Tras haberse convertido en el centro de atención de todo el torreón, algo nada deseable y menos en aquellas condiciones, la mujer quedó sentada sobre un fardo de paja, observando cómo las miradas incautas se iban retirando, muchos detrás del señor y su séquito, quienes portaban los honores de un apellido digno, luego estaban los plebeyos que continuaban sus quehaceres, y por último hasta los niños dejaron de mirarla como si se tratase de un animal rabioso para continuar con sus juegos, mientras que alguna madre recomendaba "¿ves por qué no quiero que te acerques a los bastardos?...No son de fiar, tienen mala sangre"
"Soy única haciendo amigos"
Iba a comenzar una diatriba llena de recriminaciones hacia su persona cuando el caballero errante se aproximó hacia ella con una jarra de cerveza, la aceptó y bebió de ella dando un largo trago, algo de lo que se cuidaba cuando estaba delante de las damas dentro de los salones. Pero ya, ¿qué más daba?... A estas alturas beber como una mujer no le convertía en una señora con buenos modales, así que al menos lo haría con gusto.
- Os agradezco el gesto, señor... - no lo dijo, pero podía esperar hasta que hubieran escupido dentro del recipiente, tampoco hacía ascos por ello
El caballero comenzó su charla, era en parte recriminación, pero no lo hizo con suficiencia o malos modos, tampoco como burla, parecía de alguna manera más dispuesto a instruirle que otra cosa, así que no le fue difícil hablar claro con él.
- No se me dan bien los protocolos de los grandes señores, me presenté cuando me nombraron, no hacerlo podía ser considerado como insulto, hacerlo también..., al menos así no quedaba de cobarde... - suspiró, era más duro hablar sobre el ataque al vasallo Arlan -...He perdido el temple, puedo soportar muchas cosas en esta vida, los insultos los recibo desde que tengo uso de razón, pero nunca nadie en la Isla del Oso ha cuestionado mi honor, lealtad y valentía, esas tres cosas además de mi vida es lo único que tengo..., y las tres han sido mancilladas públicamente...
Cuando escuchó el comentario del caballero de que debía estar bendecida casi suelta una carcajada, estaba claro de que se burlaba de ella.
- Será una gran historia si se lo contáis a un maestre para que la recoja en sus encuadernaciones, las proezas de Jonelle Nieve, la bastarda bendecida... - bebe de nuevo -... No tengo suerte, ninguno de mi condición la tiene, pero tampoco estoy loca, simplemente señor, son tiempos de guerra, es mejor situarme en primera línea para luchar contra el enemigo, que prescindir de mis manos por una afrenta que con una humillación verbal se puede remediar... Así nadie pierde nada y solo gana el norte, las costumbres están garantizadas, una bastarda es lo que es, pero la guerra es algo que se puede perder si no se tienen los efectivos adecuados.
La habían tachado de estúpida, y quizás lo era, pero daba una explicación al menos lógica de su perdón.
- Sois amable y os lo agradezco, pero debo retirarme ahora o llegaré borracha a la cena y está visto que se me da muy bien crear espectáculos, debo ser comedida si no quiero... ¿perder mi bendición?.... - se retiró, no sin antes volver su mirada atrás, la amabilidad del hombre la conmovía, deseando en su fuero interno que como los demás, no buscara la manera de burlarse de ella y tener sus minutos de gloria entre las tropas a costa de la bastarda. La desconfianza era algo natural en Jonelle y más ahora que no estaba bien vista.