No morirás solo, estuvo a punto de decir. Pero eso significaría que moriría, incluso que ella lo haría. Y era demasiado lúgubre para pensarlo.
- No estás solo - dijo casi con fiereza. De repente, ya no se sentía tan aletargada. La llama de la vida ardía en su interior, avivada por los pensamientos de muerte -. Y no vamos a morir - de repente, sentía verdadera rabia e irritación -. ¿A santo de qué nuestros padres no quieren sacarnos de aquí? Esto es muy raro...
-No creo ni que los hayan llamado, demasiada casualidad es que los padres de ninguno hayan querido sacar a nadie, pero no podemos hacer nada al respecto, no disponemos de teléfonos.
Por un momento pensó en la idea de colarse en el despacho del director y llamar por teléfono pero, ¿de qué serviría? La policía ya estaba involucrada en el asunto y tampoco serían capaces de llamar a todos los padres. No parecía muy justo. Se mordió el labio con indecisión. ¿Y si todas sus probabilidades de sobrevivir estaban en pillar al asesino (o los asesinos) antes de que ellos los mataran a todos?
- ¿Crees de verdad que el asesino o bueno, asesinos, es alguno de nuestros compañeros?
-Ya has visto que uno de los que mataron tenía cosas de brujería, parece ser que tenemos más compañeros zumbados de los que creíamos inicialmente.
Empezó a repasar mentalmente a todos sus compañeros, intentando imaginar quién sería capaz de hacer una cosa así.
- No se me ocurre quién podría querer vernos muertos. Hemos sido compañeros durante tanto tiempo... - un escalofrío le recorrió la columna vertebral.
Salio del baño con otra ropa y el cabello totalmente despeinado. Fue a su cama sininterumpir su charla, habia escuchado poco y nada con al ducha. Cuando estuvo acostado, les pregunto...
De que hablaban?
-No lo sé, realmente podría ser cualquiera... - Suspiro - Confío en que cuando todo esto se termine, pueda dar un suspiro de alivio, porque habrá muchas otras cosas con las que ilusionarse
Fiona volvió a la habitación sintiéndose triste y derrotada: todos habían muerto, incluso Ben y había resultado ser un mentiroso y un asesino. ¿Por qué se sentía tan mal a pesar de que sabía que se lo merecía? Empezó a llorar, tirada en su cama.
- ¡Te odio, te odio! Mentiroso, falso, traidor... te mereces haber muerto - y aún así siguió llorando, sin rabia, sintiendo sólo un dolor desolador.