Partida Rol por web

The Cult of Blood

Capítulo 2. La Sangrethra

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29/10/2024, 15:42
Narrador

Día 9 del mes de Kairuan (últimos días de primavera) del año 702 de la segunda edad, antes del amanecer.

El grupo avanzaba con cautela por las ruinas de Vesterby, donde cada edificio había sido reducido a un esqueleto de madera y piedra, sombras de lo que alguna vez fuera un próspero asentamiento. La nieve, mezclada con polvo y escombros, cubría las calles rotas, y el viento gélido parecía llevar consigo los ecos del sacrificio de Thane, cuyas últimas órdenes los guiaban hacia el centro del pueblo.

Entre las ruinas, la figura del caballero enano sobre su caballo blanco resaltaba como un espectro de esperanza en un mar de desolación. Las criaturas tentaculares, nacidas de la oscuridad y el caos traído por el meteorito, se arrastraban tras él, avanzando con movimientos erráticos pero decididos. Sus tentáculos se deslizaban por los escombros, enredándose en las ruinas y retorciéndose en un afán de atrapar a su presa.

El grupo mantenía el paso firme, conscientes de la gravedad de su misión y de las palabras de Thane, que aún resonaban en su memoria. Con el corazón apretado, continuaban su avance hacia el epicentro de la destrucción, listos para enfrentarse a lo desconocido en honor a quien les había dado aquella última orden.

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29/10/2024, 15:48
Narrador

Entre los restos carbonizados, se podían ver trozos retorcidos de madera, fragmentos de vigas y tablones que alguna vez formaron parte de los hogares de los aldeanos ahora desaparecidos. Una capilla, medio derruida y envuelta en sombras, se alzaba en el centro del caos, sus paredes resquebrajadas y sus vidrieras rotas.

En medio de la devastación, el cráter mismo no era solo una marca en la tierra, sino más bien un agujero profundo y oscuro, como si la tierra misma se hubiera abierto de golpe. Desde su borde hasta el fondo, el cráter se extendía como una enorme cavidad, dejando una sensación de vacío y desolación. Las sombras que se proyectaban en su interior le conferían una apariencia aún más profunda, como si estuviera listo para absorber cualquier cosa que se acercara demasiado. 

La roca, con sus bordes irregulares y su superficie rugosa y deformada, emanaba un calor intenso que se podía sentir incluso a metros de distancia. Chispas y destellos de color naranja y rojo danzaban sobre su superficie, como pequeñas llamas atrapadas dentro de un horno infernal. A su alrededor, el suelo estaba marcado por las marcas de su impacto, con la tierra retorcida y carbonizada en un radio considerable. Los restos de la vegetación circundante estaban chamuscados y carbonizados, al igual que los escombros de los edificios destruídos tras el impacto.

 

Desde las paredes de roca congelada de la caverna colgaban enredaderas de un tono rojo oscuro, casi negro, que se retorcían como si fueran arterias vivientes. Estas plantas, conocidas como enredaderas de dolor sangre, emitían un tenue olor metálico y dejaban caer gotas carmesí que se congelaban al contacto con el aire. Sus filamentos, cubiertos de espinas rígidas, reflejaban la luz de un modo amenazante, y era imposible no sentir un escalofrío al ver cómo parecían latir suavemente, como si cada enredadera tuviera vida propia.

La caverna parecía resistirse a ser explorada, como si las enredaderas mismas fueran una advertencia viviente que guardaba un secreto oscuro en las profundidades. La vista de sus filamentos rojos y el eco del viento en su interior hacían que cada paso hacia el umbral se sintiera más ominoso, como si una presencia desconocida aguardara a quien osara entrar.

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29/10/2024, 22:00
Narrador

Los pasillos helados de la caverna se extendían como venas oscuras a través de la montaña, con paredes de roca cubiertas por una gruesa capa de hielo que reflejaba la escasa luz, creando un efecto etéreo y desconcertante. La temperatura era brutalmente fría, y el aire se sentía denso, casi palpable, mientras pequeños cristales de escarcha se desprendían al contacto, cayendo silenciosamente al suelo.

A medida que avanzaban, el olor a sangre se hacía más intenso, una fragancia metálica y casi dulce que impregnaba el aire. Este aroma abrumador evocaba una sensación de inquietud y peligro, como si la caverna misma estuviera viva y consciente de la presencia de intrusos. Las paredes goteaban lentamente, y en algunos rincones, charcos de un líquido rojo oscuro brillaban bajo la luz tenue, indicando que el lugar había sido un festín macabro, donde criaturas y personas habían sido devoradas por una fuerza desconocida.

El eco de los pasos resonaba por los pasillos, creando una atmósfera de tensión creciente. Las sombras se alargaban y se distorsionaban, haciendo que cada rincón pareciera albergar algo oculto y amenazador, mientras el grupo se adentraba más en la oscuridad, cauteloso ante lo que pudieran encontrar.

Fue entonces cuando detectaron como una de aquellas extrañas enredaderas de color rojo sangre alimentámdose del cadáver de una aldeana. Fue entonces cuando al ver al grupo soltó a su víctima y se lanzó sobre Thorvlad. Con un movimiento brutal, lo envolvió, clavando sus espinas en su cuerpo mientras intentaba estrangularlo. Thorvlad gruñó de dolor, tratando de liberarse mientras la sangre corría por su torso.

Ryland fue el primero en reaccionar, disparando su ballesta para cortar los zarcillos más delgados. Siriath invocó un calor abrasador que debilitó los tentáculos, mientras Feathericus invocó los poderes divinos de su señor el Gran Oráculo para protefer a sus compañeros. Finnan, con un movimiento rápido, desenvainó su mandoble y, junto a Sir Aldrich, descargaron sus golpes finales, despedazando la enredadera y liberando a Thorvlad.

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29/10/2024, 22:00
Narrador

Tras acabar con aquella enredadera, el grupo continuó por un angosto pasillo. Los cadáveres yacían en el suelo de la caverna, pálidos y sin vida, como sombras de lo que alguna vez fueron. Sus cuerpos, despojados de color, parecían haber sido vaciados de toda vitalidad. Estaban envueltos en charcos de sangre oscura que se extendían a su alrededor, formando un contraste macabro con el hielo que cubría el suelo. Algunas de aquellas enredaderas se alimentaban de esos cuerpos sin hacer demasiado caso a los intrusos de la caverna.

La piel de aquellos desgraciados aldeanos, estaba marcada por un tono blanquecino y casi translúcido, revelaba venas y arterias que habían perdido su color. Cada uno de ellos mostraba signos de haber sido brutalmente despojados de su sangre, como si una fuerza voraz hubiera succionado su esencia vital, dejando solo la inerte carcasa. Sus rostros, congelados en expresiones de terror y dolor, parecían contar historias de un sufrimiento inimaginable, atrapados para siempre en la penumbra de la caverna.

El aire estaba impregnado de un hedor a hierro y descomposición, mientras el eco del silencio envolvía la escena, haciendo que el grupo sintiera una profunda inquietud al reconocer que habían cruzado el umbral hacia un lugar donde la muerte había hecho morada.

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29/10/2024, 22:01
La Bestia

Tras avanzar por los túneles, llegaron a una zona más cálida de la caverna, donde una bestia enorme se movía con un silencio ominoso. Su cuerpo, de un intenso color rojo sangre, parecía absorber la luz que lo rodeaba, como si su piel estuviera hecha de la misma oscuridad que llenaba la cueva. Zarcillos gruesos y serpenteantes emergían de su espalda, danzando y retorciéndose con una vida propia, mientras la criatura se preparaba para atacar.

Sus dos grandes garras, afiladas como cuchillas, rasguñaban el suelo rocoso, dejando marcas profundas en la piedra. La cabeza de la bestia era una horrorosa aberración: sin ojos, pero repleta de dientes afilados que se asomaban en una mueca permanente de hambre. La mandíbula, desproporcionadamente grande, se abría y cerraba en un ritmo inquietante, revelando una boca que parecía diseñada para devorar todo a su paso.

A medida que la criatura se movía, el aire se llenaba de un hedor a putrefacción, una mezcla de carne en descomposición y sangre fresca, un recordatorio escalofriante de su naturaleza depredadora. En su presencia, el ambiente se volvía más opresivo, como si la misma caverna respirara al unísono con la monstruosidad que habitaba en su interior.

La criatura se cernió sobre ellos como una sombra monstruosa en la penumbra de la caverna, sus tentáculos y zarcillos de un rojo vivo lanzándose hacia el grupo con una brutalidad inhumana. Finnan y Thorvlad fueron los primeros en ser alcanzados. La bestia los atrapó en un enredo mortal, sus garras y tentáculos apretándolos con fuerza mientras los envolvía y las espinas perforaban sus cuerpos. Finnan intentó golpear con su mandoble una última vez, pero su brazo flaqueó, y su fuerza se extinguió junto a su vida. Thorvlad, aunque luchó hasta el final, no logró soltarse del abrazo letal, cayendo con un último suspiro al frío suelo de la caverna.

Feathericus, al ver a sus amigos caer, levantó sus manos temblorosas y, con un grito de súplica, canalizó el poder divino para sanar a Ryland, Siriath, y Sir Aldrich, restaurando algo de su vigor. Sin embargo, el acto de generosidad le costó caro: la bestia no tardó en detectar la fuente de energía y se lanzó sobre él, envolviéndolo en sus zarcillos que se cerraron sobre él como una trampa mortal. Feathericus luchó y maldijo, pero la bestia lo atrapó, extinguiendo su luz de sanación.

Siriath intentó lanzar una llamarada hacia la criatura, pero un tentáculo lo agarró antes de que pudiera reaccionar, inmovilizándolo en un apretón letal. Solo Ryland y Sir Aldrich quedaban en pie y ambos sabían que cada segundo contaba.

Con la rabia de una bestia herida y la fuerza de un guerrero experimentado, Sir Aldrich se lanzó hacia adelante, cortando uno de los zarcillos que envolvía a Siriath y lanzando un ataque directo contra la criatura. Su espada atravesó la carne de la bestia con un destello de luz y sangre oscura. La criatura se retorció en agonía, rugiendo y soltando un espeso vapor de su herida, lo cual brindó a Ryland una oportunidad crucial.

Sin perder un segundo, Ryland alzó su ballesta, apuntó con precisión letal, y disparó. La flecha surcó el aire en un instante y se clavó justo en la cabeza de la bestia, atravesándola de lado a lado. La criatura soltó un último rugido y cayó al suelo, inmóvil y vencida.

El silencio en la caverna era pesado y fúnebre. Con el corazón encogido, Ryland y Sir Aldrich miraron los restos de sus amigos caídos, por fortuna Siriath y Feathericus seguían con vida y los cuatro se abrazaron sólo un instante, pues recordaron algo. Tenían una última tarea que cumplir. Sin más palabras, prendieron fuego a los restos de la monstruosidad, observando cómo las llamas crecían y consumían a la bestia, asegurándose de que no pudiera volver a alzarse en la oscuridad de la caverna.

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04/11/2024, 23:21
Ryland

Aquel ser de pesadilla había llegado a su fin, y con él se había llevado al resto de los engendros para suerte de todos, pero Ryland se sentía especialmente agradecido a ello. Sabía que una parte de él había quedado en Vesterby para siempre y regresaría a las bulliciosas tabernas siendo alguien distinto.

Maltrechos volvieron para llegar a los caballos, deshaciendo el camino recorrido, no todos habían sobrevivido, pero habían logrado salvar muchas vidas, sus muertes no habían sido en balde y el bardo pensaba componer una canción para no se olvidasen sus nombres y se conociese su historia. Algunos verían que era real, otros lo tomarían por una fantasía...

Cansados y sucios de sangre, con el horror grabado en sus mentes, Ryland quiso aliviar el alma de sus compañeros y la de él mismo

Quien canta su mal espanta

Se recordó una vez más.

Y mientras regresaban sacó su guitarra para rasgar suavemente sus cuerdas, creando una melodía que acompañase su canción.

 

Notas de juego

El enlace al video es subtitulado al castellano, por si queréis saber qué dice la canción.

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07/11/2024, 10:30
Narrador

Cuando la Bestia cayó, un estremecimiento oscuro recorrió las ruinas de Vesterby. Las sombras se retorcieron como si intentaran resistirse a lo inevitable y uno a uno, los engendros que aún quedaban en pie comenzaron a sacudirse, atrapados en espasmos grotescos. Sus cuerpos, sin fuerza y quebrados, se desplomaron sobre la nieve en un charco denso y viscoso que tiñó de rojo la blancura invernal.

El grupo, exhausto y ensangrentado, avanzó con pasos vacilantes por las ruinas calcinadas, rodeados de un silencio gélido. Entre los escombros ennegrecidos y la nieve manchada, sus ojos hallaron algo perturbador: en medio de una extensión de sangre y restos, el cuerpo de una criatura imposible yacía inerte. Su apariencia, mezcla brutal de un enano y una elfa, estaba marcada por la deformidad; su piel grisácea parecía estirada y desgarrada en algunos lugares, como si la vida misma se le hubiese escurrido con violencia. Sus ojos, aún abiertos, reflejaban una expresión sin esperanza, vacía y perdida en algún punto de las nubes grises que cubrían el cielo.

A su lado, el grupo descubrió un cadáver aún más triste: el de un caballo blanco, que alguna vez debió ser majestuoso, ahora casi devorado hasta los huesos. Su carne colgaba en jirones sangrientos, y de sus costillas expuestas se asomaban restos ennegrecidos de carne y piel. La nieve alrededor de ambos cuerpos estaba completamente empapada en sangre, congelándose en manchas rojas que contrastaban con el gris pálido del invierno.

A su alrededor, los cuerpos de las otras bestias yacían desperdigados, abandonados en la misma quietud. Parecían haberse apagado con la caída de su líder, arrastrados a la muerte por algún lazo oscuro que los unía. El campo de batalla, antes un hervidero de furia y caos, se había transformado en un desierto frío y desolado, un escenario de muerte congelada, donde el viento susurraba entre las ruinas como un lamento final.

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07/11/2024, 10:34
Aldrich Von Helmgaard

Su sacrificio nos dio un oportundiad... - Comentó el oficial. - Rezaré por su alma, así como por la de Thorvlad y Finnan. - Tragó saliva con los ojos humedecidos por la tristeza. - Volvamos a Tenklor y contemos lo que aquí ha sucedido. Alguien debería volver con un carromato con el que transpotar los cuerpos de los caídos y que así reciban un funeral con honores...

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07/11/2024, 10:41
Siriath Nadir

- Finnian era mi amigo… - Murmuró Siriath, su voz entrecortada mientras miraba al suelo manchado de nieve roja. - Un joven valiente, lleno de sueños. Y ahora… - Dudó, atrapado en la emoción. - Ha muerto demasiado pronto, incluso para ser humano y no elfo.

Las palabras parecían quedarse suspendidas en el aire frío, pesadas, como si resistieran dejar aquel espacio donde se sentía aún la presencia de Finnian. Siriath alzó la mirada al horizonte, al filo del ocaso, que teñía el cielo con matices ardientes y sombríos, reflejo de la pérdida que el grupo compartía. La quietud del amanecer, sin embargo, no ofrecía consuelo, sino el recuerdo de los caídos, grabado en aquel momento que se volvía eterno.