-Tenga cuidado Alec, se lo ruego. Parece usted un buen tipo y yo..., en fin, no voy a mentirle: creo que corre un peligro evidente ahí fuera y...llámeme cobarde..., pero temo por mi vida. Más que una ayuda sería un estorbo de salir con usted. Espero que lo comprenda.
-De cualquier modo, sigo dándole vueltas a...a las monedas. He observado que la única diferente al resto es la que porta el Padre. Quizá podría usted averiguar algo sobre ella,...pues me temo que aquí no existe el orden de celadores o la autoridad sobre la anarquía. Sólo, y digo esto con aflicción esperando equivocarme, el escenario para un macabro juego diseñado por un demente...
Para DeRoos
En mitad de aquella frenética tertulia, algo extraño empezó a suceder... Algo que durante unos segundos permaneció imperceptible en la penumbra, oculto el crujido por el goteo constante, las voces y los rezos que podían oírse fuera de la habitación: La tierra que contenía la ventana se estaba removiendo lentamente, y solo llamó la atención cuando el cristal comenzó a resquebrajarse, rompiéndose segundos después súbitamente.
Sin embargo, aquella masa de tierra no se derrumbó en el suelo de la habitación... Sino que comenzó a secarse, cuarteándose.
De las grietas, como si se tratara de un sangrado arterial, empezó a fluir un líquido extraño, idéntico al que chorreaba del techo. Salpicó a DeRoos en la mejilla y a Serena en la pierna, causándoles una picazón corrosiva, como la del veneno de una medusa, y encharcaba a una velocidad apabullante la habitación...
Tirada: 2d6
Motivo: 1- Gorman; 2- DeRoos; 3-LaShawn; 4-Serena; 5-Shanon; 6-Roberts
Resultados: 2, 4
Tirada: 2d3
Motivo: 1- Brazo; 2-Pierna; 3-Cara
Resultados: 3, 2
En ésta escena no hay ningún jugador que esté haciendo sustitución, así que podemos empezar ;)
Aunque estaba pensando en el momento en que saliéramos de allí, mi cabeza no estaba para pensar con tranquilidad, muy por el contrario, la intranquilidad comenzaba a hacer mella en mí o quizás no fuera así y de pronto cuando creía que quizás consiguiéramos algo, vi aquel líquido grotesco aparecer y vi lo que hacía en los demás. El pavor se apoderó de mí y me acerqué de nuevo a la puerta, no debíamos tocarla o eso creía y no me atreví a hacerlo. Con la mirada busqué a Gorman y le supliqué que me sacara de allí.
-¿Lo ven?-pregunté sin esperar una respuesta.-Esa cosa va a matarnos como este ridículo lugar se llene de él...
A lo lejos miré las zonas donde había caído aquella cosa, preguntándome qué sería. No teníamos el modo de cubrirnos de eso, de ninguna manera. Si a eso le agregábamos el hecho de que parecíamos estar bajo tierra, todo empeoraba. Empecé a sentir que me faltaba el aire, quizás era psicológico pero necesitaba salir de allí cuanto antes porque aunque fuera un pasillo, sería otra zona y no esa maldita habitación. Las lágrimas se habían secado sobre mis mejillas y mi corazón latía con fuerza, lejos quedaban los recuerdos de mundos mejores, donde unas cuantas lágrimas servían para arrancarle un suculento regalo a un viejo rico. Trataba de controlarme pero era bastante difícil.
- ¡OAH! -mi mano sufriendo los espasmos de la tierra que vomita su primera advertencia y los ojos que se abren como ella, estrechándome a Dave de espaldas para que me proteja con sus falsos escudos, que nos proteja a los dos aunque no hay amenaza del otro lado de la puerta más que el chirrido del grito ajeno. La moneda de Serena es depositaria de la fuerza del miedo que tiene mi rostro. Las piernas cobran vida y te conducen a la muerte, las mías a la hipnosis o al delirio, resbalan, es mi espalda la que se mantiene recta por el torso de El. Pero la luz de la naturaleza se manifiesta póstuma en mi recuerdo, la siento, va a nutrirse y yo la miro como en un zoo, esperando que la serpiente coma el ratón sacrificado por los hombres. Me golpeo los labios con suavidad. Visualizo... Un apache en su caballo. Se lo señalo a Dave con la mano que sigue en la urna de los que deberían darme mis monedas, ¡dadme mis monedas! Gracias, Serena.
El aire se me hacía cada vez más pesado, el olor a encierro y humedad me estaba sofocando. No lo puedo explicar, pero no era para nada grato. Sacudí la cabeza, no quería pensar, necesitaba no pensar porque si lo hacía sentía que iba a enloquecer y no estoy loca, no estoy en este lugar por loca, estoy aquí porque... porque... bueno, eso no importa, estoy aquí y ya no quiero seguir aquí.
Oí el resquebrajar del cristal e instintivamente puse distancia entre éste y yo. La presión de la tierra estaba haciendo lo suyo y, estaba segura, pronto pasaría lo mismo con nosotros porque esto era como con la presión del agua, llegado un punto no hay nada que aguante y sucumbe ante la presión, aplastándose... ¿o reventándose?. Yo no quiero eso, no quiero morir de esa forma. ¡No quiero!
Siento que entro en pánico, respiro rápido, trato de calmarme pero todo empeora cuando esa cosa salpica a Serena y a DeRoos. ¿Qué es? ¿Acido? ¿De dónde viene esa cosa? Es como si... es como... sangre, sí, la sangre de la tierra. La tierra sangra. ¿Por qué sangra? ¿Qué le hicieron?... ¿Qué le hicimos para que sangre?
Ya no te acordarás de esto, pero lo rescato, que no era mala idea:
Cita (Serena):
Lurei ---> Tirada de Serenidad. Si sale, tira ATENCIÓN/2.
Tirada: 1d100
Motivo: Serenidad 67
Dificultad: 67-
Resultado: 55 (Exito)
Tirada: 1d100
Motivo: Atención 89/2
Dificultad: 44-
Resultado: 46 (Fracaso)
Ayyyyyyyyyyyy, por qué poquito...
Al mediodía o por la tarde mando la repuesta.
Los brazos de estrechaban con fuerza contra ella. Sentía el calor de su cuerpo, su respiración y cada uno de sus latidos más allá de su piel. Volvían a estar juntos, de un modo u otro, pero juntos. Él daría su vida por jamás abandonar ese abrazo eterno. Pese a todo, algo más calmado por la presencia de la mujer, Dave observaba horrorizado el interior de aquella pequeña habitación que contenía otras pocas vidas. Seguía con la mirada cada figura, cada movimiento de estos intentando ubicarlos a cada uno. Les había gritado, instado a coger las monedas y apremiado para que saliesen de ahí. Pero nada ocurría, pues aunque ellos hicieran lo mismo en su habitación, alguien debió abrir la puerta.
El líquido carmesí brotó de la ventana como si de una profunda herida se tratase. A borbotones se abrió camino y comenzó a llenarlo todo.
Dave se giró sintiendo aún el abrazo de su mujer. La miró aún sorprendido por todo lo que estaba viviendo desde hacía unas horas. Besó su cabello y miró a lo largo del lúgubre pasillo.
- ¿Hola? ¡Eh! ¡Han cogido las monedas! ¡Aquí han cogido las monedas! -gritó en ambas direcciones esperando algún tipo de respuesta.
Un par de cuestiones más para ponerme al día sobre los mensajes antiguos que no llegué a leer cuando desaparecí sin decir nada....-
-En un mensaje anterior Shanon dice que el número de Serena es 1312-B, cuando en realidad es 1314-B. Lo digo por si no estaba planeado e importa.
-Laura piensa en el último mensaje: “La moneda de Serena es depositaria de la fuerza del miedo que tiene mi rostro. […] ¡dadme mis monedas! Gracias, Serena.”. Entonces, cuando en un mensaje antiguo le ofrecí la moneda, ¿me la cogió, o la sigo teniendo yo?
El repentino grito de mujer proveniente del exterior de la habitación, recibido a la perfección pegada como estaba a la puerta, explotó en los tímpanos de Serena como una bomba, arrasándolo todo a su paso, devastando sus paisajes con la metralla de lo irracional. Cogida a traición por el sobresalto, se precipitó en tromba junto a sus demás inquietudes contra una de las paredes en un acto reflejo que intentaba de alguna deslucida y errática manera alejarla del espeluznante estímulo. Evitando de milagro chocar contra sus acompañantes durante la maniobra, se golpeó en la pierna contra una de las camas y aterrizó embarazosamente junto a la cajonera de la cama de Gorman, junto a la que permanece recostada en un doloroso achaque de temor, incapaz de sobreponerse de inmediato a la sensación que provocara en ella aquel angustioso chillido.
Los acontecimientos se suceden como desde otra dimensión mientras Serena lidia dentro de su cabeza con la crisis que tiene clavada en lo más vulnerable de su ser, abrazada furiosamente a su vientre, los ojos cerrados sin querer, una nueva herida abierta sin su permiso. ¡¡Un grito, un grito, un grito, un grito!! ¡No quiero oírlo! ¡No quiero eso, no quiero que vuelva a pasar! Abrázame tú también, con fuerza, ayúdame a soportarlo. Apenas le llegan a la consciencia las recriminaciones que Shanon y Winston dirigen a La-Shawn por querer abandonar aquel lugar, y siente el ruido del camastro que se arrastra hacia la puerta como un rumor distante, algo mucho más allá del estallido vocal que la tenía arrinconada y desvalida, sin ser capaz de encontrar defensas mediante las que enfrentarse a él.
Pese a que sus recién conocidos compañeros se ocupaban de labores más apremiantes, esquivando su indisposición mientras resolvían qué hacer de las advertencias de Laura, el brote de líquido que surgió de los entresijos de la tierra que los sepultaba fue sin embargo más galante, prestándole toda su atención: la punzada de dolor que sintió justo por debajo del final de su camisón prestado la sacó de sus cuitas psicológicas para proporcionarle una mucho menos sofisticada y que al menos por el momento consiguió hacerle olvidar la anterior. Se convulsionó histérica en el suelo, agitando ambas piernas en el aire, tratando de frotarse aquella afectada por la picazón con la otra que no se había visto perjudicada, compartiendo involuntariamente en alta voz los jadeos acelerados que le producía la súbita elevación del ritmo cardíaco. Angustiada por la proximidad del líquido que ahora se desplazaba a sus anchas por el piso de la habitación se puso de pie como pudo, volcando la cajonera contigua en el proceso.
-¡DEJADME SALIR! ¡Dejadme salir, por favor! ¡Quitad eso de en medio! -se quejaba sin descanso, tratando en vano de empujar ella sola la cama que tan tácticamente habían dispuesto el doctor y el Sir. Cojeaba grotescamente como consecuencia del golpe y de la posterior aspersión de líquido, que ahora se frotaba con las sábanas de esa cama que había renunciado a ser capaz de desplazar sin ayuda, ignorando la falta de pudor que entrañaba levantar la prenda hasta más allá de los muslo desnudos.
-¡Vámonos de aquí, dadle las monedas a Laura, dadle lo que sea, tirad la puerta abajo! ¡QUIERO SALIR! Y a través de la reja metálica de la mirilla se puede ver a los animales moviéndose dentro de su jaula excitados por el peligro que los acecha.
Cuando está tirada, su mirada se pasea de casualidad por los agujeros de la cajonera. ¿Ve algo en el interior?
Por el tema de que la estancia se va llenando de líquido chungo: ¿estamos calzados?
La exposición a aquella sustancia que supuraba de las paredes como si se tratara de alguna clase de herida que acusara la misma tierra sobresaltó a Alec cuando ésta tocó su rostro. Dio un salto, sorprendido, cuando comprobó un instante después que el líquido escocía y, instintivamente, llevó una mano al lugar herido con un leve gesto de dolor. "¡Hideputa!", pareció exclamar entre dientes, lanzando un improperio contra aquella cosa que le provocaba malestar. Alzó la vista y recorrió la estancia de un vistazo, comprobando dónde estaba el aparente peligro. Por su parte no tenía otra intención que escapar de aquella habitación, que ahora se le antojaba una jaula de muerte.
Escuchó las voces fuera, al otro lado de la puerta metálica. Observó su propia moneda, la que aún aferraba, y supo que ahí estaba su pronta salvación. Así, al menos, lo había dicho el lunático que estaba fuera... Y la misma posibilidad de huida, aunque viniera de un desconocido, le pareció de fiar. Más aún: sería una prueba de fuego; si actuaba y conseguía escapar gracias a ese pedazo de metal entonces también habría esperanza para el resto de sus compañeros de desgracia. Ignorando el dolor del rostro, pues los había sentido mucho peores a manos de innombrables enemigos, deshizo en dos rápidas zancadas la distancia que le separaba de la puerta y, una vez ahí, sacó la mano por la reja.
-¡Oídme, carceleros, ca non habemos nado* los d'aquestas presiones a feneçer de tan vil forma! ¡Si doblones caráis, doblones tened, e non seays descreúdos*, ca non est l'avaricia que nos lleva! -intentaba, de alguna manera, ver a través de los barrotes en busca de alguien más en el pasillo. Era su ansia guerrera y su espíritu superviviente los que ahora tomaban control sobre él... Pero también, como era propio de su ser, su afán protector. Así lo quería el señor-. ¡Salid de los vuesos condesijos* e oíd los viejos versos: non ha siervo cabtivo ca el dinero non le aforre*!
*nado: nacido
*descreúdos: descreídos
*condesijos: escondrijos
*non ha siervo cabtivo ca el dinero non le aforre: no hay siervo preso que el dinero no libere
DeRoos sintió unos dedos fríos sobre los propios, arrebatándole su moneda. La puerta se abrió entonces en tan solo una franja que pareció moldearse primero a la salida de Serena y después a la salida de Alec, tras el cual volvió a cerrarse. En el interior, la tierra seguía vomitando, encharcando el suelo que ellos pisaban descalzos a una velocidad desmesurada...
El padre Roberts encaró la ventana, tembloroso, santiguándose y alzando las manos hacia la tierra, como si su gesto pudiese aplacar una supuesta ira de la misma...
A la hora de rolear a partir de ahora, tened presente que Alec y Serena han salido de la habitación.
Fue al poner el cura sus pies sobre aquel líquido que, con las manos aún en alto, unas terribles convulsiones sacudieron su cuerpo... Sus piernas se movieron rígidas, como si un titiritero las manejase, dando pasos espasmódicos hacia la ventana. Sus ojos se habían vuelto hacia atrás dejándolos en blanco, extáticos... Hundió la mano en la grieta de tierra, y entonces reaccionó gritando de forma estridente. La manga del pijama se le empapaba de sangre, y sin embargo parecía que estuvieran tirando de ella, pues no acertaba a sacarla...
La luz de la bombilla fluctuó por largos segundos mientras los gritos seguían sucediéndose, cada vez más agónicos y penetrantes. La luz intermitente mostraba cómo el religioso parecía cada vez más enterrado en aquella tierra sin que ésta se moviera o palpitara lo más mínimo, hasta que no quedó nada, y la bombilla se apagó junto con los gritos.
Cuando volvió a encenderse, como un macabro regalo u obra de arte, pudieron ver el rostro del cura sobresaliendo de la tierra, al igual que sus brazos alzados, ahora con las manos laxas, e incluso parte de los intestinos. Sin embargo el estado del cadáver era horrendo, no sólo por la brutalidad del desmembramiento, sino también por que cualquier forense habría dicho que aquel hombre había estado descomponiéndose durante semanas...
Y aquel líquido seguía llenando el suelo, goteando también de los dedos enjutos del muerto...
La-Shawn se quedó de una pieza, no podía creer lo que estaba viendo y en su garganta se ahogó un grito aterrador que no vio luz porque estaba más angustiada que aterrorizada, porque no sabía si conseguiría salir de allí. Miró con angustia a Gorman.
-¡Por Dios, denle las monedas! ¡Yo, yo te doy mi moneda pero no permitas que esa cosa me alcance!
Estaba segura de que moriría igual que el padre, de que no conseguiría que la puerta se abriera a tiempo para sacar sus pies descalzos de allí y no podía, por mucho que lo intentara, parar sus lágrimas, aunque el llanto era un sollozo apenas; nunca, ni muerta, perdería el glamour de ser quien era. La única ridiculez que haría sería pedir que entregasen su moneda y eso era sólo por salvar su vida. Ver salir a Alec no fue un aliciente, no podía simplemente ver a todo el mundo irse y nuevamente se vio allí, sola pero en ese momento, sintió su mano y vio la moneda.
-¡Ea, yo tengo una moneda! ¡No me importa lo que vale, se las daré! ¡Lo haré!
Sus ojos brillaban emocionados, quizás lo consiguiera, quizás no pero lo cierto es que sería la última vez que la verían así.
Observo asombrada cómo, cual boca, la puerta se abre para dar salida a las únicas dos personas que hasta ese momento habían decidido deshacerse de sus monedas. Bajo la mirada y la poso en mi mano. Los nudillos blanquecinos debido a la presión que ejerzo al mantener la mano tan firmemente empuñada. La presión baja lentamente, siento los dedos agarrotados, me cuesta estirarlos pero al fin lo consigo y allí, en la palma de mi mano, está todavía la moneda, mi moneda...
¡¡La llave, ella dijo que era la llave!! Ella no mintió, tiene que ser la llave... Mi llave. Con este pensamiento en mente me acerco a la puerta. La mujer pija también lo hace y habla primero. Sí, ha tenido la misma idea que yo o yo he tenido la misma idea que ella, como sea da igual, las dos vamos a entregar nuestras monedas.
-Aquí, aquí... Mi moneda, te la entrego -digo a la rubia con la mano estirada mostrándole mi moneda. Sí, la rubia, la misma rubia de la que antes (y todavía) tildé de loca-. Yo les doy mi moneda pero sáquenme de aquí... por favor.