Las risas y las conversaciones en tono de chanza llenaron la posada. Ulf permaneció en silencio, su rotro mostró expresión un tanto sombría mientras escuchaba las burlas de los parroquianos. Las palabras de Grumnar y la incredulidad generalizada en la profecía le hirieron profundamente, aunque intentaba mantener su compostura.
Sin embargo, conforme el murmullo de la posada se intensificaba, Ulf no pudo contener su decepción y su descontento. Sus ojos brillaban con una mezcla de tristeza y resentimiento mientras se levantaba de su asiento con pesadez su figura encorvada, sosteniendo su bastón de madera temblando ligeramente bajo su agarre.
- Quizás el tiempo me dé la razón. - Murmuró Ulf con voz cansada pero firme.
Con un último vistazo de desaprobación hacia los presentes, Ulf se dirigió hacia la puerta con paso lento pero decidido, con la clara intención de desaparecer de allí.
Era fácil dar al viejo Ulf por loco. Era más fácil que creer que un gran mal se cernía sobre todos ellos. Pero Ryland sentía en sus entrañas que las palabras del sanador no eran una desfachatez, y a fin de cuentas tampoco se perdía nada quemando el cuerpo, eso sí, quizás salir a la calle con un cadáver a cuestas y prenderle fuego alertase a las autoridades y ¿Qué podrían explicar?, les tomarían por locos o por unos desequilibrados peligrosos. Ulf se había ido, así que tampoco podrían echarle el muerto, literalmente en este caso.
-Bueno... visto lo visto ¿qué quieres hacer?- Preguntó discretamente a Sven - ¿Acudimos a las autoridades e informamos de lo sucedido y la sugerencia de Ulf sobre quemar el cuerpo?- El negocio era del mesonero, así que tal vez debiese decidir él. Por Ryland lo quemarían, pero tal vez había que hacer las cosas bien. Por otro lado era probable que las autoridades no deseasen quemarlo para investigar lo sucedido, y eso, según las visiones de Ulf, les llevaría a la desgracia.
- Si, lo mejor será llamar a la guardia. - Le dijo el mesonero a Ryland. - ¿Podrías encargarte? - Le pidió. - Te pagaré como si hubieras trabajado esta noche. ¿Qué sueles ganar, diez piezas de oro, quince? - Pese a que hizo una peegunta, no le dejó responder. - Lo que sea... - Dictaminó. - Pero por favor, ves a por la guardia.
No parecía tener más opción. Al fin y al cabo, había fallecido un hombre en la posada y no podían sacarlo a la calle y prender fuego a su cadáver. Ryland asintió con seriedad ante la solicitud del mesonero. Aunque el deseo de evadir tal responsabilidad cruzó fugazmente su mente, sabía que era su deber hacer frente a la situación.
Sin más dilación, se levantó de la mesa y se dirigió hacia la puerta de la posada. La noche envolvía el exterior con su manto oscuro, y una brisa fría acariciaba su rostro. Ryland inhaló profundamente, preparándose mentalmente para lo que estaba por venir. El camino hacia el cuartel de la guardia se extendía ante él, iluminado débilmente por las antorchas que se alineaban a lo largo de las calles. Cada paso resonaba en la quietud de la noche, mientras su mente se llenaba de pensamientos sobre la naturaleza del fallecido y las posibles repercusiones de su muerte en la comunidad.
Al llegar al cuartel, Ryland golpeó con firmeza la puerta y esperó pacientemente a que alguien respondiera. La espera le pareció interminable, pero finalmente un guardia apareció, visiblemente sorprendido por la visita a altas horas de la noche.
- ¿Qué ocurre? - Inquirió el guardia con una mirada inquisitiva.
Ryland le contó a aquel hombre que un hombre ha fallecido en la posada "El Caldero Rúnico" y que Sven, el mesonero, requería su ayuda. El guardia asintió con seriedad y sin demora se puso en marcha hacia la posada, acompañado por Ryland. Mientras caminaban juntos de regreso, Ryland se preparó para enfrentar las preguntas que seguramente surgirían sobre los detalles del incidente.
Una vez en el lugar, habían dispueto al fallecido en una zona apartada de la posada. El hombre, ahora sin vida, estaba rígido y pálido como la luna llena en una noche de invierno. Sus extremidades estaban tensas, como si el frío hubiera congelado cada músculo en su lugar. La piel, de un tono azulado pálido, estaba cubierta de pequeñas gotas de condensación, como cristales de hielo que se forman en la superficie de un lago congelado.
El guardia, al examinar el cuerpo, frunció el ceño con una expresión indiferente y desinteresada.
- Si no ha muerto de forma violenta, no es asunto nuestro. - Declaró con frialdad. - Informaré al sepulturero para que se encargue de esto.
Sven, sorprendido por la aparente falta de empatía del guardia, intentó argumentar.
- Pero... ¿no deberíamos investigar cómo murió? ¿Y asegurarnos de que no haya sido por manos criminales? - Preguntó indrédulo. - Ha estado aquí Ulf, el sacerdote de Gorant y ha profetizado un gran mal. El hombre estaba mojado cubierto de unas especie de algas o esporas rojizas...
El guardia negó con la cabeza, imperturbable.
- Nuestra responsabilidad es mantener el orden y la seguridad en las calles, no resolver misterios. El sepulturero se encargará del cadáver, eso es todo lo que nos concierne. - Resolvió con tono autoritario el guardia. - Es lo que hay. Por lo que a mi respecta, ha muerto de frío. Lo que diga ese viejo loco, no tiene relevancia. No será la primera vez ni la última que profetiza un desastre que no se cumple. Si sucediera algo esta vez, cosa que dudo, no será más que producto de la casualidad...
Dicho aquello, el guardia se marchó con la clara intención de avisar al sepulturero. En menos de media hora estaría en la posada listo para subir el cadáver del joven en su carruaje de muerte y llevárselo al cementerio para hacer con el cadáver, lo que considerse más apropiado.
Ryland había esperado alguna solución mejor que simplemente darle sepultura. Estaba casi seguro de que el sepulturero lo metería en un agujero y punto, y tal vez eso no fuese suficiente...
Miró algo perplejo por como se había desarrollado la intervención del guardia.
-Pues... Al menos deberíamos quemar las ropas y el trapo impregnado de esas algas ¿no? Más vale prevenir...- Comentó a Sven. Era curioso que todo el mundo diese por loco a Ulf. Quizás debía aplicarse aquello de "cuando el río suena, agua lleva" pero también compartía aquello de "más vale prevenir que curar" y en este caso tampoco era tan difícil, o sí, si nadie más les hacía caso podía volverse harto complicado.
- La verdad Ryland... - Sven miró con cierto paternalismo a aquel hombre amante de la música y las hisotrias. - ...ya hemos hecho más que suficiente por él. Si las autoridades quieren enterrarle, pues eso será lo que sea haga. - Hizo una breve pausa para mirar de nuevo el cuerpo sin vida de aquel desgraciado. - Sólo espero que Haldor llegue pronto para llevárselo y que no esté borracho. Ya hemos perdido demasiado tiempo y dinero con este asunto. Hoy no llenaremos la posada... - Chasqueó la lengua fastidiado. - ¿Qué digo llenar? ¡Ni media sala!
¿Quieres hacer alguna cosa más antes de que llegue el sepulturero?
Sven era un buen hombre, y tenía razón. La posada no estaba llena y era difícil que lo hiciese con el ambiente que allí había, un muerto a la mesa... Tan solo los más morbosos acudirían de conocer la noticia, pero ¿sería para cenar o tan solo para mirar?
-Cierto- dijo al mesonero resignado - Aguardemos entonces al sepulturero y que se encargue. Ya no está en nuestra mano.- Puso su mano en el hombro de Sven -Si no te importa tocaré un poco a ver si remontamos un poco la noche- No pretendía cobrar por esto, ya le habían prometido la paga por ir a buscar al guardia, así que algunas monedas tintinearían en su bolsillo igualmente. Sven no sacaría beneficios aquella noche y tampoco deseaba sablearle.
Se colocó la guitarra y empezó a tocar una melodía mientras se movía por la sala, no desde el escenario. Esta vez su número iba a comenzar siendo más cercano con el público, cosa que le solía gustar, repartiendo miradas meláncolicas, sonrisas brabuconas, pillas o seductoras según la melodía o la canción que interpretase.
Esta vez la melodía tenía un cariz entre melancólico y romántico, ya que por ahora la situación no era muy acorde a la fiesta, tal vez más adelante se prestase, cuando aquel desconocido no estuviese de cuerpo presente. Y tal vez, tan solo tal vez, la música llamase a más parroquianos aunque fuese a disfrutar acompañando la noche de una copa con los amigos.
Ryland aguarda a la llegada del sepulturero.
Veinte minutos habían pasado desde que se marchó el guardia que acudió a la posada. Fue entonces cuando se abrieron las puertas de la posada y un hombre sombrío, de avanzada edad y larga barba blanca, accedió al interior de la sala procedente de la calle. Se trataba de un hombre de mirada inquietante y faciones marcadas. Vestía con una túnica marrón con capucha, manchada hasta las rodillas de tierra.
Algunos de los parroquianos conocían bien a ese hombre. Su nombre era Haldor, pero solían referirse a él por su oficio, sepulturero. Se trataba de una persona solitaria que pasaba más tiempo entre cadáveres que con personas vivas. Sin embargo y pese a lo que podía aparentar, había una calidez en su voz cuando hablaba de los difuntos, una reverencia por la vida que había llegado a su fin. Aunque su labor lo había convertido en testigo de innumerables despedidas y pérdidas, Haldor encontraba consuelo en el deber sagrado de dar a cada alma su último descanso.
- Alguien ha muerto hoy aquí. - Habló al fin. - Mostradme... - Dijo con una voz serena pero cargada de solemnidad. No obstante, no acabó la frase pues localizó con la mirada el cadáver de aquel hombre de nombre y origen desconocido.
Sin decir una palabra, Haldor se dirigió hacia el cuerpo inerte del hombre que yacía en el suelo. Sin necesidad de palabras, se inclinó sobre el cuerpo, examinándolo con ojos expertos y manos diestras. Los parroquianos observaban en silencio, conscientes de la inevitable conclusión que se acercaba. Finalmente, Haldor se enderezó y cerró suavemente los párpados del difunto.
- Que encuentres paz en el más allá, que tus días estén libres de penurias y que tu espíritu encuentre descanso eterno. Que la luz guíe tu camino hacia el reino de los dioses, donde el amor y la paz reinan por siempre. - Con un gesto de reverencia, pronunció aquellas palabras de despedida para el alma que había partido.
Fue entonces cuando se giró de nuevo hacia los allí presentes y señaló el cuerpo sin vida de aquel hombre.
- Voy a necesitar ayuda para sacarlo. - Les dijo. - Fuera esta el carromato. Sólo tenéis que ayudarme a llevarlo fuera y subirlo. Del resto me encargo yo...
Tanto Ulf como Haldor demostraban más sensibilidad frente al difunto que Ryland, pero es que le costaba sentir ese nivel de piedad y afecto por un desconocido, más cuándo parecía que traía consigo una maldición. Sin embargo respetaba casi con cierta admiración la capacidad de aquellos hombres.
-Yo le ayudaré- Se ofreció Ryland, quien tomaría por un lado al cadáver para llevarlo al carromato. No le hacía especialmente gracia, pero fuesen lo que fuesen aquellas algas ya había estado expuesto ¿no? Al menos ahora ya habían cambiado sus ropas y no estaba impregnado de ellas.
Una vez afuera pondría un poco al corriente al sepulturero.
-Nadie sabe quién es este tipo, llegó como ido, sin saber ni dónde estaba ni percatarse de nuestra presencia ni de que le hablábamos. Acudió Ulf, el chico estaba cubierto por una especie de algas rojas diminutas, y Ulf recomendó que el cadáver se quemase, pues al parecer augura una gran desgracia de no hacerlo así...- Por supuesto Haldor haría lo que le viniese en gana, y Ryland no iba a pelear con nadie para hacer una u otra cosa, pero esperaba que, tal vez, esto ayudase al sepulturero a tomar una decisión.
- Entiendo... - Dijo de forma casi protocolaria. - Muchos de los cadáveres que enterramos son de gente desconocida. - Confesó. - Marineros que llegan a las costas tras un naufragio. Viajeros atacados en medio de un trayecto. - Hizo una breve pausa. - Incluso en tiempos de guerra, los enemigos caídos son entrerrados en una fosa común.
Los dos hombres habían sacado al difunto al exterior y ya se encontraban junto al carromato tirado por un solo caballo. Uno especialmente gordo y especialmente viejo. Entre los dos auparon al joven hasta el carromato y el cuerpo cayó con todo su peso sobre la plataforma quedando en una posición que hubiera sido un tanto incómoda, de estar vivo el pobre diablo.
- Quemar un cuerpo requiere una gran cantidad de leña. - Le dijo entonces a Ryland. - Hablaré con el gobernador, por si diera fondos para ello, pero normalmente, en éstos casos, el cuerpo se lanza a una fosa común. Es un gasto para las arcas de Tenklor. - Inspiró profundamente. - Suena muy crudo, pero es que es así...
Asintió con una leve resignación. Al final todo quedaba en manos de un político.
¿Qué podría salir mal?
- Comprendo. Gracias- Le dijo sinceramente.
Echó una última mirada al cadáver. Todavía tenía la duda de si habría podido hacer más por él y lograr que aguantase hasta la llegada del sanador. Pero como no se ganaba nada lamentándose pronto sacó ese pensamiento de su mente.
-¿Necesita algo más?- preguntó a Haldor. Estaba casi convencido de que jamás conocerían la identidad de aquel tipo y lo que le había sucedido. Sería lo mejor, pues si descubrían lo que le había ocurrido mucho se temía Ryland que sería por sufrir la misma suerte.
Si el enterrador no le necesitaba para nada más el bardo volvería a la taberna, aunque justo antes de entrar por la puerta miraría alrededor, por saber cómo había quedado la noche, y si alguna extraña cosa se aproximaba.
Motivo: ¿Que tiempo hace? ¿Alguna cosa curiosa en las calles o en el cielo? (Percepción)
Tirada: 1d20
Resultado: 8 [8]
- Gracias por su ayuda. - Le dijo Haldor a Ryland. - Que la Gran Madre bendiga su casa y que Gorant le proteja.
Con esa simple despedida, Haldor se montó en el carruaje comodándose en el banco delantero y agarró las riendas. Sin mirar atrás, arreó con la fusta al caballo.
- ¡Arre! - Le dijo. Acto seguido la vieja bestia comenzó a avanzar alejándose del lugar lentamente y dando pequeños saltos debido al mal estado del adoquinado de aquellas calles.
Por mi podemos dejarlo aquí. Si quieres hacer un último post regresando a la taberna y narrando como acabas la noche, bien. Si no... ya está bien así.
Ryland regresó a la taberna. Hasta ahora la noche había sido extraña y oscura. El local estaba bastante vacío, así que eso supondría pérdidas para Sven. Por supuesto que Ryland no iba a renunciar a su paga, pero tal vez podía amenizar la noche para animar el negocio y el espíritu. Esta vez lo haría como "amigo" pues deseaba que le contratasen en ocasiones futuras, tan sólo pediría a cambio un plato caliente y un vaso de vino para llenar la panza antes de ir a dormir.
-Veamos si auyentamos a los malos espíritus y levantamos la noche- dijo al tabernero con una de sus encantadoras sonrisas en el rostro.
Así si a Sven le parecía bien Ryland cantaría y tocaría con la libertad de quien lo hace por puro gusto. Aquella noche la llenaria de historias de amor, leyendas antiguas y alguna historia bélica con mucha acción.
Pues así terminaría la noche de Ryland. Que el mañana es incierto y por eso el hoy hay que disfrutarlo.
La paga es el trato que hicieron por ir a buscar al Guardia xD