Evangeline moja sus labios con un poco de agua tras terminar de comer. Cuando baja la mirada ve restos de tierra. Mira a su alrededor y el aspecto de la comida era totalmente diferente al principio. La sala empezaba a sumirse en el caos. Chicas gritando. Chicas vomitando. Todos... Todos con un tono distinto.. Con su timbre. Si pudiera ordenar este caos.. Un caos dentro del orden. Su ritmo, su pulso rítmico.
Evangeline siente cómo siente náuseas por dentro, pero evita a dar arcadas. Se queda sentada intentando controlarse mientras sus ojos se entornan. Golpea la mesa con las dos manos clavando los dedos en la superficie. Tras estos breves segundos de tensión, simlpemente tira un escupitajo al plato y vuelve a recuperar la compostura.
Luego, Evangeline mira a su alrededor dejando que una partitura general pasara por la cabeza.
El grito.. El grito era el solista... ¿Quién era el solista? ¿Qué era el solista?
El solista se detiene, pero el coro continúa. Sólo un interludio para Caroline Vandemberg...
Cita:
Algunas de las internas se acurrucaron arremolinándose unas contra otras bajo las mesas del comedor y en las esquinas, pero otras empezaron a desatar una fuerza que sólo da la locura...
Golpeaban sus cabezas contra los barrotes intentando pasar entre ellos. Kerry, una muchacha fuerte, se sirvió del mobiliario para romper la reja haciendo palanca. En el ejército debieron prepararla muy bien...
También ella cansiguió romper el cristal blindado, por el que empezaron a pasar internas, desgarrándose con los cristales el pijama blanco y rajándose la carne, de la que manó sangre mientras corrían hacia el patio interior, pues era a donde daba aquel ventanal.
Algunas enfermas cultivaban flores ahí, Melissa entre ellas, y estaban empezando a arrancarlas de raíz y a escarvar en la tierra con sus propias manos, como si fueran perros...
Las que se quedaban fuera gritaban, al ver las flores manchadas de sangre: Curiosamente eran pensamientos albos, y ver sobre aquella blancura de las flores y pijamas las salpicaduras color rubí era estremecedor para cualquiera...
Melissa seguía rezagada, luchando contra sus miedos mientras un hilillo de saliva le caía de los labios....
Levantó la cabeza cuando Christina se le acercó, mirándola con sus ojos grandes y brillantes de cordero degollado. Le cogió la cara con ambas manos, casi haciéndole daño, dejándola a escasos centímetros de su rostro, sudoroso...
- No... - susurró con la voz resquebrajada, clavando los ojos en los suyos con la mirada desequilibrada, tan incómoda de mantener... - No es sólo tierra... - le acarició la mejilla con suavidad - No es sólo tierra... Peor es el polvo... De la tierra nace la vida. El polvo sólo la destruye... De él sólo nace el deseo de volver a ser carne... - volvió a sujetarse la cabeza, enredando los dedos entre sus mechones de pelo rubio. Su instinto la taladraba con la idea de salir corriendo, pero temía al resto de lunáticas que huían despavoridas. Por no hablar de que la visión de sus flores, arrancadas y teñidas de sangre, la horripilaba... - ¡¡AAAAGGHH!! ¡¡¡DILES QUE PAREN!!! ¡...Si las vieras, Chris! ¡¡Son tan frágiles y cándidas...!! Sólo se alzan para poder respirar...- sollozaba, con el tembleque en los hombros y pequeñas hipadas asomando... - Necesitan respirar... Necesito respirar...
Finalmente, cayó de rodillas al suelo...
- Tranquila... - Volvió a decir con voz profunda intentando calmarla - Si no les haces caso ellas se irán...- La abrazó acariciándole el cabello, para después hacer un gesto a alguna de las enfermeras para que se acercara. Algún calmante haría el milagro en su amiga.
¡Ja!¡Jajaja!
Evangeline suelta una risotada sarcástica al ver a las demás reclutas volverse locas y comportarse como unos animalitos histéricos perdidos.
Cierra los ojos momentáneamente escuchando los gritos como si fuera música celestial. De repente saca de su bolsillo un block de pentagramas y hace algunas anotaciones. Algunas páginas de este de block es casi ilegible debido rasgar el papel una y otra vez encima de las mil anotaciones.
Miro solo con los ojos sin mover la cabeza. La ventana, me sobresalto cada vez que un golpe de Kerry viola el sonido que Evangeline coge en sus pentagramas como música, la sinfonía de la ayuda, ellas no saben lo que quieren cantar.
Sangre sobre blanco y sobre pensamientos, me recuerda a mi hogar con mi David cuando el jardín se marchitó dentro de un coche nuevo. Me recuerda sobre todo a mi nuevo hogar, Melissa cuenta que el polvo destruye pero no es cierto, el polvo es la vida ya destruida, no tiene la culpa. La tierra las ha elegido. Se me lleva ya. Yo la comeré antes de que ella me coma a mí aunque mi cuerpo vomite, ojalá mi cuerpo empachara a ésta desdicha, pero nos huele y le apetecemos. Todo lo que se cuela por los hoyos de tierra que cavan los perros, nos caerá en la cabeza o se beberá nuestros pies. Por eso levanto mi mano y saludo al jardín de pensamientos.