Partida Rol por web

Le entrego la moneda. Sin más...

Miro las monedas restantes encima del cochambroso colchón, como si estuviera hipnotizada por ellas. Las preguntas se suceden en mi cabeza a una velocidad demasiado alta como para poder pensar con claridad.

Todas iguales menos una, la mía. Porqué, porqué?? Y si es mentira, y si la mía hubiera sido una de las otras?

Miro a todos y cada uno de los miembros de la habiación. Me siento como si estuviera en un cruce y las preguntas sin respuesta rápidos coches circulando a mi alrededor. Redburn coje una moneda y la entrega, se me acaba el tiempo y las oportunidades. La mano sigue ahí, esperando pacientemente, aunque presumiblemente no para siempre. Un tic nervioso se apodera de mi pie, que golpea el suelo repetidamente.

Vamos, vamos, tienes que tomar una decisión.

Cierro los ojos, y a desgana elijo una de las monedas, la encierro en mi mano un instante. Abro los ojos a la vez que el puño que ha encerrado la moneda. Ahí está la que el destino ha puesto en mi poder, la diferente.

Casualidad?

Alterada por los acontecimientos, me acerco nerviosa a la mano que espera y deposito de mala gana la moneda que no he sido capaz de escojer por mi misma. Sin darme la vuelta, regreso al lado del colchón, sin dejar de mirar la mano, expectante por lo que pueda suceder a continuación.

Mientras la mano aguarda, al otro lado de la puerta se oyen gritos... Deben de proceder de algún lugar cercano...

- ¡EEEH! ¡INTENTA TIRAR DE LA PUERTA! - gritaba un hombre, desconsolado...

- ¡¡¡NO!!! ¡¡¡¡Alejaos de mí!!!! ¡¡¡¡ALEJAOS DE MÍ!!!! - el grito de una mujer se apagaba después, y la mano seguía ahí, era imposible vislumbrar algo más allá de su brazo...

Los gritos más allá de la puerta llaman mi atención, no solo por el volúmen y las sensaciones que emanan de sus palabras, sino porque hay alguien más al otro lado, en una situación parecida a la nuestra. Siento el impulso de correr hacia la puerta que nos mantiene aún en este lado, gritarles para que nos ayuden, advertirles de nuestra presencia, pero la mano de piel blanca y pétrea, sigue ahí, esperando el tributo restante, impidiéndome avanzar hacia la puerta. Miro con furia a los demás, resta una moneda y no estoy segura de quien no ha entregado la suya.

Vamos!! Dadle la puta moneda a la mano e intentemos salir de aquí!

La puerta se abre, una extraña fuerza empuja fuera a aquellos que han pagado su tributo, como si varias cuerdas tiraran de sus cuellos y extremidades...