Partida Rol por web

Mientras charláis, volvéis atravesando la cocina hasta el comedor y de ahí a la calle. En efecto, observáis luz en el edificio cercano de vivendas, en concreto en la recepción, luz que atraviesa los cristales esmerilados hasta el exterior. Con paso tranquilo os dirigís a...

Esperad.

¿Es un fuerte golpe lo que acaba de sonar en el interior?

Las palabras de Ernesto estuvieron a punto de ser obedecidas por Facundo. Sin embargo, tras pensarlo apenas un momento, el locutor decidió guardarse la cuchilla de cocina que había encontrado. Seguramente, en una situación realmente peligrosa no le serviría de nada, despues de todo no sabía como utilizarla, pero por lo menos le servía para sentirse un poco más protegido

De cualquier manera, poco deseoso de discutir, amagó dejarla en la mesa, antes bajar su brazo y mantener el cuchilla pegada a su pierna, fuera de la vista, esperaba, de su jefe

Con el fin de que su "engaño" fuera más dificil de descubrir, dejó pasar a todos los presentes y se mantuvo en el ultimo lugar de la fila... por lo que fue el que más cerca sintió el golpe.

Casi sin pensarlo giró su cuerpo y elevó la cuchilla - Que?... que fue eso? - preguntó, tratando de mantenerse tranquilo - No se supone que no hay nadie más que nosotros? -

Tras apenas unos segundos bajo el cuchillo e impostó la voz, intentando demostrar más tranquilidad de la que realmente sentía - Supongo que debe ser Martin buscando las cámaras de seguridad -

- Quizás sea una buena idea, Josep - había dicho Ernesto escuetamente, frente al apunte del catalán.

Le había parecido mejor decirlo así, ambiguamente, y no empezar a hablarle de la invasión a propiedad privada, posibles abogados, incluso un despido para él y para Ernesto mismo como responsable suyo. Es lo único que nos falta. Sin embargo, sus palabras quedaron flotando tristes, solitarias y finales cuando ya afuera, y habiéndose asegurado que todos los demás salían del sitio sin querer retroceder hacia la aventura, se escuchó aquel ruido repentino. Ernesto giró instintivamente hacia el sonido, y se le erizó hasta el último pelo del cuerpo.

¡La puta madre que lo re mil parió!

- ¿Qué carajo hacés con eso, Facundo? - soltó, casi a los gritos, mirando al locutor con la cuchilla aún en la mano.

Se le había marcado la vena en el cuello, y parecía dispuesto a matar. Pero, en vez de eso, hizo exactamente lo que todos esperaban que hiciera.

- No sé qué es, pero seguro que es bien de carne y hueso - respondió a Facundo, antes de mirar a Diego - Diego, por favor, vení conmigo. Los demás, métanse en el otro edificio rápido. No se queden afuera. Y por el amor de Dios, vos, ¡guardá eso!

Ni necesitó mencionar a Facundo. Tampoco esperó a Diego. Daba por sentado que vendría detrás suyo, o no, y si eso pasaba, al menos estaría más o menos seguro con los demás. Ernesto frunció el ceño y avanzó casi corriendo, buscando el BlackBerry del bolsillo, hacia el interior donde se había escuchado el sonido.

- Nada, nada. Ya lo dejo - las excusas de Facundo sonaron tan poco sinceras como efectivamente eran

El locutor dudo un momento si dirigirse hacia donde le indicaba Ernesto o hacer caso de sus propios instintos y seguir a su jefe. Sin embargo optó por hacerle caso. Asi no necesitaba dejar el cuchillo que, mientras tuviese en sus manos la deba una sensación de seguridad. Facundo era consciente que no era útil que lo tuviera, pero la sensación le daba tranquilidad. Así parecía que podría defenderse!

Señor disculpeme -digo mirando de frente a Ernesto-si encuentra un sistema informatco dentro recuerde que es uno de mis puntos fuertes y que es posible que pudiese recuperar imagenes etc si lo necesitasemos.
Me aparto de enmedio con rapidez intentando no retrasar su acción mas que el segundo que he tardado en decirle lo que queria.

La cara de Diego aun sorprendida por el fuerte golpe se alegro cuando Ernesto lo invito a acompañarlo, así le ahorraba tener que desobedecerlo e ir de todas formas.

Sin mirar atrás le sigue los pasos a Ernesto.

-Che, te das cuenta que estamos repitiendo el mismo patrón idiota de siempre de cualquier slasher, separarnos... y por segunda vez, no? Claramente algo raro esta pasando y puede que sea una boludes y nos estemos haciendo la película, de ultima vamos a quedar como unos pelotudos... ¿pero si es como la otra vez?

Diego no sonaba muy divertido, ni jocoso al hablar.

Por muy poco, el golpe de Jorge revienta un cuadro de la pared en lugar de tu cabeza. La inercia del movimiento le deja descolocado el tiempo justo para que salgas de la sala en estampida, saliendo a la recepción del edificio en donde...

Diego y Ernesto entran en el edificio de viviendas que hay justo frente al comedor, perpendicular al otro en el que tienen ellos sus habitaciones. Nada más entrar encuentran la recepción, con las escaleras a las habitaciones, una puerta a la biblioteca del complejo, donde Ernesto y Alicia se entrevistaron con el dueño, y otra puerta más tras del mostrador. Entonces se escucha el segundo golpe, como si alguien hubiera roto un cristal estampándolo contra la pared.

Antes de que ninguno de ellos pueda reaccionar, la puerta frente a ellos se abre de golpe y por ella sale ¡Martín!, como un toro que abandonase los toriles, solo que en su rostro hay más miedo que determinación.

Siguiendo las instrucciones de Ernesto, os dirigís al otro edificio de viviendas, el vuestro, dejando atrás aquel en el que entran vuestros dos compañeros. Cuando aún no habéis llegado hasta la puerta principal, escucháis cómo del edificio donde han entrado Ernesto y Diego sale el sonido de un segundo golpe, propinado contra un cristal.

Al no tener a Ernesto controlando sus pasos, Facundo no sabe se sentise más seguro, gracias a la cuchilla que ahora porta abiertamente, o más preocupado, al no tener a su lado al más cuerdo del grupo.

El nuevo golpe, por otra parte, lo pone aún más nervioso... y a la vez más tranquilo al darse cuenta que los problemas, aparentemente, están en el otro edificio - Quizás deberíamos ir a ayudar? - propone no demasiado convencido - Si se rompe algun vidrio puede ser que necesiten que les demos un mano - agrega sin siquiera amagar salir del edificio.

Sin embargo, aún sin intenciones de salir de su propia zona de confort, el locutor está más preocupado de lo que aparenta y busca un punto de observación que le permita darse cuenta de lo que pasa en el otro edificio. La misma puerta, una ventana, cualquier abertura le servirá para mirar sin dejarse ver

- Me doy cuenta - dijo Ernesto, con la cara de piedra, mientras entraban - Pero prefiero tener a Facundo controlado y lejos antes de que salga corriendo y se pierda en la montaña, o del cagazo le clave esa cuchilla de mierda a alguien. Y no invoques, Diego, la puta madre, no puede ser de nuevo que...

Y la frase se quedó suspendida, astillada como los cristales que acababan de reventarse en algún lugar del edificio. A Ernesto se le erizó hasta el último pelo del cuerpo, y las cicatrices sobre la piel y el alma tiraron en una puntada insoportable. Mas ni siquiera llegó a reaccionar, salvo para hacer un gesto hacia Diego e intentar identificar la dirección en la que se había oído el golpe, cuando vio aparecer a Martín.

Sus ojos de halcón, y su experiencia de vida, lo escrutaron de arriba abajo en un mero instante.

- ¿Qué pasó? - preguntó, dirigiéndose hacia Martín inmediatamente - ¿Qué mierda pasó? ¿Estás bien?

Corría como alma que lleva el diablo, mirando atrás a momentos, una navaja esgrimida con más necesidad que arte.

Les vio mientras sudoroso escapaba, esto estaba claro.

-¡Es Jorge, el guardés! ¡En el cuartito de vigilancia! ¡Me atacó! ¡Con un martillo!

Iba lanzando las frases cortas a medida que se acercaba, hasta que frenó ante ellos, y siguió con la mirada el trayecto a la puerta que acababa de dejar atrás, esperando que el energúmeno asomara, en su persecución.

Diego contorsiona su cuerpo con un movimiento hacia atrás tencionandose cuando de repente ve aparecer a alguien, en la milésima de segundos que su parte cociente lo reconoce y lo toma como "amigo", su cuerpo se relaja un poco.

En cuanto escucho lo que Martin tenia que decir, un escalofrió recorrió su columna, Diego se puso de un humor de perros, al sentir que nuevamente algo horrible volvería pasar. Mas movilizado por ira que por valentía estúpida, corre hacia la puerta de donde salio Martín y busca cerrarla*

- ¡La puta madre que lo re mil parió! - fue lo único que respondió Ernesto, repentinamente enervado.

No otra vez. No ora vez.

Al ver que Diego se adelantaba a cerrar la puerta, avanzó a zancadas hacia su subalterno mientras con una mano enorme agarraba a Martín por el hombro y lo empujaba hacia la puerta de salida. Sus ojos buscaron algo con lo que poder partir la cabeza a alguien.

- Salí de acá, ahora mismo. ¿Qué carajo le pasa a ese hijo de puta? ¿Te atacó por estar viendo algo? - preguntó, con la voz dura como una piedra, mientras se ponía a espaldas de Diego como si fuera un padre que va a cubrir a un hijo.

Incómodo por la reacción que había suscitado, Martín se envaró.

-¡No! -Gritó frenando en seco tras sentir la mano sobre su hombro. Y más calmado, aunque hablando deprisa, siguió en tono alto, resuelto.- No pienso salir. El cabrón hijo de la gran puta no me dio ni tiempo, pero ahora ya estoy mejor. ¡A por él!

Era un niñato, de acuerdo, pero no un cobarde. Aunque el susto no se lo quitaba nadie. Sin soltar la navaja siguió los pasos de los dos hombres hacia la puerta, tres era mucho para nadie, incluso para un ex convicto como Jorge, si lo que se decía de él era cierto.

-¡Sólo me vio frente a las pantallas! ¡No llegué ni a visionar nada! -Y ya murmurando para sí: -Con un martillo, la madre que lo parió, le esquivé por un pelo...

- ¡No seas pelotudo! - respondió Ernesto, enardecido - ¡Acá nadie se va a hacer el héroe!