- El que tenga la moneda del indio o no tenga moneda, morirá, Dave. Tienes que advertir a tu amigo, tienes que advertirle - le susurro tras acariciarle la oreja - . Si le aprecias, le tienes que advertir, y elegir entre las dos que se han quedado sin moneda, la mujer de las gafas y Caroline... Tú y yo tenemos buenas monedas, mi amor, no tienes que apostar nada ahora.
Dave se había apartado ligeramente para mirar a Reyes, pero ante el comportamiento de Laura nuevamente centra su atención en ella. La coge suavemente de los brazos y la obliga a mirarle. Él sonríe y entrecierra ligeramente sus ojos. Roza nuevamente sus labios para a continuación besar su frente. Siente cómo su aliento se escapa por su boca al rozar la piel de su esposa. Laura era un ángel para él, era su propio corazón, su única razón para vivir. Verla en aquel estado no parecía haberle alterado ya que ahora que se encontraba junto a ella todo dejaba de importar. Aunque pareciese imposible de comprender, ahora Dave era feliz tan solo por poder besarla una vez más.
- Son tus palabras, tus versos y mi corazón. Todo es tuyo, pero no aquí. ¿Recuerdas nuestra casa? Allí te lo daré todo cuando salgamos. Te lo prometo, mi amor -murmura frente a ella con suma dulzura-. Este lugar está sucio y oscuro. Es muy feo, demasiado para escribir aquí. Sólo escribo cuando estoy contigo, cuando tus dedos tocan mi alma... Tan solo escribo cuando la luz de tus ojos impactan en mi ser iluminando mi camino. En ese momento mis dedos se llenan de vida y necesitan decirte lo que siento, lo que mi corazón palpita y sangra...
Las palabras brotan de su boca torpemente, pero quizá sean lo más próximo a aquellas palabras borradas ahora en el suelo. La besa nuevamente y lame sus labios al apartarse de ella intentando no dejar escapar un mínimo de su ser.
Acaricia su rostro y asiente varias veces cuando dice su nombre. Él mismo lo repite tras ella, pero tan bajo que es apenas perceptible. Pero su rostro cambia cuando ella menciona las monedas y lo que opina de éstas. Su labio inferior tiembla ligeramente y su mirada se dirige a la muñeca donde antes había un reloj. Pero ahora no está, y parpadea varias veces. Su pierna derecha comienza a moverse un poco, como un pequeño tic que no puede detener. La mira a ella y se acaricia la barbilla.
- ¿Apostar? ¿Por qué apostar? No entiendo lo que dices de las monedas. ¿Por qué dependemos de ellas? -dice nervioso mirando a Laura.
Nuevamente besa su mejilla antes de levantarse. Se pone en pie con ella cogida de su mano. Camina hacia Reyes con una sonrisa sincera en su rostro. El pelo cae por la cara de Dave cubriendo sus ojos. Con la punta de sus dedos aparta los mechones antes de hablar. En ningún momento ha soltado la estilográfica.
- Eh, Reyes. ¿Sabes algo? No sé, dónde estamos, qué hacemos aquí, o quién es toda esta gente... ¿Tienes monedas? ¿Eh? ¿Tienes más monedas? Creo que tenemos una para cada uno... ¿No?
Rebecca pasaba drásticamente de las palabras incoherentes e inconclusas de los demás, las cuales no entendía en absoluto. Como la mayoría de cosas que pasaban.
Yo... eh... mi nombre es Rebecca Lewis... - Contesta con un tono de voz algo bajo, y cada vez más extrañada y nerviosa, más que por el extraño entorno en el que se encuentra por las extrañas personas que la rodean. Sí, definitivamente esas personas empezaban a ponerle nerviosa. - Y no... no se qué estoy haciendo aquí... Yo tengo mi propia casa, con mi marido... de... bería estar durmiendo junto a él pero... en vez de eso estoy aquí... - Dice levantándose de la cama y empezando a andar de un lado a otro una corta distacia que apenas la separa de su cama.
Se mordisquea el labio, se toca el pelo, parpadea rápido y se muerde alguna que otra uña.
¿Monedas... Qué es esod e las monedas...? - Pregunta.
Caroline no suelta en ningun momento a Kane... yendo de un lado a otro... o más bien de un lado a otro que él lo permita estirando los brazos, rueda sobre si misma cogida de la mano del chico... hasta que se cansa. Y no tarda demasiado. No tarda demasiado en cansarse de bailar con Kane, de Kane.
Un chico aburrido... - chasquea la lengua, fastidiada.
Pero vuelve a sonreir nuevamente cuando su mirada se fija en el chico que se ha levantado y se dirige a la puerta, Evan Reyes.
Caroline Vandemberg se dirige a él, moviéndose y caminando aun como si flotara en aquel suelo mugriento... descalza. Lo mira de soslayo, sin dejar de sonreir... ¿Vas a echar la puerta al suelo? - y de repente, extiende los brazos hacia arriba, sonriendo como una loca obsesiva, abriendo los ojos de par en par, exasperada, emocionada... - ¡ECHA LA PUERTA AL SUELO! Grita de repente... probablemente dejando con la sensación a aquel hombre que Caroline Vandemberg lo había dejado sordo... - se queda allí en silencio... esperando que Evan haga lo que le ha ordenado... pero parece pensar en algo, dirige su mirada a las manos del hombre, como si las estuviera travesando con rayos láser - ¡MI MONEDA! ¡ME HAS ROBADO! ¡EXIJO MI MONEDA! - parecía que en cualquier momento iba a saltar encima del hombre y darle una sartén de puñetazos... pero en vez de esto extiende su brazo con la palma abierta... y esboza aquella sonrisa macabra - Por favor...
- Todo el mundo depende de la plata, Dave, eso me enseñaste, que no podíamos vivir sin ella - le digo cogida de su mano y mirando la mugre del suelo, como si Mis Palabras fuesen a estar correteando ahí como hormigas que acuden a consumir el cadáver de un pájaro muerto al vuelo. Pero aquí no hay pájaros, ¿verdad? Solo uno, más vale en mano que ciento volando, como quiere Caroline. Miro a Rebecca de reojo - ¿Tienes un marido? - solo un instante mantengo contacto visual directo con ella - ¿Porqué no está aquí entonces? - no es lógico.
Miro a Reyes.
- Yo sé que tu eres Reyes, tu sabes que él y yo somos Dave y Laura, y yo te digo que ella es Caroline Vandemberg. Está completamente loca. Hizo con su voz que decenas de mujeres se enterraran vivas ellas solas - me abrazo a Dave - pero es una escritora fantástica. Los escritores buenos merecen todo. Dale la moneda del indio al que prefieres que sea el próximo charco de mugre.
- ¿¡QUÉ COÑO ES ESO!? - de nuevo, voces al otro lado de la puerta - ¿¡QUÉ ERA, JODER!? - una mujer, parece desesperada.
Algo de rumor lejano, gente hablando, no se sabría decir exáctamente cuánta, pero el tono de todos es nervioso, parecen querer ponerse de acuerdo en algo...
- ¡...ECHA LA PUERTA AL SUELO! - de pronto, con mucho retardo, el eco de la voz de Caroline había vuelto, y pasaba ante la puerta como si su voz corriera de un lado a otro de ésta - ¡..E HAS ROBADO! ¡EXIJO MI MONEDA!
- ¡DALE LA PUTA MONEDA! - otra vez una voz desconocida - ¡VENGA, DÁSELA!
- ¡VOY, VOY, JODER! ¡Toma! - otra mujer, más joven, que empezaba a toser violentamente. Los demás hablaban agitados de nuevo... Y de pronto, un silencio sepulcral. Una quietud previa a la mayor tormenta - ¿...PORQUÉ LA SUYA ES DISTINTA? - y aquella misma voz, junto con otras, empezó a gritar, atronadora, aterrorizada, sin que se oyeran sonidos viscerales, ni golpes que correspondieran a una razón de ser para esos horribles gritos... Alguien pedía ayuda, pero su voz se apagaba lentamente...
Se hizo de nuevo el silencio, interrumpido únicamente por la tos de la mujer...
- La puerta... - dijo otro - ¡La puerta está abierta!
Lo siguiente fueron pasos que corrían hacia el pasillo, y una sucesión de sombras cruzaban por delante de la puerta, desapareciendo en la penumbra...
Evan abre la palma de la mano, muy lentamente, observando en todo momento el proceso como si se tratara de otra persona, como si aquella mano morena y encallecida no perteneciera a su cuerpo. Estaba llena de monedas. Tres relucientes piezas de metal estriado que significaban tanto para algunos y tan poco para otros. Su mente, enajenada por la necesidad, había considerado que aquellos objetos sin valor debían estar en su posesión, que debían ser suyos y de nadie mas. La cara del indio grabado sobre la superficie de una de ellas le devolvía una mirada reprobadora. Le decía que había vuelto a obrar mal y que debía devolver aquellas monedas a sus legítimos dueños. Sus padres lo mirarían decepcionados. Había vuelto a fallarle a todo el mundo.
Pero lo curioso, Lo que realmente parecía fuera de lugar, pensaba Evan, era que esas monedas no pertenecían a nadie. Al fin y al cabo, estaban sobre las destartaladas mesillas cuando todos despertaron, solas, abandonadas. No tenían nombres, ¿no? No eran de nadie entonces. Sino del más rápido, del primero que las cogiera.
Tuerce el gesto cuando Nolan le vuelve a preguntar sobre el lugar, estando tan cerca ya de la puerta, a punto de abrirla para salir al pasillo. ¡Cómo si el supiera algo! Por no saber, ni siquiera sabía que el chico estuviera tan desquiciado, tan enloquecido. Pero sabía a quién culpar. Saltaba a la vista que aquella chica no era una buena compañía. Aunque se amaban... con locura. Quizá debiera tratar con mas cuid...
Sus pensamientos son interrumpidos por los berridos de la chica morena, la que hasta hacía unos momentos se había dedicado a bailotear arrastrando al otro chico por todo el mugriento cuarto, removiendo el polvo del suelo y quién sabe si despertando a los demonios que seguramente habitarían ese extraño lugar. "Porque los demonios están en todas partes, hijo mío... Pero el poder de combatirlos se encuentra solo en nuestro corazón". Se mantiene firme en su decisión que quedarse las monedas, aún cuando la histérica mujer se las pide de "buenas maneras" y extiende una mano hacia él, con la palma abierta.
- No. Las monedas no so...- El ceño fruncido, la frase se queda a medias. Muere en sus labios cuando Laura abre de nuevo la boca para lanzar sobre ellos aquellas palabras carentes de significado. En el contexto de su mente serían incluso sabias, pero en esa horrible habitación extraída de los delirios de un paciente psiquiátrico... allí no, no tenían sentido. ¿O si?
- ¿Qué demonios...? - Murmura en castellano justo antes de volverse de nuevo hacia el pequeño ventanuco que se abría en la puerta. Voces. Las voces de otros que estaban en su misma situación. Encerrados, ¡enterrados!, apartados de sus vidas. Y todos rematadamente locos. ¿Es que iba a ser el único que se mantuviera firme cuando la tormenta amenazara con arrasar todas aquellas mentes ya debilitadas? ¿O era algún tipo de tortura...? ¿Habría muerto y descendido al Purgatorio para expiar sus culpas? Si así era, tendría que sobreponerse. Por Lupita y por su hija. Por sus padres.
Se acerca hasta la salida y pega la cara al sucio y destrozado cristal con la esperanza de ver mas allá de la puerta y reconocer las sombras que corrían por el pasillo. Fuerza sus oscuros ojos al máximo para intentar capturar la poca luz del ambiente. Si solo pudiera detener a uno de esos fantasmas y preguntarles cómo habían salido...
Se vuelve, echo una furia, y tira dos de las monedas al suelo, quedándose con una tercera, bien apretada contra la palma de la mano, utilizando su tacto como ancla contra el miedo. El dolor despejaba la mente, ayudaba a pensar. Evan había recurrido algunas veces a ese dolor para mantener la calma y no perder los nervios en momentos mucho peores que aquel. Se revuelve sobre sí mismo, moviéndose frenéticamente, llevado por un impulso casi irracional y acaba por quitarse el jersey con el que los habían vestido. Envuelve entonces su brazo libre hasta el codo, regresando a la puerta y golpeando el cristal repetidas veces con el puño, tratando de mover los fragmentos de vidrio que aún quedaran ahí clavados y evitar así rajarse si tenía que retirarse rápidamente. Lo último que necesitaba era salir herido. El mas mínimo corte en ese insalubre ligar podría significar una muerte lenta y dolorosa. Las infecciones no perdonaban.
Retira los pocos trozos de cristal que aún queden y ensancha un poco mas la rasgadura en la malla metálica con extremo cuidado, evitando en todo momento pincharse con los extremos agudos y oxidados de la ahora inútil protección metálica, dispuesto a sacar el brazo a través de ella para tratar de capturar a alguno de aquellos hombres. O palpar hacia abajo para encontrar el pomo y la posible libertad.
Al ver cómo el hombre lanza dos de las monedas al suelo, Caroline va a por ella casi lanzándose encima... coge a la que tiene más lejos - pues el camino corto no siempre es el más fácil... y eso Caroline Vandemberg lo sabe... alza la moneda y la mira, reluciente, redonda, perfecta... sonríe, mirando ahora al hindú.
¡YA TENGO MI MONEDA! - grita, en respuesta a quiénes habían hablado. - Aunque no parezca que Carloine Vandemberg no los ha oido... ella lo sabe... sabe que hay gente libre... ¡LIBRE! ¡ECHA LA PUERTA AL SUELO!
Se levanta, sosteniendo la moneda dentro de su mano, sonriendo y mirando hacia Evans y la puerta... para ver cómo echa la puerta al suelo... si es que la echa.
Al acercarse tanto a la ventanilla y sacar un brazo por ella, lo primero que siente es una sensación que se empieza a percibir de forma suave, como la presencia del sudor, que sólo se da uno cuenta de que está cuando ya gotea...
Una mano se había acercado lentamente a su antebrazo, húmeda, fría, y de ella chorreaba algún líquido espeso, que llegó hasta los dedos del latino. El silencio se hizo brutal entonces, cuando al subir la vista por puro instinto, Evan encontró aquella figura surgida de la tiniebla...
Estrávica, enjuta, jadeante y con aquel repulsivo líquido saliendole de los mismos ojos... Ni siquiera lo sintió al principio, fue demasiado rápido y todo ocurría mientras miraba a aquella que estaba frente a él... La carne amenazó con separarse de la parte huesuda de la muñeca, y sólo al notar las punzadas de una dentellada invisible, el dolor surgió como un volcán, agarrotando el codo y llegando hasta la cabeza, como si se hubiese pinzado varios nervios... Parecía una ensoñación, una pesadilla, pero la mirada seguía ahí, no parecía dispuesta a desaparecer, tan sólo agarraba el brazo de Evan mientras otra boca tiraba de la piel, intentando devorarla, y la aparición seguía soltando aquellas lágrimas y saliva a trompicones, respirando como si se ahogara, temblando y convulsionando...
Como cabezas de alfiler tenía Evan las pupilas tras semejante visión. Puntos oscuros coronando una blancura surcada por venas enrojecidas a punto de estallar de puro terror. Cuando la mente no es capaz de entender lo que sucede a su alrededor y se enfrenta con uñas y dientes contra la irrealidad, es el cuerpo el que toma el relevo. El instinto de supervivencia, aquella parte de nuestra psique encerrada en lo mas profundo de nuestras materias grises, la que correspondía a la mente animal primigenia, al lagarto, toma el control. Y el instinto de Evan estaba extremadamente desarrollado.
Si te atacan, responde. Si te dañan, responde con mas fuerza. Si crees que vas a morir, huye del peligro, escapa y no mires atrás. Luchar otro día siempre es una perspectiva mucho mejor que morir. Huye del peligro. Huye del peligro. Pierde la mano. Huye del peligro. La cabeza, te va a estallar, te duele demasiado. Algo se ha roto. Algo se te ha roto. ¿Huye del peligro? ¿Vas a morir? ¿Vas a perder la mano?... El peligro... Lupita... Tienes que verla... El amanecer... Ese monstruo... ¿Demonio? Te está matando... La mano... Huye... Algo se desgarra... Tu mano se desgarra...
- ¡IIIIIIIIIIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH! Un grito animal, surgido de mas allá del tiempo, atraviesa la garganta de Evan impulsado por unos pulmones dispuestos a competir con la fuerza irresistible de la muerte. El silencio sepulcral que había abrumado sus oídos se veía ahora rasgado por sus propios aullidos. Una lluvia de cometas en un cielo sin estrellas, coloreando el cielo oscuro como la boca de Satán con gotas de sangre carmesí. Terror, dolor, pérdida, rabia. Todo entremezclado, como las lágrimas y la saliva que rodaban ahora por el cuello del latino hacia su pecho, hacia el centro de su alma.
Estaba perdido... Lo estuvo desde el momento en el que sacó la mano.
Y entonces...
Tira del brazo hacia dentro con todas sus fuerzas.
Tirada: 1d100
Motivo: Serenidad
Dificultad: 50-
Resultado: 40 (Éxito)
Al echarse atrás, Evan cae al suelo raspándose el brazo con la oxidada malla metálica. Un lado de su muñeca sangra, el hueso cúbito queda descubierto... Algo ha desgarrado la carne. Algo que no llegaba a ser tan grande como un perro, eso desde luego... No había llegado a arrancar ni morder ninguna vena, pero la sangre salía igualmente a borbotones de aquella grotesca herida.
La cobertura que el latino había usado como seguro para no arañarse se había quedado enganchada en la malla de la ventanilla, salpicada con su propia sangre...
Dave continuaba cogido a su mujer, acariciando su mano con su pulgar aún cuando hablaba con Reyes. Su respiración se había tranquilizado poco a poco, y ahora sus ojos mostraban algo más de serenidad. Era como si las furiosas aguas de un río hubiesen encontrado el cauce a seguir tras una tormenta. Algunas de las uñas mostraban un poco de sangre, y en su palma había pequeñas marcas, costras recientes. Caminó un poco más mirando a cada uno, pero más en concreto a Reyes. Al escuchar a la mujer de gafas se detuvo y la miró detenidamente.
- Tampoco debería estar aquí. Me temo que ha habido un terrible error. No sé si es parte del programa. La terapia es muy cara, pero no me dijeron que hubiese nada de esto. Charlas de grupo, análisis, todo eso, pero nada de estar encerrados en una habitación bajo tierra -murmura con el ceño fruncido. Acto seguido mira a Laura-. Ninguno deberíamos estar aquí, ¿verdad mi amor? No te preocupes, pronto saldremos y tú estarás conmigo, siempre.
Con la mano libre acaricia nuevamente el rostro de Laura. Lo hace con tanto cuidado que parece que tema porque pueda romperse. Es el mismo trato que un padre le da a un hijo recién nacido, tan frágil, tan hermoso. Levanta el pie derecho del suelo y se frota la planta con la pernera del pijama. Es una sensación desagradable, aunque no nueva para él. Cuántas noches habría dormido en la calle perdido entre sus propias lágrimas, sumido en la más absoluta oscuridad.
De pronto se gira al escuchar las palabras de Reyes y Caroline, cómo discuten. Aquella mujer comienza a ponerle nervioso, aunque sus palabras fluyen en sus oídos de forma anárquica, en un caos absoluto. Lo mismo pasa de la más completa tranquilidad a una rabia contenida inigualable. Narra sus acciones, sus sentimientos... No, estaba equivocado, quizá alguno sí tenía que estar ahí encerrado. Esa mujer estaba loca, completamente loca. Y durante un segundo Dave estuvo seguro de que esa mujer sería capaz de hacerles daño, mucho daño. Apretó la mano de Laura y sin decir nada observó todo como mero espectador.
Al escuchar las voces del otro lado giró su rostro, y su boca se abrió levemente.
- ¿Por qué la del indio, Laura? ¿Hay otros como nosotros que también buscan monedas? ¿Qué sabes de todo esto, mi vida? Sabes que nada nos pasará mientras estemos juntos, pero necesito entender algo de lo que ocurre.
Cuando Reyes comenzó a golpear la puerta Dave se acercó un poco, dos o tres pasos. Alargó su mano aún con su estilográfica para cogerle del brazo, quizá para evitar que se hiciese daño. Era mejor pensar un poco en la situación en la que se encontraban. Tal vez habría alguna relación entre los presentes. Laura parecía saber algo, como si ya hubiese vivido algo así. Y esa idea heló su sangre por completo. La miró a los ojos queriendo buscar una respuesta en ellos. Y un nuevo grito le sacó del trance en el que estaba sumido. Evan tenía el brazo sangrando, y algo le había atacado o arañado.
Esto no es parte de ninguna estúpida terapia.
- ¡Reyes! ¡Eh, amigo! ¿Qué te ha pasado? ¿Qué te ha atacado? -preguntó nervioso mientras buscaba con la mirada alguna tela con la que poder tapar la herida-. ¡Apretad esa herida, joder! ¡Que alguien le ayude!
Se miró la mano que agarraba a Laura, y dudó. Pudo ser un segundo, tal vez dos, pero a él le parecieron eternos. Finalmente se soltó un instante para quitarse la camiseta, y acto seguido volver a coger la suave mano de su amada. Con un par de pasos más llegó hasta Reyes e intentó ayudarle con la sucia y andrajosa tela.
Kane contuvo un suspiro cuando se liberó del psicótico abrazo de baile de Caroline.
Sí, esto es una locura. Literalmente. Un mal sueño.
Se necojió inconscientemente al verse sobresaltado por el grito imperativo de Caroline y luego palideció un poco al escuchar las voces al otro lado, los gritos, los sonidos guturales, toses, llantos, dolor.
¡Oh Joder!
Se acercó un poco a la puerta, a la vez que el chicano lo hacía.
Bueno, al menos muestra iniciativa, parece menos loco que los demás. Por las geñas de Kobain!!!
Observa durante un segundo el brazo ensangrentado del chicano, como grita cuando algo, a saber que, le hiere haciendo una terrible incisión en la muñeca en la que se ve el hueso.
- Mierda!! - Se acerca a él y usó la camisa de Dave, envolviendo la muñeca de Reyes. - Ayudad para apretar!. - Joder... Es demasiado profunda, es un corte acojonantemente profundo. Sin un médico... Sin sutura... Mierda, en la muñeca... Demasiado, demasiado bien lo conozco.
Cierro los ojos, otra vez los gritos, me suenan mucho pero siguen dándome miedo. Me pongo en cuclillas con la cabeza entre las rodillas y las manos tras la nuca, no debería echar la puerta al suelo, podría pisar uno de los charcos, seguro que lo haría. Caroline no tiene ni idea de lo que es la libertad, ella se revuelca en el lodo de su ignorancia feliz como un puerco en pleno recreo, yo sé que no somos libres, a cada paso lo somos menos. Todo sucede otra vez. Evan saca el brazo, La Malinche le muerde con sus lágrimas ¿será por haberse ido de donde pertenece? "¡Ay mis hijos, ha llegado vuestra hora!" siempre el mismo grito, siempre... Gritando, osando, ayudando, sangrando y regando con aquel rocío rojo la mañana de la discordia. ¿Volverá Reyes a ver el alba? No puedes echarlo a las cartas, amor.
Me acerco a la ventanilla y asomo la mano por el hueco, sujetando mi moneda.
- Quiero salir... Ya tenemos las monedas y el sac... Sacrificio - notifico tartamudeando a mi despiadado portero, soborno en mano - Dave, trae a tu amigo Reyes...
Evan cae al suelo, retorciéndose de dolor, con la mandíbula cerrada con fuerza y los músculos del cuello tensos como cables de acero, marcándose a través de su morena y salpicada de sangre piel. Aunque casi todo su cuerpo se convulsiona al ritmo de los latidos del dolor de su muñeca, mantiene el brazo herido apretado contra el pecho, todo lo inmóvil que puede mientras la vida se le escapa lentamente a través de la carne rota que expone la estructura de músculo y hueso de su cuerpo. Como si tratara de sujetar entre sus dedos un puñado de arena, su esencia vital se escapaba entre sus dedos, resbalando por su agitado cuerpo hasta llegar al mugriento suelo, dónde se mezcla con la suciedad creando una masa espesa y pegajosa de aspecto repugnante.
Así acabaría Evandro García Reyes, como había dicho Laura, siendo solo un charco de mugre, sin nombre, sin aspiraciones ni deseos, sin la posibilidad de volver con los suyos. Moriría allí, desangrado, abandonado por la mano de Dios, rodeado de extraños, locos y monstruos que desgarraban a los vivos con dientes insustanciales.
O quizá ya estaba muerto y aquello si que era el Purgatorio. Quizá había fallado la prueba de su redención. No tendría que haber sido tan egoísta. No tendría que haberse aferrado a aquellas monedas. No tendría que haber intentado escapar de la habitación. No tendría que haberse equivocado. Pero no tendría una segunda oportunidad. Moriría allí. Sin Lupita, sin su hija.
Comenzaba a perder la cabeza presa del mas puro e irracional terror. Los ojos abiertos, mirando hacia la nada, perdidos en ensoñaciones de pesadilla, rememorando una y otra vez la terrible visión que le había arrebatado un pedazo de su muñeca. No escuchaba las voces de sus compañeros de celda. No reaccionaba a sus atenciones y ayudas, solo se refugiaba sobre si mismo, cada vez mas encerrado, mas inaccesible, apretando con fuerza su mano herida, tratando de detener sin éxito al pérdida de sangre.
- Misericordia... Oh Dios mío... misericordia... No quiero... no quiero morir... perdóname, Dios mío... perdóname... No quiero... dejar solas a mi mujer y mi hija... Virgencita de la Caridad... ayúdame, intercede por mi ante Él... se me va la vida entre las manos... se me va la vida... Y no puedo retenerla... Dios... Dios... Perdóname porque he pecado... Perdona a mi alma... Lo siento... Lo siento... Lo siento tanto... - Murmuraba entre labios de forma entrecortada e ininteligible en su idioma natal una retaíla de palabras guturales y dolidas que se hacían eco de las lágrimas que rodaban por su mejilla hasta perderse en lo mas profundo de su oscuro cabello.
Cuando todo parece perdido, Evan recupera la compostura por unos segundos en los que suelta su mano sangrante y agarra con fuerza la única mano libre de su único conocido: Dave.
- Dile... dile a Guadalupe que la amo... Dile... dile que es la luz de mis mañanas, que por ella volvería a recorrer todo el país. ¡Que recorrería el mundo entero si hiciera falta! Dile... Dile a Guadalupe que volveremos a vernos... Por favor, Dave... Por favor... No quiero morir... No quiero... No puedo morir... tengo una familia ¿Entiendes? Claro... claro que lo entiendes... Tu también tienes una familia... Dios... Tengo miedo... Tengo mucho miedo...- Poco a poco iban muriendo sus palabras, aunque no así el hombre que las pronunciaba. Estaba demasiado curtido, era demasiado resistente. No moriría tan rápidamente por culpa de una herida semejante, no. Sufriría. Tardaría horas en morir. Quizá no fuera la pérdida de sangre, pero se lo llevaría una infección. Estaría cada vez mas cansado, mas agotado. Primero la fiebre y luego la debilidad irían consumiendo su cuerpo mientras el miedo y la desesperación consumirían su mente.
Acabaría perdiendo su duelo con la muerte.
Y su alma sería entregada a los demonios para que la torturaran por los siglos de los siglos, hasta el fin de los días y mucho mas allá. Porque Evan Reyes, aunque aún tenía fe en su Dios, sabía que este le había abandonado.
Tirada: 1d100
Motivo: Tirada
Dificultad: 50-
Resultado: 81 (Fracaso)
Una mano delgada y pálida asomó entonces por la ventanilla de la puerta, cogiendo la moneda de Laura y entreabriéndose entonces. Cuando la joven pasó, la puerta se volvió a cerrar y la mano desapareció...
Dave tenía la sucia tela en una de sus manos. Tenía el torso desnudo, y en su espalda y pecho se observaban golpes y heridas. Algunas estaban curadas, otras eran más recientes, pero en su mayoría eran arañazos, sobre todo en sus hombros y abdomen. Los moretones dibujaban en sus costados manchas deformes donde la sangre se acumulaba. Unos tenían peor aspecto que otros ya que en su parte central estaban casi negros con pequeños puntos amarillentos del pus acumulado bajo la piel.
Dio unos pocos pasos rápidos para tomar el brazo de Reyes. No le hablaba, se limitaba a intentar coger su brazo para poder taparlo con las telas. Su pelo revuelto le estorbaba con cada espasmo del hombre ya que atrapar aquel miembro era como intentar coger una anguila en pleno mar. Se movía y retorcía, y de su boca manaban gritos de pavor y dolor por igual. Nolan apretó los dientes y apoyó las rodillas en el sucio suelo para hacerlo todo más fácil.
- No vas a morir, amigo. No vas a morir. Reza todo lo que puedas y sepas, amigo, pero no por ti, si no para sacarnos de aquí. ¿Vale? No vas a morir, joder -decía intentando atrapar el brazo herido. Algunas gotas de saliva saltaban de su boca al hablar con los dientes apretados-. ¡Los volverás a ver, Reyes! ¡Volverás a estar con ellos! Ven, dame la mano, dame la mano que te ayude.
Aún intentaba sujetar el brazo, pero sus ojos estaban tan atentos en él como en la pluma que aún sujetaba. Pero entre golpes y gritos, finalmente pudo atrapar el brazo por la altura del codo y lo apretó hacia él. Con la otra mano tomó la tela y comenzó a tapar la herida...
¿Con la otra mano? ¡Había soltado a Laura! ¿Cómo? Sin dudarlo soltó el brazo de Reyes aún herido y sin haberle puesto nada finalmente. Giró su cabeza con los ojos completamente abiertos.
- ¡Laura! ¡Mi amor! -gritó mirando nervioso en todas las direcciones.
De pronto su mirada se fija en la puerta y en la maniobra que ésta realiza. Se abre y una mano la toma queriendo apartarla de su lado. ¿Por qué de su lado? ¿Por qué a ella? ¡Las monedas! ¡Laura! Su respiración se aceleró de forma exagerada y respiraba violentamente mientras abría y cerraba la boca. Apartó las manos de Reyes y se puso en pie dando un paso hacia la puerta. A ese paso le siguió otro, y otro más. Y con toda la rabia contenida y desesperación posible se lanzó contra la puerta golpeándola con puños, rodillas e incluso cabezazos nerviosos. Se mordía su labio inferior y su pelo se agitaba como las llamas del fuego, sin descanso. Para él ya no había nadie más en la habitación. Él no era nada sin ella y la necesitaba. Es más, ella le necesitaba a él para estar a salvo.
- ¡Laura! ¡Laura! ¡Devolvédmela mal nacidos! ¡Laura! -gritaba furioso, casi fuera de control-. ¡Llevadme con ella! ¡Llevadme! ¡Laura! ¡No te harán daño! ¡Iré contigo y los apartaré de ti, los mataré! ¡Laura! ¡Tomad mi moneda y llevadme con ella!
Sin importar si había aún cristales en la ventana o si podía engancharse con la malla de metal, Nolan introdujo la mano con la moneda sujeta y la agitó nervioso mientras seguía golpeando la puerta con el puño.
Tirada: 1d100
Motivo: Primeros auxilios
Dificultad: 20-
Resultado: 34 (Fracaso)
Tirada: 1d100
Motivo: Serenidad
Dificultad: 40-
Resultado: 76 (Fracaso)
-No... no necesito que nadie me lleve a ninguna parte, me puedo valer por mi mismo... Gracias por nada, gringos cabrones -Murmura entre dientes con obstinación, mientras sigue apretando con fuerza la muñeca de su mano herida.
Pasado el pánico inicial provocado por el terrible susto y la horrible herida, Reyes es capaz de pensar con algo mas de frialdad. Había pasado por mucho a lo largo de su vida. Quizá nada tan horrible, pero si tan doloroso. Su cuerpo podía soportar todo el castigo que fuera necesario... Aunque no así su psique.
Si estaban en el mundo real, en algún maldito lugar creado por la enferma imaginación de un psicópata, su mente se negaría a aceptar que le había mordido un ser de otro mundo. Sin embargo, si ya había muerto y estaba en el Purgatorio para expiar sus culpas antes de ascender al reino de los Cielos, lo que le habría descarnado la mano sería, sin duda, un siervo del maligno. Un demonio con apariencia imposible de describir.
Lo único que era real, que podía cuantificar y valorar con sus sentidos era el dolor. El lacerante dolor que poco a poco iba durmiendo su extremidad hasta mas allá del codo. Gotas de sudor frío perlaban su rostro y resbalan por su cuello. La mirada, febril y desencajada, estaba fija en la puerta por la que había desaparecido la enloquecida novia de su compañero de terapia.
Le habían dejado completamente tirado y eso le enfurecía. Laura se había ido de la habitación mientras él sangraba, revolcándose en el suelo de puro dolor y miedo. Nolan, que había hecho intención de ayudarle y había puesto atención a sus posibles últimas palabras, estaba ahora gritando como un loco en la puerta, golpeándola con la furia de un hombre enamorado que está conociendo la desesperación de ver alejarse a su amor y no poder acompañarle. Los demás... no hacían nada de nada. Como si un hombre no hubiera estado gritando a sus pies.
-Mierda... Así se os lleven los demonios...- Se arrastra como puede hasta alcanzar la especie de mugriento jersey que le había tendido Nolan y trata de anudarlo alrededor de la herida aunque sin mucho éxito. La rabia, el miedo, el desconcierto y la pérdida de sangre estaban haciendo mella en las capacidades mentales del latino, que cada vez estaba mas débil.
- Como sea... no pienso morir aquí... - Prácticamente escupe las palabras mientras gira sobre sí mismo, colocándose boca abajo sobre el mugriento suelo, manchándose el torso, el pelo y parte de la cara con la repugnante mezcla que su propia sangre y la suciedad ya existente habían creado. Apoya la mano sana en el suelo, apretada en un puño de nudillos blanquecinos a causa del esfuerzo físico y se arrodilla lentamente con la intención de incorporarse. Poco a poco, de forma lenta e insegura, acaba por incorporarse, con movimientos torpes y vacilantes.
Con la cabeza apoyada en el pecho, el trapo mal colocado alrededor de muñeca descarnada y la vista perdida, Reyes se vuelve hacia la puerta que le estaba arrebatando la vida. Primero un torpe paso. Luego otro y otro mas, la cabeza bamboleándose sobre el robusto cuello y el pelo sobre la cara, creando un efecto sobrecogedor, Reyes parecía mas un muerto que un vivo que se acercaba a la salida de la cripta en la que había estado descansando.
Extiende su mano sana, cubierta por las asquerosidades que lo cubrían todo, hacia el hombro de Nolan en lo que pretendía ser una presa para apartarlo de la salida. Pero el latino tenía ya la vista nublada y apenas si veía lo que hacía. La mano llega hasta el hombro del chico, pero con tan poco tino que resbala sobre este y luego sobre la espalda de Nolan, haciendo que Reyes pierda por completo el equilibrio. Trastabilla y da un par de pasos malos que lo llevan a estrellarse apenas sin fuerza contra la pared junto a la puerta que Nolan no hace mas que aporrear.
Mira al chico con los ojos acuosos, la vista perdida, jadeando por el terrible esfuerzo... esperando reunir las fuerzas suficientes para volver a intentar salir de ahí.
Tirada: 1d100
Motivo: Fisr Aid!
Dificultad: 25-
Resultado: 45 (Fracaso)
Tirada: 1d100
Motivo: CaC
Dificultad: 45-
Resultado: 52 (Fracaso)
Caroline... Caroline Vandemberg observaba aquella sequencia de imágenes que pasaba ante sus ojos con una velocidad sorprendente... uno de los encerrados con ella había resultado herido... una herida profunda se ve. Normal. ¿A quién se le ocurre intentar abrir la puerta sin saber qué hay al otro lado...? - suelta una leve risita, divertida, mientras mira a Evan desde encima de la cama, agachada, descalza... con los ojos completamente abiertos y una sonrisa satisfactoria en su rostro, y con la grabadora en su mano, al lado de su boca... - y algo mas pasa... se han llevado a Laura... Carolina Vandemberg se levanta para dirigirse hasta Dave... sonriendo de oreja a oreja... qué situación tan divertida...
¿Te sientes solo, Dave? Laura se ha ido, te ha abandonado... como todos. Tú amigo... - señala a Evan - También te va a dejar, porque se va a morir... eso es, sí... se va a morir. Por ingenuo. Mira que sacar la mano...
Se ríe de nuevo... y a paso tranquilo, casi flotando, se dirige a la puerta... se mira la moneda que tiene en la palma de la mano... y con la otra mano la coge con el dedo índice y gordo, y la mira... la mira detenidamente.
Yo también tengo una moneda. - dice a alguien que parece ser invisible... aunque sin dejar de sonreir, ladeando un poco la cabeza, jugando... divirtiéndose.
Cuidando como estaba del brazo de Evan, Kane es arrastrado por el mismo hacia donde se arremolinan también Caroline y Dave.
En ese instante, una mano pálida, con las articulaciones azuladas y de dedos largos y escuálidos, agarra las monedas y la puerta se abre. Una fuerza extraña, como si unas sogas invisibles tiraran de ellos, hizo salir a aquellos cuatro de la habitación...
Seguimos en el pasillo, disculpad la tardanza, he tenido que solucionar alguna cosilla.