Partida Rol por web

Ellys estaba allí sobre su caballo esperando las órdenes, parecía que algo había cambiado y los jefes también notaban algo extraño en aquella situación. Pero finalmente sucedió lo que pensaba, les hacían cargar hacia los hombres del hierro de cara por la playa y sin saber si había más enemigos. Detrás de su oreja seguía rumiando aquellas velas rojas, no le gustaban nada y no sabía porqué. 

Se encogió de hombros ante la situación, le habían pagado, alimentado y tratado bien, así que él devolvería su parte de el acuerdo. Desenvainando como el resto de caballeros acompañó al resto hacia el infierno deseando poder salir vivo de allí como hasta ahora había conseguido hacer en tantas otras batallas. 

El ruido de las olas rompientes parece regocijar a vuestro enemigo y para un hombre el interior como es Ellys supone una fuerte impresión. Recuerda en esos instantes todo tipo de leyendas sobre el mar y los hombres del hierro, de su severo dios y el fervor que le procesan. En el fondo, todos los hombres creen en mayor o menor medida en supersticiones y de ti se apodera la creencia de que su dios está con ellos ese día, o al menos así lo creen ellos, por lo que lucharán con arrojo.

No así ocurre con Aden y Halbart, a quienes el deseo de entablar combate despeja  cualquier preocupación. El sonido de los cuernos y los estandartes de las casas norteñas son capaces de inflamar de valor cualquier corazón, y así ocurre. Pronto la tierra tiembla ante el avance de los caballos, primero al trote y finalmente al galope, prestos a arrollar a los enemigos que aún se mantienen firmes en sus puestos.

Con espadas y lanzas los norteños se preparan para el choque. A través de vuestros yelmos podéis ver que apenas quedan unos metros y el aliento de todos los hombres de esa playa se contiene por un segundo. Pero la tierra se hunde bajo vuestros pies, tragando con pasmosa rapidez a las primeras líneas. Con su ímpetu, las sucesivas no tardan en estrellarse contra las primeras.
Los relinchos de monturas asustadas se entremezclan con la confusión de los hombres. Los estandartes caen al suelo, ensuciándose de sangre y arena de playa. Halbart y Ellys logran frenar sus caballos a tiempo, mas el empuje les hace caer irremediablemente al suelo y golpearse. La arena de la playa amortigua la caída, pero ambos se encuentran notoriamente aturdidos mientras tratan de recomponerse.

den no corre mejor suerte y se hunde con la vanguardia. Aturdido intenta ponerse en pie y ganar algo de espacio. Puede ver en el foso a su señor y sus hijos recomponiéndose, así como a Lord Stark blandiendo a Hielo, pero otros han corrido peor suerte y se hayan empalados en estacas o inmóviles. 

Vuestra confusión es taladrada por un cercano grito de guerra. El enemigo se lanza sobre vosotros como aves de presa.

1- Enemigos
2- Norteños
3- Foso, tiene unos 10 metros de ancho y 3 de profundidad.
4- Lord Glover e hijos
5- Lord Stark
6- Halbart
7- Ellys
8- Acantilado. La pared del acantilado está a unos 30 metros.

9- Mar. El agua que cubre e impide avanzar está a unos 20 metros del foso.

Ellys sabía que algo iba mal cuando los gritos de batalla resonaron, estaban invocando a su dios y eso nunca podía ser bueno. Estaban muy cerca del mar y los dioses antiguos de los norteños no habían sido convocados que él supiera. Todo se hizo realidad cuando ante él se abrió un foso gigantesco con estacas al fondo que engulló a las primeras líneas. - Maldita sea! su dios ha llegado! - El miedo le inundó y notó que algo de fuerza de sus manos y piernas le abandonaban. Por suerte había estado en múltiples batallas, evitando que cogiera las riendas de su caballo y diera media vuelta camino al sur. 

Cuando la polvareda se relajó un momento pudo comprobar que él no había caído al foso, se había librado por segundos y metros. Si hubiera estado más cerca de la gente más importante estaría ahora mismo junto a esas estacas. Por desgracia su señor por el que estaba en aquella batalla había caído al foso junto a su familia, eso significaba que si no conseguían reagruparse podrían matarlos y él no cobraría más. Miró a su alrededor buscando gente conocida, detrás de él vio la silueta de Halbart y supo que no tenía opción debía ayudar a los Glover si quería no ser perseguido, odiado o apestado en poniente. Espada en mano avanzó, debía ponerse a la altura de los Glover para intentar hacerles una zona segura de salida del pozo- Hay que avanzar, formar una línea junto al foso y parar a los enemigos para que salgan! - Gritó por encima del bullicio para que los hombres reaccionaran. Debían ponerse a esa altura y aprovechar el espacio que tenían sin foso para establecer una línea de batalla estable. 

Cuando quiero darme cuenta estoy en píe rodeado de caballos y nobles empalados en el fondo de un foso. Todavía aturdido me intento poner en línea respecto a milord Harald Glover y Beron Stark.

Pese a no ser uno de los nobles, ni tampoco sabiendo si hay mas supervivientes intento que mi voz se oiga entre los gritos de dolor de hombres y monturas sumados a los gritos de euforia de los Hombres de Hierro.

– Rápido formemos una línea hasta que lleguen nuestros hombres. ¡Todos!

Puede que si sobrevivimos tenga mas un problema con algún noble que se sienta ofendido, pero para librar esa batalla primero deberé sobrevivir a esta.

Intento avanzar lo mas deprisa posible esquivando las coces de caballos heridos y los brazos de hombres que intentan aferrarse a mis piernas para que los auxilie. También tendrán que esperar si ganan los Hombres del Hierro tampoco sobrevivirán.

Vuestros intentos por poner algo de orden en ese desastre se ven reprimidos por el avance del enemigo. Algunos caballeros que han eludido la caída logran alcanzar la línea enemiga, y dispersos rápidamente son absorvidos por el enemigo que avanza. Otros con mayor sensatez permanecen en el sitio, ayudándose de la ventaja que otorgan sus monturas para mantener a raya a los primeros en llegar. 

En el interior del foso algunos hombres del hierro descienden llevados por su sed de sangre, pero la mayoría se limitan a arrojar jabalinas y rocas al fondo. 

Por suerte, no estáis solos y no encaráis en solitario el frente enemigo, pues el propio obstáculo les impide avanzar ordenadamente. Pese a ello, no tardáis en tener cara a cara a varios enemigos. Mientras os impidan avanzar, no podréis ayudar a los del foso, al menos no sin arriesgaros a ser sorprendidos con fatales consecuencias.

Un hombre fibroso, casi podría decirse desnutrido, sale al paso de Ellys. No porta armadura ni otra protección salvo unas extrañas pinturas y todo tipo de restos marinos a modo de amuletos. Pese a su paupérrimo aspecto, porta un nudoso báculo de madera y su mirada está poseída por una incontenible furia. Los temores que atenazaban al caballero están encarnados en ese individuo, pero es luchar o morir.

Halbart no corre mejor suerte y no tarda en tener a un guerrero enemigo hostigándole con su lanza.
 

Vuestros intentos por poner algo de orden en ese desastre se ven reprimidos por el avance del enemigo. Algunos caballeros que han eludido la caída logran alcanzar la línea enemiga, y dispersos rápidamente son absorvidos por el enemigo que avanza. Otros con mayor sensatez permanecen en el sitio, ayudándose de la ventaja que otorgan sus monturas para mantener a raya a los primeros en llegar. 

En el interior del foso algunos hombres del hierro descienden llevados por su sed de sangre, pero la mayoría se limitan a arrojar jabalinas y rocas al fondo. 

El lecho del foso, además de contar con algunas estacas fáciles de esquivar, se encuentra completamente embarrado por el agua de mar y dificulta enormemente el movimiento. Sin ayuda resultará prácticamente imposible salir de allí.

Un enfervorecido isleño se lanza sobre lord Glover, quien rápidamente da buena cuenta de él. A pesar del brutal corte que se dibuja en su pecho, este parece liviano en comparación con los tajos que provoca el mandoble de acero valyrio de Beron Stark, cercenando miembros con pasmosa facilidad.

Lentamente, Arlan logra acercarse hacia donde se encuentran sus señores, pero le sale al paso un enemigo de imponente aspecto. A pesar de no tener una gran altura en comparación con el norteño, el guerrero porta un yelmo de hierro que oculta sus facciones y una larga cota de mallas. El filo de su hacha gotea sangre que en el lecho del foso se diluye en el agua marina. No se lo piensa dos veces antes de atacar.

Maldecia a su hermano, al señor del Norte, a la maldita insensatez de atacar en su maldito terrero, Halbart estaba maldiciendo entre tanta confusión, la ventaja se había convertido en desventaja, maldita sea de arriba, todos, si sobrevivía a esto, arreglaría cuentas con el estúpido de su hermano. 

Podrían haber peleado en el bosque, en su terreno, pero no, siempre la maldita ansia de gloria nubla el juicio y no permite ver el panorama completo, ahora era muy probable que muriera peleando en una causa tan estúpida,

-FORMEN UNA MALDITA LÍNEA. 

Gritó a los norteños tratando de darles un orden en tanto desbarajuste, si no hubiera cargado con el resto, si su maldito animal no le hubiera tirado, malditos sean los dioses y el destino negro que se cierne sobre el. 

Desembaina su espada. Y su daga

Ellys iba a intentar avanzar junto a los hombres cuando vio cómo antes de que estos se pudieran formar los hombres del hierro habían llegado hasta su posición. Por suerte eran pocos por ahora y desorganizados. Un bastardo con un bastón y ojos cual loco llegaba hasta él. No quería enfrentarse a locos ciegos por su dios y menos cuando este estaba vigilándolos. Pero su vida estaba en peligro por lo que comenzó a bombear adrenalina y alzó la maza. 

Sobre su caballo comenzó su batalla descargando un fuerte golpe sobre el hombre esperando poder aplastar su cabeza. 

El colérico rival de Ellys le gana en rapidez, mas su frenética forma de golpear le hace previsible en un primer momento, no resultando difícil para el caballero desviar o esquivar sus golpes. Aun así, cada golpe errado incrementa la furia de su rival. — ¡SERÁS SACRIFICADO! — Amenaza con fervor luego de lograr encajar a duras penas un porrazo del caballero.

Por su parte, el enemigo que planta cara a Halbart ataca de forma lenta, en una dirección fácilmente esperable. No resulta difícil eludir el golpe, mas, pese al fallo de la lanzada, el enemigo se prepara para desviar con su ligero escudo la réplica del norteño.

Ellys esquivó el golpe del hijo del hierro, aquel bastón parecía duro y la cara desencajada del hombre no lo hacía más amable. El caballero se sentía inseguro sin pelear sin su caballo, se había caído y había perdido en la refriega. Esperaba poder recogerlo después pero ahora no tenía tiempo de esos menesteres. 

Plantó el escudo sobre el camino de la cachiporra y sonrió al sentir su golpe descargarse sobre el. También los gritos de fondo hicieron que se tranquilizara, parecía que los hombres comenzaban a organizarse bajo las órdenes de los norteños. Ahora no tenía tiempo de preocuparse del resto, debía terminar con su combate antes de fijarse en otras zonas. Con un movimiento horizontal intentó acertar en el torso, aquel bastardo no tenía armadura por lo que la maza podría romper costillas sin problemas en cuanto acertara. 

El bastón del fanático logra burlar fácilmente la defensa del caballero y asestar un fuerte golpe en el centro de su pecho. La contundencia del golpe podría haber quebrado el pecho de cualquier hombre, pero la recia madera del bastón apenas produce un ruido opaco al impactar contra las placas de su coraza. Ellys apenas siente un pequeño y molesto empujón, a cambio su maza tiene vía libre para impactar en el costado del enemigo. En el asta de la maza puede sentir el crujido de las costillas de su rival al romperse antes de que este lance un agudo grito de agonía y caiga herido de muerte sobre la húmeda arena. Tras ello, gana unos breves instantes para pensar qué hacer. Más enemigos se acercan, pero también alcanza a distinguir cerca la figura de Lonnel Nieve y algunos infantes que se han adelantado al lugar de la debacle.

A la par, Halbart parece estar pasando más dificultades en su combate. Una rápida lanzada del enemigo logra hacer blanco en uno de sus hombros, atravesando las anillas de su armadura. Aunque siente la sangre brotar y el agudo pinchazo del acero, es capaz de contraatacar y asestar un corte a su enemigo.
 

Pese a que el enemigo golpea con gran fiereza, las placas de la armadura del Maestro de Armas son capaces de resistir el impacto, quedando únicamente una abolladura como rastro de ello. Por el contrario, la destreza del guerrero con la espada logra eludir la defensa del enemigo y descargar un brutal tajo en su pierna, provocando que se desequilbre y caiga. Tal es el golpe que aunque no logra segar la extremidad por su armadura, sí lo desplaza lo suficiente para que en su caída aterrice sobre una de las estacas hincadas en la tierra y quede allí ensartado.

La pericia exhibida por el Maestro de Armas es suficiente para disuadir a los oportunistas que han bajado al foso en busca de presas fáciles. Logra alcanzar a Lord Glover y sus hijos, quienes están en apuros. 

— ¡Han herido Lord Stark, sácale de aquí! — Es la orden del señor, prefiriendo valerse de su habilidad y la de sus primogénitos para salir de ahí por su cuenta. Al dirigir la mirada hasta Beron Stark, se aprecia que ha sido herido en algún momento y a duras penas se mantiene en pie.