiento debía de ser una alfarería o algún tipo de almacén.

Entonces la puerta de la choza y la pared se doblaron y ennegrecieron como si fueran de papel durante unos segundos antes de explotar con un hedor pestilente que lo hizo retroceder tambaleándose.

Aquello no era un espíritu travieso.

La criatura medía una cabeza más que el arcanista y era casi tan ancha como el callejón. Su forma aunque difusa y cambiante era claramente simiesca, con dos fuertes brazos de los que surgían miles de manos diminutas como si de horrendos pelos se tratasen.

En su interior, algo extraño y humanoide reptaba dentro de la inmundicia pero un instante después se había desvanecido.

Con un rugido surgido de otro mundo, la criatura comenzó a avanzar...

-Nadie es simple mensajero hasta que se demuestre lo contrario- dijo el joven con seriedad.

Cuántas veces él mismo se había presentado como "simple mensajero" y resultaba ser que no sólo lo era... si no que además era el mensaje.

Miró las monedas, y se las guardó sin perder de vista a su interlocutor.

-¿Qué desea la Capitana de este humilde servidor?- dijo subrayando el título -¿Y cómo sé que realmente vienes de su parte?-

Claro, mencionarla así como así no era motivo suficiente como para creerle...

La sonrisa del anciano se ensanchó antes de contestar.

No, es posible que me confunda con alguien. Yo solo soy un siervo que representa los intereses de la compañía.

Con un gesto de cortesía, le ofreció su brazo a la nativa que ni siquiera consideró aceptar y comenzaron a caminar descalzos por la playa.

Debo admitir que ha negociado con Reik con astucia y eso me ha llamado la atención. Como parte de los Medh quieres que nos vayamos y dejemos las riquezas de las islas intactas pero también has visto como la vida de tu pueblo puede mejorar gracias a nosotros. De lo contrario no estaríamos aquí.

El anciano se detuvo y la miró fijamente. Tras ellos los pájaros y las olas llenaban el silencio con su propio mar.

¿Qué puede hacer la Compañía Austral por ti?

Suspiro ante su último intento, y sinceramente tampoco sabía a que se refería con mi burla. ¿Dejarle con vida era un insulto a su orgullo? Podía serlo, pero si me preocupaba por los sentimientos de alguien que venía a matarme estaba claro que no iba a sacar nada de información.

Visto que apenas se mantiene en pie me paso por encima del hombro y la apoyo en mi cuello mientras la mantengo firme con ambos brazos por encima y niego con la cabeza.

- Esa daga si que es un insulto. Pides un duelo a primera sangre, te lo concedo y lo primero que haces es intentar matarme con deshonor. Lo voy a dejar pasar, pero ahora mismo tu situación es bastante binaria. O respondes a mis preguntas y quizás eso me satisfaga lo suficiente para dejarte con vida o directamente sigues sin contestar y acabo lo que has empezado tú.- al principio mi tono era tranquilo e incluso mantenía la sonrisa dibujada en mis labios pero según iba terminando quedaba claro que la amenaza no era ninguna broma.- Así que venga, ¿quién eres? ¿por qué querías luchar contra mí? ¿Y que es eso de Espina Espectral? Eso para empezar...