Día 6 del mes de Kairuan (últimos días de primavera) del año 702 de la segunda edad, de noche.
Feathericus se encontraba en su modesta pero acogedora morada ubicada en el centro de la ciudad amurallada de Tenklor. Su hogar se encontraba en uno de los barrios más antiguos y venerables de la ciudad, donde las callejuelas empedradas estaban flanqueadas por edificios de piedra.
Su hogar era un humilde refugio de paz y serenidad en medio del bullicio de la ciudad, un lugar sencillo pero funcional con escasos adornos, siendo algunos tapices que representaban escenas sagradas y estantes de madera desgastada repletos de pergaminos antiguos lo más sutuoso que podía encontrarse en su interior. El aroma suave de incienso y hierbas aromáticas llenaba el aire, otorgando al lugar una atmósfera tranquila y propicia para la reflexión siendo la luz tenue de unas pocas velas dispersas la única fuente de luz que iluminaba el espacio con una calidez reconfortante.
Fue durante aquella noche particularmente tranquila, mientras las sombras se alargaban y la luna se alzaba en el cielo estrellado sobre Tenklor, cuando una sensación de inquietud se apoderó de Feathericus. Una presencia etérea parecía envolver su morada, anunciando la llegada de un mensaje importante.
- Tus dones son requeridos en este momento de incertidumbre. Acude al templo. Aguardo tu presencia para revelarte el propósito que el universo te ha asignado. - Fue entonces cuando la voz del Gran Oráculo, resonante y llena de significado, irrumpió en la cabeza del clérigo a través de los canales de la magia.
La convocatoria del anciano sabio desde el corazón de la ciudad sagrada no pasó desapercibida para Feathericus, quien comprendió de inmediato la importancia del llamado. Nunca antes el Gran Oráculo había requerido de su presencia. Tampoco conocía algún caso anterior en el que éste hubiera requerid o la presencia de nadie. El Oráculo no llamaba nunca a nadie, sino que más bien era al revés, la gente pedía audiencia para entrevistarse con la deidad viviente de Tenklor.
Te envían un mensaje mediante el conjuro: Recado
En la intimidad de una casa, cada uno podía hacer lo que quisiera. Feathericus no era particularmente dado a los excesos y no guardaba ni secretos ni escándalos, por lo que se sentía seguro y protegido en el hogar. Aquella tarde había invitado a cenar a Geraldine, a la que conocía desde hacía algunos meses, y que trabajaba para él como una especie de asistente. Era viuda y no llevaba más de un año viviendo en Tenklor, tenía pocos años menos que él y había sido aventurera. Lo que comenzó como una reunión más sobre contabilidad, profecías a medio cumplir e información sobre nuevos artefactos peligrosos, dio paso a una charla casual sobre la vida y los problemas comunes de las personas, prosiguió con una conversación demasiado íntima acerca de la fe, la veneración y el amor por encima de todas las cosas, que culminó con ambos en la cama de Feathericus poniendo en práctica unas intensas teorías amatorias.
Cuando el Gran Oráculo habló en su cabeza, la conmoción fue tan abrupta que incluso su inquietud debió despertar a Geraldine. Los dos se habían quedado dormidos a pesar de que ni siquiera había anochecido, Feathericus era un hombre disciplinado y no dormía ni más ni menos de lo necesario, excepto en las raras ocasiones en las que su horario se veía trastocado por algún evento místico o a causa del destino. Encontrar desnuda a Geraldine, a su lado, con las palabras del Gran Oráculo rebotando todavía en su cabeza y la luz del atardecer que entraba por las cortinas, lo dejó aturdido unos segundos. El corazón le latía a toda velocidad a causa de la impresión y se le erizó la piel de todo el cuerpo cuando la mujer le puso la mano en el hombro para preguntar por su estado. Feathericus sacudió la cabeza para centrarse, le pidió a Geraldine que siguiera durmiendo porque tenía que salir y se levantó a toda prisa. Notó enseguida un principio de agujetas en las piernas y en la espalda, producto del esfuerzo físico sensual, y se rio para sí mismo al notarse tan cansado. Los años pesaban. Se limpió en la habitación destinada al aseo personal convocando agua clara y pura, se vistió a toda prisa con la túnica y los pantalones de algodón, las botas y los guantes. Salió de su casa a toda prisa, medio adormecido todavía. Geraldine salió tras él enseguida y le tendió el símbolo sagrado del Gran Oráculo, que se había dejado sobre la mesilla. Riendo incómodo, Feathericus le dio un beso en la frente y se marchó.
A medida que avanzaba hacia el Templo, se arrepentía de haber dejado a Geraldine sola. No porque desconfiara de ella sino porque no le había dado ninguna explicación. Ella tampoco se la había pedido, pero le sabía mal. Distraído, tropezó con la rueda de un carro que pasaba en ese momento y a punto estuvo de caer sobre una mierda de caballo, más uno de los pastores que conducían el carro lo agarró del brazo. Agradecido, Feathericus alejó a Geraldine de su mente y continuo su camino hacia el Templo.
El Gran Oráculo no habituaba a llamarlo personalmente, no lo había hecho nunca. Feathericus siempre había ido al Templo cuando su dios enviaba a un emisario para pedirle que iniciara alguna investigación sobre alguna profecía o él mismo visitaba el Templo cuando le llegaba alguna noticia. Tenía muchos conocidos en varias partes del mundo que, cuando encontraban algo fuera de lo común, se lo comunicaban de inmediato. Él era el investigador, después de todo.
Feathericus no tardó demasiado en llegar al templo del Gran Oráculo de Tenklor. Éste se encontraba a las afueras de la ciudad, sobre una elevación del terreno y con las montañas de fondo. En la entrada del templo, custodiándolo, se hallaban una decena de guardias bien armados y pertrechados. Al ver llegar al clérigo le abrieron paso al interior del mismo sin necesidad de hacer las habituales preguntas protocolarias. Era evidente que le estaban esperando.
Una vez cruzó las puertas del Templo, pudo percibir una ve más la majestuosidad del ambiente que se hacía palpable en el templo. Un aura divina impregnaba cada piedra y cada rincón con un esplendor divino. Las columnas altas y majestuosas se alzaban hacia el cielo como guardianes eternos, sosteniendo el techo que parecía tocar las mismas estrellas.
En el centro del templo, sobre un trono elevado, se encontraba el oráculo, un dios viviente cuya presencia irradiaba una energía divina y poderosa. Su figura estaba envuelta en una aura resplandeciente, y sus ojos, profundos y penetrantes, parecían ver más allá de los límites del tiempo y el espacio.
El oráculo contempló a su discípulo con seriedad, sus ojos reflejaban la profunda gravedad del conocimiento que estaba a punto de compartir. No por nada le había hecho llamar en mitad de la noche.
- Escucha atentamente, joven discípulo. - Comenzó el oráculo en tono solemne. - Un mal se cierne sobre nuestra región. No proviene de los reinos terrenales, sino de las estrellas mismas. Una oscuridad antigua y profunda se despliega desde el firmamento, envolviendo nuestros cielos en sombras ominosas.
Cada palabra y cada movimiento del Gran Oráculo resonaba en el templo con un eco reverencial, como si las propias piedras estuvieran cantando alabanzas al dios viviente que habitaba entre ellas. Era un lugar donde lo terrenal se encontraba con lo divino, donde la majestuosidad del ambiente recordaba a los mortales su lugar en el vasto esquema del universo y su conexión con lo trascendental.
- Nuestro destino está entrelazado con los hilos del cosmos. - Continuó el oráculo, su voz resonando con autoridad. - Debemos prepararnos para enfrentar una batalla que trasciende los límites de nuestro mundo, una lucha que pondrá a prueba nuestra resistencia y nuestra voluntad.
Un silencio tenso llenó el aire mientras el discípulo del Oráculo absorbía las palabras del oráculo y reflexionaba sobre la magnitud de la amenaza que se avecinaba. Las miradas de ambos se encontraron, cargadas de preocupación. Fue entonces cuando el Dios Vivo, decidió darle una fracción de información más concreta sobre sus visiones.
- He visto en mis visiones una amenaza que se cierne sobre nuestra región, una oscuridad que emana desde más allá de los límites de nuestro mundo. Una fuerza primordial y ancestral, cuyo poder eclipsa incluso a los dioses más antiguos, se dirige hacia nosotros con la intención de sembrar el caos y la destrucción en su camino. - Hizo una pausa dramática. - Los cielos mismos tiemblan ante la llegada de este enemigo formidable, cuyo alcance se extiende más allá de nuestra comprensión. Su sed de poder y destrucción no conoce límites, y su llegada supone una amenaza para todo lo que conocemos y amamos.
Feathericus puso una rodilla en tierra e inclinó la cabeza frente al Gran Oráculo en señal de reverencia. Su pose era perfecta, el sacerdote era siempre muy pulcro en sus gestos y en sus ademanes, no solo por respeto hacia su dios sino por respeto hacia sí mismo. Escuchó atentamente lo que su dios tenía que decirle... que no fue mucho, pensó, con cierta preocupación, a medida que desgranaba la funesta profecía. De hecho, que subrayara tan constantemente el peligro que estaba por venir acentuó su nerviosismo. Evitó hacer cualquier gesto y esperó a que el Gran Oráculo terminase de hablar, solo para darse cuenta de que con cada pausa, añadía un punto más de psicosis al asunto y menos información al respecto. Se la agolparon las preguntas en la cabeza y cuando se produjo un prolongado silencio, se dio cuenta de que el Gran Oráculo había terminado y ahora era su turno de hacer preguntas.
Carraspeó y alzó la mirada hacia la deidad con gesto solemne.
-¿De qué mal se trata, Gran Oráculo? ¿Quién viene a destruir nuestro mundo y qué puedo hacer para impedirlo? ¿Dónde se me requiere?
Él no había tenido ninguna visión en las últimas semanas, era lógico que no hubiese visto lo mismo que el Gran Oráculo. Feathericus era un simple mortal.
- Son las preguntas correctas. - Le respondió el Gran Oráculo con una voz sonora que resonó con eco en todas las paredes del Templo. - Los designios del universo me revelan sombras que se ciernen sobre nuestra existencia. Una amenaza caerá del cielo para borrar del mapa una aldea cercana, sembrando dolor y desolación a su paso. Muchas vidas se apagarán en un solo instante y nada podremos hacer por ellos. - Se detuvo un instante por tal de que Feathericus asimilara lo que le estaba contando. - Sin embargo, no es esta la mayor amenaza que nos acecha. Un ente, procedente de más allá de las estrellas, aguarda en las sombras, con su mirada insondable fijada en nuestro mundo. Su llegada será el verdadero desafío, una prueba de fuego que pondrá a prueba nuestra fortaleza y sabiduría.
Más preguntas sin respuestas. Feathericus se puso en pie y se ajustó la túnica.
-¿Dónde debo presentarme para obtener respuestas? ¿Algún indicio del que pueda empezar a investigar? En caso contrario, será mejor que empiece a averiguar lo que está sucediendo. ¿Cómo es ese ente de más allá de las estrellas? ¿Qué poder tiene? ¿Cuál ha sido su visión de lo que va a suceder? ¿Lanzará un poderoso conjuro sobre nuestro mundo o alterará la mente de las personas con pesadillas?
- Busca donde las sombras se extienden hacia el horizonte septentrional. - El Gran Oráculo, dirigió sus palabras envueltas en el velo de lo enigmático, respondió a Feathericus con una sugerencia sutil.
Desde las profundidades del antiguo templo, la voz del Gran Oráculo resonaba con una solemnidad que helaba los huesos de quienes escuchaban. Con cada palabra, narraba una oscura profecía que envolvía a los presentes en un manto de temor y preocupación.
- La amenaza que se cierne sobre nosotros desde más allá de Gea es más insidiosa de lo que podemos imaginar. - Declaró el Oráculo con voz trémula pero firme. - No solo buscará controlar nuestras mentes y voluntades, sino que también esclavizará a nuestros vecinos, convirtiéndolos en sus servidores sin esperanza de liberación, ni... mente...
Su voz resonaba con un eco antiguo, pero también con un susurro de agotamiento y cansancio, como si cada palabra le costara un esfuerzo sobrehumano. Los años habían dejado su marca en su cuerpo anciano, y el peso de la sabiduría acumulada parecía pesarle como una carga insoportable, dejándolo sin aliento en medio de la agonia de la existencia.
- La amenaza que llegará de más allá de los límites de lo conocido, regará las vastas extensiones de nieve de las llanuras con la sangre de los inocentes... - Dijo con un hilo de voz, pues aquel hombre parecía agotado.
Faethericus hizo una inclinación de cabeza antes de despedirse del Oráculo. No tenía nada de información, solo que había un peligro inminente del que no tenía ni idea de cuándo sucedería o dónde. Las profecías eran un poco así, imprevisibles y difíciles de rastrear. No obstante, no era la primera, ni sería la última vez, que tuviera que adivinar donde se produciría una catástrofe.
De modo que volvió a su casa, recogió a Geraldine y juntos fueron a la biblioteca del Templo. Había que hacer labor de documentación primero, de modo que buscó registros de catástrofes o profecías similares que hubiesen sucedido años atrás, referencias a dioses o criaturas venidas de más allá de las estrellas, testimonios de falsos profetas o profetas verificados por su Iglesia; su idea era encontrar algún patrón en sucesos del pasado.
Por otro lado, el Gran Oráculo había mencionado nieve, así que acotó la búsqueda de pistas en zonas del territorio donde hubiese nieve -al norte, principalmente-. Mandó a Geraldine a buscar historias de bardos o cronistas que hablasen de algún grupo de aventureros que hubiese luchado contra alguna criatura de más allá de las estrellas, por si podía reunirse con alguno de los supervivientes o en su defecto, algún descendiente que pudiera decirles lo que había sucedido.
No tenía mucho más donde buscar.
Día 7 del mes de Kairuan (últimos días de primavera) del año 702 de la segunda edad, primeras horas de la mañana.
Feathericus pasó largas horas buscando información en la biblioteca del Templo del Gran Oráculo. Pese a que pasó la noche en vela, el intensivo estudio de los manuscritos del Templo, le mantuvo despierto y en alerta.
Muchos eran los cronistas que durante generaciones habían dejado escritos textos fiolosóficos, históricos y religiosos, pero no obstante, no parecía que nignuno de ellos hubiera dedicado demasiado tiempo a clasificar y a archivar toda aquella documentación. Buscar un texto en aquella biblioteca que pudiera ayudarle a descubrir que era lo que el Gran Oráculo había visto en sus visiones, se podía considerar una tarea titánica.
Sin embargo, tras unas horas había recopilado algunos tomos y pergaminos que podían llegar a tratar sobre el asunto indeterminado del que el profeta le había hablado. Porfecías sobre eclipses solares, supernovas, conjunciones planetarias o meteoritos estrellándose contra la mismísima Gea, eran bastante abundante. Al fin y al cabo, en esa biblioteca habia recogidas las creencias, providencias y adivinaciones de sacerdotes y monjes desde hacia casi quinientos años. Algunas de ellas podían ser falsas profecías, mientras que otras ya se habían cumplido o estaban por cumplir.
De entre todo aquel material, Feathericus destacó tres historias que creyó podrían conocordar con lo que el Gran Oráculo había visto en sus visiones.
Un antiguo tomo que databa de unos cuatrocientos años atrás, narraba la historia de un gran ecplise solar. Tras unas cuantas horas de lectura, Feathericus llegó a tener una idea bastante clara de los que sucedió según su autor, un tal Ulf al que llemaban el Iluminado.
En los anales del Templo, un eclipse solar marcó el inicio de un período de cambios significativos. Interpretado como el fin de una era y el comienzo de otra, los sacerdotes y profetas prepararon a la comunidad para tiempos difíciles. Eventos catastróficos predichos en las antiguas profecías se desataron sobre Gea: terremotos, hambrunas y conflictos internos pusieron a prueba la fortaleza del pueblo. A través de desafíos y adversidades, emergieron líderes que llevaron al Templo hacia la renovación espiritual y la unidad. Finalmente, el eclipse, una vez visto como un presagio de oscuridad, se convirtió en un símbolo de esperanza y renacimiento para la comunidad.
En un pergamino bastante deteriorado y difícil de descifrar, no sólo por la falta de algunos trozos del mismo, sino por lo intrincado de su narrativa, Feathericus pudo determinar que unos trescientos años atrás, sucedió un evento celeste donde un metoerito pasó muy cerca de Gea y a punto estuvo de colisionar contra el planeta.
Según lo que pudo interpretar, un meteorito se aproximó peligrosamente a Gea. La descripción detallada de la proximidad del meteorito y su potencial colisión mantuvo a los habitantes de Gea en un estado de temor abosluto. Las crónicas mencionaban el resplandor incandescente del objeto celestial mientras surcaba el firmamento, iluminando la noche con una luz que rivalizaba con la de las estrellas. Sin embargo, el texto se volvía difuso en ciertos puntos clave, dejando lagunas en la narrativa que impedían una comprensión completa de cómo la amenaza fue evitada o qué consecuencias tuvo en el mundo de Gea.
Finalmente, logró localizar una serie de páginas disperas que hablaban sobre una extraña conjunción planetaria. Los documentos no estaban datados, pero por el estado de conservación y el lugar donde localizó el texto, posiblemente aquel evento fuera el más reciente al que Gea se había enfrentado.
En la noche más oscura del año, cuando los planetas se alinearon en una rara conjunción en el cielo, un portal se abrió en lo más profundo de un antiguo bosque. Desde las sombras emergieron horrores indescriptibles, criaturas de pesadilla ansiosas por traer caos y destrucción al mundo humano. Los valientes que se aventuraron cerca del portal escucharon susurros de voces siniestras y vieron destellos de ojos ardientes entre los árboles, mientras el aire se llenaba con la presencia abrumadora del mal que se desbordaba desde el otro lado.
Feathericus decidió regresar a su casa cuando ya el sol empezaba a coronar el cielo. Esperaba encontrar allí a Geraldine, a quien había encargado un trabajo de documentación que esperaba que arrojase algo más de luz a aquel turbio asunto. Por fortuna, al regesar a casa, allí estaba ella. Había preparado un almuerzo a base de pescado ahumando y un pure de raices y zanahoria machacada.
- Come algo. - Le dijo la joven con rostro de preocupación. - Y descansa... - Le acarició el rostro. - Parece que no hayas dormido en toda la noche... - Tragó saliva. - Hablé con algunos cronistas anoche. - Le dijo finalmente. - Uno de ellos me contó una antigua balada. En ella se narra la historia de un grupo de valientes caballeros que se adentraron en un bosque encantado para enfrentarse a una entidad cósmica que amenazaba con devorar toda vida en el reino. La criatura, descrita como una presencia ominosa venida de las estrellas, fue derrotada tras una épica batalla, permitiendo que la luz y la vida volvieran a florecer sobre Gea. Se trataba de una criatura sedienta de sangre que lo devoraba todo...
-¿Y por casualidad, ese cronista, te dijo en qué lugar se produjo aquella batalla?
Los datos que él había recogido eran demasiado generales y la pista de Geraldine parecía la más clara.
- Eso le pregunté. - Respondió la amante del sacerdote. - Me dijo que era una historia muy antigua. El hombre no era del norte. Tenía rasgos sureños. Seguramente ha recogido historias a lo largo y ancho de Harvaka y puede que incluso conozca historias y leyendas de otros continentes. - Le respondió con evidente pesar. - Siento no poder ayudarte más. Si quieres podemos ir a hablar con ese hombre, aunque no sé si podrá ayudar en algo más...
Sureño: son equivalentes a los árabes. Tipo la gente de Duartala y zonas limítrofes. Los conoces de la partida de Asteirm.
Si quieres podemos ir a hablar con ese hombre o directamente salir de Tenklor en alguna dirección aleatoria o hacer un flashforward y así acabar el prólogo. Lo que me digas!